Seguidores

domingo, 11 de febrero de 2018

SUPERVIVENCIA



         Año de nieves, año de bienes, reza el refrán y no seré yo el que lo ponga en duda. Sí puedo decir que el refranero encierra prropuestas para lo bueno y para lo malo, de modo que parece que su ancestral sabiduría siempre va detrás de la intención de quien habla. No sé si España es muy grande o no. Lo que sí veo es que llevamos ya más de dos semanas que toda en conjunto la tenemos unida por el frío invernal. En determinados puntos del Pirineo se han llegado a medir más de veinte grados bajo cero, que eso no es frío, eso es directamente que se congelan hasta las palabras. En la mitad sur no se ha llegado a tanto pero es cierto que este invierno, aparte de los record de frío, sí que lo estamos notando por la cantidad de noches bajo cero que requieren buenas dosis de abrigo, no siempre al alcance de todos.

         La semana pasada concluía mi crónica de la vida con una muestra de la exageración de mi madre, quien haciendo gala de sus miserias infantiles, que las tuvo sin cuento, se sublevaba de cuerpo entero al más mínimo atisbo de peligro y se encerraba directamente en el cuarto de baño, que al parecer le ofrecía más seguridad que nuestros argumentos tranquilizadores. En los momentos álgidos siempre termina saliendo a la luz la experiencia de nuestros primeros años, que es la que llevamos albergada en los espacios más profundos de nuestro conocimiento. Casi media España, todo el norte se encuentra cubierta hasta con metro y medio de nieve y es la cantidad la inusual porque nieve suele haber todos los años pero tanta y durante tanto tiempo es más raro. Muchas carreteras cortadas, muchos colegios cerrados y muchos días de permanencia, tantos que las nevadas que empiezan siendo un acontecimiento gozoso se empiezan a convertir en un problema de supervivencia puro y duro.

         Y es que nos hemos convertido en unos espectadores de nuestra vida y parece que lo bueno y lo malo que nos pasa no llega más que para ser vivido como un acontecimiento. Yo estoy seguro que mi madre exageraba con su dramatismo a flor de piel, aunque ella lo encontraba siempre justificado, pero también parece un poco iluso que la crónica del tiempo se haya convertido en el programa estrella de todas las cadenas que no paran de mostrarnos imágenes de un creciente dramatismo porque lo que el primer día de nevada significa el gozo y la belleza de un meteoro reservado para algunos días del pleno invierno, que es el que estamos atravesando, se empiezan a convertir en dramáticas cuando empiezas a ver las principales carreteras que las máquinas han logrado limpiar a duras penas cubiertas de animales salvajes: cabras montesas, jabalíes, lobos y hasta osos, que terminan por salir de sus cobijos y se arriesgan a lo que sea necesario para encontrar comida que el persistente espesor de la nieve les dificulta.

         Las principales vías, mal que bien están practicables porque las máquinas quitanieves no paran de pasar, pero las bajas temperaturas hacen que la poca nieve que queda en el asfalto se convierta en hielo y los vehículos no pueden circular si no es con cadenas. Parece que la próxima semana vamos a seguir más de lo mismo lo que empieza a agravar el problema de la supervivencia. Los pueblos suelen disponer en sus despensas de reservas para incidencias parecidas, pero ésta es ya la tercera semana con este difícil panorama de modo que sin quitarle ni un ápice de belleza al manto de nieve, empieza a aflorar su cara dramática, que también la tiene, y no sé si estamos preparados para una adversidad tan prolongada. Y es que personas tan hipersensibles  como lo mi madre habían llegado a ese nivel de dramatismo es sus percepciones porque la vida las había llevado a ello.


3 comentarios:

  1. Manuel Ángel Puentes11 de febrero de 2018, 9:40

    Miguel Ángel Martínez Benegas, un padre que ha tenido su niño más pequeño en Duende, está haciendo una película sobre nuestras escuelas. El proyecto de realización se puede ver en http://elarboldelasescuelas.com/

    El otro día llamó a la escuela entusiasmado por la nieve que aún quedaba y me pedía que sacara a los niños a jugar con la nieve, para poder incluir esas secuencias en su película.

    Ya sabes, muy cruel ha de ser el invierno (y en realidad todas las etapas del año) para que los niños no vean la nieve como un elemento de juego.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo no quiero ser como mi madre, que bastante discutimos cuando ella vivía, pero es verdad que estamos en un angelicalismo tal que todo tiene que valernos para pasarlo yupi. Eso tampoco me parece razonable. Un abrazo

      Eliminar