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domingo, 25 de noviembre de 2012

PADRES

Decir padres puede ser, debe ser y ojalá que sea decir muchas cosas. Por lo pronto es la ley, es el miedo y también la seguridad, es la norma y la referencia, es el motivo suficiente para la sublevación y es a la vez la culpa por el odio a lo querido. Y es todo esto y seguro que muchas cosas más a la vez en secuencias indisolublemente unidas de modo que originan en quien las vive en los primeros años de su vida un cúmulo de sentimientos encontrados en medio de los cuales es muy difícil orientarse. Pero ese es el reto.
Los que ya tenemos unos años a las espaldas vivimos un momento en el que la idea de paternidad se ejercía desde valores absolutos: Los padres siempre llevaban razón, sabían como nadie lo que había que hacer en cada momento, no se equivocaban y la obediencia que se les debía tenía que ser plena e incontestable porque, además, siempre querían nuestro bien. Semejante desarrollo de la paternidad gozaba de una simplicidad tal que el menor sólo tenía que hacer lo que se le mandaba en cada caso y con eso llevaba en su comportamiento todos los beneficios legales imperantes. A la vez el cumplimiento estricto de la obediencia disponía de la comodidad añadida de sentirse libre con la sola idea de haber hecho lo que se le demandaba en cada caso. Así se fraguó una estructura de comportamiento que albergaba a los buenos, que eran los que cumplían las órdenes con puntualidad y precisión y los malos, que eran los que no las cumplían. Esto simplificando mucho para entendernos porque en realidad ni nadie era capaz de obedecer siempre ni nadie ardía en las calderas de Pedro Botero por el hecho de rebelarse.
A partir de las mismas contradicciones de un esquema tan simplista se llegó a imponer la sublevación contra el padre que es lo mismo que decir contra todo ese agobiante conjunto normativo, que llegó a manifestarse inoperante y vacío. A todas luces era una lucha justa que dignificaba a quien se esforzaba en ella. La causa era por una parte la lucha contra la injusticia y la búsqueda de la libertad individual para conseguir que todas las personas nos sintiéramos partícipes de la construcción de la sociedad y participáramos en su funcionamiento. Y a ello dedicamos una serie de años de nuestra juventud con mejor o peor acierto. Pareció que el tiempo nos iba dando la razón porque aquella arcaica idea de la paternidad fue pasando a la historia, al menos de manera mayoritaria y los que participamos en la lucha encarnizada fuimos afianzándonos en la estructura social, nos fuimos haciendo adultos.
Pero el tiempo tampoco se detuvo aquí y esa nueva generación de parricidas nos fuimos haciendo padres a la vez y nos dimos cuenta pronto de que los nuevos hijos necesitaban un padre y lo demandaban de nosotros. Sabíamos mucho mejor lo que no queríamos, todo lo que había significado nuestra encarnizada lucha, que lo que queríamos, un nuevo conjunto de autoridad y de influencia paternal nuevo y más acorde con los nuevos tiempos y con la idea de que todos debemos participar en la estructura social. Algunos nos arriesgamos intentando un nuevo cuerpo de autoridad, asumiendo a la vez todo un bagaje de dudas, de culpa, de inseguridad en definitiva. Otros, creo que los más, sencillamente se sintieron perdidos en la protesta y se mantuvieron en el vacío de autoridad produciendo en los menores a su cargo un enorme desconcierto y un fuerte sentimiento de orfandad. El resultado es el día de hoy en el que conviven algunos resquicios del sistema anterior por un lado, los que han decidido arriesgarse a tantear una nueva estructura por otro y una gran parte que se siente perdida porque dejó lo viejo pero no se atreve a intentar lo nuevo.

domingo, 18 de noviembre de 2012

CIENCIA

Me resisto a ser esclavo, ni siquiera de mí mismo. El año pasado por estas fechas, quizá un poco antes, rompimos el ritmo a propósito de un viaje a Oslo, que nos sirvió para reflexiones sobre la realidad inmediata de esa ciudad. Hoy es la experiencia sobre la obra de Escher de mi compañero Manuel Ángel Puente, que en estos momentos trabaja con niños de 4 y 5 años en la Escuela Infantil Duende de Granada, aprovechando que en El Parque de las Ciencias de nuestra ciudad hay una exposición permanente sobre este autor europeo.
A final Escher no es más que una excusa para hacer lo que se quiere hacer con los niños que desde luego no es precisamente que aprendan que la eme con la a es ma, que también. Pero es que el mundo es muy grande y no siempre sabemos mirarlo con ojos de verlo ni con ojos de sentirnos protagonistas de él ni con ojos de ser capaces de acercarnos a una personalidad tan rompedora y tan potente como la de Maurits Cornelis Escher (1998 – 1972), conocido entre otras muchas cosas por sus grabados en madera, sus figuras imposibles y sus mundos imaginarios. Pues Manuel decide acercarse a Escher como en otra secuencia de otro curso decidió trabajar la muralla de la Alhambra, tan dentro del imaginario colectivo de Granada. Se muestran las obras de Escher y los niños se familiarizan con este artista reciente y polifacético y hablando hablando, sugieren la posibilidad de realizar una maqueta de la Escuela Duende inspirada en ideas parecidas desarrolladas por Escher y que están expuestas en El Parque de las Ciencias.
Pues ya tenemos trabajo para varios meses. Trabajo colectivo se entiende y simultaneado con las tareas cotidianas, pero trabajo que hay que planificar, organizar, distribuir y realizar. Toda la seriedad científica sobre materiales, distancias, proporciones exactamente parecidas a las que los ingenieros de cualquier obra han de realizar para encontrar la mejor estructura, los materiales más adecuados y el camino más idóneo para conseguir el resultado apetecido en las mejores condiciones. No hay ninguna diferencia cualitativa. Cuantitativas sí porque es evidente que no es lo mismo la capacidad y los conocimientos de un menor de 4 años que la de un ingeniero o arquitecto experimentado. Pero la curiosidad y las ganas sí que pueden ser las mismas y eso, aunque no lo parezca, resulta ser lo esencial para desarrollar la Ciencia, el Arte o cualquier obra humana que requiera de grandes dosis de creatividad, de disciplina y de trabajo en común.
Este trabajo que aquí se cuenta y se muestra fue realizado el cuso anterior pero como las grandes obras de cualquier orden, se guardan y forman parte del acerbo común de la humanidad. Pues aquí igual, la maqueta que se realizó de la Escuela Infantil Duende con tanto esfuerzo y entre todos no es un asunto baladí sino que tiene la grandeza de lo que debe guardarse y quedar para ser contemplada y asumida como parte del acerbo histórico común, como parte de la historia colectiva de la escuela. Pues el jueves pasado, día 15, se acordó que, además, se expusiera en el Parque de las Ciencias, junto a la obra de Escher que sirvió de inspiración y junto a otras experiencias realizadas por otra cantidad importante de centros educativos de Andalucía de distintos niveles. Me lo comentó Manuel, con quien tengo el gusto de intercambiar correos y comentarios en el blog y le prometí que me pasaría a compartir con él y su grupo de menores y familias el momento y le pedí permiso también para poder contarlo en este blog que quisiera ser testimonio personal y colectivo de una experiencia educativa muy amplia desarrollada en Granada durante muchos años y de la que tanto Manuel como el que esto escribe formamos parte.

domingo, 11 de noviembre de 2012

SALIDAS

El proceso de maduración y desarrollo, como vamos viendo en cada capítulo, está lleno de implicaciones personales de todos los protagonistas, no sólo los menores, en los que se dan y se toman continuamente elementos muy importantes de cada uno. En el caso de los menores, si todo va normal lo que tenemos son máquinas de deseo, capaces que quererlo todo y en este momento. Por más que a estas alturas de la vida nos extrañe, la realidad es así. Lo quiero todo y lo quiero en este momento.
Esto significa que lo que conocemos como educación no es más que un proceso de ajuste entre lo que son los deseos y la realidad de cada proceso en el que estemos involucrados. Ni debemos permitir que el torrente de deseo se desboque y se convierta en un cúmulo de satisfacciones permanente, lo que podríamos entender como una persona caprichosa que, lejos de madurar, lo que estaríamos logrando para ella es que se convierta en un ser desdichado y desorientado que no entiende de límites y que considera que el mundo y las personas están a su servicio cuándo y cómo quiera en cada caso. Seguro que podemos tener algún ejemplo cerca de nosotros en el que podemos adivinar los malos augurios de un presente ansioso y de un futuro desdichado directamente, siempre en riesgo de que la realidad de la vida le caiga encima y lo aplaste con el peso de los hechos que no puede controlar y que desconoce, sencillamente porque no es capaz de entender otra lógica que la de sus deseos inmediatos.
Y luego está la realidad de la vida con sus normas y sus maneras de evolucionar. Pues entre nuestros deseos y la realidad es entre los que la educación tiene que enseñarnos a tejer una trenza en el que se mezclen ambas posibilidades y permitan que podamos evolucionar a base de frustraciones porque muchas cosas de las que deseamos, sencillamente no son posibles pero algunas sí. De modo que vamos evolucionando con el dolor de lo que no podemos conseguir y pero también con el placer de saber que hay cosas que la vida sí que nos permite y podemos acceder a ellas a través de nuestro esfuerzo y de nuestras ganas de vivir. Y esos vaivenes entre lo que queremos y lo que podemos nos llegan cada día de mil maneras distintas. Los menores tienen que ver que esto es así para que no se hundan en la miseria cada vez que no logran satisfacer un deseo ni tampoco se crean los reyes de la creación cuando la vida les permita un hallazgo de esos que nos levantan la moral y nos llenan de entusiasmo porque hemos logrado una satisfacción largamente buscada.
De modo que la vida se convierte en un rosario interminable de “si, pero” y de “no, pero”. Son fórmulas que creo que dejan a las claras la idea de que a los menores hay que cortarles deseos y muchos, pero que siempre debemos ofrecerles alternativas a cambio para que no vean en nosotros sólo la imagen de verdugos que sin duda lo somos en muchos momentos para ellos cuando se ven frustrados de satisfacer caprichos que desean. Del mismo modo pueden soportar ese nivel de sacrificio que estar junto a nosotros lleva aparejado siempre y cuando puedan constatar que junto a cada frustración también sale de nosotros una propuesta creativa y adaptada a sus necesidades de cada momento y que le sirve para dar rienda suelta a esa serie de retenciones a la que se ha visto obligado. En realidad la vida es suficientemente flexible para que si este gran proceso de toma y daca se va produciendo más o menos armónicamente, tanto los menores como los adultos que andamos cerca de ellos dispongamos de elementos de compensación que permitan valorar la vida como un proceso de enriquecimiento mutuo y beneficioso para ambos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

COMPLEJOS

Los vamos a denominar así porque así se recogen en los manuales y no quisiera yo venir a sembrar complicaciones en esta etapa del desarrollo, ya compleja de por sí. Les llaman complejos y se concretan en el de Edipo para los niños que se sintetiza en querer matar al padre para quedarse con la madre así muy por encima y el de Electra para las niñas que se concreta en querer matar a la madre para quedarse con el padre.
Ya sé que cuando se pretende hablar de aspectos de tipo genérico es posible que ningún caso concreto se sienta identificado con la descripción que aquí se plantea, pero vive dios que el tema existe, que es cierto y que de una u otra forma está presente en cada caso aunque no tenga por qué tener todos los componentes ni la virulencia que se describe. Ya vimos en su momento cómo los niños se sentían atraídos por las madres y las niñas por los padres y viceversa. Esto es un hecho por más variantes que plantee en la práctica y hay que desarrollar esta tendencia o esta potente inclinación en el caso de los niños sobre la madre y en el de las niñas sobre el padre. Como todo esto se produce de puertas adentro y estamos hablando de padres y de hijos, es fácil que los sentimientos que se suscitan no salgan a la luz pero están presentes y todos hemos tenido episodios en los que han quedado manifiestos y los hemos resuelto como hemos sabido o podido en cada momento.
Mi interés está en sacar a la luz todo lo que se pueda de las interioridades y profundidades en las que se fragua la personalidad en estos primeros años para que seamos conscientes que cada cosa que pasa tiene unas causas y que hablar de eso no lo agrava sino al contrario, las alivia y las relativiza porque todos podemos comprobar que estamos viajando en el mismo barco de la duda, de la incertidumbre y en momentos hasta de la desesperación pero que ha de ser a base de afrontar las situaciones como podemos llegar, a aceptarlas en primer lugar sin tener que asustarnos de nada porque todo lo que está pasando forma parte de la normalidad de las personas y a trabajarlas después para que puedan evolucionar a situaciones mejores y más armoniosas que aquellas que se plantean en un principio. Con este talante es como podemos asumir la educación como un proceso de comunicación, que es su fundamento. Y todos estamos afectados e involucrados. O avanzamos intentando mayores cotas de normalización o nos bloqueamos y nos convertimos en compartimentos estancos que se ignoran unos a otros.
Ya sé que es muy dramático asumir que mi hijo quiere matarme para quedarse con su madre o mi hija quiere matarme para quedarse con su padre pero es la verdad. Como es verdad el impresionante complejo de culpa que les entra cuando se dan cuenta de lo que están sintiendo porque esos sentimientos no significan que dejen de querernos sino que el espíritu humano es muy complejo y capaz de las mejores cosas y también de las peores. La secuencia típica es la de meterse en la cama de matrimonio y no parar hasta que el rival o la rival desaparezca y el menor termine con el adulto que desea. Pues bien, de aquí hay que partir y hay que asumir ese fenómeno como normal para darnos cuenta de que lo que está pasando es importante para todos y que, si está claro que los menores no se pueden salir con la suya porque supondría sencillamente una barbaridad sin sentido, tampoco podemos menospreciar sus sentimientos porque son reales y muy profundos . Tiene que ser el diálogo y el tiempo el que se encargue de que los sentimientos evolucionen hacia otros derroteros que ya iremos describiendo sin que nadie se quede en el camino.