
Sé que hubo un tiempo en que los niños se agrupaban con los niños y las niñas con las niñas. Hubo otro tiempo en que los blancos tenían que estar con los blancos y los negros con los negros. Hoy mismo, sin ir más lejos, hay mucha gente empeñada en poner a los listos con los listos y a los tontos con los tontos. Y cada uno de los que pensaron y piensan esas cosas tienen sus razones perfectamente lógicas que yo no quiero entrar a discutir porque me he pasado la vida discutiendo y ahora tengo una profunda pereza de ponerme a perder el poco tiempo que me queda, que es cada día más precioso y que estoy comprometido conmigo en aprovecharlo lo mejor posible. Es como una especie de ardor que me sube de los pies a la cabeza y que me empuja a mirar la almendra de las cosas y pasar de las zarandajas.
Un grupo de tres niños y tres niñas de 10 meses, por ejemplo, con una niña ciega, con un negro, una china y alguno cuya familia la forma un solo adulto es incomparablemente más rico que cualquier otro grupo de la misma edad con un nivel de inteligencia similar, un color de piel, sea el que sea, y una situación social y económica semejante.
Sé perfectamente que la mera composición no es gran cosa por sí sola y que depende después de mil factores: persona que está con ellos, espacio en el que se desenvuelven, las familias concretas que los traen y los llevan…. Todos estos factores van a ser agentes activos con poder suficiente para que las vidas que empiezan se conviertan en fuentes de aprendizaje o en factores de frustración, pero quiero destacar que ya el hecho mismo de la composición determina en gran medida lo que va avenir después.

Cuando hablamos de integración sabemos que hay que tener e cuenta que cada problemática personal tiene unas dificultades concretas y deberá disponer de unas propuestas de trabajo específicas para lograr el mejor desarrollo posible de cada persona. Esto es verdad y no cabe duda al respecto. Pero quiero destacar especialmente el hecho de la diversidad como factor de riqueza porque tal vez es el que menos se destaca y sin embargo considero que es el fundamental. Recuerdo aquel refrán de NO ME DES PAN, PONME DONDE HAYA.

Y es que Don Perogrullo, ese que a la mano cerrada la llamaba puño, todavía tiene mucho que enseñarnos y nosotros mucho que aprender de él. Y pasa el tiempo y creo que cada vez más. Las tecnologías se complican por momentos pero el sentido común se hace cada vez más necesario y mas raro a la vez.