Para
que nadie pueda decir que los temas nos llegan y con la misma premura que nos
llegan se nos van, apuntillamos que ya
superan los 7000 los muertos de Nepal y de las zonas del interior casi nadie
sabe nada y la ayuda que llega se queda en el aeropuerto y no hay organización
suficiente para repartirla con rapidez y a todos los lugares donde la necesidad
apremia. Del drama del Mediterráneo, solo sabemos que siguen llegando gota a
gota las pateras con gente desesperada y en estos días no tenemos constancia de
nuevos naufragios, lo que hay que entender como una buena noticia,
sencillamente porque no es mala. Pero la vida sigue y nuestros temas siguen
apareciendo con su complejidad.
Hoy
pretendemos comentar la noción del tiempo según las distintas épocas de la
vida. En teoría tendríamos que entender que los minutos tienen su duración
correspondiente y se miden con el mismo baremo, tanto si estamos hablando de un
recién nacido como si se trata de un anciano pero no hay más que abrir un poco la
memoria para darnos cuenta que la realidad no es eso lo que nos presenta. En el
momento en que una persona ve la luz parece que su tiempo está tan vivo que
cada instante cuenta. Como si cada minuto tuviera valor por sí mismo. Y puede
que sea así. Con los niños muy pequeños el tiempo se cuenta en horas, en días,
en semanas, en meses… Como si el deslizamiento de la vida por el pasar de los
días nos fuera facilitando el paso y cada vez nos resultara más fácil
deslizarnos a través de los días. Da la sensación de que los primeros días de
la vida son tan fundamentales que cada unidad es importante por sí misma. No
hay más que recordar y veremos como la medida misma del tiempo se hace en lotes
más pequeños y lo comprobamos cuando decimos que un recién nacido tiene ya diez
días, como si con eso estuviéramos explicando toda una historia.
A
medida que el tiempo pasa por nosotros o nosotros por el tiempo, las secuencias
se van distanciando y cada minuto va perdiendo entidad por sí mismo y se va
acumulando en unidades cada vez más grandes: días, semanas, meses, años…y, sin
darnos cuenta llega un momento en la vida en que ya hasta el mismo hecho de
cumplir años se nos hace demasiado pequeño y el deseo es el de que no cumplamos
más. Con frecuencia sucede que, guiados
por las modas de exaltación de la permanente juventud como valor absoluto o
como mérito por sí misma, sencillamente decidimos suprimir de nuestro propio
calendario el paso del tiempo y escondemos nuestra verdadera edad. No es
posible aplicar la razón a semejante actitud pero estoy seguro que todos
conocemos personas que sistemáticamente han decidido ignorar la edad que tienen
y plantarse en el tiempo y negarse a reconocer que el tiempo pasa por ellos lo
mismo que por todos. Es como si entablaran una lucha contra el crono en la que,
a base de negarlo, estuvieran prolongando una juventud imposible o
retrasaran la llegada de una vejez inevitable.
Al
margen del seguimiento de modas en las que la juventud y el esplendor que se le
supone se convierten en los reyes de la vida a los que hay que aferrarse con
desesperación para convertirla en eterna. Seguramente hay otros elementos que
también debemos considerar y que nos hablan de la importancia de cada medida
del tiempo en función de la época de la vida a la que nos estemos refiriendo.
Probablemente una hora en los primeros días de la vida tiene un peso específico
en nuestra vida muy superior al de los
40 años. Los primeros tiempos, lo hemos dicho ya muchas veces y de muchas
maneras, tienen el valor de lo nuevo, de lo que empieza y pasan por nosotros o
nosotros por ellos haciendo señales, las primeras señales, que se convierten en
surcos experimentales y nos van dejando experiencias en las que vamos
sustentando los conocimientos posteriores. Por eso decimos tantas veces y de
tantas maneras hasta qué punto son fundamentales las primeras sensaciones,
porque se convierten en indicadores o guías de nuestra vida.
Los dramas y las tragedias han aprendido a burlar toda suerte de barreras, incluído el TIEMPO. Incluida la POBREZA. y aquí, ni relojes ni baremos ni denuncias ni vida primera ni última de las vidas. Siempre de poco o nada sirve saber si pasamos de largo por el tiempo o si el tiempo, ese insobornable cómplice de los HUMANOS, Ay, Antonio, cuánto sufrimiento.
ResponderEliminarBesos
Es verdad Pilar, amiga mía. Espero que tu vuelo desde Chile no sólo se haya dejado atrás ese volcán que escupe cenizas sin parar, sino gente amiga y gratos recuerdos que te acompañen hasta tu ALMUNIA DE DOÑA GODINA del alma. Un beso viajero.
EliminarHola guapo ,
ResponderEliminares siempre un placer mirar tus palabras....cuanto sufrimiento y cuantas penas....de todos modos la amistad prevalece y aqui estoy a desearte un feliz domingo cerca de sus seres queridos.besitos con ternura.
Tu saludo significa una bocanada de viento limpio y frasco. La recibo con mucho gusto y te devuelvo el cariñoso saludo envuelto en un beso. Tú sí que eres guapa.
EliminarUn tema apasionante, la percepción del tiempo...cuando tienes diez años los años pasan de uno en uno y son largos, muy largos... con veinte de dos en dos, con treinta de tres en tres....
ResponderEliminarY cuando nos damos cuenta la vida pasa a gran velocidad y no nos queda tiempo para casi nada!
Saludos
Con el paso del tiempo aprendemos a relativizar todo lo que va sucediendo en nuestras vidas y las ajenas que nos puedan afectar directamente también.
ResponderEliminarRelativizamos lo malo y nos quedamos con lo bueno, siendo a veces un poquito egoístas, buscando una razón que nos proteja.
Excelente reflexión sobre el tiempo .
Un saludo
En los diálogos de los niños las referencias al tiempo aparecen con frecuencia. Hay tiempos que entienden físicamente pronto, como cuando asocian la edad de un niño a su tamaño (cuanto más grande más viejo), otros en los que se hacen pequeños líos ("mañana fui al circo", "ayer iré a la playa") y otros (como los días de la semana o las horas del reloj) en los que están tan perdidos que los maestros tenemos que estar buscando estrategias para que aprendan a medir el tiempo.
ResponderEliminarPero el tiempo también te da momentos encantadores, como cuando una niña de cuatro años me preguntó hace unos días "¿Manuel, hoy es mañana?", y después de pensármelo unos momentos le contesté "Hoy es el mañana de ayer", respuesta que le llenó de satisfacción y volvió a su círculo de amigas a confirmar que efectivamente hoy puede ser mañana.
Efectivamente la noción del tiempo es algo que los niños interiorizan mucho después. En el tiempo a que nos referimos de los primeros años confunde con toda inocencia el pasado con el futuro y son capaces, como señalas de plantear que ayer voy a ir o que mañana fui. Es más, hasta muy tarde, después de los diez años no son capaces de secuenciar en el tiempo fechas de distintas épocas. Los errores en esos momentos son manifiestos y se prestan a anécdotas graciosas que los maestros comentamos en nuestros ratos de humor, que también los hay. Un abrazo
ResponderEliminarVengo a tu blog para devolverte tu visita al blog de Josefa. Me ha arecido muy interesante tu escrito.
ResponderEliminarNunca me ha parecido tan valioso el tiempo, como ahora que estoy en el ocaso de la vida. En este momento me gustaria hacer más cosas que las que hago.
Me ha encantado pasar por aquí.
Un abrazo.
Visita que yo te agradezco Comparto tu situación vital delo ocaso de la vida. Mi estrategia se centra en seleccionar cada día más lo que me parece fundamental y eliminar cada vez más lo accesorio. Un ejemplo. Ahora sólo leo libros escritos en castellano porque es el único idioma que sé. Me niego a leer más traducciones, salvo raras excepciones.. Tengo muchas mas, pero espero que ese ejemplo te diga algo. Un beso
Eliminartu forma de escribir
ResponderEliminarclara y redonda llendo al grano
abrazo