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domingo, 31 de agosto de 2014

RECOMPONERSE


         No sé si alguien se puede consolar pero es cierto que se ha firmado un alto el fuego permanente en la franja de Gaza y parece que vamos a dejar de ver ese horror palpitante de los bombardeos en directo y las muertes en carne viva. Provisionalmente se habla de unos veinte años para reconstruir lo destruido y de unos 4500 millones de euros de costo que nadie dice quién va a pagar. De las vidas que no van a volver y de los odios acumulados, de eso nadie habla. Como si nunca hubieran existido. La vida se comporta como un acordeón que se infla y se desinfla dando la sensación de que cambia cuando siempre es el mismo.

         El verano empieza a dar las primeras señales de declive. Las noches se van haciendo frescas aunque este año, no sé por qué, resulta que durante el día las temperaturas se resisten a bajar, si bien este año no se ha distinguido por ser demasiado tórrido. El nuevo curso está a las puertas y los grandes almacenes se preparan para hacer uno de los agostos de los que se compone el año comercial. Este con la ropa otoñal,  uniformes o los textos escolares,  con la consiguiente disputa del alto  costo de los libros  y la dificultad de cambiarlos con demasiada frecuencia con el consiguiente aumento del presupuesto familiar. Con ser ese un problema importante se hace bastante más profundo volver a asumir unas rutinas escolares después de dos larguísimos meses, un mundo para los pequeños, por mor de una estructura escolar arcaica que parece no tener alternativas a pesar de que en otros países sabemos  de sus experiencias de división de tiempos en periodos algo más discretos y asumibles por los niños antes de tener la sensación cada año de que se ha acabado el mundo.

         Hay un problema tradicional que hemos definido como la adaptación de la escolaridad a la vida laboral. De siempre sabemos que parece que ambas se miran de espaldas y que permiten malamente algún tipo de acercamiento entre una y otra y no hay más cercanía posible que el de que los abuelos vengan a cubrir los huecos en los que ninguno de los responsables pueda disponer de tiempo para estar con  los niños. Supone en la práctica un escarreo de niños para acá y para allá, a veces a unas horas intempestivas de la mañana o de la tarde para cubrir los horarios de unos y de otros. Si hay buen apaño de este modo suele hacerse así. Otras veces es posible cubrir los huecos a base de que cada uno de los referentes de la casa asuman una parte del horario,  con la consiguiente dificultad de encontrar tiempos comunes en los que la familia se sienta precisamente una familia. Tiempos comunes en los que poder ejercer acciones compartidas. De uno o de otro modo lo que sucede es que la organización ha de estar más pendiente de cubrir los huecos que de pensar en las verdaderas necesidades de los pequeños y en la mejor atención posible para ellos.


         Cada comienzo de curso se repite que toda la estructura familiar se revoluciona hasta encontrar de nuevo el equilibrio necesario que permita la convivencia. Dos largos meses son un mundo para los pequeños y han tenido tiempo de encontrar una organización durante el verano que les dé idea de definitiva y ahora que ya la tenían, vuelta de nuevo a encontrar nuevas distribuciones de espacios,  de tiempos y de personas. Parece como si la vida se estructurara en subes y bajas continuos, de modo que cuando crees estar subiendo has de ponerte a bajar y al contrario. Para acercarse a una lógica más razonable habría que organizar los tiempos sin intervalos tan grandes entre periodo escolar y periodo familiar. Lo hemos dicho miles de veces y de miles de formas.  Pasan los años y seguimos propugnando que se cambie de una vez para encontrar un mejor encaje con las necesidades de los pequeños.  Parece que no hay modo de que las administraciones tomen conciencia de la seriedad de este sinsentido que se eterniza y que vuelve locos a unos y a otros cada vez que acaba o que empieza un curso.


domingo, 24 de agosto de 2014

VIDA


         Esta manía mía de mirar y de ver tanto lo que procede como lo que no, no sé si me complica la vida pero sí me convierte en un mirón discursivo porque no solo me lleva a ver cosas que no se comentan habitualmente sino a querer comentarlas para que se conviertan en elementos de la realidad cotidiana,  que no se pierdan en la desidia y en la indiferencia de lo que se acepta como visión convencional. Me explicaré para no liarme ni dar pie a que nadie se líe con tantos prolegómenos.

         Cada vez que voy a recoger a mi hija Elvira para traérmela a mi casa de Granada observo que en la ancha acera donde vive con su madre hay losetas como en tantas otras aceras pero me fijo que en los bordes surgen pequeños tallos de plantas que manifiestan que por encima de todo el esfuerzo de cemento que un día hizo aparecer esa urbanización está la vida vegetal que ha esperado el tiempo preciso para que se haya abierto una ranura en el cemento y, cuando esto ha sucedido, ha salido a la luz porque su semilla es la verdadera dueña de ese espacio, por encima de todas las construcciones y de todos los cementos o como constancia de que la vida está ahí siempre esperando para imponerse, por más que intentemos oprimirla  con artificios tecnológicos y en cualquier momento va a encontrar el modo de manifestar quién es el más fuerte en esta guerra. Estoy seguro que lo hemos visto en mil sitios: en carreteras, en huecos de paredes, en empedrados de calles….

         Parece que este tema no tenga mucha relación con nuestro asunto de la educación de los más pequeños pero para mí está directamente relacionado. En el conflicto de Israel y Palestina  he llegado a la conclusión de que Israel ha demostrado con creces ser muy superior con su armamento y con su capacidad bélica pero estoy convencido de que se encuentra completamente perdido, sencillamente porque los palestinos cada día son más y, por más muros que levante a su alrededor para protegerse de los que ellos llaman terroristas o por más bombardeos que siembren de terror a sus enemigos, sus enemigos cada día son más y ellos cada día son menos en proporción. En Jerusalén esta desproporción se nota especialmente por la cercanía en que unos y otros . Aquí es donde y veo el paralelismo y la razón para que me resulte procedente sacar este tema. La vida no se puede imponer durante todo el tiempo. La lógica de la vida permanece agazapada durante guerras en injusticias, parece que la fuerza termina imponiéndose y forzando una lógica que no obedece al transcurrir normal de los acontecimientos pero siempre hay un día, un momento, una coyuntura en que la imposición baja la guardia y en ese momento la vida termina imponiendo su lógica implacable y llamando al pan paz y al vino vino.


         Lo siento mucho por unos y por otros. Lo siento sobre todo por mí mismo que quiero necesito ponerme  a favor de unos o de otros y jugar a la lógica maniquea de  buenos y  malos que tantas veces a lo largo de los siglos nos ha dado muestras de su ineficacia y que tantas veces hemos decidido no escuchar. No hay otra solución para este conflicto,  como para cualquier conflicto, que la de asumir que la vida es más fuerte que los ingenios que desplegamos  para intentar destruirnos o para amargarnos la vida cuando al final no hay otra salida que la de negociar y darnos cuenta que estamos condenados a respetar los espacios de cada uno porque todos tenemos derecho a vivir y lo vamos a terminar haciendo. Los judíos sefardíes, ironías de la vida,  de un momento a otro van a terminar siendo ciudadanos españoles después de cinco siglos expulsados de su patria, Sefarad, España. Eso sí que es lentitud en la justicia. Me alegro pese a todo. Con los moriscos no es tan fácil porque no queda en ellos una prueba patente como la del idioma en el caso de los sefardíes. Pero la vida se impone. Cualquiera puede ver hoy cómo Granada se va llenando de musulmanes que se establecen definitivamente y la vuelven a tomar pacíficamente como algo propio.


domingo, 17 de agosto de 2014

FÁTIMA


         No faltan razones para seguir ahondando  en las consecuencias de la guerra y del odio en quienes lo están sufriendo en primera persona, sobre todo en los niños que son el objeto de nuestro trabajo y el foco de atención desde el que pretendemos proyectar una cierta forma de ver el mundo y la evolución de la vida. Pero también queremos que nuestros ojos se proyecten con el abanico más amplio posible y seamos capaces de superar esa implacable disyuntiva de buenos y de malos en la que tan fácil es caer en estos momentos. No. La vida no está dividida en buenos y malos por más que nos lleven a esa creencia los acontecimientos que nos entran por los ojos cada día.



                No ya en el terreno de la crueldad sino simplemente en el de la desdicha en el que se han movido siempre los pobres de este mundo nos encontramos con que el otro día, entre el cenagal de pateras de juguete  que trasladaron a este lado del Estrecho a unas mil y pico personas, apareció una niña de poco menos de un años a la que una cooperante le llamó Princesa como apelativo cariñoso y con ese nombre se hubiera quedado de no ser porque hoy hemos sabido que sus padres existen, que se quedaron en el lado de allá sin poder embarcar, que ella se llama Fátima  y que en este momento vive con una familia de acogida que la atenderá y la cuidará, nadie sabe hasta cuándo, por decisión de la Junta de Andalucía. Lo lógico sería que sus padres pudieran reunirse con ella aquí en cumplimiento de la intención de alcanzar las costas europeas que la hizo ponerla en unos brazos probablemente amigos para que, al menos ella provisionalmente, lo lograra. También podría suceder que Fátima volviera de nuevo a donde se han quedado sus padres pero seguro que eso ni siquiera se contempla porque todos sabemos que ese no es el sentido de la historia y que lo que sucede con estas personas es que quieren venir aquí y no lo contrario.
         Se dice muchas veces y parece que no queremos oírlo. De los inmigrantes que llegan ilegalmente a Europa, las fronteras de Ceuta o Melilla no son más que la punta del iceberg si lo comparamos con los que llegan a Italia, tan Europa como nosotros. Por sintetizar diremos que lo que para nosotros son cientos, para Italia son miles y que los problemas de falta de medios de contención y de capacidad de acogida, en Italia es un problema bastantes veces mayor que el nuestro. Pero de cualquier modo que queramos mirar el fenómeno migratorio hacia Europa no sé cómo somos tan obstinados que nos empeñamos en que el drama está en la frontera sur cuando la verdad de los números lo que dice es bien distinto y todos lo sabemos. La verdadera entrada de inmigrantes está en los aeropuertos por donde llegan miles y miles de personas con todos sus papeles en regla pero en calidad de turistas. Una vez que han entrado, sencillamente pasan los tres meses de rigor y ya no vuelven a sus países sino que se quedan buscando trabajo en Europa, que para ellos es la tierra de promisión. Y este es el gran problema sin negar un ápice del dramático espectáculo de la arribada a las costas del sur.


         Fátima tendrá garantizada aquí su estancia y su atención, estoy seguro que sus padres lo saben de sobra, porque los pobres saben lo que les conviene como todo el mundo, hasta que cumpla los 18 años, toda una vida para poder labrarse un futuro que, al parecer, en sus países de origen se encuentra sólo al alcance de unos pocos.  Muchas fátimas y omares encontramos en los vientres cargados de muchas madres que logran alcanzar la costa con el mismo objetivo porque en cuanto los niños nacen a este lado del estrecho, las prebendas que hoy ya está disfrutando Fátima las van a poder tener en cuanto nazcan  por derecho y junto a sus madres para más inri. Es el mejor viaje que pueden soñar aunque los que vienen en el vientre no lo sepan. 

domingo, 10 de agosto de 2014

ODIO


         Una de las razones por la que me he resistido a referirme a la guerra y a sus consecuencias es porque, conociéndome como me conozco, me iba a resultar difícil salir y volver a nuestro sentido positivo de la vida y a la educación como un proceso de construcción y perfeccionamiento de la personalidad. De todas formas me comprometo a limitar las referencias  y voy a intentar que este sea el último artículo, a no ser que imperativos nuevos me impulsen a retomar el tema. La vida es imprevisible y nadie conoce las derivas por las que pueda discurrir en el futuro próximo.

         Acaban de terminar tres días de tregua y en ellos hemos podido ver cómo la gente se empeñaba en hacer una vida normal como si no hubiera pasado nada, aunque a todas luces todo había cambiado radicalmente para miles de personas que se mantienen con vida. Para los muertos ya no hay cambio posible. En todo caso para los familiares que ahora tienen que aprender a vivir con la losa de su ausencia. Intencionadamente no estoy destacando la particularidad de los niños, tanto entre los muertos inocentes como en la recuperación de sus heridas físicas y mentales. La razón es que no quiero que signifiquen para quien lo lea un argumento de más valor que cualquier otra víctima inocente por el hecho de ser niños. Son personas  y con eso debiera bastarnos para aborrecer la posibilidad de que sufran los horrores de cualquier guerra. Mi reflexión, por tanto, quiere huir de la demagogia y de la lágrima fácil. Los tres días de tregua han significado un grito de esperanza que, desdichadamente ya se han ensombrecido de nuevo con el sonido de las bombas y con la cara de la muerte y del dolor, instalada  de nuevo en Gaza. Los palestinos han comunicado que no pueden aceptar una paz que mantenga el bloqueo que Israel quiere seguir imponiendo en la franja para que la vida de sus habitantes sea una vida tutelada por lo que ellos llaman el ejército invasor.

         No sé la deriva que va a tomar el conflicto en el futuro inmediato pero los augurios no son nada buenos y se inclinan más hacia más muerte y más destrucción. Mientras,  el mundo entero contempla el conflicto como de soslayo, como si no fuera con ellos, como si nosotros no estuviéramos afectados por el litigio. Nos conviene también verlo así para que nuestras conciencias pasen de puntillas y nos permitan seguir pensando que no va con nosotros. La pregunta que  quiero dejar aquí reflejada es cómo va a resultar posible cuando este conflicto acabe, que algún día tendrá que concluir digo yo,  encauzar tanto odio acumulado entre vecinos, puesto que ambos contendientes viven unos al lado de otros a fin de cuentas, y comenzar a construir una forma de vida en paz. Son ya demasiados años de conflicto aunque no en todos los momentos el nivel de violencia haya sido el mismo. Lejos de construir puentes de diálogo para articular una forma de vida de vecinos que se toleran, lo que hasta el momento ha venido sucediendo es que cuando las mesas de negociación han tenido encima acuerdos para firmar, siempre alguna de las partes ha encontrado la manera de hacer que la mesa salte en pedazos y que la situación vuelva de nuevo al principio.


         No quiero pensar que la única alternativa posible sea la eliminación de uno de los dos contendientes pero la experiencia hasta el momento parece que es ese el final que tiene asignado a un litigio que no termina,  por más años que pasan. Ojalá pudiera yo tener la solución al alcance de mi mano.  Lo que sí sé es que no habrá solución posible mientras sea el odio el que rija los destinos de los dos pueblos en conflicto. A estas alturas estoy convencido de que no es posible atisbar raíces de convivencia por ellos solos, dada la profundidad de las razones de discrepancia que esgrime cada uno. Ahí es donde la comunidad internacional debería implicarse en propiciar puentes de entendimiento y de diálogo que abran perspectivas de convivencia en algún momento del futuro. Mirar el conflicto esperando que se resuelva por sí mismo solo aporta desesperación.  
   

domingo, 3 de agosto de 2014

GUERRA


         Desde que empezó el conflicto llevo, no exactamente mirando para otro lado, cosa imposible, pero sí tratando de encontrar otros asuntos que valgan para hacer tiempo,  a ver si mientras se acaba la guerra y se puede continuar la vida con cierta tranquilidad. Pero no hay manera. No hay más que muertos y bombas y más muertos. Muchos niños entre el importante número de civiles. En estos últimos días hasta las escuelas de la ONU. Y ya no he podido callar sin sentirme culpable. Sé que una guerra es asunto de dos. No me chupo el dedo ni quiero  que nadie me lo repita porque mis palabras van contra la guerra en sí. Empiezo, por tanto manifestándome con esos israelíes que hemos visto contrarios a la guerra. También quiero destacar la función de la orquesta de Daniel Barhemboin , formada por jóvenes israelíes y palestinos, que recorren el mundo ofreciendo una lección de universalidad y de convivencia a sus distanciados pueblos.

         Todo el mundo conoce el holocausto judío y la corriente de simpatía que ha despertado y que despierta es de justicia y no se puede olvidar en ningún momento. Cuesta ya un poco más asumir que tengan derecho a ocupar una tierra que en algún momento pudo ser suya pero que en este momento estaba ocupada por los palestinos, quienes en buena medida han tenido que ver cómo se les desplazaba de sus casas y de su historia. A base de tensiones se ha intentado llegar, y ojalá se llegue cuanto antes, a que en ese espacio se acepte que vivan dos pueblos y que ambos acepten el derecho a vivir de los otros. Eso significa inexorablemente ceder de lo que muchos pueden considerar sus derechos legítimos. Pero la historia no es de cartón sino que las ideas van y vienen y se mueven, no siempre en la dirección de la convivencia y de la armonía. En este momento se ha llegado a un punto en el que la radicalidad por ambas partes ha ocupado el poder, se han impuesto los maximalismos y está pagándola gente, las personas que tienen derecho a que se les respete la vida y la están perdiendo inexorablemente.

         Israel tiene derecho a defenderse de los cohetes palestinos que los acosan continuamente y no les permiten vivir con la seguridad necesaria. Es cierto. Pero no es menos cierto que el pueblo palestino vive desde hace mucho tiempo bajo la bota militar del ejército de Israel, de modo que no se les permite desarrollar su vida con normalidad. Muchos entienden que no es posible que todo un pueblo tenga que subsistir bajo el yugo de otro y viendo cada día cómo a su alrededor no paran de surgir asentamientos nuevos que tienen como objeto alejar las posibilidades de resolver su problema de vivir cada día un poco más humillados. No me siento con suficiente información como para profundizar en las causas profundas del conflicto pero cuando veo que hay todo un ejército regular bombardeando barrios enteros en los que estoy seguro que se albergan milicianos palestinos pero en los que está viviendo población civil en cantidades escandalosas ya no se puede ser neutral ni equidistante porque no hay equidistancia posible que justifique el que a estas horas se acerquen ya a los dos mil muertos del lado palestino por los sesenta del de los israelíes.



         Y lo que me ha movido a levantar mi voz para exigir a quien pueda oir, si es que hay alguien en este mundo y en este conflicto capaz de oir lo que se dice,  ha sido conocer que las escuelas que la ONU tiene en Gaza también han sido objetivos militares después de haber sido informado el ejército israelí reiteradamente de su localización y de que no forman parte de ninguno de los dos contendientes en conflicto. En todo tiene que haber límites y creo que todos estamos obligados a pronunciarnos y a pedir a boca llena que se pare de una vez esta sangría tan desigual y esta fábrica de dolor que nos está invadiendo a todos y que no va a traer ninguna paz  posible porque no está basada en la justicia imprescindible.