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domingo, 16 de febrero de 2020

INDIVIDUALES


         En cualquier orden de la vida es imprescindible una preparación objetiva y solvente. La educación de los primeros años de la vida no es una excepción. Hoy me parece que a nadie le cabe duda pero la verdad es que hasta el siglo XX, el siglo del niño por excelencia, esto no estaba nada claro. Estamos hartos de ver hatos de ropa con niños dentro que viven la vida de sus madres que los llevan a cuestas y no los sueltan en  todo el día. Hasta que no se produce el destete voluntario parece que el pequeño es un apéndice de la madre. Sin darnos cuenta nos ponemos en los tres años y para entonces, aunque dé miedo decirlo, la capacidad de desarrollo de un pequeño ha cubierto ya el 50% de sus posibilidades. En cualquier cultura han sido las madres las que, sólo por el hecho de haberlos parido, cargan con la responsabilidad de su educación y mantienen a sus hijos junto a ellas con la excusa de la lactancia. Ha habido algunas épocas, los años 70 del siglo pasado sin ir más lejos, en que la lactancia no apretó tanto en la cultura, pero la crianza de los niños para sus madres se mantuvo vigente.

         Hoy la ciencia nos ha dicho ya muchas cosas sobre las posibilidades y necesidades de un recién nacido y sobre qué persona adulta es la más idónea para cubrirlas. Esto de asumir que debía ser la madre nos ha venido muy bien a los hombres porque nos ha exonerado de responsabilidades de crianza en los años más decisivos pero al mismo tiempo, en la vida no hay nada inocuo, nos ha excluido de la educación y nos ha hecho aparecer hacia los 3 años, cuando la mitad del desarrollo ya se había producido y no nos hemos enterado siquiera. El tema de la lactancia es un hecho objetivo en el que los machos quedamos excluidos por razones obvias pero el día es muy largo y se compone de muchos ámbitos que pueden ser tan trascendentes para la vida como la propia lactancia y los machos necesitamos introducirnos en la crianza de los pequeños desde el mismo momento en que nacen. Yo he tenido tres hijos, he querido estar presente en los tres partos y la autoridad médica de cada momento ha considerado que era mejor que no.

         Estoy seguro que no han faltado razones de peso para alcanzar las desviaciones que hemos tenido que vivir y que en gran medida seguimos viviendo para discriminar los papeles del padre y de la madre pero estoy seguro que nosotros y nuestros hijos ha vivido separaciones vitales en su educación, sencillamente por la comodidad de unos protocolos que se han ido imponiendo y que conseguían unos logros de comodidad o de higiene para beneficio de la clase médica, por ejemplo, pero que al mismo tiempo hacían que los padres se fueran convirtiendo en los grandes ignorados de las relaciones esenciales con los bebés. Hoy no es posible calibrar los déficits afectivos que han supuesto el hecho de que los padres no hayan vivido apenas momentos de piel con piel con sus hijos recién nacidos y viceversa. El mismo hecho de un parto con los dos miembros presentes aporta un  mensaje de vida radicalmente distinto al del padre que llega de visita a ver a su recién nacido una vez que ya ha pasado todo.

         La desesperación no es buena consejera y hoy parece que muchos principios se están cuestionando por fin y con muchas contradicciones estamos dándonos cuenta, por ejemplo, que el mundo está configurado con hombres y mujeres a partes iguales aproximadamente y que no es posible, como ha pasado desde el principio de los tiempos, que una mitad, los hombres en este caso, se comporte como dueña y señora de todos los resortes legales y las mujeres, la otra mitad, como seres dependientes. Con la relación afectiva ha sido más o menos al revés. Los hombres hemos sido excluidos hasta antes de ayer como quien dice de los momentos decisivos que se producían antes de los tres años y nos habíamos convertido en vecinos que llegaban al final de cada proceso como si sólo fuéramos invitados cuando el valor de nuestras aportaciones era tan necesario como cualquier otro. Al final hemos construido una sociedad de mitades y nos hemos perdido riquezas que espero que el futuro las saque a la luz para beneficio de todos.

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