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domingo, 30 de junio de 2013

HISTORIA


         Hemos cubierto en semanas anteriores aspectos ligados a nuestra historia educativa pero que estaban de palpitante actualidad. Creo que haberlos ignorado nos hubiera sacado de la realidad de aquí y de hoy y nuestra idea no es esa. Es verdad que nos gustaría hacer un recorrido, lo más completo posible, de lo que significan los seis primeros años de la vida en particularidades, en posibilidades y siempre en relación con las personas adultas que se ligadas estrechamente con los menores y que, a la vez que los van acompañando en su crecimiento, se ven también implicados personalmente en ese proceso de desarrollo.

         Creo que hemos dicho ya en alguna ocasión que la historia de un menor hacia los tres años de la vida ya es larga y compleja. Ha puesto en desarrollo una gran parte de sus capacidades. Los datos nos indican que hasta el cincuenta por ciento al menos y hacia los cinco años, hasta el setenta por ciento, lo que quiere decir que nuestra relación con personas de esta edad se va a encontrar con pocas diferencias de comprensión con relación a los mayores. Lo que sí va a ser casi completamente diferente es la manera de interpretar el mundo. En los pequeños se van a encontrar mezclados casi indisolublemente la realidad y la fantasía, sencillamente porque el proceso evolutivo funciona de ese modo. En la interrelación con los mayores y con la realidad, los pequeños habrán de madurar hasta que a los ocho años más o menos, sean capaces, si todo ha ido normal, de discernir con un criterio muy parecido al adulto, lo que es de verdad en lo que piensan y lo que no. Todo este espacio de desarrollo lo vamos a denominar para aclararnos PROCESO DE SIMBOLIZACIÓN.

         Será en la elaboración de la información que les va llegando en donde vamos a tener importantes diferencias porque en la capacidad de conocer y sobre todo en el desarrollo físico, sin negar que estas existan, sí podemos decir que no son tan notorias y que ya no es fácil que las vivencias que los niños comparten con nosotros sean muy acusadas. Hay todo un bagaje de madurez en una persona de tres o cuatro años que, independientemente de que le falten referentes de realidad para interiorizar un conocimiento, sin embargo no le faltan aspectos del conocimiento para asumir lecciones importantes de la vida, desde las más cotidianas hasta las más complejas. Por poner un ejemplo que se repite con mucha frecuencia se me ocurre pensar en lo que sucede cuando muere un familiar cercano: abuelo, hermano, tío….. Suponemos que los niños no van a sufrir si los quitamos de en medio y no nos damos cuenta de que es mucho peor el mensaje de incertidumbre que les trasmitimos a través de la falta de información que el enfrentamiento directo, por ejemplo con la información de que “ha muerto el abuelo”.


         Cuando estaba hablando de madurez me refería a estas vivencias. Seguramente un pequeño de tres o cuatro años es capaz de asumir la idea de la muerte, con toda la carga de crueldad que lleva consigo, de manera más limpia y más contundente que nosotros los adultos, que junto a la verdad indiscutible de los hechos no podemos olvidar todos los condicionantes sociales que llevan consigo y que son capaces, incluso, de hacer que los hechos mismos pasen a un segundo lugar en importancia para que todo el entramado social que llevan aparejados sea el que resulte fundamental. Siguiendo con el ejemplo del abuelo muerto es perfectamente posible que nos sintamos más preocupados de que todo el ceremonial del velatorio, del entierro, de las honras fúnebres se desarrolle con la ceremonia debida que el sentimiento de pérdida del ser querido en ese momento. Es verdad que pasarán todas las ceremonias y que el tiempo nos llevará al sentimiento de ausencia, una vez que se haya cubierto el ceremonial y el tributo social que esté estipulado. Esta segunda parte es lo que los niños tienen que asumir con el tiempo y con el contacto con la realidad, pero están perfectamente capacitados para encajar cualquier vivencia por dura que sea.

domingo, 23 de junio de 2013

COMEDORES


         Empiezo por afirmar con rabia que defiendo el que cada niño tiene derecho a comer al menos tres veces al día y a disponer de un techo digno donde cobijarse con su familia. No quiero luego malos entendidos. Pero exactamente con la misma rabia digo que el problema de esta falacia de  crisis no se resuelve, más bien al contrario, a base de parches para lavar la mala conciencia que vamos teniendo todos ante una situación que nos la han impuesto unos pocos y que ahora, esos mismos pocos nos dicen que estamos a punto de salir.

         Al principio de este episodio histórico, 2008, se nos habló de que habría que refundar las estructuras económicas porque todo se había venido al traste y no teníamos modelos conocidos anteriores que nos valieran. Hoy, cinco años después y cuando empiezan a martillearnos con que estamos empezando a ver la salida,  sabemos lo que ha pasado. Los ricos son más ricos y hay más que cuando todo  empezó. Los pobres son más pobres y hay más, muchos más que cuando todo  empezó.  Las diferencias entre ricos y pobres, que siempre fueron vergonzantes, hoy son mucho más  escandalosas. La mayoría de la gente se ha empobrecido mucho más de lo que estaba y todo el ámbito del lujo se enseñorea por nuestras narices con mayor descaro del que siempre tuvo, que nunca fue poco. Los bancos han acaparado el dinero y como siempre siguen controlando el grifo de salida para la gente que, si en algún momento pudo creer que podía sacar un poco los pies del plato de la miseria, ahora sabe muy bien que se encuentra de miseria hasta los ojos y sin perspectivas de salida.

         Pues en medio de todo esto a las autoridades andaluzas sólo se les ocurre abrir en verano los comedores escolares para que los niños puedan comer porque han constatado que muchos llegan a clase sin desayunar y algunos sufren desmayos. Repito. Que los niños coman cada día me parece un derecho que nadie en el mundo debiera discutir y todos sabemos que dista mucho de estar garantizado, pero la medida, sin que me parezca mala, sí que considero que es una forma de coger el rábano por las hojas. Como los bancos de alimentos, como todas las cáritas del mundo y como todos los benefactores, hoy en alza más que nunca, que, sin desmerecerlos ni un ápice ni dudar por un momento de su buena fe, sí digo que vuelven a hacer que confundamos el culo con las témporas. La cuestión no es hacer más grande la caridad sino ampliar los ámbitos de justicia, que son los que se están conculcando cada vez más y con más impunidad. La situación nunca fue inevitable. Siempre tuvo cauces de salida y los sigue teniendo como tiene personas responsables que ahora son los mismos que nos quieren hacer creer que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.

         Quiero insistir de nuevo en que estoy a favor de que cada niño coma lo que necesite tres veces al día, pero también sus padres, y el discapacitado de la familia, y los abuelos, y el vecino de enfrente que se quedó sólo hace ya un año, y la viuda que desahuciaron la otra mañana y que sabe dios  dónde estará durmiendo desde entonces y… no quiero seguir más porque me están entrando muy malos pensamientos justicieros y no quiero que nadie me tilde de antisocial mientras los que han provocado todo este embrollo fueron y siguen siendo gente de orden  que incluso cuando entran y salen de la cárcel, que alguno lo consigue, se nota la educación y los posibles. Hasta hacen declaraciones a la prensa a la salida para contar cómo les ha ido dentro y la injusticia que se ha cometido con ellos y cómo la justicia terminará dándoles la razón en su momento y nos describen hasta cómo debe ser la persona que deba juzgarlos porque ellos lo saben todo. Siempre lo supieron y lo siguen sabiendo.

 El refrán dijo:”no me des pan, ponme donde haya”, o “no le des un pez, enséñale a pescar”.

domingo, 16 de junio de 2013

PRESENTE


         No considero que España sea especialmente relevante en el concierto internacional en materia educativa ni en ningún otro orden de la vida. Lo que pasa es que uno vive en un lugar y aquí en España es donde vivo yo.  No quisiera que nadie pudiera pensar alguna forma de indiferencia por mi parte sobre lo que en materia educativa está pasando en este momento. Mucho menos que se pueda asociar mi silencio con alguna forma de connivencia. Por tanto, creo que debo señalarme, pronunciarme y dejar mi postura de manifiesto, aunque solo sea por mi tranquilidad personal, que no es poco.

         Acaba de aprobarse en España  una ley de educación, la LOMCE, con la mayoría absoluta exclusiva del partido que sustenta al gobierno que, según dice, viene a resolver los problemas endémicos que viene arrastrando España  de fracaso escolar y de inadecuación de las propuestas educativas con la realidad laboral vigente. Quiero pensar que verdaderamente las intenciones son las que se dicen, que ya me cuesta creerlas pero lo que sí puedo afirmar como un error mayúsculo es aprobar una ley de educación con el sólo concurso de uno de los partidos de la cámara, por más mayoría absoluta de que goce. Nadie va a discutir su legalidad  pero lo que sí se puede afirmar sin mucho temor a errar es que nace con los días contados. La falta de un acuerdo mayor con otros grupos hace que todos, salvo el partido del gobierno, la vean como una imposición ideológica de los supuestos mayoritarios, algunos de ellos muy evidentes y dignos por tanto de ser modificados en el primer momento en que se produzca la alternancia en el gobierno, lo cual ya es un mal en sí mismo porque garantiza la provisionalidad de una norma que debía promulgarse precisamente para lo contrario.

         Aunque no pretendo convertirme en un exégeta de los preceptos aprobados con la ley, sí que debo decir que resulta imposible conocerla y no darse cuenta de que la ideología la impregna de manera partidista y con ello sus días están contados. No es posible discutir hoy de nuevo un adecuado sistema de becas que venga a paliar las diferencias que la sociedad establece para que el futuro se plantee al alcance de todos los menores en igualdad de circunstancias. Pues no. Esta ley viene a consagrar que hay que sacar unas notas especiales para tener derecho a una beca. Los precios de las matrículas en estudios universitarios han subido de tal manera que miles de ellos van a ver bloqueadas sus iniciativas de formación superior por causas estrictamente económicas, lo que indica una insensibilidad intolerable a las posibilidades de futuro que debieran tener garantizadas todos los jóvenes, por más que después el mercado laboral tuviera dificultades para integrarlos  en puestos  adecuados a su formación. La solución no puede ser en ningún caso eliminar la formación ni hacerla más selectiva porque entonces es peor el remedio que la enfermedad.


         Se aprecia así por encima una intención manifiesta de imponer determinados supuestos: religión como asignatura puntuable, permitir que con dinero público determinadas instancias privadas puedan segregar a los alumnos en centros, bien de niños sólo o sólo de niñas a estas alturas de la historia,  cuando está más que demostrado técnicamente  los perjuicios futuros de semejante sistema, la eliminación de miles de profesores que venían ejerciendo labores de refuerzo en los centros públicos y permitiendo que se ejercieran imprescindibles apoyos para alumnos con más dificultades de aprendizaje, hasta cuatro reválidas a lo largo del currículo obligatorio con un afán inevitablemente selectivo en un momento de la vida en que lo que más hay que reforzar es precisamente lo contrario, el que todos puedan gozar de las máximas posibilidades, que ya la vida  se encargará de todas formas de discriminar por multitud de razones sociales y establecer diferencias, siempre más allá de las que serían aconsejables. Se trata en definitiva de poner de manifiesto que en España tenemos una nueva ley de educación, una más, que nace con los días contados y que lejos de buscar acuerdos entre posiciones distintas parece que ha llegado para marcar diferencias hasta límites intolerables.

domingo, 9 de junio de 2013

PRIORIDAD


         Es muy difícil no repetir algunas nociones después de ciento treinta y ocho encuentros semanales ya sobre este tema de la educación de los menores de seis años. No me importa demasiado que alguna idea, inevitablemente, haya salido ya en otro texto y probablemente desde otro ángulo. Es más, seguramente viene a enriquecer el conjunto, una vez que el conjunto esté terminado nadie sabe cuándo. Puede ser que este juego de líneas que se cruzan desde distintas ópticas, al final lo que vayan elaborando, ojalá que sea así, sea una tela de araña en la que quede integrado lo fundamental de la temática que abordamos.

         Siempre me acuerdo de mi visita, con el grupo de mayores de mi primer colegio, al British Museum en Londres. Y la imagen que me aparece, no sé por qué, es la de La Piedra de Rossetta que, como mucha gente sabe, fue la pieza angular para desentrañar todos los escritos de Egipto por el simple hecho de que sobre ella se grabó un mismo texto en tres alfabetos o lenguas distintas: jeroglífico, hierático y demótico. A través de la interpretación, por su similitud con el griego, de uno de ellos, permitió desentrañar los dos restantes  y el contenido de todos los documentos e inscripciones egipcias están plasmadas en jeroglíficos precisamente. Pues la clave de todos estos conocimientos se encuentra en la humilde Piedra de Rossetta, descubierta durante las campañas napoleónicas y expuesta, como tántas cosas del mundo egipcio, en el British Museum entre otros. Alrededor de la piedra un circuito protegido reservaba el primer campo de visión privilegiado para  las visitas educativas, de modo que pudimos verlo a placer en primera línea si bien, todo hay que decirlo, aquellos adolescentes no  podían valorar la enorme importancia y trascendencia del trozo de roca oscura y labrada que teníamos ante nuestros ojos, pero esa es otra historia.

         Sigo manteniendo esa impresión y no la olvido porque he sufrido durante muchos años, todos los cursos en realidad, el menosprecio y hasta un cierto acoso cuando he visitado la Alhambra con mi grupo de alumnos. Hemos intentado como hemos podido explicar el contenido del monumento más visitado de España y de la manera más amena posible, contando historias y leyendas de cada espacio y tratando de que los alumnos fueran capaces de interiorizar sensaciones que nos rodeaban en cada visita: visuales, auditivas, olfativas…. Tratando de hacer, en fin, que la visita al monumento supusiera para ellos un contacto con su historia y un orgullo de pertenecer a esta tierra que alberga tanta grandeza en sus entrañas. Hoy ya sé que existen visitas guiadas a través de las que se les explican a los pequeños los contenidos indispensables, si bien la frescura de las vivencias particulares ya no son las mismas, pero entonces la lucha de los guías por intentar que no molestáramos a sus grupos de turistas era bastante molesta y agobiante. Mientras los guías intentaban sin conseguirlo apartarnos de sus explicaciones, los propios guías nos convertían en objetivo prioritario de sus fotos por el hermoso espectáculo que ofrecíamos.


         De modo que las visitas a la Alhambra se convertían en una experiencia agridulce. Había que recordar junto a la dicha del recorrido y al espectáculo de los turistas interesados en nuestras explicaciones, movimientos, canciones, el menosprecio y la regañina y protesta de los guías, siempre más celosos del aspecto comercial de la visita que ellos representaban, que de la grandeza de los grupos infantiles con sus voluntariosos maestros por hacer valer el significado de tan singular monumento a las nuevas generaciones. No podía y no puedo dejar de añorar la situación vivida en el museo londinense y la distinta valoración que todo el cuerpo educativo, a favor de ellos bien a mi pesar. Hoy, es verdad, las cosas han cambiado bastante y todo lo escolar dispone de un plantel de guías específicos para que los pequeños interioricen el valor del monumento y de su significado en la historia, pero uno no puede, así como así, quitarse de la cabeza determinadas imágenes que siguen causándole sonrojo y que hubiera preferido no vivir.

domingo, 2 de junio de 2013

SEPARACIÓN

  
         Volvía de mi tributo andariego de los diez kilómetros diarios, cerca ya del noveno, con las piernas pesadas y con el sol de frente que no me permitía ver ni tres en un burro. -¿Antonio?.  Me volví a ver quién me nombraba y me encontré a María Angustias, compañera de profesión de más de treinta años, pero con la que apenas había hablado nunca. Me paré con ella, tan hermosa como siempre, porque sus ojos me decían que necesitaba hablarme. Se le salían de las órbitas y se morían de angustia.

         Me contó la historia de su traumática separación a los 53 años, con tres hijos de 15 a 20 años y habiendo cedido la custodia al padre porque se encontraba deprimida y con accesos de ansiedad. Una hora fue suficiente como para mostrarme su drama, como tantos miles porque realmente no tiene mucho de especial, pero suficiente como para que yo pensara que debía sacarlo aquí por lo aleccionador que pudiera resultar. Esta mujer, después de casi treinta años de profesión se enfrenta a su soledad ahora cada día. Tiene que asumir que ha de renacer de sus cenizas y cada día se muestra ante un grupo de personas bajo su cuidado con la fragilidad de quien está haciendo equilibrios emocionales porque no puede físicamente con la situación por la que atraviesa. Necesita trabajar para ganar su sustento y asumir que, a pesar de todo, no le llega materialmente para terminar el mes. Hace unos meses apenas, la misma persona vivía en un chalet cerca de la ciudad, con una situación estable hasta que un día, quien ella creía el amor de su vida, le dice que ya no la quiere y que quiere separarse.

         Me enseñó su pastilla debajo de la lengua y la verdad es que no me hizo falta porque su cara era un poema. Una mezcla de dignidad herida, de resentimiento indefinido y de sensación de fracaso personal que por más que yo quisiera animarla en aquel momento era inútil porque no podía oír más que su angustia. Estuve con ella un buen rato, la invité a un agua con gas, la escuché mientras hablaba y le ofrecí mi teléfono por si me quería llamar en cualquier otro momento. Sé que el caso no tiene mucho de especial aunque es verdad también que cada caso es particular. Lo traigo a colación porque esta persona  se encuentra en este momento completamente fuera de su lugar convencional, consciente de que el suelo se le está moviendo bajo los pies y el reto más importante está ahora en resituarse y en encontrar el nuevo rumbo que podrá darle a su vida. Todo esto ha de combinarlo con su trabajo diario con el grupo de pequeños cuando su cabeza es imposible que pueda centrarse en su trabajo, en su profesión, en el aula que la ha visto desarrollarse durante tantos años. Pues esto también forma parte del proceso educativo porque las personas que lo componen, en este caso una maestra, están sometidas a todos estos vaivenes que sin duda condicionan su trabajo de cada día.


         La lección que pretendo transmitir con esta situación concreta que muestro es que la vida nunca se nos ofrece limpia de condicionantes. El caso de María Angustias es uno más. Cada persona, tanto adulta como menor se enfrenta cada día al proceso de convivencia desde una situación personal concreta que lo condiciona y que se ha de tener en cuenta si se quiere no desbarrar demasiado. De todo ese entramado de casos particulares es de donde surge la educación y sus reglas, que las tiene y muchas de ellas las venimos desgranando cada semana, no se desarrollan fuera de la atmósfera sino en medio de todas estas circunstancias particulares en tiempos y personas que la humanizan y, a mi modo de ver, la engrandecen y nos llevan a pensar cada vez más que la vida es, antes que todo y por encima de todo, un milagro cada día. No por elementos sobrenaturales ni deíficos o religiosos sino por la cantidad de circunstancias que se combinan en un momento dado para que las cosas sean de este modo y no de otro.