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domingo, 17 de marzo de 2013

MISERIAS

Más de una vez me ha pasado que en alguna de las muchas charlas que ido dando para familias y para compañeros o en alguno de los muchos artículos que han ido apareciendo en periódicos y revistas no ha faltado quien comente que el mundo que yo manifiesto es un tanto excepcional y se produce en unas condiciones especiales. Los comentarios llevan la intención de desplazar mis argumentos a unos espacios apartados de quien los comenta y con ello esa persona o personas se sienten libres de responsabilidad, como si el tema no fuera con ellos. Mi amiga Mari tiene un nieto de seis años que en este momento que en este momento se encuentra en la disyuntiva de tener que abandonar su escuela pública porque su maestra la ha tomado con él alegando que no le hace caso y que hace lo que quiere. Su madre, la hija de mi amiga, no parece capaz de enfrentarse a la maestra y cantarle las cuarenta y es posible que acepte una solución de encontrar para su hijo un lugar privado en el que el niño se sienta acogido antes que defender los derechos de su hijo, los de ella misma como ciudadana y madre y los de la escuela pública que tiene la obligación de acoger a todos los menores y ofrecer un lugar de inclusión para ellos en el que se produzca una convivencia en armonía y con respeto a las diferencias enriquecedoras entre unos y otros. Después de una serie de filípicas sobre lo raro que es su Pablo, la madre ha tenido que llevarlo a la psicóloga del centro para ser estudiado. La psicóloga ha dado su informe completamente favorable para el niño. Ella no ve en su personalidad nada fuera de lo normal. La maestra parece que lo mantiene enfilado y no se vislumbra una solución que no pase por una cierta violencia de la madre hacia la maestra. Mi amiga Mari me lo comenta y me pide opinión. Yo no salgo de mi asombro y le digo, desde el respeto absoluto a la decisión de los padres del niño, su hija y el marido, que lo que hay que hacer es luchar por el niño. Que no se puede soportar que una maestra de una escuela pública se permita el lujo de poner sus ojos y su comportamiento en un niño y hacerle sentir que es una persona rara cuando lo único que está pasando es sencillamente que ella no es capaz de mantenerlo dentro de la disciplina del grupo, trabajo por el que cobra un salario decente y al que tiene la obligación de dedicar todo su esfuerzo y lograrlo, porque esas es su responsabilidad. Se ha hecho pasar innecesariamente al niño por la opinión de la psicóloga del centro para que confirme lo que desde el principio estaba a la vista de todo el mundo menos de la maestra. Que el niño está completamente normalizado y que no encuentra en su comportamiento nada raro. Este es el mundo de la educación pero yo no quiero centrarme en casos como éste que me muestran la miseria de nuestra profesión, como tantas otras miserias de todas las profesiones porque no creo que esta tenga ninguna particularidad diferente a las demás. No sé quién me lee, aunque a algunos sí que los conozco y a otros los voy conociendo a través de los comentarios que nos intercambiamos pero creo que en casos como el que nos ocupa, lo último que hay que hacer es cambiar al niño de colegio. Creo que ese niño tiene derecho a un espacio público que lo acoja y en el que pueda crecer y desarrollarse respetando su personalidad como la de cualquier otro de sus compañeros y haciendo que la estructura escolar, lo primero su maestra, pero también toda la comunidad educativa, tengan para él un comportamiento de acogida que facilite su desarrollo y su desenvolvimiento como persona y como miembro de un grupo. Por esto es por lo que vale la pena luchar y no rendirse a las primeras de cambio ante una situación claramente injusta y perjudicial para Pablo.

6 comentarios:

  1. Creo que la "Consagración de la Primavera" de Stravinsky puede, junto al Poder de la palabra de este Compositor, centrar muy bien este tema.
    Quienes leen tus artículos desde un positivo interés en alcanzar un buen nivel educativo para sus hijos y su familia creen en el futuro...

    Un cordial saludo
    Mark de Zabaleta

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  2. "Maestro, ¿acaso soy yo?"
    Dudo en qué facción incluirme, después de este rapapolvo generalizado a maestras, escuela pública y comentaristas.
    """"Los comentarios llevan la intención de desplazar mis argumentos a unos espacios apartados de quien los comenta y con ello esa persona o personas se sienten libres de responsabilidad.""""
    Me he quedado tal que sin aliento.No sé qué obligación me ata.
    Ahora bien: Mis 35 años de docencia en la Escuela Pública me animan a gritar alto un viva la Escuela Pública. Y los educadores, por qué no, TODOS, los de la Pública y los de la Concertada. Los padres y los abuelos, que también acarrean cargas educacionales.
    Dicho esto, Dios me libre de considerarme comentarista de escritos.
    (buena obra sinfónica has elegido, con el toque de atención constante impuesto en la brillante familia del metal)
    Un abrazo, Antonio

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  3. Hola Antonio.
    Todos los niños tiene derecho a una escuela pública.
    Y es deber de los maestros velar por ellos.
    Ahora si, los alumnos tambien tienen el deber de respetar a los maestros, que a veces les pondría la corona de santos.

    Un abrazo desde esta Valencia en Fallas.

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  4. Estimado Antonio
    Cuando un profesor mantiene enfadado con la actitud de uno de sus alumnos es muy difícil que los padres de familia puedan enfrentar al educador pues luego se desquita con el pupilo.
    Existen profesores excelentes, muy conscientes de su difícil trabajo, pero también tenemos aquellos que no tienen vocación y se olvidan dejar en casa todos sus problemas.
    Desafortunadamente también he visto que la exclusión por cuestión de credo, raza o nacionalidad es muy fuerte en muchos países; algo demasiado injusto para una criatura que comienza su educación.
    He vivido como extranjera durante muchos años, uno de mis hijos cursaba segundo año de educación primaria o básica (en un colegio particular), era excelente estudiante, tanto el profesor como sus compañeros lo excluían por ser extranjero, le decían que se maquillaba pues era un niño sonrosado frente a aquellos que tenían la piel oscura. El profesor llegó a humillarlo frente a todos. Francamente que sería mejor que la señora de la historia cambie de institución al chico, de lo contrario las secuelas quedan para el resto de la vida.
    Respeto mucho tu punto de vista; sí debemos luchar para que se acabe la intolerancia, pero sin exponer a nuestros hijos pues ellos quedan indefensos frente al personal docente.
    Cordiales saludos, un abrazo

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. Hola mi amigo ,
    Te deseo todo lo mejor en esta semana que su Pascua sea llena de bendiciones y que pasas con las personas que más quieres...
    Te dejo un fuerte abrazo.

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