Sistemáticamente
se ha impuesto la costumbre de que la Navidad, o sea este tiempo por el que
atravesamos, sea el de encuentro, de reencuentro, de vivir y festejar en
familia. Como si las horas de ausencia de luz, los días más cortos del año, nos
impulsaran a reunirnos huyendo de las tinieblas y nos pasáramos el rato
contando historias de unos y de otros, una forma como otra cualquiera de sentirnos
fuertes. Y todo como trasfondo comercial, formando parte de anuncios de
turrones, de colonias o de comidas familiares. Son como llamadas a la unidad
para sentirnos, grandes, poderosos. No tengo intención de ser pájaro de mal
agüero pero quiero ofrecer tres muestras en contrario, o sea de dispersión,
desgraciadamente tan frecuentes como las convocatorias de reunión.
La
reina Juana de Castilla, más conocida por la Loca casó con Felipe el Hermoso y
con todo el amor del mundo tuvo seis hijos de su mismo esposo. Por cuestiones
políticas y territoriales fue separada de cinco de ellos para satisfacer los
intereses de sus padres, los Reyes Católicos , de su esposo o de su hijo Carlos
I según los casos. Con la única que pudo convivir fue con su hija menor que se
quedó a ciudarla, una vez declarada oficialmente Loca y recluida en Tordesillas
donde vivió más de 40 años. Entre viajes de Castilla a los Paises Bajos más los
juegos de intereses familiares de cada momento, esta mujer se vio privada de la
crianza de sus hijos en contra de su voluntad porque los intereses de sus más
allegados se impusieron a los suyos de esposa, de hija y sobre todo de madre e
incluso los de reina. Fue reina hasta su muerte y nunca reinó porque otros
argumentos ajenos a los suyos propios se pusieron de por medio y la
desplazaron. La llamaron Loca porque no estuvo de acuerdo con lo que estaba
viviendo y manifestó su desacuerdo de la manera que supo y que pudo, tanto si
coincidía con los usos de la época como si no. Hoy sabemos que probablemente
fue el personaje más moderno de su tiempo y sigue siendo una figura que suscita
el interés como ejemplo de coherencia personal, al margen de los
convencionalismos e intereses de su época.
En la
guerra civil española se fletó un barco de niños que, para quitarlos del drama
de los bombardeos fueron trasladados a la Unión Soviética, teóricamente a pasar
un verano mientras la guerra pasaba porque nadie pensó que fuera a durar mucho
más. Las escenas de despedidas son verdaderamente desgarradoras. He preferido
ofrecer una imagen de entonces, pero con el dramatismo contenido en la figura
de ese niño en la ventana de un tren y en el juguete que le acompaña. La
mayoría de esos niños nunca regresaron con sus familias. Sólo a unos pocos los
hemos visto aparecer de visita a los lugares de donde fueron arrancados un día,
ahora como turistas que recuerdan con lágrimas en los ojos secuencias que nunca
debieron vivir y regresar a sus verdaderos hogares, muy lejos ya de aquellos de
los que hace tantos años fueron literalmente arrancados.
De los
millones que viven las migraciones por causas tan diversas como guerras,
hambrunas u otras razones tan injustas como ellas, siempre recuerdo los
comentarios de mi amiga Isabel, o Nati o tantos otros que han acompañado a sus
familias a un país que no era el suyo y en el que han sido tratados como extranjeros.
Con mucho dolor y con mucho esfuerzo han ido abriendo un espacio para ellos,
siempre como extranjeros y un día han vuelto a arrancarlos del país de acogida
para volver a su tierra por intereses ajenos a los suyos siempre y cuando han
regresado a los que fueron sus hogares se dan cuenta de que ya no los reconocen
y se encuentran de extraños en su propia casa, habiendo dejado a sus amigos en
los países en los que han vivido y teniendo que andar viviendo en unos lugares
y soñando con otros en los que ya no viven ni van a volver a vivir nunca más.
El drama es tan frecuente que parece que sacarlo a la luz sea no comprender la
realidad de la vida.
Una interesante llamada de atención a nuestras conciencias...
ResponderEliminarSaludos
A pesar de casa una de tus historias de dolor y pérdida yo apuesto por encontrar el abrazo en una noche iluminada con velas.
ResponderEliminarYa sé que es comercial, pero no se puede ser siempre coherente, ¿no?
Un beso
¡Claro que son tristes esas historias! Y también te doy la razón que la Navidad se ha convertido en un negocio, pero para el creyente no lo es, celebra de verdad que Cristo nació para darnos a conocer otra manera de vivir, aquí y ahora y todo lo demás nos sobra.
ResponderEliminarSea como sea, no caigamos en las garras de los que se quieren aprovechar de nuestro dinero con cosas superfluas.
Sabes que respeto lo que piensas, así que pasa esas fiestas como mejor creas conveniente.
Un gran abrazo.
Sor. Cecilia
en torno a la navidad y las idas, venidas, vueltas a casa a, supuestamente, comerse el mazapán, no es sino el tributo es el tributo que bien caro pagamos de dos mil años a esta parte con el pretexto de un nacimiento. si fue real en el tiempo, no es tema por discernir. Lo demás, de excesos y defectos, y aberraciones, es asunto de los celebradores del evento. Es decir, aquí pocos salimos libres de responsabilidad. Todo lo demás, trágico histórico, ha sucedido aun cuando la navidad la eliminemos. Doblemente tragedia.
ResponderEliminarHumildemente creo que el arreglo del mundo se nos escapa de las manos.
Otros vendrán (que lo empeorarán)
besos