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domingo, 12 de agosto de 2012

ADULTOS

Creo que, de vez en cuando, en este mar de propuestas para relacionarnos con los menores de la manera más armoniosa posible, está bien que volvamos la mirada hacia los adultos que están más cerca de los pequeños, bien porque sean sus padres y lo tengan que asumir como estado natural, bien porque sean profesionales que han hecho de su vida ese trabajo o bien sencillamente porque nos sirva a todos como reflexión incluso para nosotros mismos con la excusa de dirigir la vida de los pequeños.
Tantas veces se ha dicho que habría que examinarse para ser padres que yo no lo voy a repetir una más. Tampoco sé si estoy de acuerdo. Quizá estoy más de acuerdo con la idea de que los recién nacidos no son sólo de sus padres, que, eso sí, son los primeros responsables, sino un poco de todos que solemos mirar para otro lado como si sólo tuviera que afectarnos lo que nos atañe directamente y no el conjunto de responsabilidades que la sociedad reclama y que debieran ser asumidas globalmente con mucha más intensidad. Pues bien, las personas directamente responsables de los recién nacidos son gente que se va educando lo mismo que los pequeños aunque sea desde otro ángulo. Muchas veces son tan indefensos para su cometido de padres como los pequeños para desenvolverse por sí solos. Unos y otros están necesitados de complicidades y asesorías cercanas que vengan a liberarlos del enorme peso que se les ha venido encima de la noche a la mañana y que ya les va a acompañar de por vida.
Reconozco que es muy fuerte la responsabilidad del hijo. Es más, a medida que pasa el tiempo me voy dando cuenta de que asumir la idea de un hijo no deja de tener un punto de locura, de riesgo, de lanzarse a un vacío y a un espacio desconocido con muchísima deficiencia de datos en general sobre el cenagal en el que nos estamos metiendo. Lo que pasa es que al mismo tiempo también significa un punto de valentía y de generosidad. De asumir que la vida es más grande que nosotros y que sólo somos piezas de un conjunto que vale mucho más que nosotros y al que nos adherimos como servidores de esa totalidad que nos supera pero que a la vez nos incluye y nos invita al protagonismo activo. Creo que esa es la grandeza y la miseria inicial del hecho de asumir la paternidad: asumir el riesgo innegable, pero también la voluntad de trascendernos a nosotros mismos en pos de un proyecto colectivo.
Con estos parámetros previos y de los que seguramente participamos todos en una u otra medida, podemos darnos cuenta de que hay en la crianza de los pequeños una empresa que va mucho más allá de la familia encerrada en su casa y que brega diariamente con sus propias grandezas y con sus propias miserias. Hay una práctica de conjunto del género humano de la que participamos todos y para la que nadie está completamente capacitado ni tampoco lo contrario. Resulta que la duda y el tanteo se convierten en la mejor fórmula para avanzar en el tiempo y también en los crecimientos interiores, sobre todo de los pequeños, que dependen de ese desarrollo por completo, pero también de todos, que necesitamos ese conjunto de interrelaciones para asumir las distintas fases de la vida con capacidad suficiente como para superarlas, conscientes de que no estamos solos ni para mal ni para bien y que en todo momento dependemos los unos de los otros. Mi compromiso, ya lo he repetido y lo seguiré haciendo, es sacar a la luz un discurso que suele producirse en el silencio de las individualidades y de las familias y considero que debe ser asumido colectivamente en toda su complejidad.

3 comentarios:

  1. Con esta llamada clamoros a los adultos, solo se me vienen a la mente, a bocajarro, los padres madres del tercer mundo, con solo la hambruna encima por toda cubierta protectora.
    No lo puedo remediar. Tampoco sé si aquello es paternidad responsable o si las únicas leyes que imperan son las que impone la Madre Naturaleza. ¡Esa sí es Madre!
    Un abrazo

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  2. Hola Antonio.
    Sabes para mi la base principal de ser base es tener una gran capacidad de amor y sacrificio.
    "Tus hijos, no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de si misma", dice KHAIL GIBRAN, en su libro EL PROFETA.
    Pero yo como madre, pienso que lo serán hasta el fin e mis días y no lo digo egoistamente.

    Al contrario velaré por ellos.

    Besos, Montserrat

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  3. Hola querido Antonio, amigo mío !

    Acabo de ser de nuevo abuela- tambien las abuelas tenemos una parte intensa y grande con nuestros nietos y la seguimos teniendo con nuestros hijos, por que ellos son "nuestros" hijos y siempre acudimos y ellos acuden a nosotros- En mi caso hay mucha complicidad, he procurado a lo largo de mi vida que fuera asi, y asi es- libertad y complicidad- tambien la procuro con mis nietas y lo hare con este trozito de alma que ha venido a mi vida y que es parte de la mía, por que mi hija es mi vida !
    Es dificil ser padre, muy difícil, siempre estamos educandonos en ellos, o asi deberia ser- nunca se es padre definitivamente, nunca uno se recibe de ello, nunca te licencias de padre, es una carrera constante, para toda la vida- ellos crecen, nosotros crecemos, y los lazos se hacen fuertes y vivos !
    Si, tener un hijo es un punto de locura, un aventura maravillosa que no termina nunca, jamas !!!! y ademas uno nunca es adulto del todo, bueno lo somos claro, pero nuestro niño sigue dentro y debe comunicarse con nuestros hijos que para nosotros siempre seran niños aunque crezcan-
    Que bonito lo expones Antonio !! que bien lo dices, amigo mio querido.
    Te dejo, pero con muchos besos y un fuerte, fuerte abrazo. Gracias por compartir tanta belleza .

    Mas besos

    Aurora

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