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domingo, 4 de noviembre de 2012

COMPLEJOS

Los vamos a denominar así porque así se recogen en los manuales y no quisiera yo venir a sembrar complicaciones en esta etapa del desarrollo, ya compleja de por sí. Les llaman complejos y se concretan en el de Edipo para los niños que se sintetiza en querer matar al padre para quedarse con la madre así muy por encima y el de Electra para las niñas que se concreta en querer matar a la madre para quedarse con el padre.
Ya sé que cuando se pretende hablar de aspectos de tipo genérico es posible que ningún caso concreto se sienta identificado con la descripción que aquí se plantea, pero vive dios que el tema existe, que es cierto y que de una u otra forma está presente en cada caso aunque no tenga por qué tener todos los componentes ni la virulencia que se describe. Ya vimos en su momento cómo los niños se sentían atraídos por las madres y las niñas por los padres y viceversa. Esto es un hecho por más variantes que plantee en la práctica y hay que desarrollar esta tendencia o esta potente inclinación en el caso de los niños sobre la madre y en el de las niñas sobre el padre. Como todo esto se produce de puertas adentro y estamos hablando de padres y de hijos, es fácil que los sentimientos que se suscitan no salgan a la luz pero están presentes y todos hemos tenido episodios en los que han quedado manifiestos y los hemos resuelto como hemos sabido o podido en cada momento.
Mi interés está en sacar a la luz todo lo que se pueda de las interioridades y profundidades en las que se fragua la personalidad en estos primeros años para que seamos conscientes que cada cosa que pasa tiene unas causas y que hablar de eso no lo agrava sino al contrario, las alivia y las relativiza porque todos podemos comprobar que estamos viajando en el mismo barco de la duda, de la incertidumbre y en momentos hasta de la desesperación pero que ha de ser a base de afrontar las situaciones como podemos llegar, a aceptarlas en primer lugar sin tener que asustarnos de nada porque todo lo que está pasando forma parte de la normalidad de las personas y a trabajarlas después para que puedan evolucionar a situaciones mejores y más armoniosas que aquellas que se plantean en un principio. Con este talante es como podemos asumir la educación como un proceso de comunicación, que es su fundamento. Y todos estamos afectados e involucrados. O avanzamos intentando mayores cotas de normalización o nos bloqueamos y nos convertimos en compartimentos estancos que se ignoran unos a otros.
Ya sé que es muy dramático asumir que mi hijo quiere matarme para quedarse con su madre o mi hija quiere matarme para quedarse con su padre pero es la verdad. Como es verdad el impresionante complejo de culpa que les entra cuando se dan cuenta de lo que están sintiendo porque esos sentimientos no significan que dejen de querernos sino que el espíritu humano es muy complejo y capaz de las mejores cosas y también de las peores. La secuencia típica es la de meterse en la cama de matrimonio y no parar hasta que el rival o la rival desaparezca y el menor termine con el adulto que desea. Pues bien, de aquí hay que partir y hay que asumir ese fenómeno como normal para darnos cuenta de que lo que está pasando es importante para todos y que, si está claro que los menores no se pueden salir con la suya porque supondría sencillamente una barbaridad sin sentido, tampoco podemos menospreciar sus sentimientos porque son reales y muy profundos . Tiene que ser el diálogo y el tiempo el que se encargue de que los sentimientos evolucionen hacia otros derroteros que ya iremos describiendo sin que nadie se quede en el camino.

4 comentarios:

  1. Una excelente presentación de esos traumas que pueden grabarse en el subconciente de los niños...y como evitarlos...

    Un cordial saludo
    Mark de Zabaleta

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  2. Cuánto sufrimiento, cuánto dilema para los pobres hijos, afrontando a quién, padre o madre, matar para quedarse con el contrario.
    Claro que los padres, sabedores del tema, tienen un as en la manga para capearlo y salir lo más airosos posible.
    Al final, por suerte, parece que a unos y otros les entra el sentido común, y sobre todo el amor filial/paternal y todo queda en 'complejo', de suerte que los crímenes no llegan a producirse. De otro modo, la humanidad se habría configurado de forma meridianamente distinta. Simple matemática.
    Abrazos

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  3. Querido Antonio !

    Que puedo decirte amigo mio querido. Es un trauma si, lo es, pero no creo que llegue a tanto, es decir, no creo que realmente exista ese deseo de matar a nadie, padre o madre- Yo adoraba a mi padre y el me llamaba su tesorito :) pero tambien adoraba a mi madre y nunca me la quise quitar del medio, ella era buena y cariñosa, claro que mi hermano era mas amante de su mamà que de su papà pero con mi padre tenia muy buenas migas, en definitiva creo que todo esto puede llegar a ser un trauma si nosotros lo vemos asi, si realmente lo creemos asi, si dejamos que nuestros hijos tenga amor y los amamos como debe ser ese trauma de Edipo y Electra no tiene por que surgir, vas a decir que esto es una tonteria quien soy yo para contradecir al psicoanálisis y mas teniendo a una hija psicologa clínica :) pero lo veo así que le voy a hacer y asi lo digo Antonio, ya sabes que coontigo no hay oscuridades todo es claridad amgio mío.

    Te dejo un fuerte abrazo de alma a alma.

    Aurora

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  4. Bueno, Antonio, yo ahí también pienso que te pasas un pelín... yo nunca deseé que mi madre desapareciera, ni mucho menos matarla; me conformaba con ser yo la primera para mi padre, y poco a poco fui estableciendo más complicidad con mi madre y me pareció muy bien el tipo diferente de relación que tenía con uno y con otro.
    Al ser hija única, también, es lógico que todo el cariño de los dos se centrara en mí.
    Anais también tuvo su etapa en la que quería ser la "princesita" de su padre (ella era Heidi y él era Pedro, ella era Bella y él Gastón, que le parecía más guapo que la Bestia... y yo era una cabrita, o un plumero, o la tetera... siempre un personaje muy secundario), pero enseguida (antes de los tres años) ya se estableció también conmigo esa complicidad que nunca se nos perdió, y como, además, su padre "pasaba" de intentar sentar unas bases en su educación, creo que no llegó nunca al punto de Electra.
    Estas son mis experiencias, habrá tantas y tantas...
    Un besito, Antonio.

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