CHINAS
La
prensa nos lo ha recordado esta semana. Desde 1996 han empezado a proliferar
como flores orientales niñas chinas por España. En este momento las que un día
vinieron desde tan lejos para llenar de gozo y de ilusión muchos hogares
españoles y a ofrecer una razón de vida a muchas familias que se sentían
frustradas porque la naturaleza no les permitía tener hijos, hoy son jóvenes
que han superado la mayoría de edad, ciudadanas españolas de pleno derecho y
son conscientes de que sus raíces biológicas no están aquí sino muy lejos, en
China. Ellas son producto de una ley de Hijo Único que, siendo una buena ley
que busca el crecimiento moderado de la población, ha traído como consecuencia
su abandono en orfanatos porque sus familias preferían hijos para garantizar
mejor la vejez de sus padres. En muchos casos ni siquiera se han podido adoptar
porque directamente se las hacía desaparecer quitándoles la vida.
Son
entre 20.000 y 30.000 y están diseminadas por toda la geografía española. Hace
pocos meses hemos conocido el asesinato de una de ellas en Galicia, al parecer
por sus propios padres españoles. Sé que no son las únicas que comparten su
vida con nosotros porque, por ejemplo, mi amiga Chane se trajo a Laxmi de Nepal
o mi amiga Enca se trajo a su hijo Nacho de México y tántos otros. Las familias
han hecho un enorme esfuerzo económico y de tiempo para lograr que estas niñas
formen parte hoy de nuestra sociedad. La consecuencia primera y que quiero
destacar sobre todo es que hoy somos mucho más ciudadanos del mundo que antes y
eso nos hace más ricos personalmente a todos. En el caso de nuestras niñas
chinas, además, ya se han dado cuenta en su pais de origen del alcance de su
error y la experiencia se ha cerrado, sencillamente porque, a pesar de la enorme
cantidad de población que alberga, estaba creciendo una generación
descompensada con abundancia de varones y un importante déficit de hembras.
Antes
de terminar mi vida profesional he tenido el privilegio, uno más de tantos como
he gozado, de albergar en mi grupo alguna de ellas. Por ellas mismas y por sus
familias conozco de primera mano las interioridades de esta experiencia. La
primera es la maravilla de llamarse María Chan o Paloma Wey. La segunda es la
de saber que han sido queridas y
deseadas aquí en España tanto o más que si hubieran sido naturales por tanto se
sienten acogidas y cuidadas en los hogares que las albergan. Tercero que en
cuanto su evolución lo ha permitido todas han sido informadas de la verdad de
su nacimiento, de su pais de procedencia, se las ha puesto en contacto con
otras en su misma situación para que no se sientan bichos raros, que conozcan su cultura ancestral y que
crezcan sabiendo que son hijas del amor y que este pais en el que viven es tan
suyo como del que más. Supongo que ahora que ya son mayores muchas de
ellas en el ejercicio de su libertad
algunas, las que puedan y quieran, viajarán hasta su lugar de origen y puede
que conozcan sus pueblos natales o sus familias biológicas. Si esto sucede,
cosa de la que no tengo más que suposiciones, tendrán ocasión de sentirse ellas
también ciudadanas del mundo, de un mundo que no conoce fronteras y que gracias
a esa superación de las fronteras nacieron en un lugar y viven en otro.