Seguidores

domingo, 31 de marzo de 2013

NATURALEZA




         Espero que vaya quedando claro que en educación cualquier excusa, cualquier circunstancia, cualquier coincidencia se puede convertir en fuente de saber, de investigación. Una casa en el campo de cualquiera, un padre camionero, una madre arquitecta, una película que los demás no conocemos, un día especialmente soleado, una salida familiar de fin de semana pueden ser argumentos idóneos y más que suficientes para iniciar un diálogo y de ahí, trabajo para un día o para sabe dios cuántos.

         El patio de la última escuela que pude compartir con los niños tenía historia de árboles frutales pero cuando yo lo conocí sólo le quedaban dos caquis, exquisitos por cierto, a los que pude añadirle un cerezo antes de irme. Espero que su fruto sea tan rico como los caquis, aunque este tiempo no es momento de frutos, sino de flores. Por los caminos hay flores a montones, que los niños pasan y cruzan sin conocer. Seguramente que muchas familias tampoco y no pueden, por tanto, facilitar a los pequeños el conocimiento preciso sobre lo que están viviendo en este momento. Nuestro patio empezaba en Febrero con violetas que sabe dios cuándo se habrían sembrado y que por más arreglos que se le daban al jardín no dejaban de salir puntuales, las primeras. A estas horas, comienzos de abril las glicinias inundaban el jardín de morado con esos maravillosos racimos de flores que inundaban de olor y de abejas el ambiente. Uno a uno, cada niño tenía que oler la glicinia y aprender a diferenciar el olor del de las violetas o del lilo, que venía después. Hace años teníamos un rosal que olía. Cuando acercaba a los niños a que olieran  me decían  “¡Huele a colonia!”. Me daba tristeza tener que aclararles que no, que era la colonia la que olía a rosa.

         No es una clase de jardinería lo que me está saliendo esta semana, no. Es que la escuela no debe ser un recinto cerrado y aislado del mundo que pasa y cruza a su alrededor sino una herramienta de la que los niños disponen para conocer el mundo en el que viven, las reglas por las que se rige y las posibilidades de intervención que nos está ofreciendo a cada momento para desentrañar los elementos que lo forman y las lecciones que podemos extraer de cada uno de ellos para nuestra propia vida. Cuando empecé a levantar a los niños para que metieran sus narices en los racimos de glicinias se sentían cohibidos  e intimidados de meter sus narices en las flores y percibir su olor. Cuando se acostumbraron y aprendieron a discernir la diferencia entre una lila y una celinda o una rosa parece como si se les hubiera abierto un mundo nuevo que les permitía conocer y gozar al mismo tiempo. Y es que la escuela puede y debe ser, entre otras muchas cosas, eso, una fuente de goce y de conocimiento que está al alca
nce de nuestra mano y al que podemos acceder a través del trabajo y del esfuerzo de cada día.

         Se convierte así la escuela en algo, antes que nada apetecible, deseable, lo que no quiere decir que acceder a cualquier conocimiento sea fácil. A veces lo es pero, otras muchas,  necesita esfuerzo y trabajo, lo que hace todavía más meritorio el resultado. Si el interés de los pequeños está suficientemente incentivado no hay problema. Ellos van a responder siempre porque se van a sentir protagonistas de su vida y van a entender que lo que se vive en la escuela les afecta y espera de su participación porque sin su participación la escuela no es nada. Los ojos de los niños cada mañana nos hablan de su disposición para encarar el trabajo del día. Nunca les importa el trabajo. Lo que no pueden soportar, y cada día lo comprendo más y mejor, es estar en la escuela como si no fuera con ellos, como invitados. Es como si cambiaran entonces su calificación de personas por la de alumnos, cuya misión no es otra que la de obedecer en cada momento lo que el maestro les vaya indicando pero sintiéndose al margen de lo que están viviendo.



lunes, 25 de marzo de 2013

MAQUETAS

Hace unos meses presentábamos en este mismo blog con el título de CIENCIA un trabajo de un grupo de pequeños de la Escuela Infantil Duende y de su maestro, mi compañero y amigo Manuel Ángel Puente a propósito de las propuestas artísticas de Escher, que se presentaron en el Parque de las Ciencias de Granada en forma de una maqueta de su escuela elaborada por el grupo. En la escuela muchas veces sucede que se empieza un trabajo y la iniciativa va tomando vida propia y se adentra por unos derroteros que pueden ser los que estuvieran previstos desde un principio, o no. En este caso yo no me he parado a preguntar a Manuel Ángel si ellos previeron lo que presentamos hoy porque no me parece lo significativo. Lo que sí importa que sepamos es que después de aquella presentación y aprovechando que un par de familiares son arquitectos, el tema derivó a que cada familia podía presentar una maqueta de su casa y, una vez reunidas, se podían exponer para que la gente las viera. Como el trabajo resultó amplio y meritorio se buscó un espacio adecuado en un palacete que el Decanato de Arquitectura tiene casi terminado y allí en pleno centro de la ciudad. Se montó un acto en el que se hizo visible la manifiesta colaboración de la Universidad, a través del Decanato y el grupo de familias con los pequeños en primer plano. Una forma, por cierto, de entroncar distintas instituciones de la ciudad y aportaciones convergentes sobre un mismo tema que no desmerecen a nadie y que, por el contrario, benefician a todo el que participa. En ningún momento se ha pretendido que los pequeños se conviertan en redichos sabiondos que se entrometen en asuntos que no les interesan. Nada más lejos de la realidad. Se ha tratado sencillamente de seguir el hilo del trabajo que se inició con Escher y llevarlo a la situación cotidiana de cada pequeño siguiendo el interés que el grupo muestra y que concluya en el estudio de las dimensiones y distribución de sus propias casas hechas por ellos mismos y por los adultos cercanos que viven con ellos, con lo que se convierte en un trabajo sostenido, riguroso, cercano y a la vez con todo el rigor científico que el tema requiere para que los niños obtengan de su trabajo la valoración personal de su capacidad para materializar una iniciativa que ha surgido en la clase y que se desarrolla en un espacio de tiempo prolongado y el enorme valor del trabajo de grupo que se ha enriquecido en su elaboración con la aportación de todos. El acto se desarrolló con toda la sencillez necesaria para que los niños se sintieran verdaderamente protagonistas de lo que se estaba presentando, pero a la vez con toda la complejidad de lo que ha supuesto poner en pie un esfuerzo importante, variado y complejo en el que han tenido que intervenir personas distintas, acciones distintas y puntos de vista distintos que han confluido en ese espacio y en ese momento. No debemos caer en el recurso fácil de valorar el resultado final como si no fuera, aunque pueda resultar brillante, sólo una pieza más de un engranaje que puede haber empezado algunos meses antes y que en su desarrollo ha necesitado esfuerzo, sistemática de trabajo, una cuidada elaboración y niveles de coordinación con otros sectores ciudadanos para confluir en una tarde feliz y gozosa en el que cada una de las piezas de ese puzle puede verse valorada y reconocida en el conjunto. También es una forma de presentar los esfuerzos de un grupo de menores con todo el valor de lo bien hecho aunque lo que se presente no esté fuera de sus posibilidades sino completamente al alcance de su mano si se invierte el esfuerzo necesario y se le da la prestancia que requiere. Esa vivencia se queda impregnada dentro de todos los que participamos en el acto, cada uno con un papel distinto, pero todos partes de un conjunto armónico y hermoso de alto valor educativo.

domingo, 17 de marzo de 2013

MISERIAS

Más de una vez me ha pasado que en alguna de las muchas charlas que ido dando para familias y para compañeros o en alguno de los muchos artículos que han ido apareciendo en periódicos y revistas no ha faltado quien comente que el mundo que yo manifiesto es un tanto excepcional y se produce en unas condiciones especiales. Los comentarios llevan la intención de desplazar mis argumentos a unos espacios apartados de quien los comenta y con ello esa persona o personas se sienten libres de responsabilidad, como si el tema no fuera con ellos. Mi amiga Mari tiene un nieto de seis años que en este momento que en este momento se encuentra en la disyuntiva de tener que abandonar su escuela pública porque su maestra la ha tomado con él alegando que no le hace caso y que hace lo que quiere. Su madre, la hija de mi amiga, no parece capaz de enfrentarse a la maestra y cantarle las cuarenta y es posible que acepte una solución de encontrar para su hijo un lugar privado en el que el niño se sienta acogido antes que defender los derechos de su hijo, los de ella misma como ciudadana y madre y los de la escuela pública que tiene la obligación de acoger a todos los menores y ofrecer un lugar de inclusión para ellos en el que se produzca una convivencia en armonía y con respeto a las diferencias enriquecedoras entre unos y otros. Después de una serie de filípicas sobre lo raro que es su Pablo, la madre ha tenido que llevarlo a la psicóloga del centro para ser estudiado. La psicóloga ha dado su informe completamente favorable para el niño. Ella no ve en su personalidad nada fuera de lo normal. La maestra parece que lo mantiene enfilado y no se vislumbra una solución que no pase por una cierta violencia de la madre hacia la maestra. Mi amiga Mari me lo comenta y me pide opinión. Yo no salgo de mi asombro y le digo, desde el respeto absoluto a la decisión de los padres del niño, su hija y el marido, que lo que hay que hacer es luchar por el niño. Que no se puede soportar que una maestra de una escuela pública se permita el lujo de poner sus ojos y su comportamiento en un niño y hacerle sentir que es una persona rara cuando lo único que está pasando es sencillamente que ella no es capaz de mantenerlo dentro de la disciplina del grupo, trabajo por el que cobra un salario decente y al que tiene la obligación de dedicar todo su esfuerzo y lograrlo, porque esas es su responsabilidad. Se ha hecho pasar innecesariamente al niño por la opinión de la psicóloga del centro para que confirme lo que desde el principio estaba a la vista de todo el mundo menos de la maestra. Que el niño está completamente normalizado y que no encuentra en su comportamiento nada raro. Este es el mundo de la educación pero yo no quiero centrarme en casos como éste que me muestran la miseria de nuestra profesión, como tantas otras miserias de todas las profesiones porque no creo que esta tenga ninguna particularidad diferente a las demás. No sé quién me lee, aunque a algunos sí que los conozco y a otros los voy conociendo a través de los comentarios que nos intercambiamos pero creo que en casos como el que nos ocupa, lo último que hay que hacer es cambiar al niño de colegio. Creo que ese niño tiene derecho a un espacio público que lo acoja y en el que pueda crecer y desarrollarse respetando su personalidad como la de cualquier otro de sus compañeros y haciendo que la estructura escolar, lo primero su maestra, pero también toda la comunidad educativa, tengan para él un comportamiento de acogida que facilite su desarrollo y su desenvolvimiento como persona y como miembro de un grupo. Por esto es por lo que vale la pena luchar y no rendirse a las primeras de cambio ante una situación claramente injusta y perjudicial para Pablo.

domingo, 10 de marzo de 2013

DIFERENTES

Recuerdo que hace años, en nuestras reuniones de militantes pedagógicos, cuando las mujeres apenas se empezaban a ver en lugares de poder, yo solía decir lo justo que sería que si somos el cincuenta por ciento cada sexo, así fueran también las posiciones de poder. A todas luces parecía una cosa insólita y hasta mecanicista. Hoy, a pesar de que existe todavía una desproporción innegable a favor de los hombres, ya no parece una barbaridad esa afirmación y sí una meta a la vista y deseable. Es más, sabemos que hay espacios sociales: enseñanza, medicina, judicatura…, en los que priman las mujeres. En aquellos primeros ochenta en los que todas las reivindicaciones estaban en mantillas y cualquiera de ellas era bien vista, quizá por lo lejana, también recuerdo que me atrevía a formular. “Me creeré lo de la igualdad del hombre y la mujer cuando veamos por la calle un hombre vestido de mujer y se vea normal”. Y es que ya por entonces, y sigue siendo así hoy, lo que se estaba produciendo no era un acercamiento hacia la igualdad sino una hominización de la sociedad. Es verdad que algo hemos avanzado, pero básicamente eso es lo que se ha producido. Nos hemos convertido todos en un poco más hombres. La filosofía del macho ha terminado por imponerse y ahora hay menos diferencias entre hombres y mujeres, entre otras cosas porque toda una serie de señas de identidad típicamente femeninas han ido desapareciendo para desgracia de todos, porque, aunque yo pueda exagerar un poco los rasgos, lo cierto es que hoy somos más pobres culturalmente hablando. Como que hay menos diversidad y son precisamente los ámbitos femeninos los que han llevado la peor parte. Vestimentas, borracheras, vicios, formas de hablar que rigen son las asociadas a la cultura machista. Las muchachas, en ese lenguaje sincrético coloquial dicen “tío”, cada vez que expresan admiración por algo. A los tres años más o menos se manifiestan las diferencias sexuales muy visibles hasta el punto de que los niños quieren estar con los niños y las niñas con las niñas. Como cada aspecto de la vida, la estructura escolar puede reaccionar de una manera que favorezca o dificulte estas tendencias naturales. Por no entrar en polémica, sólo diré que me parece muy bien que cada sexo se sienta específico y diferente al otro y que eso creo que es una riqueza para todos. Por extensión podemos decir sin miedo que la importancia no está en que los hombres y las mujeres seamos diferentes, eso es una riqueza de por sí de la que unos y otros nos podemos enriquecer. Lo que la escuela se debe preocupar es de permitir que los dos ámbitos dispongan de su espacio de realización y no terminen imponiéndose, como ha venido pasando desde siempre los aspectos masculinos sobre los femeninos. Que seamos distintos es una riqueza, lo que hay que cuidar es que ninguno esté por encima del otro, que es lo trágico. El camino de igualdad desde el respeto a la diferencia que se ha abierto significa toda una revolución de un alcance que no podemos soñar hoy, que apenas hemos visto las primeras señales. Espero y deseo que este camino que apenas se ha iniciado sea imparable en beneficio de todos. Ya vemos dificultades muy básicas como por ejemplo el lenguaje que intentamos resolver con ridiculeces como niños/as, nosotros/as, que sólo indican a mi modo de ver lo verdes que estamos todavía. Tenemos que encontrar fórmulas que nos incluyan y en las que todos nos sintamos reconocidos. Seguramente que el propio lenguaje tiene recursos para ello. Si hablamos de personas, por ejemplo, estamos incluyendo masculino y femenino y no necesitamos ridiculizar las palabras con el os/as que queda forzado sin duda. He puesto el lenguaje de ejemplo, consciente de que se trata sólo de un aspectos de los miles que habrán de cambiar en el futuro para que podamos vivir nuestras diferencias sexuales como lo que son, como una riqueza de la que todos podemos beneficiarnos.

domingo, 3 de marzo de 2013

INVESTIGAR

Con frecuencia el contacto prolongado con los menores se nos hace cuesta arriba porque nos abruma el nivel de actividad al que nos someten. Cualquier cosa que cae en sus manos les interesa. Todo lo han de tocar, de medir, de pesar, de comparar, de valorar, de cambiarlo de lugar, de encontrarle posiciones, de probarlo de sabor, de comérselo incluso… Nunca como en este tiempo las personas ejercitan tanta curiosidad y tanta capacidad de investigar. Podemos decir sin miedo a errar que en este tiempo la curiosidad no tiene límite. He llegado a ver pequeños que se han quedado dormidos en plena acción, sencillamente de agotamiento. Una secuencia hermosa donde las haya. Viene a cuento este ejemplo para dejar claro que la propia naturaleza trae consigo casi todas las capacidades preparadas para su ejercicio y adiestramiento. Si somos capaces de permitir que los pequeños despliegues sus curiosas alas por los distintos rincones de la vida los podemos ver jugando con las lombrices que han sacado de la tierra, poniéndose empapados mientras intentan doblegar el agua rebelde que, al final, termina por poseerlos a ellos y que así les hace aprender que hay que tener cuidado con las cosas mientras aprendemos a dominarlas, construyendo una casa en cualquier espacio a base de palitroques y de hojas o hierbas que cogen de aquí o de allá, ejercitando las destrezas en el equilibrio corporal mientras se desplazan siguiendo cualquier bordillo o cualquier línea trazada por las baldosas de suelo, poniéndose ellos cualquier meta al alcance de su mano o de sus pies que le indique que son capaces de muchas cosas y que el esfuerzo tiene su recompensa. Sé que es francamente difícil seguir sus ritmos y estar alerta de la cantidad de riesgos que hay que afrontar porque las capacidades de previsión de los pequeños son bastante incipientes, pero estoy hoy más seguro que nunca, que sólo aprovechando la energía inmensa que cada persona trae en su interior y su maravillosa curiosidad, casi sin límites, es como podemos lograr personas reconciliadas con la vida, protagonistas de la suya en la medida de sus posibilidades en cada momento y optimizando todo ese caudal que la naturaleza nos ha investido y nos predispone a gastar en esfuerzos cada día. Sólo necesitamos ponernos a favor del viento que sopla. No es difícil. En cuanto nos paramos delante de los pequeños y les permitimos que se muevan por ellos mismos, al momento nos están indicando la dirección en la que quieren ir y la velocidad de crucero a la que están dispuestos a hacerlo. He oído muchas veces que si cada niño hiciera lo que quisiera a dónde íbamos a parar. Hoy lo sé. Llegaríamos sin duda a entendernos unos con otros, a saber que nadie lo merece todo y que todos tenemos que aprender a ceder parte de nuestro espacio para que los demás ocupen su parte también. Aprenderíamos a escucharnos unos a otros, sencillamente por el interés egoísta que tenemos de aprender. La vida rápidamente nos enseña, si se lo permitimos, que solos no podemos nada y que los demás son los que nos enriquecen y nos completan. Los necesitamos para ser más y mejores personas y para sentirnos queridos y deseados por ellos. La vida no tiene sentido si estamos solos. Todo el placer y la dicha que podemos asumir y gozar nos viene de nuestro contacto con los demás. Los demás nos condicionan y nos enriquecen al mismo tiempo. Sé que esto que digo parece un sermón pero quien esté en contacto con pequeños cada día será capaz de entender que sólo son lecciones que cada uno de los pequeños nos ofrece en bandeja y que nosotros en todo momento tenemos la capacidad de asumir o rechazar. La Escuela suele convertirse en una fábrica de obedientes alumnos cuando en todo momento puede y debe ser un maravilloso laboratorio que nos enriquezca a todos, a pequeños y a mayores