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domingo, 25 de marzo de 2018

MATRICULACIÓN



         Marzo es el mes que la administración tiene reservado para matricular a los pequeños que empezarán la escolaridad en septiembre. Muchos de ellos será la primera vez que saldrán de los brazos de su familia para integrarse en un proceso de socialización que va a significar su entrada en la estructura social al margen de los lazos de intimidad que ofrecen la sangre. Una importante revolución en la vida, nunca comparable con la del nacimiento, que es sin duda la más impactante y la más profunda, pero sí la que nos ofrece el cambio del yo al nosotros. Si todo ha ido normal hasta el momento quiere decir que las personas disponen en este momento de la vida de un desarrollo muscular pleno, que dominan la marcha y los esfínteres y que están en condiciones de, a través de la palabra, expresar su mundo interior, comunicarse con los compañeros y aprender juntos a crecer socialmente y formar parte de un grupo unido por la amistad.

         Me gustaría quedarme aquí y que este ritual administrativo abriera la puerta de la sociedad a todos los pequeños, pero no es así. Con eso le damos carta de naturaleza a los mayores de tres años que, por ejemplo en España, sin que sea obligatoria su escolarización, estamos en condiciones de garantizar una plaza escolar para todo el que lo necesite y esto es mucho y muy importante. Pero no sería justo echar las campanas al vuelo porque esta posibilidad real se debe a los esfuerzos de las administraciones que habilitan espacios y personas para llevarlo a cabo, no quiero quitarles mérito tampoco, pero también a que el crecimiento de la natalidad es muy pequeño, estamos en la cola del mundo junto con Japón y casi con los mismos gastos podemos ofrecer plazas para todo el que lo solicite. Los espacios necesitan inversión suplementaria sin duda, pero ni punto de comparación con lo que significaría hacerlos de nuevas.

         El drama son los menores de tres años que, para no reconocer de forma explícita que están fuera del sistema escolar, se les habilita el mes de abril para que se busquen la vida y vayan de aquí para allá preguntando cómo locos a ver quién puede garantizarles un espacio digno que los acoja a partir de septiembre porque la administración no dispone, no digo ya de las plazas que lo demanden que, aunque no lo sabemos porque nadie lo ha estudiado hasta el momento, ni de lejos son todos los nacidos porque muchas familias prefieren criarlos con ellos hasta que cumplan los tres años y se hagan mayores. Nadie le exige a la administración que tenga dispuestas plazas para todos, pero sí que al menos, pueda cubrir la demanda real. Pues hoy por hoy ni eso  es posible.

         La semana pasada expliqué el origen de esta injusta segregación y solo añadiría que la injusticia llega a tal grado de profundidad que a las personas que han de cuidarlos se les exige una titulación menor que al resto de los profesionales de la educación y los lugares donde pueden vivir en los centros tienen menos exigencias que el resto. Los que ya tenemos una edad sabemos que al final de cada problema sin resolver se encuentra la economía, menores sueldos vamos,  bien por falta de visión política o de disponibilidades presupuestarias o por ambas a la vez que será lo más probable. Hoy que ya he terminado mi servicio laboral obligatorio y que me he desgañitado por donde he ido contando y cantando esta injusticia para con los más pequeños, sigo sin poder comprender cómo no es capaz la administración de darse cuenta de que la mejor inversión para el futuro de las personas está en dotar adecuadamente las necesidades de los primeros años en edificios y en profesionales que atiendan a estos ciudadanos que están empezando a vivir. 
 

domingo, 18 de marzo de 2018

CONCILIACIÓN



         Desde que en 1983 nos reunimos en Barcelona las fuerzas vivas de todo el estado para poner un poco de luz al tema de la Educación Infantil, que ya ha llovido y ha dejado de llover, ha habido tiempo para todo, cualquiera que se haya interesado por una salida a la escolarización de este sector que desde entonces hemos venido reclamando. Jamás en la vida, por ejemplo, se nos ha ocurrido reclamar la universalidad de escolarización, pero siempre hemos defendido que desde los poderes públicos se debía garantizar un puesto escolar a las familias que lo demandaban, que por entonces sólo veían atendido su derecho menos de un 20 por ciento y esto nos parecía y nos sigue pareciendo una barbaridad y un drama social de primer orden. Tantos años después y ahora aparece, y con razón, como una de las causas fundamentales del desajuste de las pensiones, sencillamente porque las familias se han retraído a cargarse de hijos si no se les garantizaban unas condiciones de escolarización que les permitieran trabajar los dos miembros.

         Al final se cumple una vez más la ley de que si hay un problema y no lo atajas, pierde cuidado que el problema no desaparece. No sabemos cuándo ni con qué virulencia, pero ten por seguro que el problema aparecerá en cualquier momento y entonces no podremos saber ni por dónde ni con qué fuerza. Es verdad que en este momento el problema de la escolarización debe ser algo menor, hace tiempo que no tengo datos pero la natalidad no ha parado de bajar hasta convertirnos a España en un país con la natalidad más baja del mundo y también se han ido abriendo locales para albergar a pequeños durante algunas horas mientras las familias lo necesitan, lo que en alguna medida habrá bajado la necesidad de plazas en algunos puntos, a costa naturalmente de la calidad de los servicios prestados por carecer de criterios técnicos ni de la imprescindible adecuación de los espacios a las necesidades de los pequeños.

         No quiero a mi edad ponerme estupendo y simplificar el problema cuando sé de sobra la importante dimensión del mismo, pero sí digo que el no haber acometido medidas públicas que hubieran ido contribuyendo a su solución, aunque fuera a largo plazo, hace que el problema subsista, que ahora viene aparejado a un importante desajuste en las pensiones presentes y sobre todo futuras y que su solución sigue pasando por donde pasaba hace tantos años, que es que hay que habilitar plazas escolares públicas para que las familias puedan disponer de servicios educativos de calidad para sus hijos más pequeños con lo que podrán conciliar mejor su vida familiar y laboral y es seguro que encontrarán menos dramático traer un nuevo hijo al mundo, con lo que la natalidad puede que se vaya recuperando, que buena falta nos hace.

         Es verdad que no era esta la única forma de resolver el problema de la falta de plazas para pequeños. Si no hubiéramos cerrado las fronteras a cal y canto, la entrada de un número de inmigrantes importante también hubiera podido contribuir a disminuir el problema porque llegan cargados de niños y hubiéramos tenido que atenderlos de alguna forma. Pero nosotros mismos nos hemos cerrado también esa puerta al bloquear nuestras fronteras y preferir que las concertinas sean las que nos resguarden de todo lo que nos llega de fuera, que al final no son más  que seres humanos desesperados. Y nos encontramos dramáticamente solos y siendo cada vez menos. Pues lo siento mucho pero hoy como siempre, este problema de la población solo se puede ir resolviendo o invirtiendo en servicios para los pequeños que nos siguen faltando o abriendo la mano y permitiendo que nos lleguen de fuera los que nosotros nos negamos a traer al mundo tan hostil que hemos dispuesto para ellos.


domingo, 11 de marzo de 2018

EJEMPLO



         Ya hay quien me ha acusado de irme por las ramas algunas veces y abandonar la temática infantil. Puede que tengan razón, El leimotiv COMO NIÑOS, he confesado alguna vez, que no es sino una excusa tras la que se esconden intenciones variadas en las que buscan cobijo los más diversos temas, aunque no me negarán que el fondo mayoritario sigue siendo el de los primeros años. No busco tanto mejorar la educación como acercarme a la fuente de la vida porque sé que es allí donde se encuentra el origen de todos los vicios y de todas las virtudes. Por eso me interesa la primera edad. El tiempo que he permanecido junto a los primeros años de la vida he sido consciente en todo momento que me daba de bruces con la raíz de los conocimientos, de nuestra verdadera naturaleza y de la conjunción entre hallazgos y contradicciones a través de las cuales nos vamos desenvolviendo. En el meollo de la cuestión, vamos.

         Esta semana hemos vivido en España una de las grandes revoluciones posibles con la aparición en la calle al reclamo del feminismo, de millones de personas, sobre todo mujeres, marcándonos claramente cuál es el camino a seguir de ahora en adelante. He permanecido todo el día pendiente de las imágenes porque nadie había previsto que tanto poder se podría poner de manifiesto a ojos vistas. Apenas quería escuchar los comentarios de unos y de otros. Sólo quería tener el testimonio de primera mano delante de mis ojos porque como ya soy un poco viejo, sabía que al día siguiente la realidad pasaría a segundo término y habría pasado no lo que había pasado sino lo que las voces autorizadas, casi siempre las mismas, dijeran que había pasado, que es muy distinto. Creo que después del 8 de Marzo, en España sobre todo pero también en los 170 países que se unieron a la huelga, nada será lo mismo.

         Siempre fui consciente de que los momentos básicos de la vida: nacimiento, muerte, placer y dolor, eran territorio de las mujeres. Por eso me acoplé ahí y he ejercido una profesión en el que los hombres no llegábamos al 1 por ciento. Hoy somos algo más, pero no mucho. En la vida y en la muerte, en el placer y en el dolor, quien no falta nunca es la figura de la mujer como si su estampa estuviera indisolublemente unida a esa sustancia, por más que la veamos de acá para allá cubriendo espacios de moda y apariencia, casi siempre promovidos por los hombres. Parece que  tenemos un miedo especial a su poder y buscamos de mil modos sacarla de todo lo que es sustancia, pero no hay forma. Como mucho lo que conseguimos es darnos cuenta de que nuestros espacios específicos de poder, de discurso dominante, se van achicando inexorablemente y nos vamos convirtiendo cada vez en seres más extraños para el mundo y para nosotros mismos.

         Cuando fui consciente de todo este entramado de fuerzas me adherí como una lapa al espacio cultural femenino y de allí no me he movido hasta el momento ni pienso hacerlo en lo poco o mucho que me reste de vida. El espacio cultural macho hace mucho tiempo que perdió su valor, si es que alguna vez lo tuvo, y vaga por la superficialidad entonando cantos de sirena formales y legales, pero cada vez más solo y mas fuera de la realidad. Hemos visto los ríos de personas, sobre todo mujeres, que nos han marcado una dirección que es el futuro. Si alguien quiere, le invito a seguir por ese camino sin mucha discusión y con mucha humildad. Sé que habrá quien pretenda convertir toda esa marea humana de nuevo en argumentos para su beneficio. Allá cada uno con su responsabilidad. Yo sé lo que he visto y no necesito exégetas que me lo interpreten.


domingo, 4 de marzo de 2018

LLUVIA



         Tengo una seguridad que no sé de dónde sale, que me dice que en la vida todo lo que acontece está relacionado. Si hago memoria me remito siempre a aquel pasaje evangélico en el que Jesús habla de que ni un pelo de la cabeza se mueve sin que su padre que está en los cielos lo autorice. Hoy me siento muy lejos de esos textos y del estilo de vida que ha derivado de la estructura que los patrimonializa, que es la iglesia, pero eso no quita que no tenga memoria ni que mi vida, un poco larga a estas alturas, no me haya enseñado la profunda verdad que encierra la Biblia en su amplia recopilación de enseñanzas en el conjunto de libros que la conforman. Mucho del saber que encierra, que es mucho, es universal y se obtuvo en su momento de culturas variadas y de síntesis hasta contradictorias. Para lo que hoy me trae me basta con decir que somos muy limitados y la mayoría de lo que nos acontece no somos capaces de relacionarlo por limitaciones nuestras pero que el hilo conductor está presente en todo momento y de vez en cuando nos salta a la vista por más que lo ignoremos o no sepamos verlo.

         Llevamos una semana en la que viene lloviendo o nevando de manera más o menos estable. Nuestras reservas de agua se habían reducido a una tercera parte de su capacidad, lo que indica que la ansiedad empieza a hacer mella y mostramos signos de impaciencia y de fragilidad de muchos órdenes. En otras ocasiones nos hemos atrevido a afirmar que los espacios cerrados acrecientan la agresividad y los abiertos la calman, sencillamente porque lo hemos comprobado multitud de veces. Es verdad que el desierto avanza por la zona que vivimos y probablemente en unos años, en tiempo de la tierra, esta zona del mundo será desierto puro y duro pero mientras eso llega nos hemos acostumbrado a vivir con un nivel de lluvias y de almacén de agua que desde hace unos tres años no viene más que bajando. Por el norte las intensas nevadas y los deshielos de estos días seguro que les han puesto al corriente de la armonía necesaria. Por aquí por el sur estamos en ello todavía.

         La sorpresa es la facilidad con que nos adaptamos a los cambios.  Guardamos en nuestra memoria contenidos que tenemos almacenados de épocas pasadas y que sacamos a la luz cuando es preciso. La semana pasada saltábamos de angustia sobre lo que podría pasar si la profunda sequía no se resolvía en breve. Hoy, que sólo llevamos unos días de lluvia, parece que ya nos hemos acostumbrado a mirar por los cristales cómo el líquido elemento nos regala esta templanza y este ambiente gris y sombrío y nos olvidamos de los meses que veníamos viendo cómo las nubes se mostraban ausentes y, o no aparecían o pasaban de largo como si no nos conocieran. Pues nada de eso pasaba sin que las personas nos resintiéramos, sobre todo las más pequeñas que por más que ignoren las causas y los efectos, sus cuerpos son más receptivos y manifiestan antes y mejor sus consecuencias.

         Si las capacidades de aprendizaje nos sirvieran para algo podríamos leer en nuestros comportamientos y darnos cuenta de que no somos los mismos hoy que llueve, que no hay sol a la vista y que el día está gris pero que el agua que cae del cielo nos va dejando, además de las gotas, todo un mensaje de confianza y de paz en las capacidades de la tierra para renovarse y, por tanto, en nuestras posibilidades de supervivencia. Es cierto que las ventoleras también nos hablan de que todo tiene un precio y lo estamos pagando pero esta lluvia que nos cae es un factor de estabilidad y de equilibrio que termina redundando en la propia confianza en nosotros mismos y en la vida en este planeta.