En Mi
pueblo se dice que un hijo es una responsabilidad que te cuelgas al cuello para
toda la vida. Seguramente no es mentira aunque tampoco tiene por qué ser
cierto. Tenemos experiencias para todos los gustos cerca de nosotros. Lo que sí
es verdad es que la cultura en que nos
movemos nos habla de los hijos como personas a las que hay que mirar todo el
tiempo que vivan y volcar sobre ellas un manto de protección como si fueran
eternamente dependientes. Todos recordamos frases del cine como para mí tú siempre serás mi pequeña.
Hoy no vamos a profundizar más en este asunto. En semanas precedentes nos hemos
centrado en el desarrollo muscular y a estas alturas nos encontramos con
alguien que ha cumplido los tres años y que se mueve con soltura y con un
importante dominio de su cuerpo.
No
sucede en todos los casos pero no tiene nada de raro que cualquier noche escuchemos
unos gritos desconsolados que nos hacen saltar de la cama y nos encontramos a
nuestro hijo o a nuestra hija sentada en su cama, puede que con los ojos
abiertos y con cara de terror gritando. La solución no existe porque esa
sensación se le va a pasar al poco rato y forma parte de su vida como un
fenómeno bastante frecuente pero lo que nosotros debemos hacer es sencillamente
abrazarlo y esperar a que ese terror que siente se le vaya pasando. Una vez
resuelto el incidente debe poder seguir durmiendo tranquilizado por nuestra
manifestación de afecto. Sé que esto es muy fácil decirlo desde aquí y otra
cosa muy distinta es afrontarlo a las tres de la mañana, por ejemplo, mucho más
si al día siguiente tienes que incorporarte a tu trabajo sin haber dormido lo
suficiente.
Sin
embargo eso sería lo mejor que podríamos hacer en beneficio de todos. Aunque
tengan los ojos abiertos normalmente están dormidos y por más que nosotros le
expliquemos que deben calmarse no nos van a escuchar en ese momento. Pueden
calmarse antes si sienten nuestro afecto. Si no, el incidente se alargará más.
Si vuelve a su cama puede que todos podamos seguir descansando en condiciones
normales. Si consigue que lo llevemos a la nuestra es posible que se calme pero
a costa de que aprenda a dormir con nosotros y de que la calidad de nuestro
descanso, el suyo también, sea mucho menor. No es raro que con la angustia del
momento claudiquemos y busquemos recuperar la cama en el menor tiempo posible
pero no parece razonable que consigamos una solución que sea pan para hoy y
hambre para mañana. Aunque los gritos puedan ser muy aparatosos, el problema suele
ser agudo pero no grave. Con un poco de calma podemos resolverlo con un abrazo
y volver a la normalidad.
Estos
terrores tienen que ver con el desarrollo, con la oscuridad y con el miedo a lo
desconocido. Suelen ver cosas o personajes que les aterran en un momento y los
hacen entrar en pánico. A veces lo cuentan, otras ni eso. Pero lo que nosotros
debemos tener en cuenta, si es que podemos, es que no les está pasando nada
raro y que la mejor medicina es que a través de un abrazo, que es la mejor
medicina para tantas cosas, podemos calmar ese pánico y ofrecerles una dosis de
seguridad suficiente como para que ellos acepten distender su estado de
angustia y someterse al sueño de nuevo, relajados y seguros. Puede hablarse del
asunto al día siguiente por si ellos explican con más detalle lo que les pasa y
son capaces de razonar. Desde luego en el momento en que está sucediendo es
casi imposible y puede ser hasta contraproducente porque en ese momento lo que
necesitan no son explicaciones sino afecto y seguridad y un prolongado abrazo
nuestro se la puede aportar.