Estas
vacaciones de Semana Santa son probablemente las más proporcionadas porque
duran sólo nueve días y se producen en un momento en que los pequeños ya tienen
historia de grupo. Han seleccionado
quienes de sus compañeros les caen mejor y quienes peor. Han fijado sus
prioridades y si les preguntamos por sus amigos son capaces de responder unos
cuantos nombres que frecuentan más. En esa situación ya no perjudica tanto
pasar unos pocos días separados porque luego es fácil conectar de nuevo. Estas
vacaciones como las de Navidad tienen un componente religioso indiscutible, que
es el que las define por encima de otras particularidades. Será aconsejable un
descanso o no pero es cierto que las vacaciones se justifican por
acontecimientos religiosos católicos concretamente.
No sé
si nos estamos quedando sin referentes colectivos o qué es lo que nos está
pasando pero a lo largo de toda la semana ha sido la religiosidad la que ha
sobrevolado por el espacio y por el tiempo. No una religiosidad de contenido y
compromiso, sino esa otra superficial y bullanguera, ligada al folklore, que se ha manifestado sacando a la calle todo
tipo de imágenes relacionadas con la pasión y muerte de Jesucristo imponiendo
de hecho que la vida de los pueblos y ciudades esté mediatizada por esas
ceremonias fúnebres y multitudinarias y que la vida social se paralice y se
supedite al ritual genérico de las procesiones durante las tardes y noches y al
espectáculo tétrico de los penitentes con la presencia de sus máscaras y sus
interminables filas de velas encendidas como espectáculos de otro tiempo que se
resisten a desaparecer de este siglo XXI y que nos dejan una estampa esperpéntica, ajena a nuestro mundo.
Ni por
un momento quisiera que se interpretara la más mínima falta de respeto a
ninguna auténtica religiosidad. Al contrario. No sé si en algún tiempo las
sociedades pudieron ser tan uniformes que una religión, la que fuera, se
impusiera por completo hasta condicionar la vida del conjunto, pero en este
momento, por más alardes de fuerza que se hagan, en una sociedad como la
nuestra es imposible eliminar su esencia diversa, que es lo que prima cada día
más en todos los órdenes de la vida y yo celebro esa diversidad que nos aporta riqueza y posibilidades continuas de aprender
unos de otros y que requiere sobre todo respeto para que cada persona o cada
colectivo se sienta legitimado para expresar sus ideas y para vivir como desee
aceptando y respetando a quienes no piensan como ellos. Paseando por las calles
he podido ver los negocios chinos o musulmanes, cada día más numerosos, completamiento abiertos como un día cualquiera
puesto que ellos no tienes nada que festejar y son ciudadanos tan dignos como
nosotros. Cada día más sucede que son tan ciudadanos de este país como nosotros
y han nacido aquí como nosotros. La variedad es sobre todo riqueza.
Concretamente
este año que hemos dispuesto de días de sol y temperaturas casi veraniegas
hemos podido vivir enormes atascos porque el gregarismo social hace que no
podamos gozar de lo que tenemos preparado para el goce, que es mucho. Termina
imponiéndose que todos vamos a la playa o todos vamos a las procesiones o todos
vamos a viajar como si la idea de negocio fuera la verdadera rectora de la vida
y no pudiera ser, sencillamente, que aprendamos a ser diversos y a saber
combinar todas las posibilidades de vivir que hemos aprendido sin que tengamos
que renunciar a nada. Cada día somos capaces de disponer de más y mejores
medios para alcanzar mejor calidad de
vida. Lo que hace falta es que sepamos aprovecharlas y mirar a nuestro
alrededor para ver que desgraciadamente no todo el mundo vive igual y no faltan
situaciones de desesperación bien cercanas que nos debían hacer aprender.
No sé lo que dirán hoy en clase; hace dos años, con otro grupo de cuatro a cinco años como el que tengo ahora, una familia me contaba riendo el comentario de su hija: "Pobrecito el niño Jesús, que le han matado a su papá"; por que, claro, ¿cómo va a nacer en diciembre y morir adulto en abril,si sólo han pasado cuatro meses?
ResponderEliminarMi experiencia es que de estas vacaciones se suele volver sin problemas de adaptación, porque ha sido un período tan corto que no se rompe el ritmo y sobre todo porque son unas vacaciones donde los niños no son protagonistas y si alguno ha participado en alguna actividad religiosa lo normal es que se haya aburrido y cansado. Nada que ver con el regreso de la navidad donde todo ha girado en torno a ellos y la cascada de regalos ha sido demencial.
El ejemplo que pones entre nacimiento y muerte tiene que ver con la aplicación por parte de los niños de la lógica más contundente. Parece que las religiones imponen arbitrariedades para probar la obediencia de sus fieles. Lease la virginidad de la virgen, dio¡s uno y trino o la muerte hy l+a resurrección de jesús. Y así queremos entendernos. Pues no sé cómo, la verdad. Bueno que un abrazo y que bienvenido
EliminarToda una reflexión...
ResponderEliminarSaludos
Ni un añadido más.
ResponderEliminarEstá perfectamente dicho, y bien dicho:
máscaras
No es preciso dirimir a qué facciones religiosas o pseudoreligiosas pueda atañer la máscara.
un abrazo