Reconozco
que ahora estoy más pendiente de la prensa en relación con los contenidos que
se tratan en este blog. Y no es porque no se encuentren contenidos de interés
si este autor echa una mirada a sus interiores, no. Lo que sí es cierto es que
en más de una ocasión ha aparecido por debajo de mi puerta la patita de la duda
y he llegado a pensar si al final no estaba instalado en la nebulosa de los
recuerdos en exclusiva y me ha parecido injusto porque los asuntos que aquí se
tratan lo primero que he querido que trasluzcan es verdad y en la medida de lo
posible que estén pegados a la tierra y que se puedan constatar en casos
concretos, unos idénticos y otros parecidos.
La
última gran revolución que se ha producido en mi país con relación a la familia
ha sido la de legalizar cualquier tipo de matrimonio, independientemente del
sexo los novios que lo demanden. Ya lleva unos pocos años esta norma en vigor y
personas de todas la ideologías se están acogiendo a ella aunque desde el
primer día hay un sector de la población que no para de despotricar que a dónde
vamos a llegar con normas como esta y que Dios no está de acuerdo con que dos
mujeres o dos hombres se casen si quieren porque el matrimonio tiene que ser
entre un hombre y una mujer. Que qué va a ser de los hijos que viven en una
casa con dos hombres o con dos mujeres porque han decidido adoptarlos, que
dónde queda la figura del padre y de la madre y que esto parece el Patio de
Monipodio en el que cada uno hace lo que le da la gana. Afortunadamente ya
tenemos experiencias hasta de separaciones de estas nuevas familias del mismo
sexo para confirmar, como no podía ser de otra manera, que se trata de personas
normales y corrientes, capaces hasta de dejar de quererse.
Cierro
mis ojos y pienso en esos hijos que viven con su padre y con su madre y que han
de soportar borracheras y gritos continuos de uno de los dos o de los dos, que
han de vivir con los abuelos y hasta con los vecinos porque sus padres han
emigrado para buscarse la vida, que apenas si se ven porque las jornadas de
trabajo no lo permiten y en realidad viven los pequeños al calor del primero
que se lo ofrezca, que no disponen de nadie que los controle y que crecen
mimados y superprotegidos sin que exista a su lado un criterio de orden y de
disciplina capaz de hacerlos sentirse queridos y de decirles que no en un
momento determinado y que los pequeños sientan en su piel la cercanía y el
apego de una figura adulta que está por ellos y con ellos. Y se me llenan los
ojos de supuestas familias tradicionales con los niños abandonados por las
calles sin que nadie levante la voz en defensa ni de la ruina de esa familia ni
de la ruina de esos pequeños.
Y se
encierra uno en uno mismo, desesperado de repetir a todo el que haya querido oír
que el amor, el cuidado y la dedicación no saben de sexo ni de nada sino que
hasta los perros, que no son humanos, pueden ofrecer amor a sus hijos o a
cualquier persona y que quien lo recibe se siente querido. Que los niños no
están pendientes de cómo van vestidos sus padres sino de si los quieren o no,
de si los cuidan o no y que eso es lo que nos debe preocupar y no los sexos de
cada uno. Cuántas veces hemos conocido a alguien que se ha criado con los
vecinos y ha crecido tan cuidado como sus hermanos que se han criado con sus
padres o más. ¡Quién es el juez que en vez de mirar el apego que reciben los
pequeños se pasa la vida examinando a su familia para ver si cumple los
requisitos que considera indispensables!. ¡Cuándo dejaremos de ser hipócritas!.
Como no podía ser menos, por nuestras escuelas han pasado todo tipo de familias; tanto que a veces el raro era el niño que tenía varios hermanos y alternaba los fines de semana en las visitas familiares a las casas de los abuelos, donde se encontraba con tíos y primos.
ResponderEliminarPero, por aquello de que quienes conforman las familias alternativas son, como tú dices, "personas normales y corrientes"; también hemos tenidos familias de este tipo que han protestado porque en las escuelas trabajemos los árboles genealógicos de los niños (en un intento de ayudarles a entender su lugar en el mundo), porque con ellos se hacía visible la diferencia, considerando así que la diferencia marginaba a su niño en vez de enriquecerlo con la variedad de situaciones.
Lo que demuestra, querido amigo, que hay gente pa to y que con las mejores intenciones puede haber gente que se sienta herida por argumentos en los que uno no ha caído. He recibido un comentario de una mujer de Perú que sencillamente no¡ le he hecho caso porque si le respondía tenía que llegar a los insultos, porque ella los profiere y, total, para qué. No me ha sorprendido y me confirma en que estos temas parece que los vamos asumiendo pero la verdad es que la mitad de la mitad. Un abrazo.
Eliminarlo has plasmado tan bien, tan definitivo, que no cabe otra respuesta a ese rotundo "cuándo dejaremos de ser hipócritas"
ResponderEliminar'Ojalá ahora mismo'
felicidades por este post, Antonio!
un abrazo grande
Gracias, Pilar, guapa. Le decía a Manuel que acabo de recibir un comentario de una mujer de Perú que me ha dado bochorno. Con insultos y todo. No a mi pero sí a estas familias que se salen de lo tradicional. He decidido no responderle porque para qué. Un beso
EliminarTe confieso que has ganado mi aprecio leyendo tus experiencias e ideas, tus acciones y pensamientos. Pero no había reparado en que, además, compartimos concepciones éticas sobre el mundo familiar y sexual. Falta generosidad para entender y comprender. Y amar.
ResponderEliminarHasta pronto.