Es
posible que el verano se preste más que otras estaciones a tenernos que ver
ante imprevistos de toda índole. Los referidos a la salud seguramente son los
más conocidos y puede que los más frecuentes, pero de ninguna manera son los
únicos. Es un hecho constatado que
mientras los pequeños están en la casa, las urgencias hospitalarias reciben
muchas más visitas por incidentes que cuando se encuentran en la escuela. Pero
los imprevistos pueden ser de cualquier tipo y siempre requieren una respuesta
en la que los adultos deben manifestar su madurez porque de la calidad de la
respuesta se derivan consecuencias de largo alcance educativo.
Un
golpe por caída, una puerta que cierra y se encuentra con un dedo por medio, un
cuchillo que se desliza más de lo debido y traspasa la piel, un bocado a
destiempo, un garbanzo que se introduce en el oído o en la nariz o
sencillamente se atranca en la garganta y la bloquea o cualquiera de las mil
incidencias posibles, propias casi todas de habitáculos muy poco preparados para
pequeños y mucho más pensados para mayores. En cualquier caso lo que importa
destacar es que ante cualquier imprevisto hay una reacción inicial que es la
más difícil y sin embargo fundamental: No perder la calma. Estoy seguro que es
mucho más fácil decirlo que hacerlo pero es inevitable insistir porque es seguro que el simple hecho de no
perder la calma significa un alto porcentaje de la solución del problema.
Podremos resolverlo o no porque es verdad que no todas las soluciones estarán a
nuestro alcance pero es completamente seguro que las soluciones se alejan si
perdemos los nervios y nos comportamos fuera de control, cosa que,
desgraciadamente, sucede con tanta frecuencia.
Aunque
las respuestas deban ser similares en todos los casos y sabiendo que los
problemas más frecuentes son los referidos a la salud, sin embargo los
problemas que se presentan y que precisan de nuestra madurez para reaccionar
son de todo tipo. El hecho de que en un momento se vaya la televisión y no se
vea, nos ponemos a preparar una comida y de pronto nos damos cuenta de que no
contamos con elementos que creíamos tener a la mano, una visita inesperada…,
sucesos que se producen en cualquier momento y que nos obligan más que nunca a
dar la talla y a solucionar la convivencia inmediata desde una posición de
equilibrio y de dominio de la situación. Por supuesto que nuestra reacción no
está ni puede estar garantizada de antemano y que muchas veces es muy distinta
a lo que sería conveniente pero sí debemos ser conscientes de que es en esos
momentos más que nunca cuando nuestra
función es más determinante. Los pequeños suelen sentirse fuera de juego y no saben cómo deben reaccionar ante lo
nuevo. La reacción que vean en nosotros va a ser indicativa para ellos en su
reacción inmediata y sobre todo en su manera de afrontar los imprevistos en el
futuro, tan frecuentes siempre.
En
todo momento somos como un espejo en el que los pequeños se miran y del que
obtienen sus esquemas de comportamientos iniciales. Luego será su aprendizaje
combinado con su modo particular de ser el que vaya estructurando una manera específica de comportarse pero en un principio
la imitación es casi mimética. Pero si esto es así en cualquier momento de la
vida, en los imprevistos se manifiesta de manera especial por lo que tienen de
reacción muy poco controlada por parte de los adultos. Es en estas reacciones
instantáneas donde ofrecemos lo mejor y lo peor de lo que somos. Por eso son
tan importantes. Podemos, por ejemplo, estar explicando a los pequeños día a
día cómo son determinadas cosas y, ante una reacción momentánea por nuestra
parte, demostrar todo lo contrario. De ahí la importancia de nuestra formación
personal profunda, esa que no se rige por las palabras en exclusiva, sino que
deja ver nuestros sentimientos más profundos y más fuera de control por parte
de nuestra mente por la inmediatez con
que se producen.
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Hola Antonio:
ResponderEliminarBueno pues los niños suelen dar sustos cuando están en casa.
A mi el pequeño ha sido el que más.
Una vez se puso una piececita del playmóbil en la nariz.
Corriendo me fui a la farmacia y se lo quitaron con una pinza.
Otra vez se subió a la mesa y se tiró la cafetera encima del brazo, delante de todos, no nos dió tiempo y es que era un chico muy activo. El caso es que no perdimos los nervios. Lo pusimos bajo el chorro del agua y corriendo a urgencias.
Te mando un abrazo desde Valencia, Montserrat
Si fueran previstos, la cosa perdería toda la espontaneidad y la gracia.
ResponderEliminarA todos al menos una vez en la vida se nos ha presentado un imprevisto, de esos con resultado de urgencia.
Si la cosa no va a mayores, hasta agradecemos la experiencia que nos supone resolverlo.
Mi Marta, tenía añico y poco más, se le metió en la nariz el clavito azul de un boli, de esos BIC. Se lo descubrimos de pura chiripa, al cogerla en brazos.
Tuvimos que llevarla al Hospital Infantil y ya no quiero ni acordarme del episodio que acababa a las dos de la mañana...
Besos abrazos
Es importante tomar en cuenta esta reflexión...en estos momentos de alta "exposición" al riesgo !
ResponderEliminarSaludos y Feliz verano !
Mark de Zabaleta
Ay, me haces recordar tantas anécdotas nada agradables... Cuando Anais se me lanzó a lo bestia contra una mecedora y se abrió la ceja, que es verdad que cuando vi la sangre en las gafitas (tenía dos años y estrabismo, la operaron al año siguiente y quedó genial) me alarmé pero por suerte soy muy fría en esos momentos, a veces parece que no me afecten las cosas aunque por dentro esté temblando, la lavé, la llevé al ambulatorio y allí sí perdí un poquito los nervios cuando le dieron el primer pinchazo de los puntos, se me escapó un sollozo fuerte pero bueno, tosí y disimulé y ella no se dio cuenta. También ella ha salido fría para los imprevistos, parece que no se altere y responde bien en situaciones de emergencia, pero eso es cuestión de suerte, creo yo, Antonio, por lo menos el primer instante. Hay padres que se alteran mucho y para evitarlo habría que ensayar, pero el caso es que un imprevisto se presenta cuando no lo esperas (por eso lo de imprevisto), y ensayar es dificilillo, ¿eh?
ResponderEliminarEsperemos que no se nos presenten muchos de los malos en este verano, al menos.
Besos de un verano que todavía se está portando bien.
Tengo que cumplir la penitencia que me impones de responderte aquí y encima lo hago con gusto. Sólo decirte que para entrenarse para los imprevistos no es posible hacerlo si no es sobre los sentimientos profundos porque como tú dices, en un momento determinado uno no manifiesta lo que sabe sino lo que es. Tengo también un amplio repertorio de incidencias para contar y para recordar. Te mando un abrazo amplio y caliente como este Julio.
EliminarEstimado Antonio
ResponderEliminarTienes razón, no perder la calma en un accidente doméstico es fundamental para el comienzo de la solución del mismo. Desafortunadamente cuando se trata de nuestros hijos, la preocupación es mayor y toca realizar un esfuerzo quizás sobrehumano para que los nervios nos dejen razonar.
Todos los padres deberíamos tener en casa un buen manual de primeros auxilios y mucho mejor si ya lo hemos leído cuando tengamos que ponerlo en práctica; por ejemplo saber que en caso de quemaduras lo primero que hay que hacer es echarle mucho agua fría al quemado, de esa manera se apaga la combustión que hay en su piel.
Mira, Antonio, es verdad que los accidentes familiares pueden convertirse en una verdadera pesadilla si no tomamos las debidas precauciones, pero también si no enseñamos a nuestros hijos a manejar ciertos asuntos, como el tiempo libre con cierta responsabilidad puesto que vacaciones escolares no pueden ser sinónimo de haraganería pues muchas veces la falta de dirección, ocupación y un buen programa vacacional inciden en la aparición de accidentes indeseables.
Espero que pases un bellísimo fin de semana
Un abrazo