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domingo, 30 de noviembre de 2014

SALIDA


         Según vamos desarrollando la programación estamos casi metidos en la vorágine de Navidad y todavía no hemos hablado de ninguna salida. El otro día Manuel Ángel, nuestro asiduo comentarista en activo,  nos ofrecía un resumen de lo que fueron sus colonias de Otoño 2014 con su grupo de 4 años. Yo solicité auxilio técnico para ofrecer un enlace desde el blog para quien quisiera consultar el resumen de Manuel. Como no he obtenido respuesta solo puedo decir que lo intentaré yo solo por si suena la flauta y lo logro. De lo contrario, sólo dispongo de ese resumen y se lo puedo ofrecer a través del correo a quien me lo solicite.

         Mi propuesta va a ser mucho más sencilla que la de Manuel, más de andar por casa. Vamos a salir, por ejemplo un viernes por la mañana. Habremos hablado con las familias por si dos o tres personas se unieran a nosotros y nos acompañaran. Nos llevaremos la fruta en una bolsa para comérnosla sentados en alguna plaza por la que pasemos. Lo que queremos no es otra cosa que conocer el barrio. Ese es nuestro objetivo. Nunca nos gustó ir en filas ni buscando como primera medida la seguridad sino que lo que nos interesa es aprender a pasear en grupo por las calles. Poder pararnos en cualquier tienda, comentar lo que ofrece al público y dedicar el tiempo a detallar lo que vamos viendo y a que lo comenten entre ellos. El hecho de que podamos acompañarlos varios adultos entre maestros y familiares puede significar que llevamos vigilancia suficiente como para que cada adulto controle a un pequeño grupo y podamos permitirnos el lujo de pasear relajados sin temor a que nadie se sienta inseguro.

         El barrio está bastante poblado ahora. Hace años nuestras salidas eran a las vaquerías que nos rodeaban porque la escuela lindaba con el campo. Llegábamos hasta comprar leche recién ordeñada y luego nos hacíamos algún postre con ella. Pero estos niños que llevamos ahora no han conocido esa situación. Tal vez sus padres. Es posible que alguno les haya hablado del barrio que conocieron ellos y de lo que aprendieron con sus paseos de entonces. Hoy veremos algún centro médico, paradas de autobús urbano, oficinas bancarias, farmacia, supermercado, droguería, almacén de los chinos, carnicería, frutería, tienda de peces, taller de coches, pescadería, encurtidos donde preparan las aceitunas aliñadas o pepinillos, cebolletas y alcaparras, taller de tapicería, arreglo de móviles y venta de fundas….Todo va a significar un buen motivo de diálogo, de preguntas y de comentarios. Seguro que de cada cosa ellos pueden aportar alguna experiencia personal vivida con sus familias y podemos compartirla. Nos ha importado desde el principio que nos quede claro a todos que el objetivo es disfrutar de la salida. No queremos que el paseo se convierta en una clase más, sino en una fuente de preguntas, curiosidades y explicaciones que nos permitan compartir experiencias.

         En la plaza que veamos más adecuada nos sentaremos, si hay bancos para todos, pues en los bancos. Si no, en corro en el suelo y allí partiremos la fruta en trozos y haremos nuestra comida habitual de media mañana mientras nos vamos contando lo que a cada uno le ha interesado de lo que vamos viendo y de lo que nos queda por ver. Muchos viven por estas calles y se van adelantando a contarnos lo que nos queda al torcer la esquina o dónde está su casa y quien vive en ella. De lo que se trata es de hacer nuestro el espacio por el que vamos paseando lo mismo que en su momento hicimos nuestro cualquier aspecto de interés sobre nuestras personas o sobre nuestras casas. Poco a poco vamos ampliando nuestro espacio vital común y lo vamos compartiendo porque de las observaciones de unos y otros va resultando un cúmulo de datos que son mucho más que la suma de cada uno.

         Regresamos un poco antes de la hora de comer, cansados pero repletos de información y con la conciencia de que el barrio en el que está enclavada nuestra escuela es un poco más nuestro de lo que lo era antes de este paseo. Era exactamente lo que pretendíamos.

domingo, 23 de noviembre de 2014

VERDAD


         Seguramente son pocas cosas nuevas de las que puedo hablar en relación a estos asuntos de los primeros años de la vida pero estoy seguro de que es importante irlas contando como si fueran gotas de un elixir selecto que necesita seguir fluyendo porque se trata de un asunto demasiado importante para cortar el caudal que se derrama y que nos inunda con su fuerza. Es más, es la fuerza de la vida la que queda condensada en su materia y secar ese reguero supondría traicionar lo más sagrado en lo que creo que es la capacidad de las personas para vivir sus propias vidas y para resolver sus propios problemas y los que ofrece la convivencias con los demás.

         Hemos sintetizado  las primeras etapas de la vida y las hemos concretado en sus componentes fundamentales. La escuela, esa forma de vida que permite que las personas aprendan a vivir juntas y a desenvolverse en grupo, conscientes desde el principio que mis problemas son muy parecidos a los de cualquiera de los que me rodean y si aprendo a afrontar las dificultades que la vida me plantea cada día, estoy aprendiendo al mismo tiempo lo que le pasa a mi vecino, que se parece mucho a lo que me pasa a mí. Estas reflexiones  parecen de Pero Gruyo pero son fundamentales para comprender a los que nos rodean porque el camino para llegar a ellos pasa por la comprensión de nosotros mismos. La escuela permite  que las personas se comuniquen y que en el recinto en el que conviven se desarrolle un laboratorio privilegiado de intercambio de influencias que son una fuente de conocimiento para todos. No hay secretos en esto de la educación. Se produce si quienes participan se manifiestan en sus comportamientos y si se establecen cauces de comunicación entre unos y otros suficientes para que todos se sientan partícipes de la aventura común que están interpretando.

         Hablando con las familias solían valorar el contenido de lo que pasaba de puertas adentro en la escuela diciendo que sus hijos se lo pasaban muy bien. Yo solía comentarles que eso no era cierto. Unos días es verdad que nos lo pasábamos bien pero las dificultades propias de la convivencia también estaban presentes en todo momento porque había muchos intereses que casar en cada caso y con cada asunto y eso significa siempre dificultades reales y miles de diálogos que afrontar, unos de fácil solución y otros de enormes y largas dificultades y algunos en los que teníamos que parar y poner límites porque hay asuntos sobre los que no se puede avanzar y hay que reconocer que también las personas tenemos límites en nuestra comunicación y tenemos que asumirlos. Nuestra escuela tenía y tiene una fuerte dosis de verdad y ahí está el punto diferenciador sobre otras experiencias parecidas. Cuando llegan por la mañana no hay más que verles los ojos para darse cuenta de que llegan con la idea de que son protagonistas de lo que va a pasar dentro. Unas veces lo pasarán bien y otras no tanto, es cierto, pero lo que pase en todos los casos será verdad para ellos y se sentirán protagonistas en todos los casos y eso lo llevan escrito en la cara desde que llegan por la mañana.


         Creo que en el planteamiento educativo es donde se encuentra la clave de todo lo que vamos explicando. Se trata ni más ni menos, de ofrecer una escuela cuya misión no es enseñar a los pequeños a base de que ellos sean sujetos pasivos que llegan a recibir las lecciones magistrales de personas que son las que saben y se encargan de transmitir ese saber a los que van a ser enseñados. No. Nuestra escuela es un recinto vivo donde todos nos enseñamos y todos aprendemos unos de otros. Es como un laboratorio en el que todos nos estamos construyendo cada día, completándonos y mejorando a base de relacionarnos unos con otros. Nunca está claro quién aporta más ni quién menos. Lo que sí es evidente es que todos somos protagonistas y eso no es una palabra sino una actitud que cada uno manifiesta desde el momento en que cruza la puerta de entrada cada mañana.


domingo, 16 de noviembre de 2014

OTOÑO


         Estamos ya en el otoño avanzado, momento en el que las hojas caducifolias no pueden aguantar las ventoleras encima de los árboles y se vienen al suelo de donde surgieron, no sin antes ofrecernos un hermoso abanico de colores entre amarillos limón hasta el marrón oscuro. La señal más visible que percibimos, aparte del frío que poco a poco se nos va metiendo en los huesos, es la hegemonía de la oscuridad sobre la luz en esta zona del mundo. No sé si será cierto pero la variedad de colores es más amplia y rica que en ninguna otra estación del año. Si alguien tiene el buen gusto de darse un paseo por las Alpujarras comprobará la exactitud de lo que digo.

         Ojalá tuvieran la oportunidad los pequeños de gozar la experiencia otoñal de una noche fuera de casa, durmiendo con sus compañeros en una casa habilitada para ese menester cerca de la ciudad. Lo llamamos Colonias en recuerdo de las que se hacían en verano cerca de la playa. La experiencia es intensa, un poco insólita y amiga de la noche porque ahora la luz se va desde las seis de la tarde. Especialmente interesante el paseo en grupo por las faldas de las montañas cercanas con las linternas en la mano, conteniendo el pánico de la oscuridad y superándolo a base de la compañía que ofrecen los compañeros y los maestros que se atreven a compartir esos momentos mágicos e incorporarlos al programa del curso como otra lección cualquiera. Como no quiero ser demasiado pesado me callaré la historia de la zorra que creo haber contado en este blog varias veces porque nos dejó impresionados pero no faltan historias que luego vamos a contarnos durante meses y, sobre todo, la vivencia de grupo tan potente que a partir de entonces nadie va a poder eliminar de nuestras experiencias vividas.

         Sin llegar a tanto, porque la experiencia de dormir fuera al menos una noche es complicada y no siempre es posible, el otoño merece al menos un día para celebrarlo y tratarlo en vivo. En el patio podemos  echar un fuego para asar castañas, para calentarnos a media mañana y para hacer que ardan todos los elementos viejos que hemos almacenado sin saber qué hacer con ellos.  Podemos preparar algún guiso de otoño tipo potaje de castañas, carne de membrillo, boniato cocido con membrillo y la colaboración de las familias aportando frutos de otoño: uvas, granadas, almendras, caquis, nueces, castañas, membrillos o algún pastel de elaboración propia, puede hacer que vivamos una mañana perfectamente otoñal, inundada de olores y sabores específicos de esta época. Son sobre todo cosas sencillas y que los pequeños seguro que tienen en sus casas o que se elaboran en algún momento de estos días y que también les permite por inmersión, entender qué tiempo es el que está pasando por encima y por dentro de nosotros. Es verdad que lo trabajaremos en clase y que hablaremos de él, pero nada será comparable a la vivencia de todos con los sentidos en pleno funcionamiento y dedicados a identificarlo y a gozarlo en común.




         Estoy seguro que de cada estación del año se puede sacar una experiencia que ofrezca niveles similares de intensidad y de cercanía. No sé si es que el otoño ofrece más posibilidades para estas vivencias tan caseras y tan ricas en sensaciones. Lo que sí sé es que cada año lo hemos venido repitiendo y se ha convertido en una institución en la escuela. Cada familia ha aportado lo que ha podido y ha sabido y el conjunto siempre nos ha parecido impactante y rico. Hay que decir que muchos niños no conocen los platos que se les presentan en la mesa porque aunque no nos demos cuenta nos vamos alejando de la simplicidad pero también ha significado una invitación a reencontrarnos con alimentos y conmemoraciones propias de nuestro lugar y que no se debieramos perder porque nos identifican como pueblo y nos reconcilian con nuestra cultura tradicional. Desde la vendimia del comienzo del otoño hasta el reencuentro con el intenso frío del invierno, que en Granada puede llevarnos hasta los 10 grados bajo cero, hay un recorrido vital que no debemos perdernos por nada del mundo. 


domingo, 9 de noviembre de 2014

RIESGO


         En las dos semanas anteriores tengo la sensación de haber recogido zonas de la infancia que parecía que se iban a quedar atrás o desatendidas. Y es que los tres primeros años de la vida parece como si fueran de segunda o que tuvieran menos interés. De hecho, hasta desde el punto de vista administrativo los profesionales idóneos para acompañar estas edades, lejos de disponer de la mejor preparación posible como creo que deberían ser, un módulo de FP es todo lo que necesitan legalmente para acompañar a un grupo. Hemos llegado sólo hasta aquí por el momento. No me parece suficiente pero no tenemos otra cosa.

         Profundizar en la educación perceptiva ,propia del primer año de la vida, nos llevaría semanas y semanas. Lo hemos repetido y tendremos que seguirlo haciendo porque nunca como en este tiempo estaremos tan cerca de las claves de la educación. Nunca como en este tiempo será necesario personas sólidas y maduras que ejerzan su profesión junto a los pequeños porque va a ser la forma de ser de estas personas las que van a dejar su huella profunda en los pequeños. Es el propio cerebro el que se está configurando a través del proceso de mielinización, de modo que esos primeros esquemas de comportamiento se graban hasta físicamente formando las arrugas cerebrales que van a durar toda la vida. Son como los trazos de la historia personal de cada uno los que se marcan ahora en el cerebro. Cuando nacemos, las curvas cerebrales son casi planas y es en los primeros años de la vida cuando se convierten en ese laberinto de curvas con que conocemos ese órgano rector de la vida. Me quedo tranquilo de haberlo dicho y de seguirlo haciendo con insistencia aunque sé que nunca será suficiente.

         En la fase siguiente que hemos llamado muscular por darle una idea diferenciada, aunque no podemos olvidar que todas las fases de la vida están impregnadas de facetas de influencia por más que definamos una como hegemónica. Entre uno y tres años es el músculo el que tiene que nacer y dominar el cuerpo y extenderse por los distintos órganos que nos configuran como personas. El nacimiento del músculo es también una etapa de riesgo físico significativo y precisa más que otras la cercanía y el cuidado de los adultos hasta que esa explosión física a la que los pequeños están sometidos vaya adquiriendo un cierto control y una cierta conciencia de los límites, de lo que se puede y de lo que no en cada reto. Por eso cuando despotricamos contra los carritos no es por capricho sino porque es en esta época sobre todo cuando las familias, aunque deban disponer de un carrito para muchas funciones, no deben olvidar que es el momento por excelencia para que los pequeños ejerciten más que nunca sus capacidades musculares. Seguramente la vida ofrece posibilidades para todo, pero conviene insistir que es ahora sobre todo  cuando los pequeños necesitan el ejercicio físico para llegar a los tres años más o menos, con todas  las facultades perfectamente desarrolladas y con su musculación armonizada.


         En esas condiciones es cuando llegamos a esa otra revolución personal, la del proceso de simbolización, que va a llevarnos de los tres a los ocho con el enorme reto de interiorizar lo que conocemos con el nombre de sentido de realidad. Entre la percepción, el desarrollo muscular y la conquista del sentido de realidad podemos estar disponiendo de, al menos un 70% de las capacidades de las personas y todo ese arsenal educativo se concentra en los ocho primeros años de vida. Eso es lo que justifica nuestra insistencia. Por mucho que se prolongue nuestra vida siempre dispondremos de un espacio para que el aprendizaje penetre en nosotros. No es solo una frase aquello de  que siempre estamos aprendiendo, pero no se nos puede olvidar ni un momento que el grueso de nuestra personalidad siempre está vivo en nuestra infancia y es allí donde podremos encontrarlo cada vez que lo necesitemos. León el Africano dijo como resumen de su vida: mi sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en Fez y en Granada vive aun mi inocencia.  


domingo, 2 de noviembre de 2014

MÚSCULO


                En todas las épocas de la vida nos pasa de todo. Del mismo modo que un bebé vive un desengaño que le alecciona contra determinada vivencia de la que habrá de protegerse en el futuro podemos encontrar a una persona octogenaria sorprendiéndose hasta las lágrimas con una flor que seguramente puede haber visto miles de veces y no prestarle demasiada atención pero que en esta ocasión es capaz de conmoverla. Es una de las muchas grandezas de la vida. Lo que no quiere decir que no sepamos que cada época tiene componentes que se producen por delante de otros y que definen ese tiempo de una manera concreta.

         La semana anterior hemos hablado del primer año de vida y hemos definido su carácter fundamental como  tiempo de  percepción por excelencia. Insistimos que toda la vida estamos percibiendo pero en este tiempo que comentamos la percepción es como su carácter preeminente. Desde el punto de vista educativo significa que los pequeños deben criarse en un ambiente estimulante, convenientemente diversificado y con tiempo suficiente de atención por parte de los adultos para que escuchen voces distintas, tonos diferenciados, luz y sombra, espacios abiertos y cerrados, frío y calor…, situaciones en general que permitan al bebé hacerse cargo de la realidad de a qué mundo lo hemos traído y empiece a aprender que las sensaciones que le llegan forman parte de una normalidad que debiera ser lo más amplia posible. Podríamos sintetizar diciendo que los pequeños estarían mejor educados cuantas más sensaciones de la vida les hubieran llegado a sus sentidos, teniendo en cuenta que tampoco es sólo un asunto de cantidad sino siempre siempre de armonía.

         Aproximadamente al año la evolución normal de la vida hace que nos encontremos con un cambio de gran calado desde el momento en que  conseguimos ponernos de pie y ver todo un mundo que nos está esperando para conocerlo, para participar de él e incorporarnos a sus millones de incógnitas y de posibilidades. Hasta los tres años más o menos, la vida de los pequeños se convierte entonces en una orgía de movimientos, de idas y venidas, de tocarlo todo, de llevar y traer, de tantear cada una de las incógnitas que la vida nos ofrece para comprobar por nosotros mismos de primera mano qué es cada cosa de las que tenemos delante. Es un tiempo de delirio que solamente puede superarse correctamente en la medida en que seamos capaces de permitir a los pequeños que puedan experimentar en primera persona los interrogantes que la vida lleva dentro de cualquiera de nuestros centros de atención en los que nos vamos fijando en todo momento. La presencia de los adultos es indispensable porque los pequeños lo único que desean y necesitan es tocarlo todo y en un principio no tienen la más leve noción de lo que entraña peligro o de lo que no lo entraña. Somos nosotros, nuestra presencia y nuestra colaboración, la que debe colaborar en que aprendan mientras van tanteando todo lo que les rodea, hasta dónde deben llegar en cada caso, pero no a costa de cortarles los vuelos sino acompañándolos para que su exploración se realice con la imprescindible seguridad y confianza.


         Esta sed de movimiento y de tanteo parece que no tiene fin. Llega en muchas ocasiones a desesperarnos pero en realidad nos está indicando hasta qué punto es necesario el que los niños se muevan y exploren a sus anchas todo lo que puedan. Es terrible encontrarnos con tanta frecuencia a los pequeños dormitando horas y horas en los carritos que los traen y los llevan allí donde los adultos necesitan desplazarse pero que siempre los mantienen alejados de sus centros de interés hasta conseguir que toda la pasión inicial por tocarlo y sentirlo todo termine por desinteresarlos de la realidad que con tanta furia los llamaba y de la que pueden terminar pasando olímpicamente. No debemos caer en extremos siempre viciados. Nosotros no debemos ser esclavos de los pequeños que, si por ellos, fuera nos tendrían a su servicio en todo momento pero nosotros tampoco podemos olvidar que la vida está ahí y que cada persona necesita descubrirla de primera mano y para eso, nuestra colaboración es imprescindible.