A
estas alturas de la vida se hace difícil creer en la pureza en ninguno de los
órdenes de la vida. Cuando se trabaja con pequeños sabemos que es imposible que
te crean algo de lo que les aportes que no sea de verdad. Y sin embargo cada
día más son los mayores los encargados de acompañar a los pequeños durante más
horas al día y de ser los familiares más cercanos por los problemas derivados
de las jornadas laborales a que se encuentran sometidos sus padres. Parece una
contradicción pero en la práctica no hay tal. Los pequeños escuchan cualquier
cosa que se les diga y hasta pueden dejar entender que le hacen caso y que
actúan en consecuencia, pero si un pequeño detecta que lo que se le ordena no
va acompañado del comportamiento de quien se lo ordena, no tendrá la menor duda
de que debe pasar de lo que se le ha dicho y hará caso a lo que vea de verdad en
el comportamiento de quien se lo esté diciendo.
Con
demasiada frecuencia funcionamos a base de hacer
lo que yo os diga pero no hagáis lo que yo haga y esto casi de manera
cotidiana porque una cosa es sembrar y
otra dar trigo. Con los pequeños, con inusitada facilidad nos comportamos
como si fueran tontos. No nos damos cuenta de que no tiene nada que ver el ser
pequeño con el ser tonto. Con toda facilidad entienden que les ofrecemos un
conjunto de normas y les pedimos que las cumplan pero nosotros las ignoramos
por completo. Sin solución de continuidad ellos van a pasar por completo de lo
que les contamos, que les va a sonar a milongas y se van a comportar como nos
ven comportarnos a notros. La influencia de cualquier persona de referencia
sobre un menor es alta, muy alta, puede que incluso determinante pero no en
relación directa a lo que el mayor pretende del pequeño sino en relación a lo
que el pequeño recibe verdaderamente del mayor. La relación se mueve, por
tanto, como en dos planos: el formal o aparente y el real o efectivo y
verdadero.
Podríamos
poner miles de ejemplo del acontecer cotidiano para ilustrar lo que decimos
aunque pienso que quien lea estas líneas estará de acuerdo con lo que se dice y
tendrá de su propia relación miles de ejemplos que la ilustren. A título de
muestra ahí van algunos. El maestro que entra en la clase y a voz en grito les
ordena a los pequeños que hablen bajito porque si no no nos oímos unos a otros.
Que hay que procurar aficionarse a la lectura y leer cada día cuando los pequeños lo están
viendo que jamás lee. Que hay que
respetar la opinión de los demás cuando el propio maestro es el que en todo
momento dictamina cómo han de ser las cosas en clase y no atiende ninguna
sugerencia de ningún alumno. Este conjunto de incongruencias forman un cuerpo
de falsedades que son entre las que se desenvuelven los pequeños cada día y dan
como resultado que los responsables adultos viven en una onda y los pequeños se
mueven en otra. Pero los pequeños necesitan de la influencia de los mayores
porque no conocen el mundo y tienen que aprenderlo de los que tienen cerca.
Entonces
sucede un fenómeno muy sencillo aunque muy desdichado. Los pequeños están
asumiendo lecciones de los adultos sobre cómo han de comportarse en la vida,
pero no son lasque los adultos les dicen cada día sino sobre las que ellos ven en
sus comportamientos reales. Si ven a los adultos gritar, digan lo que digan
aprenderán a gritar, si los adultos son violentos con ellos, digan lo que digan
aprenderán a ser violentos. Si los adultos les dicen una cosa y hacen otra, los
pequeños aprenderán a mentir de manera sistemática. Hay que ser muy humilde,
por tanto para permanecer con un pequeño y saber que sólo lo que somos de
verdad es lo que les transmitimos y que los sermones tienen un recorrido muy
corto en educación porque sólo vale lo que somos de verdad. Que los niños
necesitan de nosotros lo que somos, no lo que decimos que somos.
Es una gran verdad, Antonio: debemos predicar, pero también aplicar lo que se predica, de nada sirven las enseñanzas si no van acompañadas del ben ejemplo pues estaríamos borrando con el codo lo que escribimos con la mano.
ResponderEliminarMuy bueno e instructivo tu artículo de hoy.
Un abrazo y buen domingo.
Y los niños saben observar.....
ResponderEliminarSaludos
Muy buen escrito. Me gustó
ResponderEliminarLos niños siempre dicen la verdad porque ellos observan y ven más allá de la apariencia.
Me gusta mucho tu artículo, La nemotecnia ya en su ejercicio nos ayuda a determinar de cual padre es este hijo. Y para nosotros como padres, abuelos o maestros o como sea que seamos, un poco de auto observación, auto reflexión, luego imprimirle auto control podría ayudar en algo para hacer realidad lo que demandamos de los más pequeños en ese momento y del adulto cuando ya lo sea. Un beso.
ResponderEliminarAl final, si uno lee despacio tu comentario, lo que se obtiene como resultado es la aplicación del sentido común que, como se dice, es el menos común de los sentidos. Lo que importa es aprender siempre que podamos. De nuevo mi agradecimiento y un beso
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