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domingo, 2 de marzo de 2014

DRAMA


         Insistimos una vez más que ningún tiempo pasado fue mejor, lo que no quiere decir de ningún modo que todos los tiempos que en la historia han sido, incluido el presente, lleven en su trayectoria luces y sombras. De los problemas internos que los niños han vivido cuando en su familia había un matrimonio indisoluble creo que hemos hecho mención ya o cualquier día nos meteremos a fondo, pero hoy, al hilo de las noticias que han aparecido esta semana sobre algunos niños secuestrados por uno de sus progenitores y trasladado a un país que no es el que han vivido, sin consentimiento judicial ni del otro cónyuge. Parece que las desavenencias de los cónyuges hay que dirimirlas a niñazo limpio.

         Repito que de ningún modo quiero poner de modelo el matrimonio indisoluble, que vaya tela lo que lleva dentro su indisolubilidad para los pequeños.  Ese no es hoy el tema. Hoy el tema viene a que las personas que en un momento dado unen sus vidas pueden o no perdurar en el tiempo. Si perduran armónicamente, pues tan panchos pero si llega un momento en que la convivencia se hace imposible y deciden separarse pueden hacerlo con alguna facilidad si están solos, pero si hay niños de por medio es obligado el  acuerdo para que los niños puedan seguir sus vidas con la menor cantidad de variaciones posibles. En ese caso son los jueces los llamados a mediar y establecer la mejor fórmula de vida para los menores. Durante años, estoy seguro que de buena fe, se ha pensado que los pequeños en general estarían mejor con la madre y muchos miles de padres se han visto privados de sus hijos y han mordido el polvo de tener que verlos en contadas ocasiones o en condiciones muy desventajosas. Otros  ni siquiera se han planteado la necesidad y, sencillamente, han pasado de sus obligaciones y han seguido sus vidas como han podido.

         El paso del tiempo ha dicho que podía haber una mejor solución estableciendo custodias compartidas, que antes eran muy excepcionales,  de una manera más frecuente y que sea la propia pareja la que se responsabilice en igualdad de circunstancias de la crianza y de la manutención de los pequeños para que ellos crezcan bajo la influencia de su padre y de su madre en condiciones de igualdad. Cualquier separación plantea unas dificultades evidentes porque son dos criterios que tienen que contar  con el mismo derecho y dirigirse ambos hacia el mejor desenvolvimiento de la vida del menor, que es el que tiene que ser protegido en primer lugar. Sin creer mucho a estas alturas en las soluciones ideales, en general me parece que se trata de la propuesta más justa para defensa de los derechos y de los deberes de los dos cónyuges y del menor o de los menores. Falta, quizá, por ver qué nos depara el paso del tiempo cuando se generalice esta fórmula pero en principio parece más razonable.

         Esta semana han salido algunos casos extremos de cónyuges que viven en distintos países y hasta en distintas culturas que, llegado un momento han cortado por lo sano y tomándose la justicia por su mano, han cogido a sus hijos y se los han llevado a su país sin contar con el criterio del otro cónyuge ni con el de la justicia. En el peor de los casos se han producido incluso hasta discrepancias de criterios en las justicias de los dos países de modo que ambos progenitores se han visto amparados por la justicia de su país, con lo que se plantea un problema de imposible solución. En esos casos, unos de los dos ha decidido imponer su criterio y  han de ser los lentísimos litigios internacionales los que tengan que dirimir las cuestiones de reparto de custodia, produciendo un perjuicio profundo en uno de los dos litigantes y, sobre todo, en los menores que se ven separados del padre o de la madre sin que nadie sea capaz de mediar en el conflicto ni a corto ni a medio plazo. Parece imposible que entendamos que los hijos no son propiedad de los padres ni objetos que se usan a capricho. 

5 comentarios:

  1. Un gran problema el que planteas en tu publicación y una dificil situaciòn, amparada por las propias leyes, lo que sufren estos niños.

    un abrazo

    fus

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  2. Aunque has sabido exponerlo magistralmente...la situación familiar es la piedra angular en la educación del niño!

    Genial tu homenaje a Paco de Lucía

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  3. Vengo de pasar el puente con mi hija, de cuya madre me separé en 1979, cuando mi hija tenía dos años, así que el tema me toca de cerca. En estos años he visto en mi entorno todo tipo de modalidades de separaciones, con o sin divorcio, con o sin acuerdo... y al final todas son lo que tú dices: un drama. No se me ocurre ninguna solución general; cada caso requiere la suya propia, y siempre será el mal menor el que se conseguirá, porque el mal grande: la pérdida de la seguridad que da el entorno familiar en el que el niño ha nacido y crecido, nunca se arregla.

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    1. Seguramente de este tema tú sabes más que yo porque lo has sufrido en primera persona. En mi caso, como sabes, en ninguna de mis dos separaciones, aun habiendo hijos de por medio, se ha visto complicada por la distancia insalvable por mas que la segunda, con mi Elvira en Salobreña me haya hecho convertirme en taxista aficionado de la playa a Granada y de Granada a la playa, va ya para nueve años. Seguramente casa caso es único y como tal se ha de tratar, siempre en beneficio del menor que es el inocente en toda trama de conflicto. No sé por qué no entendemos que los hijos no son nuestros aunque nosotros seamos los responsables de ellos durante unos años. Cuánto nos queda por aprender. Un abrazo

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  4. este aviso para navegantes pone en tela de juicio la disolubilidad /indisolubilidad del matrimonio.
    como también, a mi parecer, la escasa relevancia del criterio de un juez o una jueza en el delicado asunto de separaciones cuando lo crucial debería ser la seguridad de los hijos afectados directa, y casi exclusivamente, por la separación de los padres.
    en fin de cuentas, aquellos, los hijos, serán los sufridores. Sufridores son igualmente en los casos de orfandad. Aquí no cabe trauma ni drama. Sencillamente todo puede tornarse tragedia.
    Nada es eterno. Menos, la dicha pueril del 'para siempre', Antonio
    Bs

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