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domingo, 29 de enero de 2017

LUZ


         La cultura nos dice que desde el mismo día 22 de diciembre, una vez sucedido el Solsticio de invierno, la luz empieza a ocupar minutos y a crecer hasta alcanzar la cota máxima, allá por el 21 de junio. El mismo hecho de abarcar un periodo tan lago, seis meses, hace que apenas si nos vamos dando cuenta del ritmo en que la luz va ocupando el tiempo en detrimento de la oscuridad. Lo que más claramente recuerdo es el color del día, más limpio, con más brillo que hace que por el cuerpo empiece a bullir la vida. De hecho ya he visto las primeras flores del año encima de las tortuosas ramas de los almendros.


         No conviene olvidar que enero, claro y helaero. No es raro que se ponga a nevar por aquí pero lo que predomina más que la nieve es el frío. Este año un fuerte temporal de agua y nieve se ha cebado por levante de modo que los pantanos que tradicionalmente están bajo mínimos han tenido que desaguar porque rebosaban. Las escuelas han permanecido varios días cerradas y los pequeños correteando por la nieve fabricando muñecos o desplazándose en trineos de plástico por las calles cuando para muchos era la primera vez que podían tocar la nieve. Por Granada, aparte de un apretón de frío, nada del otro mundo, las típicas mañanas de tres a siete bajo cero que luego se suavizan bastante en el golfo del día. Ha habido importantes destrozos en las playas y el tiempo nos ha enseñado sus dientes una vez más a ver si aprendemos a respetarlo y a no quitarle su espacio.

         Una vez pasados los días agudos los niños pueden entrar en ese punto de vida que bulle y que nos hace que todos los fenómenos del año vayan tomando presencia y suscitando la curiosidad como si cada año fuera el único. Para aprender es condición indispensable probar: tocarlo todo, olerlo todo, saborearlo todo, mirarlo todo. Si hay una actitud científica por excelencia es la de ensayo, error. Asumiendo además, que ese sistema lleva implícitos montones de equivocaciones hasta que, bien por agotamiento, bien por intuición, bien por hallazgo casual aparezca el acierto. Ya sabemos que las personas docentes ofrecen sus mejores explicaciones con la idea de que en el menor tiempo posible, los pequeños accedan al conocimiento de la manera más fácil. Lo que no sé es si en todo momento somos conscientes de que los aprendizajes son estrictamente personales y se producen uno a uno como consecuencia de procesos de aprendizaje que deben ser respetados porque sólo de este modo es como se interiorizan a partir de la experiencia y se incorporan a nosotros con la solidez necesaria.


         Es posible que cada día estemos ganando en comodidades y en recursos técnicos para que los espacios docentes o los destinados a la práctica deportiva se encuentren mejor preparados pero puede que al mismo tiempo se nos muestren más lejanos de de los verdaderos centros del conocimiento que suelen ser los elementos más sencillos: el agua, la tierra, el viento, que cada día cuentan menos en nuestra vida. No podemos ni debemos prescindir de los verdaderos motores del conocimiento si lo que queremos es aprender. La curiosidad se está manifestando cada día en las situaciones más diversas y toda la estructura debe ir destinada a satisfacerla porque así es como se aprende. Sé que la tecnología avanza que es una barbaridad pero el saber sigue hundiendo sus raíces en los procesos más simples de la vida y es ahí donde tenemos que desplazarnos una y otra vez porque en ellos está el tesoro del conocimiento que cada uno a su modo buscamos con desesperación.

domingo, 22 de enero de 2017

DIGESTIÓN


         Leo cada semana los comentarios de los que se molestan en escribir. Respondo siempre, unas veces debajo de lo que me han escrito y otras me dirijo al blog de quien me escribe y le respondo allí. Pienso bastante en lo que me comentan. Unas veces se trata de  comentarios de aliño pero muchas, lleva su miga dentro. Estoy seguro de que después de las lecturas hay cambio en mi modo de ver aunque no quiere decir que  inmediato. Se necesita masticar lo leído, dejar que repose y que sea la consecuencia de la lectura la que dé su cara cuando se haya interiorizado el contenido.

         Manuel  dice que no me reconoce. Le respondo en el momento pero sigo dándole vueltas a sus palabras porque me importan. Desde el brexit se han sucedido una serie de acontecimientos que me tienen muy inquieto: El referéndum colombiano que se perdió y que se ha terminado de resolver sin el brillo que se pretendía, el referéndum italiano perdido también por  el primer ministro que lo propuso, la guerra de Siria de nunca acabar, al gobierno del PP que sigo sin comprender y el triunfo de Trump me tienen como acogotado. Creo que son demasiados golpes en la misma dirección en un intervalo de tiempo demasiado corto. Pero también, querido Manuel, tú tienes tu grupo de pequeños, que es la fuente, cada día y no sabes lo que significa el vacío de no tenerlos ni perspectivas para el futuro. El tiempo es implacable y nos va dejando huella cada día querámoslo o no. No quiero quejarme porque mi atención actual está volcada en los discapacitados intelectuales que tampoco es moco de pavo.

         Releo los últimos textos como parte de la reflexión que me suscita el comentario de Manuel y me pongo a pensar si no estaré refugiándome en el niño que a pesar de todo sigo siendo para desde esa posición volver a mirar todo lo nuevo y terrible que está aconteciendo y que no deja muchas luces en el horizonte. Cuando vi el otro día cómo Obama montaba en el helicóptero y se alejaba del poder no podía remediar  un sentimiento de desolación a pesar de saber las muchas limitaciones que sus dos mandatos han dejado en el aire porque no se trataba tanto de cuantificar lo que ha hecho cuanto de medir su actitud y saber que por encima de las muchas miserias, se querían mejorar las cosas. Hoy las perspectivas me parece que son bastante más sombrías. Es cierto que habrá que esperar porque es demasiado pronto para juicios pero los nubarrones amenazadores son una realidad innegable.

         Desde la indefensión de ser una simple persona y solo eso, aunque también ni más ni menos que eso, como que me siento más vulnerable, más ajeno al discurso dominante que se va imponiendo y puede que todo ese maremágnum mental me esté afectando y dé pie a que Manuel diga que no me reconoce. Yo dije desde el principio que esta tarea la asumía como todas las que la vida me ha ofrecido y he considerado importantes, como una carrera  de fondo y eso tiene sus ventajas sin duda, pero también  sus inconvenientes. No quiero, ni creo que pueda, ofrecer en estos momentos una imagen que no corresponde con mi realidad y los últimos acontecimientos han vuelto el horizonte marcadamente sombrío. No me desespero y sigo dispuesto a responder y a responderme en la medida de que sea capaz pero no a costa de  negar la realidad en la que me siento inmerso.

         Amigo Manuel, te aseguro que tus palabras no caen en saco roto, ni ningunas otras de las que leo, pero pido tiempo para  digerir todo esto que nos está cayendo encima que a muchos nos llena de pesadumbre pero que no nos va a silenciar. Seguir escribiendo creo que es una manera de digerir el contenido.  

domingo, 15 de enero de 2017

PRESENTE


         Voy revisando a medida que llega una nueva opción de escribir y alguien pudiera pensar que me dejo llevar por el pesimismo y por momentos hasta por la desesperación. Mentiría si dijera que no, a qué nos vamos a engañar. Sencillamente derramas la vista por las secuencias que aparecen en los noticieros y empieza a darle a uno hasta vergüenza de ser humano. Cada secuencia nueva que aparece nos hace pensar que aquello de que EL HOMBRE ES UN LOBO PARA EL HOMBRE ya no llega a ser verdad porque hemos conocido de cerca los comportamientos de los lobos con los suyos y para nosotros los quisiéramos.

         Tengo una secuencia de mi infancia que estoy seguro que será parecida a otras que tendréis quienes os detengais un momento a leer. En las fiestas populares las concentraciones humanas eran frecuentes. Los niños terminábamos soltándonos de la mirada vigilante de nuestras familias y en un momento determinado buscábamos el cobijo, bien por cansancio o por dificultades en la relación con nuestras amistades. No nos lo pensábamos mucho y todos nos hemos visto, no tengo duda, abrazados a una pierna que creíamos nuestra y no hemos sabido dónde meternos cuando la cara que nos miraba desde arriba no se correspondía para nada con nadie de los nuestros. De pronto nos sentíamos abandonados en la vorágine de gente durante una eternidad hasta que conseguíamos dar con la luz de unos ojos y unas manos conocidas que nos acogían y nos hacían sentir en nuestra casa, estuviéramos donde estuviéramos. La secuencia podía durar unos minutos pero hay muchas eternidades que duran unos pocos minutos.

         En los primeros años de vida las vivencias son inmediatas, lo mismo las buenas que las malas. Podemos pasar del gozo a la desesperación en cuestión de segundos y los dos sentimientos se nos producen con máxima intensidad. Eso nos hace sentir a los adultos que pululamos alrededor de los niños un poco ridículos porque nosotros ya hemos olvidado esa forma de vivir tan inmediata y tan intensa, tanto para lo malo como para lo bueno. Los pequeños se suelen desesperar porque no comprender cómo los adultos no son capaces de sentir con ellos y los adultos a su vez no paran de reclamar a los pequeños un  poco de calma cuando los ven reaccionando con esas formas tan radicales. Parece que no hay modo de que se comprendan cuando verdaderamente están muy cerca los unos de los otros. Sólo los diferencian la cantidad de experiencias vividas que en el caso de los mayores les ha hecho aprender que los ritmos de vida tienen que dosificarse porque ni lo blanco es totalmente blanco ni lo negro es totalmente negro y eso mismo es imposible para los menores que, recién llegados a este mundo necesitan el blanco limpio y el negro igual para diferenciar el contenido de sus experiencias.


         Y lo curioso es que podemos estar manifestando nuestras diferencias insalvables de percepción ante acontecimientos que se pueden estar produciendo en el mismo momento. Un mismo hecho es imposible que sea percibido con el mismo significado si lo experimenta un menor o si se trata de una persona adulta. Esto nos debe hacer pensar que la cantidad y calidad de vida que cada uno de nosotros alberga dentro de sí es determinante a la hora de relacionarse hasta el punto de que podemos estar hablando de mundos imposibles de entrar en relación por más que los afectos intenten acercar posiciones de unos con otros. Es que los mundos interiores que vamos arrastrando cada uno no pueden ser idénticos y están determinados por la cantidad de vivencias que llevan en su interior. Esta realidad nos puede desesperar pero sería más razonable que aceptáramos que nuestras diferencias nunca son insalvables pero que nuestros acuerdos tampoco son totales en ningún momento. 

domingo, 8 de enero de 2017

ILUSIÓN


         Todavía hoy colean los ecos de esa vorágine de regalos, de juguetes sin cuento que deben haber dejado los almacenes tiritando. Hemos visto reyes por miles: de barrio, en los hospitales, en zonas de conflicto…, hasta a mi propio hermano y a sus compañeros discapacitados me cuenta mi hermana que le han visitado con algo para regalarle. Parece como si no nos cupiera en la cabeza que  tal día como el cinco de Enero fuera imposible no vivir en carnes propias el ritual del obsequio y alegrarse de que la vida es bella y de que podemos ser buenos unos con otros por medio de la transmisión de quienes tienen hacia los que no tienen o tienen menos.

         Algunos espectáculos han sido bastante chuscos de todas formas. Diría que hasta insólitos. Un cooperante en una calle de Alepo, Siria, convertida en cenizas y cascotes le entrega a un niño, que al parecer queda vivo, podemos comprobar que no somos tan malos a pesar de todo, un bolso de regalo que, según cuenta el narrador, lleva en su interior ropa de abrigo porque estos días en Alepo, menos las bombas que cumplen religiosamente su función de destrucción y de muerte, se hiela todo. No se nos cuenta, y es una lástima porque nos quedamos sin saberlo, No aparece en cambio dónde se encuentra la casa en la que ese pequeño va a desplegar su regalo de abrigo. Ni tampoco qué familia se va a encargar de ponerle esas prendas para que quede más guapo ni si va a poder sentarse a una mesa y compartir lo que el paquete lleva en su interior con sus amigos y con sus primos porque lo más probable es que no le queden a estas alturas ni primos ni amigos.

         No quiero ser desagradecido y que parezca que desprecio los pocos gestos de humanidad que la vida nos va dejando. Sé que, a pesar de los pesares, es mejor que existan gestos de regalo y de bondad de unos con otros que que no existan. Lo que pasa es que me suena tan bajito y tan falso todo que la palabra se me va al espacio del desprecio que me merece tanta injusticia y tanta muerte para intentar cubrir alguna parte de tanto desastre con estos gestos aislados. No sé si a estas alturas ya debería uno estar insensibilizado pero no es así y todavía se conmueve uno al pensar la sensación que puede tener un pequeño al que le han partido la vida y todos sus afectos, cuando alguien se le acerca en medio de la calle y le ofrece un paquete con un regalo dentro. He puesto este ejemplo porque me impresionó poderosamente cuando lo vi en las noticias en directo, pero no faltan posibilidades de hacernos temblar si nos acercamos a las necesidades de la humanidad, 3000 millones de personas, por ejemplo, que viven sin agua potable y sin un cuarto de baño. Cuántos Reyes nos hacen falta para tapar nuestras vergüenzas.


         Mientras todo esto es una palpitante realidad de cada día, los pequeños del primer mundo se cubren de regalos y las cámaras les enfocan para dejarnos ver lo buenos que somos unos y otros porque los inundamos de regalos que apenas si les van a durar un par de días porque todas las vacaciones que han disfrutado, 18 días si no he contado mal, llevan con regalos que ya no se saben muy bien dónde guardar y que al final terminan configurando una vida en la que cada día es una fiesta, todo se lo merecen por más que no paren de llegarles regalos de cada uno de sus familiares y parece que de lo que se trata es de aprender a vivir en una burbuja de ilusión que de la manera que sea oculte la dura realidad de cada día y todos nos terminemos sintiendo tranquilos, unos porque regalamos y otros porque de tanta felicidad aparente se nos corta hasta la respiración y la conciencia.

domingo, 1 de enero de 2017

JUGAR


         Reconozco que en el texto de la semana pasada tendría que haber dicho que estaba deprimido. Lo que pasa es que no quise y preferí contar lo que conté y que fuera la palabra la que hablara de mi situación interior y también la que me sanara de aquella coyuntura. Y todo eso pasó y a medida que iba saliendo de mí me iba curando. Yo lo notaba porque lo que dentro de mí era una nube negra que me tapaba la visión, a medida que se iba convirtiendo en palabras tomaba forma, se tornaba en medidas concretas y permitía una guerra limpia, no contra un fantasma sino contra una experiencia adversa de la vida que necesita un contrapeso positivo que esta mañana se llama juego.

         La grandeza de los pequeños es que su vida es un conjunto de primeras veces que cada día les permite experimentar como si cada vivencia fuera la única. Su arma infalible, el juego, es la que los trae y los lleva de un espacio a otro, de un tiempo a otro, de una persona a otra sin otro orden que el de entrar en contacto con todo y a través de esos contactos incipientes aprender que el mundo es tan amplio que todos cabemos en su interior y que está esperándonos en todo momento para que lo toquemos, nos incorporemos a su estructura de espacio y de tiempo y mientras vamos probando qué significa el contacto nos vayamos dando cuenta de quiénes somos y de las posibilidades que tenemos de relacionarnos con los espacios y los tiempos que nos rodean, que forman parte de nosotros y que nosotros formamos parte de ellos a la vez que juntos configuramos la vida.

         En estos tiempos aparecen en la tele imágenes de pequeños a los que se pretende enviar juguetes para que gocen de la misma forma que gozan los pequeños del primer mundo,  aparecen corriendo en sus pablados mientras dirigen con palos el ritmo y la dirección de llantas de ruedas de bicicletas. Otro tirando de un primitivo carromato de plástico que nosotros lo conocimos albergando mantequilla.  Eso sí, con su hilo para tirar y con sus cuatro ruedas incrustadas debidamente para que forme un carro en toda regla. Sus ojos nos hablan de que se sienten protagonistas de esos juegos que para ellos significan la explotación de sus posibilidades aunque para nosotros que no podemos, al parecer, imaginar otro mundo que el nuestro, nos impulsa a enviarles muñecas y camiones como los que usamos nosotros en vez de valorar los suyos y aprender de ellos que el juego no entiende de procesos comerciales sino que nos desafía en cada momento a formar parte de los posibles procesos que tenemos a nuestro alcance.

         Cuando era pequeño jugábamos con esas mismas ruedas y no me identificaba para nada con la sensación de miseria y de pobreza mental que los anuncios pretenden mostrarnos de los pequeños que las usan en la actualidad. Nuestro problema no está en las mentes, que en cualquier circunstancia son capaces de obtener posibilidades de aprendizaje y de gozo, independientemente de las monedas que tengan en sus bolsillos. No. Nuestro principal problema es la enorme dificultad que tenemos para dedicarnos a aprender de unos y de otros porque no hay un solo mundo posible. Cada tiempo y cada cultura ´ha dispuesto y dispone de recursos para que sus miembros más pequeños obtengan los aprendizajes que precisan para su adecuado crecimiento. No recuerdo que mis carreras con llantas de bicicleta me supusieran limitación alguna de carencias que no conocía y sí, en cambio, procesos de crecimiento hasta encontrar el mejor giro o la velocidad mayor según el grado de destreza que iba asumiendo con el ejercicio continuado.

         Se juega a vivir y vivir es el juego y el permanente tanteo de lo que no conocemos hasta alcanzar su dominio para, una vez conseguido, lanzarnos a un nuevo desafío.  Y así interminablemente.