En
este momento, aprovechando que Javi se acaba de incorporar a la institución, me
viene al pelo para hablar de la imprescindible renovación generacional y de las
formas de incorporar personas nuevas y tiempos nuevos. Después de cuarenta años
de vida es imposible pensar que los modos que un día fueron adecuados puedan
mantenerse en el tiempo como si la vida hubiera permanecido estancada desde
entonces. Algunos, entre los que me cuento hemos estado siempre muy interesados
por conectar con las savias nuevas, tanto personales como en las formas de vida
porque uno de los peligros que tiene una institución que nace es el de quedarse
petrificada en sus principios como si la vida no evolucionara a su alrededor,
con el consiguiente peligro de enquistarse.
En el
caso de Javi el contacto se produjo porque él nos eligió para hacer sus
prácticas reglamentarias. Muchos profesionales nos han conocido por ese
procedimiento. A mí me ha gustado mucho siempre porque permite a quien está
empezando pasar unos meses observando una manera de trabajar en el grupo que se
le asigna y también conocer cómo evoluciona un grupo de trabajo, las fuerzas
que lo hacen moverse y vivir momentos especialmente dulces y también amargos,
que de todo hay en la viña del señor. Todo eso con la tranquilidad que permite
no tener que estar en primera línea de decisión, que para eso ya está el
titular del grupo, y poder mirar desde el resguardo de su trabajo, que es el
que de verdad tiene que responder ante las familias y ante el equipo docente.
Yo no he vivido el privilegio de aprender así pero siempre he pensado cómo me
hubiera gustado hacer mi aprendizaje profesional y lo he puesto en práctica
como me habría gustado que me trataran a mí.
Desde
siempre les ha dicho a las personas de prácticas que procuraran aguantar todo
lo que pudieran sin intervenir, que se dedicaran todo el tiempo posible a
mirar, a observar todo lo que pasaba a su alrededor porque en el momento en que
se pusieran a intervenir dejarían de lograr una visión panorámica para
convertirse en una pieza más del engranaje. Ninguna posición es mejor que otra
y todas pueden ser útiles para el conocimiento de un grupo y de los juegos de
fuerzas que los hacen evolucionar pero sólo antes de intervenir por primera
vez, una persona recién llegada puede extraer una visión desde fuera, como de
alguien que no pertenece a ese conjunto. He insistido mucho porque es muy
difícil de conseguir. Una persona recién llegada está deseosa de involucrarse
cuanto antes en la vida del grupo y quiere formar parte de lo que se cuece en
su interior y es normal. Lo que sucede es que en el momento que se involucra
empieza a ser una pieza más y ya no puede ver el grupo en su globalidad. Ha
pasado a formar parte de su vida interna.
Me
consta que en estos momentos Javi está con la baba por los suelos porque se ha
producido su incorporación, después de muchos años, al proyecto que un día
conoció, le emocionó y le hizo soñar. No deja de ser un privilegio pero ahora
tiene que ir descubriendo con el paso de los días que su posición ha cambiado radicalmente y que ahora es un
miembro más del grupo para mal y para bien. Sus decisiones y sus iniciativas,
que en las prácticas siempre estaban respaldadas por la persona responsable,
ahora tienen valor por sí mismas y pasan a incorporarse de pleno derecho al
armazón del funcionamiento diario. Son los distintos papeles que podemos representar
en los distintos momentos por los que la vida nos hace pasar y que, en todos
los casos, su importancia va a estar determinada por la autenticidad con que
seamos capaces de vivirlos. Adelante, Javi, que la vida es tuya.