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domingo, 17 de junio de 2012
EL OTRO
En síntesis el recorrido vital no es más que una sucesión de desgarros que con más o menos dolor nos llevan desde creernos que somos todo y que el mundo funciona a nuestro servicio o en función de nosotros al principio de la vida hasta terminar por sentirnos completamente inútiles y cediendo la vida convencidos de que es lo mejor que podemos hacer.
Todo este arco evolutivo no se produce sin esfuerzo y con mucho tiempo de por medio. También a través de una sucesión de pasos intermedios porque difícilmente seríamos capaces de asumir todo el recorrido de una sola vez.
Llegaba a resultar hasta cómico cuando sabíamos de sobra que era dramático. El experimento consistía en entrar a un aula de niños de dos años y decir en alta voz: “Mi mamá es mía”. Y esperar. No tardaba mucho en empezar la rebelión de “No, es mía”. “Es mía”. “Es mía” Y era imposible evitar una guerra interna sin solución posible porque todos llevaban razón y ninguno podía quedar satisfecho con la resultante de las disputas verbales. O bien terminaban llegando a las manos y había que imponer un poco de orden para seguir con lo que se estuviera haciendo o había que esperar sencillamente al agotamiento a sabiendas de que no era posible encontrar ninguna solución satisfactoria, sencillamente porque cada uno estaba hablando de una mamá distinta y ninguno era capaz en aquellos momentos de meterse en la cabeza esa idea.
Afortunadamente hay muchas otras actividades y secuencias que pueden alegrar la vida a los dos años, pero la de ser capaces de entender que cuando hablamos de una mamá no estamos hablando de la mamá de cada uno no es una de ellas. De ahí que el problema no tenga solución posible en ese momento. Cada uno piensa que no existe otra mamá que la suya y cuando otro suelta la misma frase, sencillamente cree que se la está robando y eso no puede permitirlo por nada del mundo. El conflicto, por tanto, está servido. Donde dice mamá podríamos poner cualquier otra persona o situación que puedan compartir todos. El resultado sería similar. Pasa que con lo de mamá la reacción es más inminente, más automática y más vistosa como si dijéramos.
Unos cuantos meses después, alrededor de los tres años ya sí es posible detenerse a explicar que cada uno tiene una mamá y que todas son distintas y que cuando se dice que mi mamá es mía nadie está intentando quitarle a nadie su mamá sino que cada uno tiene una mamá. Es uno de los pasos evolutivos importantísimos: “Existo yo y fuera de mí, todo lo demás”. Unos meses antes se podía producir la peregrina secuencia de que cuando el pequeño no quiere verte, por ejemplo, no te dice que te vayas, sino que te suprime de su presencia por el expedito sistema de taparse los ojos, sencillamente porque para él, si no te ves es que nos estás. Todo un conjunto de nociones elementales de la vida funcionan con esa claridad y con esa contundencia y sólo si somos capaces de entenderlo nos podernos comunicar con los pequeños. De lo contrario, nada de nada.
Pues una noción tan elemental, en la vida no se va a ver modificada ya hasta la adolescencia, en la que alcanzaremos un nuevo logro y es el de ser conscientes de que pertenecemos a un grupo humano: pandilla, país, pueblo, raza…. Y eso nos pone enfrente y nos fuerza a luchar para crearnos un espacio vital donde vivir diferenciados. Si nuestra cultura es aceptable, esa lucha será pacífica, de lo contrario podrá llegar a ser extremadamente violenta, pero el argumento será el mismo en todos los casos: el derecho a la existencia.
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Por pura asociación de ideas, y sin que poco o nada tenga que ver, he evocado "La vida de los otros". No podía evitarlo.
ResponderEliminarEn más de una ocasión a muchos niños les resulta auténtico trauma el 'mi mamá es mía', frase que, de ordinario, siempre suelen soltarla los adultos. En verdad, podemos entenderla como provocación, a ver hasta dónde reacciona el churumbel: Sentimiento vs razonamiento.
La cosa tendría otro cariz si al adulto, en cambio, le decimos 'tu hijo no es tuyo...'
¿Solución? Intermedia tal vez.
(J. Turina, espléndido en esta versión)
Abrazos
"conscientes de que pertenecemos a un grupo humano: pandilla, país, pueblo, raza…. Y eso nos pone enfrente y nos fuerza a luchar para crearnos un espacio vital donde vivir diferenciados. Si nuestra cultura es aceptable, esa lucha será pacífica, de lo contrario podrá llegar a ser extremadamente violenta"
ResponderEliminarCuanto me alegro que su amigo Antonio Salmerón me haya puesto en contacto con sus escritos, en los que hasta el rabo todo es toro. ¡Lástima que no contemos con tan buenos maestros como vd. en la adolescencia¡¡
Buenas noches Antonio.
ResponderEliminarCuando nació mi segundo hijo el mayor tenía 3 años y 5 meses.
Claro acostumbrado a ser el rey de la casa, se volvió un poco rarito, los celitos normales, esto que yo al pequeño lo cogía poco en btazos para evitar los celos.
Luego cuando vino el tercero el mayor tenía 12 años y el 2ª 8 y medio.
Y que cosas el pequeño siempre será el pequeño.
Pero a los tres los quiero por igual.
Un abrazo, Montserrat