Ya he
hablado en alguna que otra ocasión de los talleres en general y del taller de
cocina en particular. El sistema de trabajo que vamos desgranando semana a
semana tiene aspectos que lo definen y que a estas alturas ya forman parte de
un sistema educativo alternativo que tuvo sus comienzos en los años setenta del
pasado siglo en España y que se inspira en la pedagogía de Freinet y de toda la
corriente de la Escuela Activa. Los talleres son acciones de pequeño grupo que
se emprenden por un tiempo determinado y que ocupan un espacio de la clase, o
un espacio alternativo, mientras dura la acción y desaparecen una vez que
concluye el trabajo que se pretendía realizar.
La semana anterior
comentábamos lecciones de cocina ligadas al otoño conectadas a tiempos
concretos: la vendimia, las castañas, la matanza…, de gran impacto paro que no
tenían continuidad. Ahora vamos a iniciar acciones que se repiten un día
concreto de la semana y que se
desarrollan por ejemplo, con dos o tres miembros de cada curso del
segundo ciclo de infantil, niños de tres, cuatro y cinco años. El objetivo es
poner en práctica una acción relacionada con la alimentación que siga un cierto
proceso a lo largo de varios meses de modo que consiga que los resultados de la
experiencia se incorporen a la alimentación de la escuela de la que
participamos todos porque todos comemos en la escuela. Consiste en encontrar un
espacio en que este grupo de pequeños de los tres cursos con una persona adulta
y con la colaboración de una persona de la cocina se encarguen de preparar
alguno de los platos que después nos vamos a comer todos.
La primera acción suele
centrarse en la preparación de ensaladas, que siempre han sido el primer plato
de la escuela. El trabajo con los materiales crudos resulta más asequible y
encaja perfectamente en la realidad de nuestra alimentación. Permite a los
pequeños enfrentarse a los elementos más fácilmente manipulables, combinarlos
un poco al gusto y participar del proceso de elaboración de distintas ensaladas
de un elemento concreto en un principio e ir complicando los contenidos a
medida que la destreza lo va permitiendo. Incluso permite, con toda precaución,
ir introduciendo el manejo del cuchillo para lograr que el resultado tenga una
calidad de presentación que no podía tener al principio con el sólo manejo de
las manos. Al centrar el taller en un solo día a la semana se consigue que pase
tiempo suficiente como para que se pueda comentar cada una de las elaboraciones
y las dificultades de su preparación entre los miembros del taller porque, al
ser mezclados los tres grupos del segundo ciclo permite que unos vayan
explicando a otros cómo hay que tratar los elementos que van a presentarse cada
día, las condiciones de higiene que hay que mantener y en general el desarrollo
de cada una de las sesiones de trabajo.
Hasta el final del cuso
también permite que cada uno haya participado al menos en una sesión y que la
experiencia del taller se haya extendido a todos los miembros del grupo. Esta
forma de entender la comida como parte del trabajo común acerca todo el proceso
alimenticio y lo hace que forme parte de las posibilidades de todos, con lo
cual los alimentos no solo son aquellos que se nos ofrecen a la hora de las
comidas y de los que en general no sabemos casi nada. Por el contrario, con
este modo de trabajar, los alimentos que
nos comemos los hemos visto expuestos en la calle cuando hemos paseado por el
barrio y en el taller de cocina los tocamos y los preparamos para presentarlos
para ser consumidos por todos. Desde el
conocimiento de los alimentos hasta el mismo sabor, una vez presentados, son distintos si los hemos trabajado nosotros.
En los talleres de cocina hemos manipulado sobre todo crudos por lo que nos
hemos centrado en ensaladas y en postres con variedades de macedonias. Hoy no
puedo pensar en una escuela que viva lejos de la alimentación y que, de la
manera que estime oportuno, no la incluya en el proceso educativo cotidiano.
Totalmente de acuerdo el integrar en el aprendizaje la adquisición, manipulación y consumo de los alimentos por los pequeños. Imagino que incluso evitará, o al menos mitigará, las temidas "manías" de los pequeños sobre algunos alimentos. Recuerdo que alguien en casa, a la hora de comer, cuando se presentaban las reticencias de los niños a comer algo concreto, siempre afirmaba lo mismo: reunirnos en familia para la cena es lo importante, comer no lo es; acabando por vencer siempre la resistencia del más acérrimo.
ResponderEliminarSaludos,
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarQué suerte. Pero qué suerte por no hablar de situación de privilegio, "aquí todos comemos en la escuela".
ResponderEliminarSuerte, si ello se da en Escuela Pública.
Aquí, hablo de mi Comunidad Autónoma de mi localidad... Ha sido tan brutal la supresión de becas de comedor, que para el 80% de familias, que sus hijos coman en el comedor escolar se ha convertido en un gasto inasumible.
Y como reza no sé qué refrán, "el que no tiene cabeza no necesita sombrero"...
Muy bien, claro que sí, muy bien por los talleres de cocina.... Muy educativos
Es el fondo ideario que inspiró a nuestro dilectísimo señor Wert, señor donde los haya.
Besos
Yo no he vivido esa experiencia de taller interciclo (un "palabro" para decir que juntamos a niños de 3 a 6 años, o de 0 a 3) con la comida, pero sí con otros muchos aspectos de la vida en la escuela (pintura, marionetas, psicomotricidad, juegos populares, construcciones...). En los últimos años en mi escuela tenemos asentado un funcionamiento como el que tú describes con los talleres de jardinería, en el que participa un voluntario del programa OFECUM (asociación de jubilados auspiciada por la universidad) y un maestro de la escuela. Se juntan los lunes alternos tres niños de cada grupo que van rotando para cuidar de los jardines de la escuela y sacar adelante un invernadero.
ResponderEliminarLo que demuestra, querido Manuel que la estructura de trabajo es la que pone el punto de calidad. Unos lo podemos aplicar a un asunto, ensaladas o macedonias y otros a otro, jardinería en vuestro caso. Recuerdo cuando firmamos el convenio marco con la organización OFECUM. El taller que cuentas es una monada pero la cantidad de posibilidades que ofrece el contacto con las personas mayores es inmensa y se podría explotar mucho mas. En nuestra escuela los usamos para el taller de cocina, para bordados en el patio y para cuentos a pequeños grupos también al aire libre pero en este momento creo que se cortó la relación. Supongo que en cualquier momento puede surgir otra. Un abrazo
ResponderEliminarYa están puestas las bolsas de los niños en la exposición de homenaje a José Guerrero. Nada más entrar es lo primero que hay en la sala de la primera planta.
EliminarEn principio la exposición es hasta el 8 de febrero, pero es posible que la prorroguen.
Buen post nos acercas hoy gracias,saludos.
ResponderEliminarAprender haciendo, disfrutando, tocando y comiendo, que envidia me dan siempre tus alumnos.
ResponderEliminarUn beso
No es mala idea. Muchos de nuestra generación lo hubiésemos agradecido...
ResponderEliminarUn cordial saludo