En más
de una ocasión hemos levantado la voz desde este humilde púlpito para clamar
contra las prisas por la consecución de determinados objetivos escolares y
hemos avisado también más de una vez que esas prisas no nos llevan a ningún
sitio porque en la consecución de un objetivo parcial somos capaces de dejarnos
en el camino capítulos troncales que se pueden perder para siempre o que nos
van a costar un gran esfuerzo recuperar. Pero me doy cuenta de que hablo de la
conveniencia de vivir la vida con placidez y sin prisa y lo hago en contra de las corrientes
dominantes que buscan resultados a corto plazo. Manuel en su comentario anterior parece que
sugiere que hay una corriente que defiende la lentitud como mejor forma de vida
y el camino como mejor resultado frente al punto de destino. El tema me ha gustado y
quiero engancharme a esa corriente que defiende la lentitud.
Se
trata, por tanto, de plantearse la vida en armonía con el desarrollo físico y
mental y no precipitarse buscando resultados en el menor plazo posible poniendo
en riesgo el propio desarrollo del conjunto. No es un solo aspecto el que puede
verse afectado y de hecho se ve. Buscamos que los niños anden cuanto antes
haciendo que sus tiernos huesos puedan doblarse por soportar antes de tiempo un
peso superior al conveniente. Insistimos más de la cuenta para que aprendan a
pronunciar una serie de palabras y fonemas que provocan que los pequeños
pierdan el interés por comunicarse y dejen de gozar con el ejercicio de su
vocalización espontánea. Que aprenda a controlar esfínteres a la carrera y
dejen de gozar con la conciencia de sentirse dueños de sus músculos para
permitir o retener sus fluidos corporales a voluntad. Que aprendan cuanto antes
a comer solos y que dejen de gozar del placer de tocar los alimentos, conocer
sus texturas y saborearlos a placer sin tener que andar preocupados todo el
tiempo de si se manchan o no. Y así
podríamos seguir con muchas más adquisiciones propias de esta edad y, por
tanto, fundamentales para la vida.
De
cada uno de los aprendizajes promovidos antes de tiempo es posible que
obtengamos un porcentaje de resultados que coincidan con nuestro propósito pero
tenemos que ver el resultado global en todo el conjunto de pequeños en el que
lo hemos promovido. De un grupo de veinte es posible que obtengamos una
valoración acorde con nuestros propósitos en cinco de los alumnos. Podemos
darnos por satisfechos con semejante resultado pero es profundamente injusto
que ignoremos a los quince restantes y a los daños que hemos podido infligir en
ellos por haberlos sometido a una presión superior a la que ellos podrían
interiorizar sin presiones. Significa también un planteamiento inicial de los
profesionales que es importante delimitar.
Tenemos que saber que nuestro trabajo tiene que estar dirigido a todos
los pequeños que configuran nuestro grupo y no sólo a los cuatro o cinco
capaces de seguir el sobreesfuerzo que les propongamos.
La
lentitud vista de este modo se convierte en un planteamiento educativo adaptado
a los niños y que pretende su desarrollo y su aprendizaje acorde con su madurez
cronológica y mental. También podemos admitir que no siempre se puede trabajar
al ritmo de todos y cada uno de los miembros del grupo pero sí podemos y
debemos trabajar para que nos pueda seguir la mayoría y este ritmo cada maestro
es capaz de detectar dónde se encuentra. No debiera consentirse que ninguna
escuela sostenida con fondos públicos,
bien directamente o a través de concierto, sometiera a los pequeños a un
ritmo de trabajo que no es acorde con su desarrollo y que puede ser seguido por
un máximo del 25 por ciento del grupo. Eso es sencillamente un abuso y una
injusticia. Hablamos de la escuela y podemos llevarlo a cualquier otro orden de
la sociedad. Muchas veces nos vemos atendidos por cualquier servicio público
como si se nos estuviera haciendo un favor que tengamos que agradecer cuando la
verdad es que ese servicio público nos corresponde por derecho. Defendamos la
lentitud en la vida para que cada cosa nos llegue en su momento y cuando
podamos asumirla en su plenitud.
Aqui em meu país, o Brasil, existe um dito popular- "devagar se vai ao longe"! Excelente post! Parabéns!
ResponderEliminarGrande abraço
Muy bien explicado...ene el fondo hablaríamos del "sin prisa pero sin pausa".....
ResponderEliminarUn cordial saludo
Mark de Zabaleta
"Elogio de la educación lenta" es el libro de Joan Domènech Francesch en editorial Graó que me dio a conocer este movimiento de la lentitud aplicado a la enseñanza. Y ese libro me llevó a "La pedagogía del caracol" que Gianfranco Zavalloni sacó en la misma editorial. Ambos hacen referencia a Maurice Holt, creador del Slow School movement, que es la versión educativa de la propuesta que hace Carl Honoré en "Elogio de la lentitud" (RBA libros) y que tiene su mejor exponente en el Manifiesto del Slow Food de Carlo Petrini.
ResponderEliminarPrecisamente en una de las escuelas de la Fundación Granada Educa este curso tienen como tema común a desarrollar por todo el equipo el de la gestión del tiempo, el de evitar las prisas, el de dar tiempo para no forzar los ritmos.
Algo así necesitaría una sobrina-nieta de Almería a la que están metiendo en un aprendizaje acelerado del control de esfínteres, para que llegue sin pañales a la escuela en septiembre y que de momento le ha provocado un buen estreñimiento.
Ya sabes que mi debilidad es la literatura. De todas formas voy a localizar los libros que mencionas y puede que a alguno le meta mano. Creo que es cuestión de actitud y de respeto por los menores. Me alegro por la decisión de esa escuela de nuestra empresa. Una vez más, al frente de las últimas novedades. Sobre tu sobrina - nieta de Almería, qué te voy a decir que tú no sepas. En todo caso, que me uno a tu sentimiento por los malos ratos que estará pasando la pequeña y, sobre todo por las consecuencias que le va a dejar tanta prisa en su cuerpo. Un abrazo
EliminarAntonio: hay cosas en esta vida que no se deben hacer con lentidad...otras sin prisa, pero sin pausa....genial reportaje. Un beso
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