Todavía
hoy colean los ecos de esa vorágine de regalos, de juguetes sin cuento que
deben haber dejado los almacenes tiritando. Hemos visto reyes por miles: de
barrio, en los hospitales, en zonas de conflicto…, hasta a mi propio hermano y
a sus compañeros discapacitados me cuenta mi hermana que le han visitado con
algo para regalarle. Parece como si no nos cupiera en la cabeza que tal día como el cinco de Enero fuera
imposible no vivir en carnes propias el ritual del obsequio y alegrarse de que la
vida es bella y de que podemos ser buenos unos con otros por medio de la transmisión
de quienes tienen hacia los que no tienen o tienen menos.
Algunos
espectáculos han sido bastante chuscos de todas formas. Diría que hasta
insólitos. Un cooperante en una calle de Alepo, Siria, convertida en cenizas y
cascotes le entrega a un niño, que al parecer queda vivo, podemos comprobar que
no somos tan malos a pesar de todo, un bolso de regalo que, según cuenta el
narrador, lleva en su interior ropa de abrigo porque estos días en Alepo, menos
las bombas que cumplen religiosamente su función de destrucción y de muerte, se
hiela todo. No se nos cuenta, y es una lástima porque nos quedamos sin saberlo,
No aparece en cambio dónde se encuentra la casa en la que ese pequeño va a
desplegar su regalo de abrigo. Ni tampoco qué familia se va a encargar de
ponerle esas prendas para que quede más guapo ni si va a poder sentarse a una
mesa y compartir lo que el paquete lleva en su interior con sus amigos y con
sus primos porque lo más probable es que no le queden a estas alturas ni primos
ni amigos.
No
quiero ser desagradecido y que parezca que desprecio los pocos gestos de
humanidad que la vida nos va dejando. Sé que, a pesar de los pesares, es mejor
que existan gestos de regalo y de bondad de unos con otros que que no existan.
Lo que pasa es que me suena tan bajito y tan falso todo que la palabra se me va
al espacio del desprecio que me merece tanta injusticia y tanta muerte para
intentar cubrir alguna parte de tanto desastre con estos gestos aislados. No sé
si a estas alturas ya debería uno estar insensibilizado pero no es así y
todavía se conmueve uno al pensar la sensación que puede tener un pequeño al
que le han partido la vida y todos sus afectos, cuando alguien se le acerca en
medio de la calle y le ofrece un paquete con un regalo dentro. He puesto este
ejemplo porque me impresionó poderosamente cuando lo vi en las noticias en
directo, pero no faltan posibilidades de hacernos temblar si nos acercamos a
las necesidades de la humanidad, 3000 millones de personas, por ejemplo, que
viven sin agua potable y sin un cuarto de baño. Cuántos Reyes nos hacen falta
para tapar nuestras vergüenzas.
Mientras
todo esto es una palpitante realidad de cada día, los pequeños del primer mundo
se cubren de regalos y las cámaras les enfocan para dejarnos ver lo buenos que
somos unos y otros porque los inundamos de regalos que apenas si les van a
durar un par de días porque todas las vacaciones que han disfrutado, 18 días si
no he contado mal, llevan con regalos que ya no se saben muy bien dónde guardar
y que al final terminan configurando una vida en la que cada día es una fiesta,
todo se lo merecen por más que no paren de llegarles regalos de cada uno de sus
familiares y parece que de lo que se trata es de aprender a vivir en una
burbuja de ilusión que de la manera que sea oculte la dura realidad de cada día
y todos nos terminemos sintiendo tranquilos, unos porque regalamos y otros
porque de tanta felicidad aparente se nos corta hasta la respiración y la
conciencia.
Siempre buscamos excusas justificatorias para todo, creo que va inherente a la condición humana, para adormilar la conciencia.
ResponderEliminarSaludos
Como dices no dejemos de apreciar esos gestos que nos hacen sentir aun humanos
ResponderEliminarClaro que prefiero gestos sin camaras filmando
Cuando hablas de muchos juguetes regalados, pienso en el desperdicio que vamos inculcando a nuestros niños
Poco podran valorar en el futuro si tienen tantas cosas arrumbadas en un rincon
Eso si luego juntamos una bolsita con lo que nos sobra y se lo damos a los mas necesitados
Nosotros los criamos asi no????
Buen domingo
Cariños
Ojalá la humanidad no nos cupiera en el corazón y 'regalarse' fuera patrimonio del día a día, entre quienes se quieren.
ResponderEliminarSabemos que la Epifanía significa algo más que cúmulo de regalos, muchos de ellos, inútiles, cómo no.
Y si, al menos, sirviera a la causa de la ILUSIÓN,de grandes y pequeños, no nos duela 'Los Reyes Magos'
Besos
Supongo, querida Pilar, que somos capaces de asumir la edad como dignidad y sabiduría y en ese sentido, valorar cada regalo en lo que vale. Sobre todo los que no se pagan con dinero, que suelen ser los más profundos. Ahí va mi beso para tí como un sencillo y hermoso regalo
EliminarEs una cruda realidad...
ResponderEliminarSaludos