Aunque
el curso ha comenzado oficialmente el mismo día uno, los alumnos todavía no han
comenzado a tomar las clases. Estos días
están los profesores de reuniones y de labores de intendencia para que cuando
lleguen los alumnos, a partir del día 15 todo esté a pedir de boca. Eso no pasa
de ser un deseo en el mejor de los casos porque la realidad, por unas causas o
por otras, nunca faltan detalles que poner a punto y que desde fin de junio
nadie ha tenido tiempo de resolver. Habría mucho que hablar sobre el nivel de
previsión de unos y otros. Las familias, por ejemplo, andan revueltas con la
compra de uniformes, oficialmente eliminados pero impuestos por instituciones
privadas sobre todo, o los libros de texto. Y aquí es donde nos paramos hoy un
poco, sencillamente para aclarar este contubernio que se repite como un mantra
y que sigue sin ser verdad.
Todavía
conservo como oro en paño los almanaques del Colegio Verdemar de Cantabria,
completamente elaborados por alumnos y profesores, que mi amiga Julia me hacía llegar cada
comienzo del curso como le llegaría a cada una de las familias que componen esa
comunidad educativa. Ya hemos cumplido nuestro ciclo laboral tanto ella como yo
y ambos seguimos con la escuela en la cabeza y cada uno lo manifiesta como
puede. En mi caso…, ya veis. Aquí de reflexiones. En el suyo pues sus nietos se
aprovechan del buen hacer de su abuela y los compañeros de sus reflexiones
sobre asuntos varios ligados a la escuela. Pero su amistad para conmigo, que
sigue vigente, aparte de nuestros diálogos telefónicos esporádicos, quedan
materializados en mis archivos en forma de calendarios que me siguen diciendo
que todo este comercio tan importante sobre los libros de texto que viene a
inflar el bolsillo de unas cuantas editoriales
y a quitar preocupaciones a muchos profesionales que se acomodan a la
guía que las editoriales les ofrecen y pasan por alto que los verdaderos
responsables de los contenidos educativos son ellos y sólo ellos.
Tenemos
a las familias como locas buscando recursos
para adquirir los libros en las librerías que los traigan porque, una
vez metidos hasta los topes en el mercado de la competencia, cada centro se
habrá encargado de concertar con alguna librería amiga determinados libros de texto y sus
correspondientes porcentajes compartidos que pueden ser legítimos pero que van
en perjuicio de las familias, que son el eslabón más débil de todo este
circuito comercial. También me consta que algunas familias se ponen de acuerdo
para pasarse los libros de unos años a otros, si es posible que no siempre
sucede, y alivian algo con este procedimiento la factura final. Pero en
aquellos centros en los que los libros de texto no son la luz y guía de los
conocimientos de sus hijos se ponen de acuerdo las familias y de acuerdo con
los profesores, destinan una serie de recursos para adquirir el material
escolar que van a trabajar sus hijos y dotan las bibliotecas escolares de los
mejores medios de consulta que sirven para sus hijos y para los que vengan
después.
Sé que
en otros momentos me hubiera mostrado más combativo sobre este comercio. Hoy lo
voy a dejar así. Sólo quiero insistir en que los contenidos que tienen que
aprender los alumnos son responsabilidad de los maestros y no de las industrias
editoriales y que la mejor manera de interiorizar los contenidos es ni más ni
menos que elaborarlos en común a lo largo de los meses del curso. Las
experiencias de que disponemos, que las hay y muy dignas, lo que nos dicen es
que la ciencia no está en los libros sino en el trabajo de cada día dirigido
por profesionales comprometidos con la educación y por familias y estructuras
sociales que colaboran en la medida que se les solicita, construyendo entre
todos comunidades favorables al aprendizaje de las que la escuela, el
laboratorio donde se funde todo este conglomerado de conocimiento, es la gran
beneficiaria.
Antonio, llevamos tantos años con este mantra (como tú le llamas) de que el maestro debe ejercer su oficio y no transformarse en un técnico auxiliar de las editoriales, que ya hay que analizar por qué no ha calado.
ResponderEliminarY no es difícil establecer las conexiones que hay entre los medios de comunicación y esas editoriales especializadas en material escolar. Mientras el negocio de los libros, fichas, programas... que hay que comprar individualmente siga funcionando, no van a ser los medios de comunicación, que tienen unos ingresos asegurados en el mes de septiembre con esa línea escolar, quienes van a difundir que hay otra forma mucho más científica de llevar adelante el trabajo escolar.
Ese final de la reflexiónb es completamente cierto. Las editoriales no van a ser las que aboguen por la eliminación de los libros d5e texto. Pero también es verdad que los maestros se sienten más cómodos siguiendo unas directrices que ya vienen dadas antes que molestarse en diseñar su propio camino con el grupo de alumnos que te ha tocado. Y así vamos como vamos. Bienvenido, amigo.
EliminarEs un tema verdaderamente importante...que se repite año tras año ...
ResponderEliminarSaludos
libros, de literatura, el resto no es necesario, pero ya sabes Antonio, en los "otros" colegios, yo me he encontrado con 4 libros de mates, 4 de lengua, 2 de plástica, 1 de religión y 1 de inglés. más dos de refuerzo, una locura! ver a compañeros arrancar páginas, hacer las fichas ellos, o mandar por las tardes a los niños y niñas, porque el libro se quedaba sin acabar, y los padres han pagado el que menos, 200 euros por ellos. Así luego era difícil pedirles cuentos y demás
ResponderEliminarDesgraciadamente una vez que te metes por este camino de los libros de texto es difícil parar y hay que terminar asumiendo todos los que proponen las editoriales porque d56e ,lo contrario parece que no lo haces bien. Por eso hay que cambiar desde el principio y hacerte tú el dueño y responsable del programa. Un abrazo
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