Cuando
era estudiante de Magisterio, allá por los sesenta del siglo pasado frente a la
Alhambra, recuerdo el optimismo al estudiar la corriente de Escuela Nueva
cuando se atrevía a sugerir la escuela en la calle para que los alumnos
aprovecharan los beneficios de la vida real como escuela en sí, el aire libre,
el sol y demás ingredientes como elementos positivos para el aprendizaje. Hoy,
cincuenta años después me atrevo a reivindicar los mismos beneficios del sol y
del aire libre porque la escuela sigue produciéndose dentro de las mismas
cuatro paredes aunque no se pueda decir que sea lo mismo que entonces para no
ser injustos.
Es
cierto que las cosas han cambiado aunque no todas sean para bien. Los espacios
cubiertos hoy son suficientes. Los grupos tienen un número de alumnos que,
aunque siempre puedan ser mejorables, en general son idóneos y no es raro
afortunadamente, encontrarse grupos de pequeños que van y vienen por la calle,
seguramente más uniformados de la cuenta, pero permitiendo al fin y al cabo,
que la realidad del mundo sea un elemento de aprendizaje de primer orden. Es
verdad que no en todos los adelantos podamos decir lo mismo. Tenemos, por
ejemplo, las nuevas tecnologías que todavía son vistas en gran medida como a
enemigos a combatir a base de regular a la baja los tiempos de uso, acotar a
nuestro antojo los ámbitos para que en todo momento estén controlados por los
maestros y convirtiendo lo que ha sido y es una revolución de enorme calado en
algo sospechoso a lo que hay que atar en corto para que no se nos desmande.
¡Como si fuera posible poner puertas al campo!.
En los
primeros años de nuestra experiencia de grupo que comenzó en los ochenta
tuvimos claro que debíamos llevar a los pequeños a vivir al campo y tanto en otoño como en primavera
lo hacíamos en lotes de lunes a viernes en cada estación. Hoy la experiencia
sigue viva y acotada a dos días y una noche, sobre todo en primavera. Se trata
en cualquier caso de propiciar que puedan vivir la separación de sus familias,
para muchos de ellos la primera de su vida, y que lo hagan en grupo, con sus
amigos de cada día y con sus adultos de referencia, sus maestros. A medida que
voy escribiendo no puedo dejar que se me cuelen en la mente secuencias de
refugiados y de bombardeos con niños de por medio que me obligan a referirme a
ellos con un sentimiento de vergüenza porque lo que estoy diciendo debería
afectar a esos pequeños que vemos huyendo de la guerra o muriendo en ella simplemente
y que tienen todo el derecho a gozar de la vida como cualquiera y se les niega
de hecho con argumentos que pueden tener toda la lógica que se quiera desde el
punto de vista estratégico, pero que desde el punto de vista educativo no
tienen la más mínima justificación.
Me
recompongo de mala manera para seguir el hilo que pretendía cuando empecé a
escribir sobre la conveniencia del aire libre en educación y vuelvo a este
pequeño mundo nuestro que cada vez más se está convirtiendo en una isla rodeada
de marginación y de injusticia por todas partes en la que estoy seguro que las
injusticias interiores, que también las hay, parecen cada día más artificiosas
antes la enorme mancha de desolación exterior que nos rodea. Proclamo, a pesar
de los pesares, que el sol sigue siendo el sol y nos espera a todos cada día
para hacernos partícipes de su lección de vida y que es de justicia que todos
los pequeños del mundo se empapen de su luz y de su calor. La experiencia de
tener que dormir con tus compañeros sin que sea tu padre o tu madre la que te
arrope por la noche y te lea el último cuento antes de entrar en el sueño es
verdaderamente insustituible y vale la pena seguirla reivindicando por encima
de todas las nubes de horror que inevitablemente se nos ponen delante y que nos
llevan a gritar de desesperación. Todos tenemos un poco de responsabilidad en
esta situación tan angustiosa y, en la medida que cada uno pueda, debemos
combatirla sin descanso.
Me da la impresión de que estas verdades que expones, en principio, universales, son las que cualquier corriente educativa moderna , y muy especialmente de la Escuela Pública, intenta implantar con total entusiasmo. Y no hablo del entorno granadino, que no conozco, pero sí del mío, que conozco, vivo y comparto desde hace muchos años.
ResponderEliminarOjalá fuera tan general como tú lo das a entender. Me alegro por tí y por ,.los niños de tu zona si se cumple la percepción que tienes. Creo que tendríamos que pretender esa dirección que comentas. Un beso
EliminarCiertamente interesante como experiencia vital...
ResponderEliminarSaludos
Cuando llego a casa con las compras para la próxima noche en Duende me topo con tu reivindicación del tiempo al aire libre y en particular la experiencia de las colonias.
ResponderEliminarLlevamos tantos años ya yendo cómodamente a granjas escuelas donde nos encontramos las camas hechas para dormir arropaditos bajo las sábanas, las mantas e incluso los edredones nórdicos que, cuando he planteado dormir una noche en la escuela, me he encontrado con que ya no me queda ninguno de los sacos de dormir que siempre he tenido paras las colonias. Así que he vuelto a comprarme uno, con la ilusión de que aún lo usaré más veces, que no siempre vamos a dormir en sitios tan preparados.
Da gusto el simple hecho de poder hablar de semejante recurso como algo normal, conocido y contrastado. Ya sabes que para mí el hecho de poder vivir la experiencia en el patio del propio cole es algo que envidio con toda franqueza porque siempre me pareció especialmente atractiva y por razones coyunturales nunca me fue posible vivirla. Te la deseo intensa, insólita y a la vez cercana. Un abrazo
EliminarBueno Antonio, una sola vez fui de campamento dos noches con sus días y como no tenía hermanos, no recuerdo en mi infancia unos días tan felices.
ResponderEliminarMe apena mucho lo que ocurre con los niños de Siria.
Tú Antonio tienes mucha experiencia con la escuela y los niños, yo poco puedo aportar, más que seguirte.
Un gran abrazo
Para mi es un honor que personas como tú me sigan. En realidad mi interés no es tanto el que nadie me siga sino dialogar de tu a tu cono personas como tu, que se interesan por la vida. Un beso
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