Reconozco
que la lección de vida y de otoño de la semana anterior con la experiencia de
Pitres y con el complemento perfecto de Manuel Ángel, recién llegado de Dúrcal
con una lección parecida todavía caliente entre las manos es algo deseable para
cualquier persona, especialmente para los pequeños, siempre tan necesitados de
contactos con la realidad cambiante de la vida. En las escuelas no es raro que
estos días se vea a los niños entrar y salir con lotes de hojas caídas de aquí y allá para ofrecer una imagen otoñal en
los murales interiores que van a adornar las paredes de las aulas o de los
pasillos durante unos días, mientras llega el siguiente tema. No está mal. Algo
es algo y siempre es bueno que los niños toquen cualquier asunto como las hojas
que han caído y que señalan que se ha cubierto una vez más el ciclo de la vida. Pero la vivencia
integral de experimentar esa sensación en un lugar rodeado de árboles donde se
ve, se toca, se huele y se vive el otoño…, no tiene color.
El
ciclo lo hemos cerrado tradicionalmente con la FIESTA DEL OTOÑO que consiste en hablar con las familias y que cada
una aporte un elemento de esta época en forma de fruta, por ejemplo o algún
plato elaborado en casa y ofrecido para que todos podamos probar: potaje de castañar,
bizcocho con nueces o pasas, carne de membrillo, membrillo cocido con boniato y
tantos otros como las familias conocen. Se acuerda un día y esa mañana se la
dedica en gran parte al otoño con algún mayor disfrazado de castañero, se hace
un fuego en medio del patio y a su alrededor nos reunimos para contar lo que
significa esa mañana y lo que hemos traído entre todos para comer y que es
propio de esta época del año. El caso es pasar un buen rato alrededor del fuego
contando historias, otro ritual típicamente otoñal, que nos permite sentirnos
unidos y saboreando el tiempo que pasa mientras el fuego consume los trozos
viejos de algún mueble y nos calienta con su muerte. El acto terminará con una
o varias mesas llenas de los productos que hemos logrado reunir y que nos
comeremos aunque ese día, a la hora de comer sólo podamos completar la dieta
con una fruta.
En la
propia clase se han podido preparar algunas combinaciones culinarias que luego
se van a ofrecer en la mañana de la fiesta junto a las que se traen de la casa.
Es verdad que hemos llegado a una evolución de las costumbres que hacen que sea
difícil que muchos niños prueben de la gran variedad de guisos que se ofertan.
Pero no podemos desanimarnos porque hemos llegado a donde estamos. En todo caso
nuestra propuesta se encamina a recuperar los orígenes de nuestras culturas, a
nuestro encuentro con costumbres casi desaparecidas y a la posibilidad de conectar con nuestros
ancestros en toda su plenitud
compartiendo sus ritos, sus sabores, sus olores y las historias que hacen
presente un acontecimiento como el otoño, tan sabroso y tan intimista. Se ha
impuesto esta tradición en nuestras escuelas y siempre resulta una invitación a
la vida, al paso del tiempo, a la diversidad de olores, sabores y vivencia
grupal.
Como
puede verse, lo que se intenta es ofrecer una escuela que está directamente
ligada con la vida. No quiere decir que no exista un aula y que en ella se
desarrolle un programa con su temática
correspondiente para cubrir los objetivos propuestos por la estructura
académica. Lo que pasa es que en la vida siempre hay muchos caminos para llegar
a un mismo destino y a la hora de elegir el que nos va a conducir podemos eliminar aquellos en los que apenas si
nos vamos a sentir poco más que extraños y vamos a centrarnos en uno que casi
esté configurado a nuestra medida y que en muchos aspectos hasta lo diseñemos nosotros. Seguramente el
destino puede que sea el mismo en todos los casos pero las vivencias pueden ser
muy distintas dependiendo del que hayamos elegido. No habrá más que ver las
caras de los pequeños al llegar para interpretar las vivencias por las que han
atravesado.
Toda una iniciativa...
ResponderEliminarExcelente "El Bolero"
Saludos
Muchos caminos para llegar a un destino, aunque no todos ofrecen la misma riqueza de matices, sin duda.
ResponderEliminarUn saludo
Dan ganas de volver a la escuela y volver a vivir otoños y vida con olores, sabores y texturas. Y si encima se lo zampan...me apunto ya.
ResponderEliminarPor cierto estoy asando castañas en el microhondas jajajaja.
Pero eso, querido Carlos, es porque eres muy listo. Yo he pedido a una pequeña empresa del Bierzo, que me mande magdalenas de harina de castañas. Quiero probarlas. Te invito. Un abrazo
EliminarMe encanta esta iniciativa, el otoño trae variedad de frutos que pasan desapercibidos por muchos niños.
ResponderEliminarRecuerdo a mi abuela haciendo membrillo o conservas de Rovellones o castañas en almíbar.
Gracias
Un saludo
Esa secuencia de tu abuela haciendo carne de membrillo y conservas de la que me responsabilizo y la que creo que no debiera nunca de salir de la escuela. Un beso
EliminarOcurre que no siempre el tren ese, vital, de otoños, veranos, inviernos.. no siempre va más allá de surcar primaveras: 'Alguien lo mece malamente y jamás alcanzarán al andén los viajeros?
ResponderEliminarCon lo bello que es vivirse de otoños!
bss
Tengo que reconocer que no le perdono al otoño que nos robe las horas de luz pero en cuanto a colores y sabores no creo que haya otra estación como ella. Un beso otoñal
EliminarAyer salimos al nuevo parque que han abierto en el antiguo cuartel de las Palmas, y que asumimos como extensión natural de la escuela, a recoger las hojas caídas para hacer con ellas unos carteles que anunciarán en todos los espacios de la escuela la fiesta de otoño que haremos el viernes. Eso sí, las castañas vendrán asadas desde la cocina.
ResponderEliminarPero estoy seguro que, una vez más, la aportación de las familias hará que el acto se convierta en un canto al paso del tiempo y en un tributo al gusto para quienes se arriesguen a probar más de un manjar que puede que les resulte nuevo. A disfrutarlo. Un abrazo
EliminarEstábamos reunidos muchas personas de esas -creo- que viven más intensamente. Alguien preguntó cuál era la estación que nos gustaba. ¡La primavera! dijeron todos. "Vicente he quedado mudo". E indiqué que amaba el otoño. Hasta ahí la anécdota. Pero los chicos y también los grandes reciben fechas, números y hasta esos clichés sentados sobre un pupitre que inmoviliza las piernas, el corazón y la imaginación.
ResponderEliminarBuena entrada como son las tuyas.
Abrazos.