Este
año está haciendo mucho calor. Se están alcanzando los 40 grados a la sombra y
sólo estamos a mediados de junio, todavía en primavera. Puede que se haya
adelantado la torridez unos días pero
tampoco habría mucho de qué alarmarse porque estamos al borde de las vacaciones
de verano y, en llegando, “pajaricos con sus madres” y aquí paz y allí gloria.
Pero basta que un grupo de familias hagan unos comentarios sobre las
dificultades de los pequeños para sobrellevar las altas temperaturas y un
consejero tenga la feliz idea de sugerir que los alumnos podían dedicarse a
fabricar abanicos de papel para que todos nos disparemos y comiencen los
excesos en todas direcciones. Por experiencia sé que lo que se hace a golpe de
titulares de prensa suele ser inadecuado antes de doblar la primera esquina pero
cuando el verbo se enciende hay que encontrar el modo de apagarlo cuanto antes.
En un
momento de calentón no es bueno actuar, sencillamente porque la visión de los
problemas suele ser sesgada y cualquier solución también lo va a ser. Este tema
del calor de junio no es nuevo, si bien es cierto que este año están las
temperaturas más altas de la cuenta. Tradicionalmente hay una medida que me encantaría
poder discutir con tranquilidad y con argumentos de por medio pero que en estas
condiciones prefiero no detenerme demasiado para no echar más leña al fuego. La
escuela, tanto en junio como en septiembre solo permanece abierta por la mañana
con lo que las horas más tórridas de calor está cerrada, que ya es algo. Con
las circunstancias que hoy conocemos estamos hablando de cierto problema
durante junio, algunos junios y de septiembre, algunos septiembres, con lo que
las dimensiones pueden ser agudas pero limitadas. Quizá, llegado el caso,
habría que preocuparse más de resolver el problema del frío que puede ser más
largo por más que ahora nadie piense en ello.
No
quisiera dejar de mencionar un par de medidas de las que nadie habla pero que
en estas situaciones no estarían de más. Me refiero, por ejemplo a que en los
patios de los centros lo que se impone descaradamente es el cemento puro y duro
y los árboles, que podrían ofrecernos en estos momentos unas sombras consoladoras,
son insignificante o sencillamente nulos. En ningún sitio está escrito que
tenga que ser así pero nos hemos enviciado tanto en la idea del deporte como
competición que empleamos casi todos los metros disponibles en beneficio de
este empeño que no es malo de por sí, que es bueno sin duda, pero que no está
pensado para todos sino para los mejores, para los más fuertes, para los que
ganan y el resto, que suele ser la mayoría deambulando de aquí para allá, sin
una triste sombra que echarse a la boca. No tendría por qué ser así pero en casi
todos los casos, así es.
Una
vez que las escuelas se cierren dentro de unos días para afrontar en familia el
largo y cálido verano nos desentenderemos de este problema como si no existiera
y a la vuelta de la esquina estaremos de nuevo con cualquier otra situación
límite entre manos, por falta de soluciones estructurales por una parte, que no
cuesta mucho plantearse a la hora de edificar los espacios que deben prepararse
pensando en todos y no sacrificándolos a unos pocos, pero también abriendo las mentes
a un tipo de escuela que no tiene por qué estar constreñida al sota, caballo y
rey de aulas cerradas, libros de texto, concentraciones humanas y queja
permanente. En realidad y al margen de todo lo que subyace para resultar aguda
una situación impropia de calor en junio, que es lo que está pasando, todo se
resume en la imprudencia de un gobernante en un momento de calentón que es
capaz de sembrar la discordia y encender los ánimos de las familias, con lo
hermoso que es saber callarse a tiempo y si uno quiere hacerse un abanico de
papel, pues se lo hace y deja a la gente en paz.
Más acierta el prudente callando que el sabio otorgando
ResponderEliminarSí, demasiado calor. Y demasiadas, las instrucciones.
De verdad. Sé que las noticias del tiempo se han convertido en las más vistas. No sé por qué todo el mundo se siente con la obligación de darnos consejos. Un beso
EliminarParece que ya no se concibe un grado de más sin ponernos desesperadamente a contribuir al calentamiento global con aparatos de aire acondicionado que, en la mayoría de los casos, sólo se van a usar menos de un mes al año. Sólo los justifico si la escuela va a estar abierta en julio, como escuela de verano.
ResponderEliminarTú recuerdas, Antonio, que al ser Duende y Belén dos viviendas, tenían sus correspondientes piscinas e incluso en Arlequín se aprovechó el ramal de la Acequia de Aynadamar para hacerle dos pequeñas albercas; sin embargo, para cuando hicimos Luna, ya no había ningún lugar para chapuzones en ninguna de nuestras escuelas. ¿Qué había pasado entre medias? que habíamos cerrado las escuelas el mes de agosto, mes en que sí trabajábamos al empezar nuestra andadura municipal.
Gorras, ropa cómoda que aguante un refrescón de manguera y juegos de barro, modificación de la hora de salir al patio, para que no sea a las de más calor y talleres de abanicos; de todo cabe, sin necesidad de climatizar las aulas como si fueran las tiendas de las franquicias de cualquier marca de moda.
Estoy de acuerdo contigo que hay bastantes recursos capaces de enfriar, si no el ambiente en su totalidad, al menos la percepción del calor en un momento determinado. Es posible que haya que instalar algún aparato en casos concretos y por circunstancias específicas pero a mí, cuando las reacciones de las familias aparecen a golpes de prensa, que hoy te saca en primera página y que mañana ya no existen me da mucho recelo y desconfío de que una solución obtenida así tan de prisa y por un volunto momentáneo tenga recorrido de verdad en la mejora de las condiciones de vida de los pequeños. Un abrazo y que lo lleveis con paciencia.
EliminarCiertamente es un tema preocupante...
ResponderEliminarSaludos