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domingo, 22 de febrero de 2015

COMPLEMENTOS


         La semana anterior no pude ni quise evitar meterme  en las historias que cuento. Sé que al final uno no habla de otra cosa que de uno mismo. Lo sé y lo acepto. Lo que pasa es que me parecía que valía la pena remarcar que cuando uno tiene la dicha de meterse en un proyecto en el que se ha puesto todo lo que uno tiene y además logras llevarlo a cabo con otras personas que, más o menos, comparten contigo el compromiso, automáticamente te conviertes en un ser privilegiado que estás obligado a vivir a tope la experiencia y después, si puedes a comunicarla para que alguien se entere y entienda que en este mundo sucede mucho malo pero también mucho bueno. Era una especie de confesión y sé que no será la última aunque no quiero dejar mi objetivo de centrarme en la educación de los más pequeños.

         Andábamos, si recordáis, con la asamblea y decíamos que era el momento más importante de la jornada y se producía mezclado con la primera comida de los pequeños, de fruta del tiempo. Una vez exprimido el contenido del grupo y consumida la fruta es el momento de pasar por el cuarto de baño. Hay que recordar que estamos en una edad en la que, o bien están aprendiendo a ser autónomos o ya lo son pero de manera frágil. Hay que proponer la visita de vez en cuando para normalizar los momentos de higiene y, si es posible, conseguir que se produzcan los menores incidentes posibles. Es verdad que en el caso de que se produzcan conviene quitar hierro y cambiar de vestimenta sin dramas pero mucho mejor es que todo se desarrolle en unos tiempos asumibles por ellos y que las visitas al cuarto de baño sean normalizadas, y gozosas, con los menores contratiempos posibles. No hay división en nuestros cuartos de baño y el hecho añadido a la satisfacción de las necesidades es el de conocer nuestros cuerpos y los de los demás, intercambiar opiniones sobre la importancia de lo que estamos haciendo y aprender a bajarnos y subirnos la ropa si es que logramos de las familias que lo faciliten con los tipos de prendas con que los visten.

         Según los cánones formales, para este cometido hay una serie de compañeros que deben trabajar con los tutores de los grupos y cuya función es la de estar a la orden de los tutores. Se llaman educadores, trabajan en el mismo espacio que los tutores, pueden ser maestro como ellos y de hecho la mayoría lo son pero su sueldo a fin de mes es significativamente menor que el de los tutores. En nuestro caso, como ya he explicado en textos anteriores, esa diferencia de funciones o de categorías no existe  y los pequeños se sienten en todo momento atendidos por sus tutores que en vez de uno con su ayudante al lado, sencillamente suelen ser dos que se distribuyen las funciones, todas las funciones de manera aleatoria de modo que los niños no pueden distinguir ningún tipo de jerarquía entre las personas que los cuidan, sencillamente porque no las hay. En la comida vamos a encontrar otro momento en el que es posible que las atenciones puedan estar a cargo de educadores que no son sus tutores, incluso que no  ven a los niños más que en este momento y que, una vez terminada la comida, vuelven a desaparecer. En nuestro caso, sencillamente nos turnamos para poder comer nosotros también pero quienes atienden la comida son los tutores aunque pueda haber compañeros que colaboren.


         El momento de cuarto de baño con el momento de comida, el momento de patio y el de entrada y salida en el que hay que quitarse o ponerse la ropa es el que las grandes estructuras oficiales guardan para los educadores, creando una división de funciones, con sus correspondientes diferencias salariales que, aunque los niños no entiendan de economía, sí que integran automáticamente quien manda en un lugar y quien tiene que obedecer. Y eso son aprendizajes esenciales y profundos que quedan grabados para siempre. Aquí es donde debemos marcar a fuego un proyecto educativo global y continuado en el tiempo porque el aprendizaje que se va a producir como forma de vida va a ser muy superior a cualquier lección del contenido del programa. 


domingo, 15 de febrero de 2015

EQUIPO


         Hay trabajos que funcionan bien y otros que funcionan mejor. Allá por 1980, cuando convencimos a las fuerzas políticas de que el servicio a la primera infancia tenían que asumirlo aunque no fuera su competencia en sentido estricto nos sentíamos responsables por completo del proyecto y asumimos el planteamiento con todas las consecuencias. Ahora, visto a la distancia y cuando todo se ha homologado con el contexto que le rodea es difícil entender algunas de las medidas que asumimos entonces y que nos cargaron de autoridad los años que pudimos llevarlas a la práctica con nuestro criterio. Me gusta pensarlo y saber que fue verdad aunque hoy ya no sea como entonces.

         Para establecer el sueldo sumamos los distintos puestos por la cuantía que establecía el convenio en vigor: cocineros, educadores, maestros… los dividimos por las personas que formábamos el equipo y nos dio como resultado una cantidad que fue la que establecimos como sueldo para todos. No fue ni un año ni dos los que mantuvimos vigente este reparto salarial. El planteamiento era muy simple aunque el ponerlo en práctica no lo fuera tanto. En el planteamiento educativo estábamos convencidos, muchos lo seguimos estando, de que cualquier necesidad que tuviéramos que cubrir en los niños tenía la misma importancia: comida, cambio de pañales, vigilancia en el patio, explicación de los colores… Si estábamos de acuerdo en eso, y lo estábamos, no podíamos asumir cómo teníamos que cobrar sueldos distintos cuando no eran distintas ni las responsabilidades ni las horas de trabajo de cada uno. Es verdad que unos ganaban menos que los compañeros de otras empresas y otros más pero la noción de equipo de trabajo no necesitaba de ninguna argumentación porque se cimentaba en que, a igual trabajo, igual salario.

         Con el paso de los años todo fue volviendo a la normalidad social y hoy, a pesar de que la estructura empresarial me sigue pareciendo ejemplar en relación al contexto en el que vivimos, aquel punto de utopía del que nacimos y que mantuvimos en alto los primeros años, al menos los diez primeros que yo recuerde, no nos lo quita nadie. Reconozco que también he ido asumiendo las diferencias económicas hasta llegar a la situación actual que, básicamente es la misma que en cualquier otra empresa aunque los planteamientos educativos todavía mantengan las diferencias porque significan un planteamiento radical de escuela en el que los niños tienen que ser los protagonistas de su propia educación y la escuela, más que una obligación es una oportunidad de vida y de convivencia que nadie se quiere perder por nada del mundo. Pero hay que reconocer que aquel planteamiento inicial casi igualitario en beneficio material y en responsabilidad  ya no es el mismo. El hecho de que algunos lo hayamos podido experimentar en primera persona hace que hayamos conocido una alternativa de vida distinta, posible y vigente cada día. Los patronos no tenían problema porque no tenían que poner más dinero. Solo nos interesaba repartirlo de otra manera para que todos nos sintiéramos implicados en el proyecto común.


         Seguramente todo era distinto entonces, no lo dudo. Creíamos que había un sinfín de cosas que se podían hacer de otra manera  y algunos estuvimos dispuestos a arriesgar nuestras profesiones y nuestras vidas por conocer a qué sabía vivir así, sentirse protagonista de tu trabajo y compartirlo con otras personas que asumen el mismo compromiso que tú aunque su función se distinta. No tengo conciencia de que supusiera una gran dificultad. Lo que sí tengo que señalar es hasta qué punto, el hecho de que un proyecto de este tipo se ponga en marcha significa que la vida interior de nuestras escuelas ofrece un esquema de comportamiento radicalmente distinto sin necesidad de que nadie tenga que hacer ningún alarde de explicar los fundamentos en los que se basa, las dificultades con que se encuentra en el día a día o las consecuencias que se derivan de su desarrollo. Sé que hoy no es lo mismo y que muchas cosas se han normalizado, pero siento una enorme satisfacción de hacer sido protagonista de un experimento único durante una serie de años y sé que me moriré con esa satisfacción en el cuerpo.


domingo, 8 de febrero de 2015

ASAMBLEA


         La semana pasada esbozamos someramente la estructura de trabajo que llevamos materializando desde hace 35 años, con sus evoluciones correspondientes como es lógico, a medida que evoluciona el mundo que nos rodea. Yo insistí en una suerte de recibimiento informal al que le apliqué unos 30 minutos de tiempo por decir algo porque con los pequeños las secuencias de tiempo se convierten en poco más que indicaciones que luego tienen que pasar el filtro de la realidad concreta. Unas veces es posible seguir las indicaciones propuestas, otras se alargan más porque el contenido se aprecia provechoso y otras en cambio hay que cortar antes de tiempo porque uno percibe que la conversación no da más de sí.

         Se ocupa un espacio de la clase en el que tengan cabida todos en forma de corro. De hecho el reclamo es precisamente. “Vamos al corro”. Hay quien lo hace con los pequeños sentados en sus sillas. A mí siempre me ha gustado más en el suelo. Si hoy lo hiciera seguiría utilizando el suelo. Con los de menos de tres años se comienza partiendo la fruta que corresponda , se pela y se reparte para que todos la prueben mientras se va introduciendo el tema del día o se recoge algún asunto que se haya hecho presente mientras comentaban entre ellos. Aquí es otra forma de lenguaje el que tenemos que usar. Aquí no cabe que cada uno diga lo que quiera y cuando quiera. Hay un orden de tema y es sobre ese tema sobre el que hay que hablar aunque siempre cabe integrar otro, pero sobre todo, para hablar hay que esperar turno, levantar la mano y cuando le toque a cada uno, decir con brevedad lo que cada uno tenga que decir porque todos tenemos derecho a hablar y tenemos que permitirlo. Sobre la duración de la asamblea podemos decir lo mismo. Para orientarnos, media hora, pero sólo como indicación. El propio desarrollo del tema que estemos tratando nos va a establecer mejor que ninguna otra cosa el tiempo que vamos a permanecer.

         El tema del día lo puede introducir la persona responsable y lo normal es que así sea pero también cabe que cualquier miembro del grupo sea el que lo plantee porque lo ha escuchado en su casa, porque lo dijo la tele o sencillamente porque se trate de un asunto que le interese especialmente y se sienta motivado hasta el punto que decida contarlo a sus compañeros y esperar, una vez terminado el planteamiento, por dónde transcurren las intervenciones y, en función de ellas, comprender que el asunto interesa, y en ese caso dedicarle el tiempo que necesite o, por el contrario, los comentarios tienden a dispersarse, lo que indica que el tema no interesa demasiado y hay que ofrecer alternativas en el momento para que el grupo se sienta interesado y la persona que ha sacado el tema no interprete que se le desprecia. En la asamblea cabe todo por principio: desde una propuesta ingeniosa y nueva que luego nos permita trabajar  algún asunto hasta tener que enjuiciar algún comportamiento inadecuado que haya de ser debatido y sobre el que haya que tomar las medidas que sean precisas si es que algún miembro se ha salido de madre.


         Los primeros que tenemos que creernos lo que hacemos somos las personas responsables. Si nuestro comportamiento ofrece credibilidad a los pequeños, ellos entran perfectamente en situación y se la creen sin dudar. Pero si ellos perciben alguna señal de que nosotros no somos convincentes, nuestra labor se vendrá abajo como un castillo de naipes. Podríamos decir que la asamblea se convierte en el tronco de la jornada porque en ella en donde se tratan los asuntos sobre los que versa todo el trabajo del día. Es el momento también en el que todos estamos presentes y los asuntos que se traten tendremos que asumirlos todos porque luego, cuando sea necesario tendremos que hacer referencia a que cualquier tema que se haya tratado en la asamblea debe ser puesto en práctica si así se acordó que se hiciera o hay que exigir a cualquiera que se comporte de una manera determinada precisamente porque así se dispuso. 


domingo, 1 de febrero de 2015

RINCONES


         La configuración de los espacios determina en gran medida las posibilidades de acción que se pueden desarrollar en ellos y hasta la propia forma de hacer. En las aulas en que hemos trabajado y en las que mis compañeros siguen trabajando hay espacios definidos desde hace bastantes años ya, lo que quiere decir que se ha creado escuela sobre una forma de trabajar compartida y asumida para desarrollar un tipo de escuela no hermética ni cerrada pero sí estructuralmente entroncada con lo que en su día fue la escuela activa. Se trata en síntesis, de ofrecer a los menores una serie de ámbitos dentro del aula que les permita elegir actividad y compartir con pequeños grupos una serie de acciones que los hagan protagonistas de la acción educativa.

         Tampoco hay que entender estos espacios que se van a mencionar como cerrados sino como sugerencias más frecuentes, entendiendo que en otros contextos pueden ser  distintos porque lo que interesa es la forma de trabajo y no los trabajos concretos. Quiero destacar un primer espacio informe que cubre más o menos la primera media hora de la jornada y ocupa toda la clase. Es el intercambio de información entre unos y otros sobre los aconteceres que han vivido desde que se fueron a su casa la tarde anterior. No tiene más cometido que permitir que el intercambio fluya y que los mensajes entre unos y otros se produzcan con la mayor y mejor cantidad y calidad posibles. Normalmente la persona responsable puede y debe intervenir porque en ese intercambio de información, aparte de ejercitar el lenguaje hablado de una manera bastante rica, también se proyecta una foto sociológica del grupo por lo que es fácil encontrar a personas muy bien arropadas de compañeros y otras más bien solas y que se comportan como si no formaran parte de la clase.

         Hace ya muchos años que no logro entender cómo es posible que tengamos como una de las misiones fundamentales la de que los pequeños aprendan lenguaje y en cuanto llegan a la clase lo primero que impongamos casi a sangre y fuego sea que se callen. No tiene lógica el objetivo a conseguir con las medidas a tomar. Los niños tienen que hablar, necesitan hablar y aprender a hablar es bastante complicado. Mucho más, sin duda, si tienen que hacerlo a nuestras espaldas o contraviniendo nuestra órdenes. Nuestros alumnos hablan todo el tiempo y no solo pueden hacerlo con libertad sino que el desarrollo del trabajo no sería posible sin su aportación. Otra cosa muy distinta es que, según en qué momento y para qué objetivos, el discurso haya que ordenarlo en una dirección o en otra porque no es lo mismo tener que aprender a escuchar lo que dicen los compañeros, cosa nada fácil o contar una secuencia de nuestra vida de manera escueta para que los demás no se cansen y pierdan el interés en lo que les decimos.

         Hay espacios para gran grupo como el reservado para la asamblea, primer acto formal con el que se empieza cada mañana y en el que se planifica el trabajo, se ofrecen propuestas de actuación o se piden cuentas sobre el grado de cumplimiento de acciones emprendidas con anterioridad, y otros espacios destinados a pequeños grupos en los que necesariamente se han de distribuir en equipos de trabajo y que se realizan simultáneamente en la clase como el rincón de biblioteca, por ejemplo, o la cocina o los disfraces o las construcciones o el rincón de plástica. Insisto en que no son más que enumeraciones porque sería imposible establecer todas esas actividades al mismo tiempo. Son sugerencias posibles que permiten entender que la cantidad de posibilidades es muy amplia. Según las épocas del año o el interés más o menos demostrado por los pequeños nos puede decir qué acciones podemos simultanear y durante cuánto tiempo.

         Lo que me importa remarcar es que, sean estas las acciones a desarrollar u otras, el protagonismo de los pequeños es lo verdaderamente relevante. Para el desarrollo de cualquiera de estas acciones el ejercicio del lenguaje hablado es de capital importancia. No podemos comunicarnos con los demás si no es hablando o moviéndonos y esas dos capacidades deben caber en la escuela.