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domingo, 27 de julio de 2025

UN MAL PASO


         Ya dice el refrán que lo da cualquiera, y no es mentira. Ayer le tocó a mi hija Alba y tampoco fue el primero. Se estrenó hace dos años en la bajada del Peñón de la Mata. También iba con Ricardo, su compañero, como esta vez. Estaban a punto de llegar a Cogollos, el pueblo que hay en la falda y fue un recalcón normal y corriente, como tantos que se dan en esta vida. Ella contaba que oyó el crujido del hueso antes de caer de culo. Ya no se pudo levantar hasta que llegó la ambulancia que vino a socorrerla. Resultó que la rotura le afectó a la tibia y al peroné. En el caso de ayer la afectada fue la rodilla y todavía no se sabe más que no hay ningún hueso roto. Cuando terminen de explorarla, en los próximos días, se verá si los ligamentos están afectados o no. Por lo pronto duele bastante, según ella,  pero le han dado el alta y ha dormido en su casa, lo cual no es poco. Yo la esperé en la puerta de mi casa que Ricardo la trajera en el coche camino de Alfacar. Le entregué un par de muletas que tenía guardadas de otras veces y quería verla cómo estaba. La pierna la tenía libre, aunque se la veía molesta.



         Llegamos hasta a reírnos y la llamamos pupas, porque era el segundo incidente en los dos últimos años y nos parecía demasiado. Era una broma porque la Alba está a todas horas en la Sierra y, lo raro, es que no tenga más. Yo sé que esta vez tampoco va a escarmentar porque la Sierra le apasiona y las caminatas también. Forma parte de un grupo de voluntarios que con frecuencia suben para arreglar bajantes que retenga el arrastre de las lluvias torrenciales y también replantan arbustos o árboles importantes. Lo cierto es que, entre unas cosas y otras, a todas horas andan subiendo y bajando la Sierra como Pedro por su casa. No he hablado con ella del asunto pero esta vez parece que andaban haciendo barranquismo o algo así por alguno de los bajantes del río Dúrcal, que tiene unos cuántos. Algo así debe ser, porque al helicóptero que la rescató, le  costó lo suyo acercarse donde estaba ella esperando. Ricardo grabó la secuencia completa y la cuerda que la subió se veía bastante larga. Si puedo, pongo el video. Si no, nos tendremos que apañar con fotos y sin helicóptero.



 Sé que no escarmentará porque la Sierra Nevada es su pasión y a todas horas anda contabilizando los tres miles que le faltan por subir y las horas de camino que necesita cada uno. Yo la escucho con gusto pero mis caminatas, cuando he podido hacerlas, ahora ya no puedo, han sido urbanas sobre todo. A la Sierra he subido poco y me causa mucho respeto enfrentarme a ella, pero mi Alba, si se pierde alguna vez, seguro que anda con su grupo de voluntarios por uno de los picos, o por cualquiera de los pueblos de alrededor. Siento bastante los recalcones que se da de vcz en cuando, sobre todo si luego tardan bastante en recuperarse, como la quebrancía de hace dos años que, ente unas cosas y otras, le llevó casi un año entero reponerse. Afortunadamente, una vez que se vio fuerte, volvió a la carga, unas veces con el Floqui, su perro, y otras con su grupo, más o menos numeroso, según los días.



          Soy muy consciente que secuencias como la que hoy cuento no tiene una enorme repercusión, comparada con las que suceden a nuestro alrededor. Solo puedo argüir que hay secuencias que nos afectan a lo ancho y otras a lo intenso y cada una de ellas tiene su valor. Uno mismo es el que, en cada caso, tiene que medir la dimensión de cada secuencia y valorar si le compensa o no concitar la atención de las personas a las que convoca cada semana para compartir los sucesos que pululan por este mundo y por esta vida que compartimos. Unas veces, no me cabe duda, el mensaje se quedará corto por alguna razón. Otras por el contrario, cabe la posibilidad de que satisfaga a quién lo lea. Lo que sí garantizo es que, tanto unos como otros, están llenos de verdad y buscan una comunicación real con cualquiera que se arriesgue a leer. Lo  cual no quita para que mi deseo no sea el de mostrar lo mejor que tengo en cada caso. Ojalá que quien comparta este reto de lectura, no comparta, de camino, una buena parte de sus interioridades, que es  lo que yo me encantaría.   



domingo, 20 de julio de 2025

DECÍAMOS AYER

 

         Se cuenta que fue Fray Luis de León, al tomar la palabra en su cátedra de la Universidad de Salamanca, el que dijo la frase del título, después de haber cumplido las reprimendas correspondientes que le habían caído encima, de parte de la intransigencia implacable de la Inquisición que no dejaba títere c con cabeza y que, desde que estuvo en vigor, se sintió en posesión de la verdad absoluta. Algo así podemos decir cualquiera de nosotros, una vez salidos del ruido festero por las afirmaciones sexuales en todas las modalidades posibles en las que unos y otros nos sentimos, mientras intentamos enterrar cualquier sucedáneo inquisitorial en el que hemos vivido tanto tiempo. Volvemos, por tanto, a la normalidad, a sabiendas de que nosotros, los de entonces, ya no somos los  mismos, afortunadamente. Seguramente más de una de las opciones que hoy vemos moviéndose a nuestro alrededor, puede significar excesos que necesitan mayor y mejor análisis del que tiene, pero el miedo y la represión han volado y tendrá que ser el tiempo el que, sin cortapisas ni ordenos y mandos, lleve las aguas a sus cauces, si es que los tienen y en cada encrucijada volvamos a los puntos de equilibrio.



         Nos ha pasado con cualquier esquina del saber o de las costumbres y no ha sido ni un día ni dos, sino prácticamente a lo largo de toda la historia conocida. Por eso el hartazgo ha sido inconmensurable y la reacción de libertad, en proporción. Tampoco debemos tener miedo a pasarnos o a no llegar en cualquiera de las cuestiones a debate. Tiempo habrá de corregir lo que merezca la pena ser corregido, pero ahora, desde la libertad y sin espadas de Damocles que nos amenacen. Necesitamos, por tanto, gozar de  las explosiones de libertad que nos vayan llegando y saber que, la propia dimensión del equilibrio, nos llevará alcanzar los puntos medios que cada caso necesite, sabiendo que nuestras capacidades de alcanzar equilibrios, se encuentran perfectamente dotadas y el tiempo, junto a nuestra madurez, terminarán por imponerse.



         Los que hemos tenido el privilegio de ejercer la docencia vivir la evolución humana, hemos podido aprender, hasta qué punto las personas estamos capacitadas para aprender, Exigir lo que consideremos adecuado y ceder en los aspectos en que, se nos demuestre que nos hemos pasado de la raya, que de todo tiene la vida. La infancia es la fuente del conocimiento, de la duda, del error…, y que desenvolvernos en cualquiera de estos aspectos, es lo que se llama vivir. Cuando protagonizamos, con tanta intransigencia, cualquiera de las verdades que se imponen de la noche a la mañana, la prudencia debería avisarnos de que las verdades, con la misma rapidez que se imponen, pierden su valor. El sentido común debería llamarnos a la prudencia y hacernos reflexionar sobre cualquiera de los criterios que defendamos, convencidos de que estamos en lo cierto. Puede ser verdad, pero también podemos estar metiendo la pata hasta arriba, sencillamente por precipitarnos.



         Un ejemplo para terminar, por si a alguien pudiera servirle. Estábamos en unas cotas altísimas de ataque a la corrupción del Psoe, como si ya no fuera posible escalar más cotas de maldad, sencillamente por la premura por encontrar un adelanto electoral que el PP considera que le beneficia en este momento. Y seguro que es verdad, pero todo andaba demasiado exacerbado y pienso que salido de madre. De la noche a la mañana, nos encontramos que un juez lleva siete años investigando en seceto la gestión del ministro Montoro, que lo fue con el señor Aznar y con el señor Rajoy. Total tres legislaturas de altas cotas de restricciones y de incumplimientos de promesas. Y ahora, qué. De golpe y porrazo las tornas han cambiado y la situación ha dado un vuelco de 180 grados. Más de una boca, que debería haber sido un poco prudente, ahora se encuentra frente a su propio espejo y teniendo que tragarse argumentos que lanzaba al adversario sin piedad ni prudencia, y ahora se los tiene que comer con sopas. Todos los días se puede aprender, siempre que se esté dispuesto, naturalmente.  

   



sábado, 12 de julio de 2025

ORGULLO Y PUNTO

 


 

        Pretendí terminar la secuencia del ORGULLO  con un recuerdo entrañable a Federico García Lorca, paisano genial y víctima inocente de nuestra guerra incivil, como tantos, Me acordé de su ODA A WALT WHITMAN  de su hermoso poemario POETA EN NUEVA YORK, y lo puse. Pero hablando con Julia, me refirió unos versos de Walt que incluí  en una de sus fotos de las que puse acompañando el poema de Federico. He seguido pensando y he decidido alargar un poco más el ORGULLO  y que termine hoy con esta especie de respuesta del poema 24 del CANTO A MÍ MISMO del viejo Walt.        

 


                       24

 

Yo soy Walt Whitman…

Un cosmos. ¡Miradme!

El hijo de Manhattan.

Turbulento, fuerte y sensual;

como, bebo y engendro…

no soy sentimental.

Ni por encima ni separado de nadie,

ni orgulloso ni humilde.

Desclavad las cerraduras de las puertas.

Sacad las puertas mismas de sus goznes.

Quien humilla a otro

me humilla a mí.

Y todo lo que se dice y lo que se hace repercute en mí.



De mí surge la inspiración:

y lo corriente y lo vulgar.

Yo digo la palabra mágica y primera

y doy el santo y seña de la democracia.

Y digo que no aceptaré nada que no tenga una réplica inmediata y

numerosa.

De mi garganta salen voces largo tiempo calladas,

voces de largas generaciones de prisioneros y de esclavos,

voces de ciclos de preparación y crecimiento,

voces de desesperados y de enfermos,

voces de ladrones y de enanos,

voces de cuerdas que conectan las estrellas,

voces de matrices y de gérmenes paternos…



Voces de odio:

la voz del deformado,

del trivial,

del estúpido,

del loco,

del resentido;

la voz de la niebla en el aire,

la voz de los escarabajos que ruedan su bola de estiércol…

De mi garganta salen voces olvidadas;

voces de sexo y de lujuria,

voces veladas que yo desgarro,

voces indecentes que yo clarifico y transfiguro…

Yo no me tapo la boca

ni pongo el índice sobre los labios.

Me estremezco ante el vientre lo mismo que ante el corazón y la cabeza.

La cópula tiene el mismo rango que la muerte.

Creo en la carne y en los apetitos.



La vista,

el oído,

el tacto…

son milagros.

Y cada partícula,

cada apéndice mío

es un milagro.

Soy divino por dentro y por fuera

y santifico todo lo que toco

y todo lo que me toca:

el olor de mis axilas es tan fino como el de una plegaria;

y esta cabeza mía

vale más que las iglesias,

las biblias

y los credos.

Cuando adoro una cosa más que otra, adoro tan sólo la extensión de mi

cuero o de una parte de mi cuerpo.

Tú no eres más que la réplica deslumbrante de mí mismo.



Surcos y tierra húmeda, eso eres tú;

la reja firme y masculina del arado,

todo cuanto en mí se cultiva y se labra;

eres mi sangre fecunda

y tus corrientes pálidas de leche, las ordeñas en mi vida;

eres el pecho que se aprieta a otro pecho

y en mi cerebro están tus circunvoluciones ocultas;

raíces lavadas del cáñamo,

tímida alondra,

nido oculto de huevos duplicados… eso eres tú;

heno mezclado y tundido de la cabeza, de las barbas y de la carne dura…



eso eres tú;

jugo fermentado de manzanas,

fibras de trigo viril,

sol generoso… eso eres tú;

vapores que iluminan

y apagan mi rostro… eso eres tú;

arroyos de sudor y de rocío… eso eres tú;

viento que acaricia mi carne con el cosquilleo de los genitales en celo,

amplios campos vigorosos,

ramas de roble vivo,

amante compañero en mi vagar sin rumbo… eso eres tú;

manos que yo he apretado,

rostro que yo he besado,

hermana criatura a quien mis brazos estrechan sin cesar… ¡eso eres tú!

Me asombro de mí mismo.





Chocheo ante mi ser.

¡Hay en él tantas cosas admirables!

Cada momento de mi vida

y cuanto sucede en mí

me estremece de júbilo.

¿Por qué se doblan mis tobillos

y cuál es la causa de mis más insignificantes deseos?

¿Por qué irradio amistad…

y por qué la recibo?

Cuando subo las escaleras de mi casa me detengo y digo de pronto: pero

¿es esto cierto?

La enredadera que trepa por mi ventana me satisface más que toda la

metafísica de los libros.

¡Oh, maravilla del alba!

Una tenue luz allá lejos deslíe las sombras diáfanas e inmensas.

El aire es un manjar para mi lengua.



Del mundo movible

saltan en silencio

brincan inocentes,

rezuman frescas

masas que cruzan oblicuas

hacia arriba y hacia abajo.

Algo que no puedo ver eriza púas libidinosas,

y mares de jugos resplandecientes

inundan la bóveda celeste.

La tierra y el cielo se juntan.

Y de esta diaria conjunción llega por el oriente un reto que se posa un

instante sobre mi cabeza para decirme agresivo y burlón:

¿Serás tú el amo de todo esto?

 



 

sábado, 5 de julio de 2025

¡QUÉ ORGULLO!

 




 

ODA A WALT WHITMAN

Por el East River y el Bronx

los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,

con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.

Noventa mil mineros sacaban la plata de las

rocas

y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,



ninguno quería ser el río,

ninguno amaba las hojas grandes,

ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough

los muchachos luchaban con la industria,

y los judíos vendían al fauno del río

la rosa de la circuncisión

y el cielo desembocaba por los puentes y los

tejados

manadas de bisontes empujadas por el viento.



Pero ninguno se detenía,

ninguno quería ser nube,

ninguno buscaba los helechos

ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga

las poleas rodarán para tumbar el cielo;

un límite de agujas cercará la memoria

y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.



Nueva York de cieno,

Nueva York de alambres y de muerte.

¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?

¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?

¿Quién el sueño terrible de sus anémonas

manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt

Whitman,

he dejado de ver tu barba llena de mariposas,

ni tus hombros de pana gastados por la luna,

ni tus muslos de Apolo virginal,

ni tu voz como una columna de ceniza;

anciano hermoso como la niebla

que gemías igual que un pájaro

con el sexo atravesado por una aguja,

enemigo del sátiro,

enemigo de la vid

y amante de los cuerpos bajo la burda tela.



Ni un solo momento, hermosura viril

que en montes de carbón, anuncios y

ferrocarriles,

soñabas ser un río y dormir como un río

con aquel camarada que pondría en tu pecho

un pequeño dolor de ignorante leopardo.



Ni un solo momento, Adán de sangre, macho,

hombre solo en el mar, viejo hermoso

Walt Whitman,

porque por las azoteas,

ag

rupados en los bares,

saliendo en racimos de las alcantarillas,

temblando entre las piernas de los chauffeurs

o girando en las plataformas del ajenjo,

los maricas, Walt Whitman, te señalan.

¡También ése! ¡También! Y se despeñan

sobre tu barba luminosa y casta,

rubios del norte, negros de la arena,

muchedumbres de gritos y ademanes,

como gatos y como las serpientes,

los maricas, Walt Whitman, los maricas

turbios de lágrimas, carne para fusta,

bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos

apuntan a la orilla de tu sueño

cuando el amigo come tu manzana

con un leve sabor de gasolina

y el sol canta por los ombligos

de los muchachos que juegan bajo los puentes.



Pero tú no buscabas los ojos arañados,

ni el pantano oscurísimo donde sumergen

a los niños,

ni la saliva helada,

ni las curvas heridas como panza de sapo

que llevan los maricas en coches y terrazas

mientras la luna los azota por las esquinas

del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,

toro y sueño que junte la rueda con el alga,

padre de tu agonía, camelia de tu muerte,

y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.




Porque es justo que el hombre no busque su

deleite

en la selva de sangre de la mañana próxima.

El cielo tiene playas donde evitar la vida

y hay cuerpos que no deben repetirse en la

aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.

Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.

Los muertos se descomponen bajo el reloj de

las ciudades,

la guerra pasa llorando con un millón de

ratas grises,

los ricos dan a sus queridas

pequeños moribundos iluminados,

y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo

por vena de coral o celeste desnudo.

Mañana los amores serán rocas y el Tiempo

una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,

contra el niño que escribe

nombre de niña en su almohada,

ni contra el muchacho que se viste de novia

en la oscuridad del ropero,

ni contra los solitarios de los casinos

que beben con asco el agua de la prostitución,

ni contra los hombres de mirada verde

que aman al hombre y queman sus labios en

silencio.

Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,

de carne tumefacta y pensamiento inmundo,

madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño

del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los

muchachos

gotas de sucia muerte con amargo veneno.

Contra vosotros siempre,

Faeries de Norteamérica,

Pájaros de la Habana,

Jotos de Méjico,

Sarasas de Cádiz,

Apios de Sevilla,

Cancos de Madrid,

Floras de Alicante,

Adelaidas de Portugal.



¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!

Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,

abiertos en las plazas con fiebre de abanico

o emboscados en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte

mana de vuestros ojos

y agrupa flores grises en la orilla del cieno.

¡No haya cuartel! ¡Alerta!

Que los confundidos, los puros,

los clásicos, los señalados, los suplicantes

os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del

Hudson

con la barba hacia el polo y las manos abiertas.

Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando

camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.

Duerme, no queda nada.

Una danza de muros agita las praderas

y América se anega de máquinas y llanto.

Quiero que el aire fuerte de la noche más honda

quite flores y letras del arco donde duermes

y un niño negro anuncie a los blancos del oro

la llegada del reino de la espiga.