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domingo, 3 de marzo de 2013

INVESTIGAR

Con frecuencia el contacto prolongado con los menores se nos hace cuesta arriba porque nos abruma el nivel de actividad al que nos someten. Cualquier cosa que cae en sus manos les interesa. Todo lo han de tocar, de medir, de pesar, de comparar, de valorar, de cambiarlo de lugar, de encontrarle posiciones, de probarlo de sabor, de comérselo incluso… Nunca como en este tiempo las personas ejercitan tanta curiosidad y tanta capacidad de investigar. Podemos decir sin miedo a errar que en este tiempo la curiosidad no tiene límite. He llegado a ver pequeños que se han quedado dormidos en plena acción, sencillamente de agotamiento. Una secuencia hermosa donde las haya. Viene a cuento este ejemplo para dejar claro que la propia naturaleza trae consigo casi todas las capacidades preparadas para su ejercicio y adiestramiento. Si somos capaces de permitir que los pequeños despliegues sus curiosas alas por los distintos rincones de la vida los podemos ver jugando con las lombrices que han sacado de la tierra, poniéndose empapados mientras intentan doblegar el agua rebelde que, al final, termina por poseerlos a ellos y que así les hace aprender que hay que tener cuidado con las cosas mientras aprendemos a dominarlas, construyendo una casa en cualquier espacio a base de palitroques y de hojas o hierbas que cogen de aquí o de allá, ejercitando las destrezas en el equilibrio corporal mientras se desplazan siguiendo cualquier bordillo o cualquier línea trazada por las baldosas de suelo, poniéndose ellos cualquier meta al alcance de su mano o de sus pies que le indique que son capaces de muchas cosas y que el esfuerzo tiene su recompensa. Sé que es francamente difícil seguir sus ritmos y estar alerta de la cantidad de riesgos que hay que afrontar porque las capacidades de previsión de los pequeños son bastante incipientes, pero estoy hoy más seguro que nunca, que sólo aprovechando la energía inmensa que cada persona trae en su interior y su maravillosa curiosidad, casi sin límites, es como podemos lograr personas reconciliadas con la vida, protagonistas de la suya en la medida de sus posibilidades en cada momento y optimizando todo ese caudal que la naturaleza nos ha investido y nos predispone a gastar en esfuerzos cada día. Sólo necesitamos ponernos a favor del viento que sopla. No es difícil. En cuanto nos paramos delante de los pequeños y les permitimos que se muevan por ellos mismos, al momento nos están indicando la dirección en la que quieren ir y la velocidad de crucero a la que están dispuestos a hacerlo. He oído muchas veces que si cada niño hiciera lo que quisiera a dónde íbamos a parar. Hoy lo sé. Llegaríamos sin duda a entendernos unos con otros, a saber que nadie lo merece todo y que todos tenemos que aprender a ceder parte de nuestro espacio para que los demás ocupen su parte también. Aprenderíamos a escucharnos unos a otros, sencillamente por el interés egoísta que tenemos de aprender. La vida rápidamente nos enseña, si se lo permitimos, que solos no podemos nada y que los demás son los que nos enriquecen y nos completan. Los necesitamos para ser más y mejores personas y para sentirnos queridos y deseados por ellos. La vida no tiene sentido si estamos solos. Todo el placer y la dicha que podemos asumir y gozar nos viene de nuestro contacto con los demás. Los demás nos condicionan y nos enriquecen al mismo tiempo. Sé que esto que digo parece un sermón pero quien esté en contacto con pequeños cada día será capaz de entender que sólo son lecciones que cada uno de los pequeños nos ofrece en bandeja y que nosotros en todo momento tenemos la capacidad de asumir o rechazar. La Escuela suele convertirse en una fábrica de obedientes alumnos cuando en todo momento puede y debe ser un maravilloso laboratorio que nos enriquezca a todos, a pequeños y a mayores

6 comentarios:

  1. Una gran exposición sobre esa hiperactividad infantil...que fatiga a muchos mayores!

    Un cordial saludo
    Mark de Zabaleta

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  2. Es cierto que el proceso investigador no debiera darse por concluído nunca: Que desde el momento en que ponemos pie en este mundo, se nos echa encima el encargo de investigar e investigar y más investigar. Porque jamás gozaremos del tiempo necesario para aprender todo. Así que está muy bien encauzar a los peques, primero, a los medianos, luego. A los mayores, siempre, en la tarea de investigar. Eso, sin que la hiperactividad ajena y la propia absorba y anule nuestras propias iniciativas.

    Claro que, según algunos, "el que de joven no trotea, de viejo galopea"
    ¡A investigar se ha dicho, Antonio!

    Abrazo

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  3. Hola Antonio.
    Me acuerdo que mi hijo pequeño, cuando tenía unos cinco o seis años, venía conmigo en la cocina. Y yo le dejaba hacer "experimentos" y hacía sus mezclas, un poco de sal, un poco de azucar, un poco de aceite, harina y vaya mezclas que hacia, esto si siempre controlado por mi.
    Si te digo la verdad con los mayores, no tuve tanta paciencia, pero con este ya ten-a más años y expriencia, la verdad es que lo disfruté mucho.
    Un abrazo, Montserrat

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  4. La curiosidad es normal especialmente en un nino...el problema es que as veces puede ser perigroso...
    me gusta como escribes mi amigo describiendo estos argumentos con tan armonia y secillez...
    Te mando un abrazo!!

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  5. https://www.facebook.com/museo.tiros
    Aquí tenéis a unos curiosos niños descubriendo un lugar mágico del barrio del Realejo: la Casa de los Tiros.
    Ignoro si Mercedes Toro sigue este blog, pero hago constar que suya fue la idea de que los niños se tumbaran en el suelo para disfrutar con detalle de la Cuadra Dorada.

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    Respuestas
    1. Yo tampoco lo sé aunque tengo la esperanza de que sí. En cualquier caso me gusta la idea de que nos hayamos trasladado hallazgos o reacciones de unos que, al cabo de los años, aparecen en otros. no hay más que notar esta comunicación entre nosotros, cuando hemos tenido momentos en los que hemos pasado bastante el uno del otro. Me alegro de que la vida permita estas correcciones y me quedo con esta sin duda. Un abrazo, amigo

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