Sé que
a través de este medio el mundo es, por fin, un pañuelo. Alguien que me lea
puede andar con bufandas para salir a la calle y pasando un frío de lo lindo.
Esta Tierra que habitamos funciona así y permite que mientras en un hemisferio suceden
estas cosas, nosotros nos estemos cubriendo y resguardando de un sol de
justicia, sobre todo en las horas centrales del día y desplegando todos los
medios disponibles para hacer que los fuegos que inevitablemente se producen
cada verano sean sofocados a la mayor brevedad posible, cosa que no siempre se
consigue. Y si no que se lo digan a la isla de LA PALMA, que lleva ya varios
días ardiendo y en este momento supera las 4000 hectáreas de superficie
arrasada y a merced del viento alisio que cambia a su antojo y los habitantes
han de ser evacuados de sus casas para evitar males mayores aunque una persona
de los servicios de extinción ha sucumbido sin remedio en los primeros
momentos.
Los
medios nos recuerdan continuamente que debemos evitar la exposición directa al
sol, al menos durante las horas que van de las doce de la mañana a las cinco de
la tarde, que son las más peligrosas para la piel y siempre protegernos con
suficientes cremas que nos eviten lesiones cutáneas, sobre todo a las personas
mayores y a los más pequeños. Con semejante panorama por aquí los pequeños han
de pasar los días sin la protección de la estructura escolar que, aunque
tendría que luchar contra el calor asfixiante en las horas centrales, no cabe
duda que ordenaría las horas del día ofreciendo mayor seguridad que la
improvisación de la familia para la que cada día puede ser una aventura y
platea retos imprevistos en cualquier momento. No dudo que las vacaciones
puedan ser un tiempo agradable, pero estoy seguro que no para todos en la misma
medida. Es más, me atrevo a apostar que más de una persona estará rezando cada
mañana porque se terminen de una vez las dichosas vacaciones y volvamos cuanto
antes a la rutina ordenada de la vida, esa en la que cada uno tiene una función
y se cumple más o menos.
Pero
como el tiempo dura lo que dura y estamos en medio del magma veraniego me
atrevo a sugerir algunas actividades que pueden ser muy cercanas, ilustrativas,
gratificantes y provechosas. No estaría de más, por ejemplo, que los menores pudieran
acompañar a quien se encargue de la compra diaria con la doble función de que
los menores conozcan los contenidos del mercado y que participen en la
preparación de las comidas de la familia, frías si es posible y más
concretamente ensaladas que pueden ser verdaderos manjares gratificantes,
diversos y suficientemente nutritivos. No hay más que recurrir un poco a los
repertorios de abuelos para poner en práctica toda una serie de posibilidades
combinatorias de productos crudos que supondrán una dieta excelente y una
fuente de riqueza alimenticia y salud. Los pequeños pueden intervenir en la
elaboración de muchos platos con esta base y a la vez los estaremos acercando a
que tomen conciencia de sus capacidades, que midan hasta qué punto sus
esfuerzos pueden redundar en beneficio del conjunto de la familia y lo cerca
que se encuentran de ser capaces de ingerir muchos alimentos que no siempre
aparecen en los anuncios de la tele pero que pueden estar muy ricos.
eres una maravilla necesito un hombre como vos a mi lado
ResponderEliminarjaja
aprendí mucho hoy
abrazo