Muchas
veces las convenciones nos engañan y tenemos que andar cada día repitiéndonos
que en la vida, dos más dos no siempre son cuatro. Es una forma como otra
cualquiera de afirmar que los razonamientos
no siempre son los que se imponen sino que hay lógicas que no entendemos
o que tenemos que andar aprendiendo cada día porque la distancia más corta
entre dos puntos, no siempre es la línea recta. Esta reflexión con carácter
general se complementa con saber que cuando uno emprende una obra de largo
alcance como puede ser para mí este empeño de profundizar en aspectos
educativos de la primera infancia sobrepasa la labor de un individuo, yo en
este caso, y termina convirtiéndose en una obra colectiva. Sin la información
que me llega de los comentarios de cada semana mi grado de profundización sería
más limitado. Gracias a vuestras aportaciones muchas veces, como en este caso,
encuentro temas con los que continuar y en los que no hubiera caído por mí
sólo.
Todo
vino por una conversación en la que mi interlocutora se quejaba de que sus tres
hijos no tenían mucho aprecio a la lectura. Había empezado yo afirmando que los
míos sí que eran lectores desde pequeños y que creía ser gracias a mi
influencia. Primero por haber sido siempre un lector empedernido, pero también
por haber creído que tras la lectura se encuentra una cultura amplia, profunda
y variada y que, por tanto, leer no es sólo vivir otra vez, que lo es, sino
acceder a un universo cada vez más amplio en el que caben palabras nuevas,
conceptos nuevos e historias infinitas de las que podemos aprender
continuamente. También leer es un esfuerzo que cada persona tiene que hacer si
quiere acceder a sus contenidos y eso requiere trabajo y constancia. Le contaba
que mi propuesta a mis hijos había sido que leer es un privilegio, como una
especie de premio que la vida tiene reservado a quien se atreva a dar un paso
adelante y también que yo siempre he leído con ellos.
He
visto a muchos padres y maestros explicar a los niños los beneficios de la
lectura pero he visto a muy pocos padres y a muy pocos maestros leyendo, mucho
menos leyendo con los niños. De modo que su lección como podríamos decir de
muchas otras cosas, se limita a pedirles que los pequeños hagan lo que se les
diga mientras que el mayor interés de los pequeños se centra en imitar lo que
los mayores hagan. De algún modo los niños pasan mucho de lo que les contamos y
se fijan mucho más en lo que somos y en cómo somos. De mi experiencia sé decir
que he tenido dos profesores de matemáticas, que recuerde. Con uno casi nunca
superaba el aprobado y con el otro sacaba casi siempre sobresaliente. Todavía
me lo cruzo por la calle y nos saludamos con cordialidad. Lo que vengo a
concluir es que las influencias que nos quedan de las personas que se han cruzado
en nuestra vida, no son tanto de lo que nos han explicando cada día sino de lo
que ellos nos han transmitido de su interior. De modo que el dicho de hacer lo que yo os diga pero no hagáis lo
que yo haga no es más que un sofisma para consolarnos los mayores porque
nosotros tenemos una gran influencia en los pequeños, pero no en la manera ni
en la forma en que deseamos sino en la que ellos necesitan.
Después
de una larga conversación mi interlocutora me ha admitido que no vivió cerca de sus hijos cuando eran
pequeños y que es ahora, con el paso de los años, cuando la cercanía se ha
hecho más estrecha. Pero ahora sus hijos ya son adultos y han construido sus
vidas sin su influencia o con muy poca y mucho más con la de su padre, que no
tenía relación alguna con los libros. El ejemplo no pretende en ninguna medida
ofrecerse como modelo de nada porque ser lector no tiene por qué querer decir
que se es buena persona. Se trata, simplemente de una propuesta de influencia
que ha tenido su efecto y de la que desde luego yo me siento muy satisfecho.
Aparte del interés por imitar de los niños de lo que ven en sus padres y su entorno más cercano, creo que es básico darles, primero, las lecturas que corresponden con su edad, y algo más tarde ayudarles en las que les superan. Creo que a los que nos gusta leer de alguna manera también nos animamos a escribir, aunque sea sin ánimo de divulgación.
ResponderEliminarSaludos,
En las muchas ocasiones en que me ha tocado hablar de lectura y escritura ante adultos (ya sean padres o maestros), suelo hacer un sondeo a mano alzada sobre el número de libros que leemos en un año. Como suele resultar que estoy en el grupo de los pocos que leemos todos los días, varias veces al día, hasta completar cifras que suelen rondar el centenar al año, me siento autorizado a decir que yo amo más a los libros que la mayoría de ellos, y por lo tanto la aproximación que hago con mis alumnos de la lectura y de la escritura está entendida desde ese amor a los libros y no desde unas nefastas prisas por adquirir al precio que sea los rudimentos de las primeras letras, que es a lo que aspiran quienes sólo piensan en esas capacidades como un instrumento para enfrentarse a los aprendizajes académicos.
ResponderEliminarNo me enorgullezco especialmente del número de niños que mandé hace dos cursos a Primaria sabiendo leer y escribir, pero sí quiero contaros con toda la satisfacción del caso, que el próximo jueves le van a dar a uno de ellos un premio en la Biblioteca del Salón, que se suma al que obtuvo un compañero suyo en el concurso de navidad y otra compañera en el certamen de la ONCE. Que estos niños sigan, dos años después de dejar nuestra escuela, disfrutando de los libros y de la escritura, es algo por lo que sigo trabajando con la siguiente promoción.
Ya sabes que el tema de la prisa por la lectura de las familias y de la sociedad es algo que hemos sufrido desde el principio y estoy seguro que seguirá por siempre. Creo que tiene que ver con una visión cuantitativa y primaria de los aprendizajes. Aquello de NO POR MUCHO MADRUGAR AMANECE MÁS TEMPRANO es algo que todos conocemos pero que muy pocos ponemos en práctica en nuestra vida. Espero que siempre haya maestros que no se cansen de dar a cada cosa su tiempo y hacer que los niños vayan madurando como una fruta y consigan los aprendizajes cuando llegue su momento. Un abrazo
EliminarEs importante predicar con el ejemplo...en casa !
ResponderEliminarSaludos
No hay duda de que los niños son como esponjas que absorben todo lo que ven…por eso es fundamental que, desde casa, y en la escuela, se les inculque el amor hacia la lectura. Un beso
ResponderEliminarEfectivamente, la familia es la pieza más influyente para los niños. Lo que pasa es que nadie elige su familia y puede ser que el ambiente no sea demasiado positivo. Por eso otros elementos de influencia como maestros, biblioteca, amigos también son importantes porque pueden servir como sustitutos de una familia que no funcione. Un beso
EliminarQue buen artículo y los comentarios escritos antes del mío.
ResponderEliminarHe tenido la oportunidad de leer los primeros cuentos a mi nieta cuando tenía ya tenía 9 mesese de nacida y pareciera quedar esperando que esta abuela continuara con algo más. Y desde ahí puedo afirmar que ella siguió inquieta por la lectura y ahora lo hace a su propio esfuerzo y creo que eso es por el aporte que pude hacer para interesarle a ella este tema que a mí en lo personal me resulta importante. Daniela elegió a los siete años entrar en el Proyecto de Lecto-Escritura de su colegio y la premian pues ha llevado temas tan importantes a tratar como que es la NASA, el por qué de una habruna y sus consecuencias, Africa y el control de la natalidad. Sé que es pequeña pero es inquieta por temas como estos y los viene desarrollando de tal manera que lo lleva a sus padres uno de ellos mi hijo a consultar por lo menos en la internet.
Un libro, una buena lectura o para iniciar un ensayo es la oportunidad de entrar al inmenso universo del conocimiento.
Como capacitador en Escuela de Padres insistiré que somos para bien o para mal el modelo a seguir de nuestros hijos. Insisto en el ACOMPAÑAMIENTO, en el buen tiempo que dediquemos a nuestros hijos para sus pequeñas y grandes tareas.
Antonio escribí por error habruna y es hambruna.
ResponderEliminarComo siempre buen gusto musical. Un abrazo
De nuevo mi agradecimiento por tu comentario, que sé que no lo escribes en las mejores condiciones de salud. Sólo te puedo decir que coincido en la fuerza del ACOMPAÑAMIENTO. En realidad podría llegar a decir que la verdadera familia de los niños son las personas que le acompañan, lo que podríamos denominar SUS APEGOS, aquellas personas con las que cuenta y de las que depende en su día a día. De nuevo gracias y ánimo para integrar en tu vida los avatares positivos y los negativos. Un beso
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