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domingo, 9 de noviembre de 2014

RIESGO


         En las dos semanas anteriores tengo la sensación de haber recogido zonas de la infancia que parecía que se iban a quedar atrás o desatendidas. Y es que los tres primeros años de la vida parece como si fueran de segunda o que tuvieran menos interés. De hecho, hasta desde el punto de vista administrativo los profesionales idóneos para acompañar estas edades, lejos de disponer de la mejor preparación posible como creo que deberían ser, un módulo de FP es todo lo que necesitan legalmente para acompañar a un grupo. Hemos llegado sólo hasta aquí por el momento. No me parece suficiente pero no tenemos otra cosa.

         Profundizar en la educación perceptiva ,propia del primer año de la vida, nos llevaría semanas y semanas. Lo hemos repetido y tendremos que seguirlo haciendo porque nunca como en este tiempo estaremos tan cerca de las claves de la educación. Nunca como en este tiempo será necesario personas sólidas y maduras que ejerzan su profesión junto a los pequeños porque va a ser la forma de ser de estas personas las que van a dejar su huella profunda en los pequeños. Es el propio cerebro el que se está configurando a través del proceso de mielinización, de modo que esos primeros esquemas de comportamiento se graban hasta físicamente formando las arrugas cerebrales que van a durar toda la vida. Son como los trazos de la historia personal de cada uno los que se marcan ahora en el cerebro. Cuando nacemos, las curvas cerebrales son casi planas y es en los primeros años de la vida cuando se convierten en ese laberinto de curvas con que conocemos ese órgano rector de la vida. Me quedo tranquilo de haberlo dicho y de seguirlo haciendo con insistencia aunque sé que nunca será suficiente.

         En la fase siguiente que hemos llamado muscular por darle una idea diferenciada, aunque no podemos olvidar que todas las fases de la vida están impregnadas de facetas de influencia por más que definamos una como hegemónica. Entre uno y tres años es el músculo el que tiene que nacer y dominar el cuerpo y extenderse por los distintos órganos que nos configuran como personas. El nacimiento del músculo es también una etapa de riesgo físico significativo y precisa más que otras la cercanía y el cuidado de los adultos hasta que esa explosión física a la que los pequeños están sometidos vaya adquiriendo un cierto control y una cierta conciencia de los límites, de lo que se puede y de lo que no en cada reto. Por eso cuando despotricamos contra los carritos no es por capricho sino porque es en esta época sobre todo cuando las familias, aunque deban disponer de un carrito para muchas funciones, no deben olvidar que es el momento por excelencia para que los pequeños ejerciten más que nunca sus capacidades musculares. Seguramente la vida ofrece posibilidades para todo, pero conviene insistir que es ahora sobre todo  cuando los pequeños necesitan el ejercicio físico para llegar a los tres años más o menos, con todas  las facultades perfectamente desarrolladas y con su musculación armonizada.


         En esas condiciones es cuando llegamos a esa otra revolución personal, la del proceso de simbolización, que va a llevarnos de los tres a los ocho con el enorme reto de interiorizar lo que conocemos con el nombre de sentido de realidad. Entre la percepción, el desarrollo muscular y la conquista del sentido de realidad podemos estar disponiendo de, al menos un 70% de las capacidades de las personas y todo ese arsenal educativo se concentra en los ocho primeros años de vida. Eso es lo que justifica nuestra insistencia. Por mucho que se prolongue nuestra vida siempre dispondremos de un espacio para que el aprendizaje penetre en nosotros. No es solo una frase aquello de  que siempre estamos aprendiendo, pero no se nos puede olvidar ni un momento que el grueso de nuestra personalidad siempre está vivo en nuestra infancia y es allí donde podremos encontrarlo cada vez que lo necesitemos. León el Africano dijo como resumen de su vida: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en Fez y en Granada vive aun mi inocencia.  


9 comentarios:

  1. Me ha parecido "redonda" tu exposición de hoy, además de la perspicaz exposición, derrochas pasión en tus comentarios y sapiencia, que no es poca.
    Saludos,

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  2. Me gustó mucho tu blog,te sigo y enlazo asi no pierdo lo que escribas,saludos uruguayos

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  3. La frase de León el Africano es todo un legado....

    Saludos

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  4. Manuel Ángel Puente10 de noviembre de 2014, 0:49

    En estos tiempos del todo vale con la infancia que nos está arrasando, no es extraño ver a niños de cinco y hasta de seis años venir en carrito a la escuela. También es posible verlos venir en bicicleta desde los tres años, aunque lo más frecuente es que lo hagan de pasajeros.
    Todo va dentro de una corriente donde es el niño el que toma las decisiones; así que no me sorprende encontrar entre las instrucciones que me dan las familias, cuando me llevo a sus hijos de cuatro años de colonias, relativas a las dificultades que pueden tener porque todavía toman el pecho y duermen en la cama de los padres (¡ni siquiera en el dormitorio, en la misma cama!).

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    1. Es verdad, querido amigo, que se ha evolucionado pero en una dirección, al menos discutible. Creo que hay una zona enorme ligada a la seguridad y al ámbito de la salud que es casi tirana con las personas, de modo que casi todo es justificable en aras de la salud y de la seguridad y creo que es pasarse y mucho intentar que de la vida desaparezca la noción de aventura, uno de sus alicientes fundamentales. Un abrazo.

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  5. ¡AGranada, alors, a vivir la Inocencia!
    Todo lo que evoluciona, si es que efectivamente evoluciona, será susceptible de mejora.
    Solo no mejora aquello que no evoluciona y por tanto acaba desapareciendo en su estancamiento.

    Besos

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    1. No puedo terminar de leer la frase de marras sin que me afecte a la garganta, supongo que porque soy un forofo granadinista como sabes, pero también porque objetivamente no puedo olvidar lo que significaron 1230 años de persecución sistemática de un pueblo que, como colofón en 1609 a tánta injusticia, tubo que terminar yéndose de España, su tierra, por ley. Hoy lo tendríamos que llamar limpieza étnica y sus responsables tendrían que comparecer en el Tribunal Internacional de La Haya. Tanto dolor no me hace inmune sino que lo llevo cosido a mi pellejo. Un beso

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  6. Interesante entrada, Antonio, me quedo viendo las anteriores, me gustó tu blog.

    Un beso.

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