Hago mía la pregunta, El comentario de la semana pasada era cuando venía al pelo y estaba en mi mente tratar el tema pero, aparte de la iniciativa de este humilde autor, el mundo sigue girando y creo que debemos estar al loro para que no se nos pasen secuencias que consideremos de interés. La peripecia de Mónica Oltra, sin duda lo es, mucho más si la firma Ignacio Escolar, Director de el Diario.es. La dimensión me pareció un poco larga, pero muy profusa de datos y rigurosa. Me pareció oportuna y decidí dejar para hoy el solsticio de invierno, que todavía colea. El tema de Mónica Oltra, como el de Victoria Rossel en su momento, o el de Demetrio Madrid, hace más tiempo, los seguí con especial dolor por lo injustos que fueron y porque quienes los promovieron lo sabían desde el principio y quisieron hacerlos con esa crueldad, hasta que los años terminaron poniendo las cosas en su sitio, aunque, de paso, se cargaron sus carreras políticas, que era la verdadera intención desde el principio, aunque no son completamente idénticos.
Recuerdo que hace seis meses ya defendimos, cuando el solsticio de verano, la conveniencia de anular los cambios horarios en beneficio de los mayores tiempos de luz y del contrasentido de que un asunto tan claro y con tanta opinión ciudadana respaldándolo, no hubiera modo de resolverlo y permaneciera en el tiempo, años y años, solo por joder la marrana. En ese sentido, mi experiencia con este de invierno, siempre me invita a la esperanza. Ya que nos hemos adaptado a vivir de noche desde las seis de la tarde, iniciamos de nuevo la conquista de la luz, aunque necesariamente tenga que ser minuto a minuto. En mis años de docente, recuerdo que desde el final de las vacaciones de Navidad, ya, percibía, a simple vista la ganancia de luz y hasta el color del día me resultaba estimulante, a sabiendas de que el proceso sería largo y no culminaría hasta el 21 de junio. Lo que me sigue pareciendo censurable es todo este cambio, de carácter administrativo, en vez de fijar lo que la gente prefiere, de manera ampliamente mayoritaria, para siempre.
Ya sé que los solsticios, tanto este de invierno como el de verano en junio, son los finales y los cambios horarios se reservan para los equinoccios, bien de primavera como de otoño más o menos, pero mi insistencia en la molestia social permanente que se repite y se repite sin que haya una razón de peso que lo justifique, quiero que esté presente, como testimonio contra la indiferencia. Recuerdo que una de las veces argüí el chascarrillo que aprendí haciendo la mili sobre la guardia que se había consagrado en un banco del cuartel hasta que a alguien se le ocurrió investigar la verdadera razón de aquel aparente sinsentido y averiguó que todo venía de una orden de un coronel que propuso una guardia en el banco, sencillamente porque acababan de pintarlo y pensó que alguien podía vigilar, mientras se secaba la pintura, para que nadie se sentara. Resulta ridículo asumir molestias tan absurdas como los cambios de hora o similares y ver que el tiempo pasa y no hay manera de deshacer una costumbre sin argumentos de profundidad que la sustente.
No sé si viviré para el próximo solsticio, porque ya va teniendo uno una edad, pero si llego, espero no haber cambiado mi costumbre tradicional de tener la cabeza más dura que una piedra y seguir denunciando todo aquello que hacemos y que nos hace la vida un poco más incómoda. Ya tiene el devenir cotidiano dificultades e inconveniencias suficientes para la vida no resulte demasiado agradable demasiadas veces. Razón de más para interesarnos en lo que nos pueda incordiar y, en la medida de lo posible, si podemos hacernos la vida más fácil, merezca la pena intentarlo.



Buenos días Antonio, me uno a tu razonamiento pero sin ninguna esperanza de que esto cambie. Cómo se puede ser tan cazurro!!! Un abrazo amigo
ResponderEliminar