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lunes, 10 de septiembre de 2012

CURIOSIDAD

Ya en su momento hablamos con claridad de que las personas nacemos sexuadas y que eso nos lleva a diferenciar comportamientos, aspiraciones, deseos y prácticas a medida que avanzamos en el desarrollo. En este tiempo por el que vamos transitando, alrededor de los tres años, es el momento en que los menores ya se han dado cuenta de que en el mundo existen niños y niñas, de que son distintos en sus atributos visibles y también en los invisibles y aparecen como papeles diferenciados de comportamiento y deseos de conocer.
De puertas adentro de la casa lo primero que se nota a poco que se quiera ver es la indiscutible predilección por el padre con su hija y de la madre con su hijo. Pese a lo evidente del fenómeno no siempre se reconoce con esa facilidad con que sería lo adecuado. Se ve que por encima de las evidencia funciona la norma y lo que se debe hacer. Como si esa diferenciación fuera mala de por sí y hubiera que esconderla o negarla. Como si las palabras fueran capaces de oscurecer o torcer la realidad de las cosas. Pero la realidad está ahí cada día, machacona, persistente, eficaz y dejando el rastro de que el sexo existe, de que el sexo está también actuando entre padres e hijos porque es universal en las personas y también en los tiempos. Es verdad que en ningún tiempo como en este en el que los pequeños andan confirmando sospechas y verificando sus percepciones y lo que les indican sus sentidos.
Por poner un ejemplo muy evidente el menor llega a apoderarse hasta de la cama. Se introduce como de tapadillo y casi pidiéndolo de limosna pero poco a poco se va haciendo con lo que conquista y al poco tiempo lo vemos en medio de la pareja y definitivamente eliminando al que sobra para apoderarse del objeto de su deseo: si es niña, de su padre y si es niño, de su madre. Y es verdad que hay tensión sexual en eso porque los deseos terminan emparejados de ese modo pero no vale compararlos con los deseos sexuales adultos porque sencillamente sería equivocarse. La satisfacción de los deseos que se manifiestan tienen más que ver con la propiedad y la seguridad que con el placer adulto. Lo que quiere el pequeño es que el adulto elegido sea suyo, de su propiedad particular, para disponer de él o de ella a su antojo y en todo tiempo y lugar. Y eso sobre todo aunque no sea suficiente, es lo fundamental. Lo que yo quiero es que mi papá o mi mamá sea mía. Mía y de nadie más o mía por encima de todo y de todos.
Es cierto que luego también lleva aparejado ese apego tan fuerte y tan persistente un reconocimiento físico. Todo ha de ser manoseado, visto, olido, gustado. Cuando los pequeños viven entre otros de su edad mucha de esta curiosidad se sacia con sus compañeros a través, por ejemplo, de un cuarto de baño común. Allí se pueden ver las diferencias, tocarse en la medida que se les permita y saciar esa mezcla de curiosidad y placer. Eso no elimina la necesidad de hacerlo con los adultos de referencia, normalmente con los padres. De aquí pueden arrancar una serie de perversiones porque nuestras deficiencias en el conocimiento y en el desarrollo de la sexualidad son bastante deficientes y pueden propiciar confusiones. No es fácil que los padres respondan a los pequeños equilibradamente a estas apetencias que pueden llegar a ser mutuas, pero que han de ser rigurosamente diferenciadas por los mayores respondiendo a la curiosidad de los pequeños pero teniendo claro que lo que los pequeños necesitan han de desarrollarlo en el futuro y no precisamente con los padres.

6 comentarios:

  1. Menos mal que por encima de predilecciones 'naturales' prevalece que a los hijos se los quiera absolutamente por igual, sin establecer distingos.
    (Mi familia de doce vástagos lo tuvo fácil: Seis del gusto de mi padre, seis del de mi madre. ¡Y tan contentos todos!)
    Buena entrada, Antonio.
    Besos abrazos

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  2. Hola querido Antonio !
    Linda entrada amigo mío. Yo era hasta hace cinco años ( en que falleció ) la locura de mi padre, su "tesorito" y èl lo era para mi con toda el alma, nos entendiamos a la perfecciòn, siempre fuè así. Somos dos hermanos, chica y chico :) como bien dices tu - la chica (yo) era de papà y el chico ( mi hermano) era de mami . Pero como dice Pilar a los hijos se los quiere por igual y asi fuimos queridos y amados por ellos, pero no se podía evitar esa predilección ( llamale así ) tan natural.
    Yo ahora tengo nietas y son las preferidas de papi y mami , las dos tienen locura por su mamà y tambien por su papà , a veces es mejor que la cosa sea pareja ( me refiero a los sexos )
    Lo curioso es que yo nunca senti celos de mi hermano ni mi hermano de mi, siempre nos quisimos y queremos con el alma.
    Me gusta como lo expones Antonio, con naturalidad y claridad como es habitual en ti, en tu forma de ser.
    Te mando un beso grande y super lindo y muchos abrazos-

    Aurora

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  3. Los niños van manejando su técnica de aproximación, colonización y conquista de forma muy estratégica...

    Saludos
    Mark de Zabaleta

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  4. Mis ausencias se deben a una sobrecarga de trabajo, pero quiero que sepas (aunque ya te lo haya dicho en otras ocasiones) que este blog tiene una dimensión educativa interesentásima y que puede ayudar a muchos padres y educadores a entender como se conforma la personalidad del niño.
    Si me lo permites, me gustaría que tu blog estuviera en mi sección: enlaces a otros blogs y Webs (te escribiré por correo electrónico).

    Un abrazo.

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  5. Yo recuerdo todavía muy claramente mi preocupación, cuando era muy chiquitilla, por "qué hacemos con mamá", porque yo estaba súper segura de que me iba a casar con mi padre e iba a ser sólo mío, pero, claro, ¿y mi madre, qué? Me comía el coco con aquello, hay qué ver.
    De más mayorcita, en cambio, ya todo se colocó en su lugar, mi madre me encantaba para unas cosas y mi padre para otras, como supongo que ocurre generalmente en cualquier familia digamos normal, cada uno acaba adoptando su rol.
    Muchos besos, Antonio.

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