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domingo, 15 de mayo de 2016

TIERRA


         Sé que, inevitablemente, los temas no tendrán más remedio que repetirse porque ni el abanico es tan amplio como para estar proponiendo novedades a cada momento, ni las capacidades del que esto escribe llegan a tanto. Tengo la esperanza de todas formas de estar haciendo sobre la marcha una selección significativa que permita a las personas que tienen la paciencia de seguir este blog, hacerse una idea de que lo que aquí se va proponiendo es en realidad un tipo de escuela globalmente distinta. Ya sabemos que muchas de las propuestas que ofrece la escuela tradicional son perfectamente defendibles pero nosotros, grano a grano, intentamos que penetre una idea de la escuela mucho más cercana, nunca alejada de los intereses de los niños sino fundamentada en ellos y en la que los pequeños siempre son los protagonistas.

         Mi escuela era unitaria, asistíamos a ella unos 60 niños, un solo cuarto de baño que solo usaba el maestro aunque estaba hecho para nosotros y el espacio libre para todo la calle, la plaza del pueblo, los callejones, los árboles para coger nidos y los animales que hoy llamaríamos mascotas para hacer con ellos diabluras de las que no tengo manera de dejar de avergonzarme por más años que pasen porque no puedo borrar la cantidad de barbaridades que hacíamos con ellos. Por eso me río cada vez que alguien me dice que antes sí que vivíamos bien. Yo, desde luego, no. Las condiciones eran tan precarias que cualquier situación era un poema. Desde llegar cada mañana con el jarrillo de agua quemando a que nos echaran la cucharada de leche en polvo que siempre me supo a rayos y que nunca logré diluir adecuadamente hasta conseguir un cierto orden en la clase, imposible de barajar por un maestro indolente y por unas banquetas imposibles que sólo tenían de bueno el seguimiento del nido de golondrinas que había dentro y verlas entrar y salir por la única ventana de frente.

         Hoy, afortunadamente, en este país las cosas son muy distintas para bien de todos, lo que no quiere decir que sean mejores siempre. Los magníficos patios de los colegios me dejan bastante frío con tanto cemento de suelo. Apenas unos huecos a través de los que salen unos arbustos que nunca terminan de dar sombra ni permiten que nadie se suba en ellos porque antes de que crezcan ya hay alguien con una feliz idea que pasa por arrancarlos y encuentra un mejor diseño con más metros de cemento. Cuando los alumnos están en los patios es asombroso cómo los diseños elaborados ofrecen la posibilidad de juego para veinte o treinta y los otros cientos de compañeros no hacen otra cosa que mirar y comentar las jugadas que se van sucediendo como si estuviéramos abriendo camino a los futuros jugadores de las quinielas que, en vez de dedicarse a participar en alguna de las actividades que los magníficos espacios libres permiten, se dediquen a las apuestas que cada semana van a hacer a uno millonario a costa de que la gran masa de apostantes se quede con tres palmos de narices con el sueño imposible de que algún día le toque.

         Sé que no es la solución ideal ni creo que existan soluciones ideales, pero por momentos mientras veo los concursos de patios de Córdoba, abarrotados de macetas con flores de mil colores que han de ser cuidadas cada día para lo que los vecinos se han de organizar y distribuir responsabilidades de modo que entre todos mantengan esa maravilla de color que, ahora en primavera se convierte en espectáculo inigualable. No defiendo la maceta porque la considere especial para nada. Sólo se me ocurre como una de las posibilidades de las miles que `podríamos encontrar a poco que buscáramos. Y como premio al esfuerzo continuado en los recreos y a la dedicación, el último día del curso cada alumno se llevaría una maceta a su casa para cuidarla y que adornara sus espacios libres.

         No sé cómo no se valora la capacidad casi ilimitada de buscar bichos y de escarbar en la tierra de los niños para gozar con el conocimiento que de ello se obtiene. Vivimos cada día mejor pero quizá un poco más lejos de las fuentes del conocimiento. 


9 comentarios:

  1. A ver si alguien secunda tus sugerentes propuestas porque, con franqueza, son atractivas. Independientemente de que también sean viables y/o que a todos satisfagan.
    Besos

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    1. Me consta, Pilar, que hay muchas personas que llevan propuestas parecidas pero igualmente interesantes. Mi obsesión es que se hable de ellas para que las podamos conocer y animarnos a realizar otras parecidas. Un beso

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  2. Manuel Ángel Puentes15 de mayo de 2016, 11:05

    También me suena haber comentado en este blog la actividad que desde hace años viene haciendo en mi escuela la asociación OFECUM de universitarios jubilados. Consiste en un taller de jardinería, donde nos juntamos un maestro de la escuela, uno de los voluntarios (a veces dos y a veces hasta acompañados de un becario) y nueve niños, tres por cada grupo del segundo ciclo. Durante una hora nos dedicamos a hacer actividades de jardinería en los diversos espacios verdes de la escuela y el último cuarto de hora lo dedicamos a reflexionar sobre lo que hemos hecho y a dibujarlo.

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    1. Antonio Fernández López16 de mayo de 2016, 2:10

      Es verdad y lo recuerdo. Es una experiencia que sería fácil de implantar en muchos sitio. Recuerdo que en los últimos años de mi docencia también con OFECUM pusimos en práctica el taller de cocina con parecidas características como las que cuentas y con resultado satisfactorio igualmente Un abrazo

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  3. Haydée Norma Podestá16 de mayo de 2016, 1:12

    Interesante sus recuerdos y su experiencia escolar, así como sus reflexiones. Cuando habla de Córdoba, de sus balcones y de la primavera, la identifiqué con España y no con nuestra Córdoba provincia mediterránea de Argentina y también nombre de la capital de la misma, entrando en este momento al otoño, que siembra de hojas amarillas, doradas, marrones, bordós y lilas las calles de nuestras ciudades. Le sugiero buscar y leer le experiencia "La escuela serena" que las hermanas docentes Olga y Leticia Cossettini, llevaron a cabo en la ciudad de Rosario (Santa Fe- Argentina); la experiencia actual de Promoción No graduada que se realiza en la provincia de Santa Fe y otras experiencias similares de mi país, donde se rescata el trabajo y la investigación en terreno abierto. También hay experiencias particulares como la que lleva adelante el Museo Murray (Funes- Santa Fe), con el trabajo de los niños museólogos, amén de la infinidad de docentes cuyos trabajos no quedan registrados y que, en mi provincia, trabajamos con experiencias de campo. Yo misma he desarrollado proyectos de avistaje de aves, huertas ecológicas, trabajo de recolección de datos y reproducción gráfica de detalles arquitectónicos del Paseo Histórico de mi ciudad (Rosario), trabajando directamente en las veredas y entrevistando a los transeúntes, un proyecto de dos años de continuidad(dos ciclos lectivos con los mismos alumnos) de investigación de la fauna y flora, historia y razón de la nomenclatura de las calles del emplazamiento de la escuela, (integrando Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, Lengua, Matemática, Plástica, Música, Danzas folclóricas), visita a entes municipales, al Concejo Deliberante, celebración en calles del barrio, para poner nombre a calles del barrio de los alumnos nominadas con números. Se eligieron nombres de especies en extinción de la zona (Benteveo, Picaflor, Suindá, Tero, Venado de las Pampas, Yaguareté, etc.) aprobado por resolución municipal, hemos logrado también con mis alumnos la contrucción de un puente sobre la Avenida de Circunvalación para erradicar una rotonda y evitar accidentes...y otros que se perdieron en el tiempo de docencia. Y no soy una excepción sino integro la forma de trabajar de la mayoría de los docentes de mi ciudad y mi provincia. Maestros indolentes hubo, hay y habrá siempre...pero también los que respetamos a los niños y a sus ganas de descubrir y conocer este mundo maravilloso que nos rodea. También debo agradecer la PAZ que nos permite estar todos los días en el aula. Un cordialísimo saludo y espero no haberlo aburrido con mis recuerdos docentes. Haydée

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    1. Permíteme que lo primero que haga sea agradecerte tu comentario sobre mi escrito TIERRA. Por supuesto que sé que en educación se están haciendo cada día experiencias dignas de elogio. Tu ofreces algunas de ellas, entre otras la tuya personal y todas son dignas en mi opinión de que se conozcan, sobre todo or lo que puedan significar de ánimo para personas que empiezan su labor docente y se sienten perdidas y sin referencias. Lo que yo intento es sobre todo que se hable de este tema de la educación, sobre todo de los más pequeños, que ha sido mi trabajo¡. Me encantaría que siguiéramos intercambiando comentarios. Yo publico cada semana y estaré encantado de seguirte y de leer tus comentarios. Un beso y reitero mi agradecimiento

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  4. Iliana González16 de mayo de 2016, 1:42

    Los pobres niños de ahora tienen su jungla de cementos, y eso los hace nulos creativamente, no tienen idea de que es lo verde y de jugar en ellos, manejan un movil ultimo modelo , pero ya no sueñan y se aburren enseguida, la mala conducta impide que los maestros puedan enseñar el minimo objetivo y solo dan unos pocos conocimientos , creo que ninguna máma se queja de rasguños que producen los arboles , si no de la violencia colectiva .

    Y ya no se ensucian , ni rompen pantalones ni los famosos pitucones de remiendos, solo ensucian sus mentes con chatarra de juegos violentos.

    y puedo seguir no es culpa de la escuela , ni de las maestras es culpa de padres que ya no juegan con sus hijos , ni lo educan, padres presentes pero ausentes en compañeros de juegos y plazas aburridas con juegos rotos.

    gracias

    un abrazo

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    1. Básicamente estoy de acuerdo con lo que dices pero no con la valoración general. Creo que es cierto que andamos medio consumidos por el cemento y en manos de la técnica, pero en general disponemos de muchos más medios que en otras épocas. Lo que hace falta es que no nos dejemos encandilar pior los brillos de lo nuevo y sepamos siempre llegar a lo pro¡fundo de las cosas. Un beso

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