Estamos
atravesando una época en la que cada grupo está empeñado en mostrar sus límites
para un discurso que se convierte en excluyente antes incluso de terminar su
enunciado. La conclusión es que la política, o el arte del acuerdo, se aleja en
el horizonte y se impone la intransigencia. Lejos de encontrar zonas comunes,
sean muchas o pocas, lo que vamos encontrando cada día es enormes pedruscos en
el camino con lo que ningún grupo puede
caminar sólo, porque carece de las mayorías suficientes, pero tampoco permite
que ningún otro avance porque dispone de la fuerza suficiente como para
bloquearle el camino a cualquiera que lo intente. El resultado no es otro que
el de estar respirando un clima bronco y agrio que lo que consigue de hecho es
dificultar el avance de cualquiera que lo intente. Y en esas estamos. Todo el
mundo da lecciones a cualquiera que no sea él mismo y los discursos están
plagados de intransigencias, de líneas rojas como si cada uno, por sí sólo,
fuera capaz de sacar a la luz sus propuestas sin contar con los demás, cosa
completamente imposible como se está demostrando cada día y con cada propuesta.
La
situación es tan dramática y a la vez tan elemental, que uno no se explica cómo
los dirigentes no son capaces de darse cuenta de que todos están inmersos en una
situación sin salida. Me recuerda aquella imagen de los dos burros atados a una
estaca que intentan comer hierba, cada uno en una dirección. Están agotando sus
fuerzas y la hierba no les llega, sencillamente porque no se han dado cuenta de que tirando cada uno para su
lado no podrán acceder a la hierba ninguno de los dos. Habrá que esperar a que
estén suficientemente agotados para que entiendan que la solución la tuvieron
desde el principio al alcance de la mano. Todo consistía en ponerse de acuerdo
entre ellos y en un momento irse los dos al lado de uno y comer a gusto hasta
agotar la hierba y al momento siguiente ponerse los dos en el lado contrario
porque allí también tienen alimento suficiente para saciarse.
En la
escuela uno vive situaciones parecidas con mucha frecuencia. De ahí que los
choques físicos no sean raros, sobre todo al principio, cuando los niños tienen
muy poco conocimiento de ellos mismos. La solución no tiene mucha ciencia. Si
lo que quieres es seguir compitiendo, puedes seguir hasta el infinito con la
conciencia de que lo que vas a conseguir no es más que terminar tú y tu
contrincante agotados y con la conciencia de que no hay salida para ninguno de
los dos. Puede haber alguna solución por imposición de uno de los dos,
normalmente el más fuerte, pero ese resultado va a ser siempre inestable porque
el vencido va a estar vigilando en todo momento la posibilidad de imponerse al
vencedor en cuanto baje la guardia lo más mínimo. Ninguno de los dos van a
quedar satisfechos y su vida se va a convertir en una angustia permanente
porque el enemigo acecha en todo momento hasta conseguir imponer sus tesis a
cualquier precio.
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