Probablemente en el origen de la mayor parte de los cuidados que procuramos a los pequeños está la idea de hacer lo que hace falta hacer, lo mejor posible, en no equivocarnos en nada o en lo menos que podamos y conseguir que los pequeños crezcan en las mejores condiciones que seamos capaces de aportarles. Y, como puede suponerse, parece una intención loable, meritoria y digna de que su cumplimiento tenga la misma pureza que su nacimiento en nuestro interior, dando rienda suelta a nuestras mejores intenciones. Nada que discutir por tanto en su origen ni en su desarrollo. Sí, quizás, algo que discutir en sus consecuencias porque no siempre lo que pensamos y lo que planeamos con una idea, termina con las consecuencias que pretendimos en el comienzo.
Ese impecable afán de acertar en todo lo que se refiere a nuestras atenciones a los pequeños puede decir mucho en nuestro favor en cuanto a las motivaciones que impulsan nuestro trabajo, pero no necesariamente en sus consecuencias. El hecho de que todo lo que los niños reciban de nosotros sea impecable, claro, determinante y sin errores, significa que ellos van a ir asumiendo que en la vida todo es así y que no habrá nada que les produzca frustraciones ni resultados desagradables o con los que ellos puedan sentirse contrariados. Por un lado es encomiable el intento por nuestra parte en el sentido de que procuramos por todos los medios a nuestro alcance que los menores dispongan de un estado de bienestar tan alto como nuestras posibilidades nos lo permitan, pero no siempre eso es lo mejor, sin pretender devaluar nuestros encomiables intentos.
Quizá olvidamos lo importante que es en la vida ser capaces de salir adelante cuando aparecen las dificultades. Que un menor tenga una vida satisfactoria y se desenvuelva gratamente cuando no hay nada o casi nada que le suponga contrariedad, eso parece bastante fácil. Resulta mucho más complicado entender la fuerza que necesita sacar de sí mismo cualquier persona para sobreponerse a alguna frustración o cuando algo no le sale como él desea. Y, probablemente aquí es donde radica lo meritorio del desarrollo, en ser capaces de gozar los momentos en que todo parece salir a pedir de boca y afrontar con fuerza los momentos frustrantes para sobreponerse a ellos y mantener las ganas de aprender.
Claro que con lo que va dicho quizá cabe una primera conclusión y es la de promover en los pequeños las frustraciones para hacerlos fuertes en la vida y que aprendan a sobrevivir superando todas las dificultades que puedan. No falta en la historia quien así lo ha entendido y lo ha llevado a la práctica. Probablemente tampoco es eso. Ya tiene la vida dificultades suficientes como para que necesitemos producir más de manera artificial. Quizá la reflexión tiene sentido para llamarnos un poco a la tranquilidad y a permitir que la vida se produzca por sí misma con lo que tiene de bueno y con lo que tiene de malo para que las personas vayamos conociendo el calor y el frío, la luz y la oscuridad, el mar y la montaña…. Este conjunto amplio de vivencias de índole diversa hacen que tengamos que responder a dificultades variadas y con ello nuestra capacidad de respuesta se vaya ampliando y fortaleciendo. Eso es lo que significaría una educación adecuada: no la que se basa sólo en los aciertos o en la capacidad de respuesta sólo a ellos, sino en las posibilidades de reacción ante vivencias imprevistas o directamente desagradables, que precisan de una reacción nuestra ante la adversidad.
"no la que se basa sólo en los aciertos o en la capacidad de respuesta sólo a ellos, sino en las posibilidades de reacción ante vivencias imprevistas o directamente desagradables, que precisan de una reacción nuestra ante la adversidad."
ResponderEliminarAbsolutamente de acuerdo, maestro. Educarnos para ser capaces de sobreponernos a la adversidad es fundamental para el bienestar.
Un abrazo.
Mercedes.
Una cosa es lo que se ofrece , como lo más selecto en nuestras intenciones, y otra bien diferente es lo que el receptor es capaz de asimilar, y de modificar, y de adaptar a su persona.
ResponderEliminarDe hecho, todos sin excepción, hemos tomado selectas aportaciones. Y ya ves, cómo cada niño/a, cada persona sale moldeado a su manera.
Sí es acertado, en cambio, educar (educare, coducir) mostrando que la vida casi nunca es un camino de rosas. Pero también la vida es un edén al que nadie renuncia. Esa es la mayor contradicción.
Hola Antonio querido amigo
ResponderEliminarCreo que lo importante es educar con naturalidad, siendo espontáneos, sinceros, con nuestros errores y nuestros aciertos- Si algo falla, reconocerlo ante nuestros niños ( delante de ellos ) y ellos también aprenderán a reconocer sus fallos y saber que en la vida hay de todo, nada es perfecto ( la perfección no existe ) somos humanos, por lo tanto educar no es estar atento cada instante para ser perfecto, eso es ser antinatural.
Mi nieta jugando hoy a las vendedoras ( tiene 3 años ) y yo haciendo de compradora en su "tienda". Le dije que quería una lechuga y me respondió- No tengo, solo tengo acuarius
:) bueno, le dije, llevo uno, cuanto es ? y me respondió 13,10 euros, es muy caro, me dijo, pero es de buena calidad :)))) sabes una cosa Antonio ? me reí mucho y me dije - habrá algo mas hermoso que un niño ? tan natural, tan espontáneo - se puede pensar mal de esto, y decirse que de donde saco el niño lo de la buena calidad, no ? pues no, es parte de lo que se dice en la vida, es parte del diario andar de cada día, en algún momento lo escucho y lo soltó en esta conversación- Me pareció genial -
Me he apartado un poco del tema que tan bien expones, pero tenia ganas de contartelo :) Gracias por escucharme. Te deseo una Feliz Navidad y un prospero y feliz Año 2012 , con todo mi cariño.
Besos
Aurora