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domingo, 17 de febrero de 2013

CRUELDAD

Ha pasado tantas veces que uno intenta aislarse de la realidad que vive y ceñirse al elemento concreto que quiere mencionar que siempre está presente la tendencia, por más que sabe uno de sobra que no es posible aislar una secuencia cualquiera de la vida porque todo el conjunto está encadenado y nos sale o nos llega en un lote completo, en un conjunto, fruto de un juego de valores propio de un momento determinado. Estoy viendo en la tele y leyendo en la prensa cada día actos de corrupción política que seguramente no son generalizados pero que es verdad que ocupan una gran parte del tiempo informativo y que establecen esa pátina general sobre nuestras cabezas como si lo fueran. Esa serie de actos de gran violencia y crueldad sobre los desahucios en los que familias enteras, no sé cuántas porque nadie nos da números fiables, son puestas de patitas en la calle con personas mayores, con niños pequeños, cuando a la vez se da la paradoja de que existen millones de viviendas vacías que, o bien son ocupadas por esas mismas familias u otras o son tapiadas para que no se las pueda ocupar. Y siento que traiciono los cimientos de la educación si me pongo a explicar cómo se corrige a un pequeño la pronunciación correcta de la erre sin entrar en la influencia fundamental demoledora que le llega cuando ve las imágenes implacables de la injusticia o de la manifiesta desigualdad entre los seres humanos que lo rodean. Porque independientemente de que en la sociedad hay que dotarse de unas normas y de que esas normas han de ser cumplidas por todos, no puede ser de otra manera, cuando se llega a poder mostrar con tanta frecuencia escenas de tanta crueldad es que seguramente hay algo que no se está haciendo bien y lo estamos pasando por alto. Los datos nos dan señales que tenemos que asumir porque también forman parte de la verdad. Nos dicen que en los últimos años, en España, la diferencia entre los ricos y los pobres no sólo no se está achicando sino que se va haciendo más acusada. Nos dicen también que los ricos están aumentando y que los pobres también, lo que quiere decir que esa clase media que siempre ha significado el colchón de los que mal que bien han salido adelante se va empequeñeciendo. Nos dicen que los productos de lujo no están en crisis, al contrario, cada vez se venden más mientras que los comedores sociales están aumentando hasta la vergüenza. Ante este cúmulo de realidades no es posible pensar que los menores se pasean aislados en una burbuja porque no es verdad. Se contaminan de este estado de cosas y participan de toda esta violencia ambiente porque son miembros de esta sociedad concreta. Y saco esta reflexión a cuento porque sigo interesándome por mi tema, la educación de los más pequeños, pero a la vez tengo ojos y sensibilidad para darme cuenta de que este estado de injusticia creciente en el que nos movemos no facilita la convivencia para nada. Al contrario. Va dejando en el aire una contaminación de suciedad y de injusticia que desfigura todo lo que tradicionalmente hemos considerado valores positivos. Si en la prensa aparece una noticia de que un señor dispone de una flota de 100 coches de alta gama para su uso particular, y es un ejemplo sacado de la realidad, no podemos al mismo tiempo estar vendiendo los beneficios de una convivencia pacífica imposible porque una situación semejante engendra cargas de violencia que se hacen presentes inevitablemente en el día a día de una manera o de otra. Sacarlo a la luz es reclamar al mismo tiempo que este estado de cosas termine cuanto antes en beneficio de todos y, en mi caso concreto, en beneficio de los más pequeños, que sufren estas tensiones sin que nos demos cuenta muchas veces pero con toda su carga de crueldad. Los resultados los veremos muchos años después de multitud de maneras, ninguna de ellas gratificante.

5 comentarios:

  1. Lo has expresado magistralmente. La educación de nuestros hijos se ve siempre influenciada por el entorno en que crecen...

    Un cordial saludo
    Mark de Zabaleta

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  2. Es cuestión de justicia social.
    Es cuestión de que de una vez por todas se pongan al trapo los poderes todos: los fácticos y los reales
    Es cuestión de que la iglesia del evangelio, (nada tiene que ver con la alta esfera jerárquica hoy más que nunca en dar en la clave, con clave cónclave para pronunciarse en otra cabeza visible) se decante abiertamente pro-necesitados.
    Es cuestión de que asumamos la tragedia de la crueldad en todas las múltiples facetas sin relegarla a la categoría de enécdota.
    Es cuestión de que todos y cada uno denunciemos como nuestra la desigualdad
    Si no, servirá de bien poco el mensaje
    Es cuestión de que nos creamos todos, y por qué no, agentes políticos.
    Por alguna parte necesariamente ha de brotar la luz. Espero
    Es cuestión de educar(los) y educar(nos) en valores. ¿O no?
    Valiente tu escrito.


    Abrazo

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  3. Hola mi amigo ,
    escribe muy bien sobre ese tema tan polémico y actual...También me gustaría venir a visitarlo más a menudo, pero últimamente he tenido muchas ocupaciones y mi hijo ha sido operado...Yo estaba muy preocupada,pero todo está bien ahora.Cuànto a escribir más en mis comentarios ya sabes que tengo el problema del idioma y mi español no es lo suficientemente bueno para prolungarme.Bueno. Te mando un abrazo.

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  4. Buenas noches Antonio.
    Realmente es vetrgonzoso lo que está pasando en este Pais.
    Se están cargando la clase media.
    Realmente tarea dificil para los educadores.
    En fin Antonio, darte las gracias porque este Post está lleno de soliraridad con los que sufren las injusticias que hay en esta querida España, esta España mía esta ,España nuestra, como cantaba Cecilia.
    Un abrazo, Montserrat

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  5. Por detrás de la clase media está media y otra media clase baja: Esa es la que ya nos hemos cargado. La clase media, si tiene quién la proteja, asomará a la superficie y respirará tranquila. Las bajas no tendrán tanta suerte y se ahogarán se ahogarán se ahogarán.
    Las 'clases' no son inventariadas sino en razón cuánto pesen e importen en la balanza de medir.
    Hasta ellas, segurísimo, no le dio tiempo de entrar al Jesús de Nazaret, querida Montserrat.
    Saludos

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