No sé
dónde está la clave para que determinados temas adquieran carta de naturaleza y
salgan a la palestra. Se habla de ellos como si fueran nuevos, aparecen los
sabio pelotas de siempre explicando el origen, el ámbito de contenido que van a
ocupar y todo el mundo tan contento. Al poco tiempo desaparecen y hasta otra.
Si te vi no me acuerdo. Si no fuera porque mis años en la radio me dejaron bien
claro que no surge ningún tema a la actualidad si no hay alguien por detrás que
decide sacarlo, pensaría que es como una ventolera de verano que aparece de
pronto y que lo mismo que surge se va y hasta.
Podría
estarme refiriendo a mil cosas y todas podían ser verdad pero me estoy
refiriendo a los superdotados, esos pequeños que un día caen en las manos de
algún maestro o psicólogo que se cree
que sabe mucho y después de un estudio de valor incierto, decide ponerles el
apelativo de SUPERDOTADOS. Desde ese
momento todo aquel que haya quedado ungido va a tener la vida entera para
convivir con el dichoso nombrecito. Es posible que su familia lo segregue y
aprenda a vivir con otro conjunto de seres tan ungidos como él y se acostumbre
a vivir en un mundo que es sólo para los elegidos de, los que tienen que vivir
en la cresta de la ola social porque han sido privilegiados por la fortuna y al
parecer gozan de unas capacidades que sólo están destinadas a una minoría que,
mira por dónde, se sitúan en la parte
alta de la tabla social y a los que hay que cuidar especialmente porque van a
aportar a la sociedad los servicios más cualificados y los demás, la mayoría
que no es superdotada, van a recibir a la larga, los beneficios de su
influencia.
Sé de
lo que hablo porque un día yo también fui ungido aunque no pasó de ser una
ventolera en la que mi yo se hinchó un
poco más de su tamaño habitual, que nunca fue pequeño, y no tuvo más
consecuencias porque el paso siguiente de haberme aislado en una urna de
cristal con otros privilegiados como yo no llegó a plantearse por razones económicas,
que nunca fueron boyantes en mi familia. Percibí la marca de todas formas y durante mucho tiempo me sentí infravalorado
en los servicios que recibía de la sociedad porque mis capacidades, según me
habían hecho creer, eran dignas de mejor destino que el de ir aprobando cursos
poco a poco, como el resto de mis compañeros. Todavía ahora, en el declive de
mi vida, percibo aquella marca como una señal que no me sirvió para acercarme
más a mis amigos ni para hacerme una persona más servicial y sí para tomar
conciencia de que mi capacidad estaba por encima del trabajo que estaba
desarrollando y que la sociedad era injusta conmigo porque no me ofrecía todos
los servicios para los que mi capacidad intelectual estaba destinada.
Sabemos
de sobra que cada persona tiene una dotación distinta a la del vecino pero la
razonable diferencia entre llamarse Antonio o Gloria, Azucena o Fermín, Clara o
José Luis, natural, rica y diversificadora no tiene por qué fabricar nuevos
compartimentos en los que unos vivamos marginados de los otros, como si las
normales injusticias de la vida no nos marginaran suficientemente. La
estructura escolar debe tener la función contraria, la de hacer que todos
aportemos al conjunto lo que seamos
capaces para que el conjunto sea el resultado del esfuerzo de todos y en el que
todos nos podamos sentir integrados. Sé que hay personas con unas capacidades y
otros con otras pero la vida nos va demostrando cada día más que de esa
realidad incuestionable, lo peor que podemos hacer es separar a unos niños de
otros porque el resultado seguro que va a ser perjudicial y empobrecedor para
todos.
Al acabar el curso pasado despedí a una nueva promoción que dejaba la escuela infantil para pasar a la primaria. Hubo una novedad: por primera vez en todos estos años tuve que contestar, a través del programa Séneca, una serie de preguntas sobre cada uno de los alumnos que daban ese salto, para detectar si eran de altas capacidades. Yo contesté honestamente a las preguntas y en todos los casos añadí en el apartado de observaciones que me parecían niños normales. El programa cerraba mi intervención convirtiendo en una numeración mis respuestas. No puedo decir que me sorprendiera que quedaran en los puestos altos los niños que habían demostrado más capacidades intelectuales, y que no les había rebajado la puntuación las dificultades en sus relaciones con los demás que aún presentaban.
ResponderEliminarAunque respeto cualquier intento de mejorar la información académica, y creo que el programa Séneca lo es, me alegro de haber terminado mi vida laboral antes que tenerme que andar batiendo el cobre con la complejidad de datos que se pueden albergar en un ordenador y que vaya usted a saber quien los va a leer el curso próximo. Preferiría un poco más de inversión en una persona más en el equipo para que las dotaciones humanas fueran más ricas y no preocuparnos tanto de jaulas y más jaulas donde albergar nuestras cualidades. Te toca a tí dilucidar qué haces con las nuevas posibilidades y a mi mandarte un abrazo
EliminarLas etiquetas no son buenas, desde mi humilde opinión. La vida ya se encargará de que cada uno se identifique a sí mismo y averigüe quien es. Abrazos.
ResponderEliminarMuy interesante...ya se catalogan desde niños!
ResponderEliminarSaludos
Efectivamente es otro tema repetido y sin solución, quizás porque los solucionadores no tienen ni la menor idea. Vamos que superdotados seguro que no son.
ResponderEliminarNunca he terminado de tener claro si la segregación ayuda o perjudica al niño o niña al que así se califica, tengo experiencias negativas en ambos escenarios, ni se adaptan al sistema normal, rígido como una viga de hormigón armado, ni pueden ser "normales" en un mundo que los califica y separa.
ResponderEliminarEn fin, puede que como siempre una educación adaptada a las necesidades y capacidades de cada uno sea la solución, o sea un imposible.
Un beso
Pienso que está bien que las cosas no estén claras porque entonces permiten que las dudas sigan indagando y uno pueda escavar con palabras en las zonas de sombra y seguir aprendiendo. Hay que mirar siempre detrás de lo que creemos saber hasta encontrar las dudas. Un beso
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