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domingo, 25 de marzo de 2012

COMPENSACIÓN

En la crianza todo parece sencillo y hasta lineal pero la realidad es muy otra. Cada persona que llega es única, lo vamos diciendo a cada paso y el material humano con el que ha de construirse también es único y diferenciado de cualquier otro, como es único cada momento de relación, de influencia. Esto produce una casi imposibilidad de previsión certera en los resultados a obtener por las influencias ejercidas. Dicho así parece muy dramático pero lo que intento no es asustar a nadie ni quitarle las ilusiones sino que todos nos demos cuenta de lo complejo que es el hecho de la relación humana.


Uno de los aspectos que me parece de gran valor es el de la visión del ser que crece como la persona que va a ser capaz de reconciliarme con la vida y de hacer que, a través de mí, que soy su educador de referencia, yo sea capaz de consumar una serie de aspiraciones que en su día no fui capaz de hacer por diferentes motivos pero que ahora, esta persona que crece bajo mi responsabilidad me va a servir de instrumento para que yo resuelva el cúmulo de frustraciones con que vivo, producto de mi incapacidad en su momento, o de la falta de medios con que me dotaron los que en su día respondían de mí o incluso en mis limitaciones como individuo que, a pesar de todo, me dejaron en su día un poso de insatisfacción que arrastro desde entonces y que ahora tengo la ocasión de privilegio para ver compensadas.


He puesto intencionadamente el problema en vivo y al descubierto para que el planteamiento se pueda ver con claridad. De sobra sé que las cosas no se producen así y que uno lo que va es comportándose en cada momento con los pequeños lo mejor que sabe y ayudándoles de la manera en que es capaz, pero sí quiero dejar de manifiesto que, aunque los planteamientos no sean estos, las realizaciones sí que pueden serlo y, sin pensarlo muchas veces, nos estamos comportando con los pequeños no en función de sus capacidades ni de sus posibilidades sino de las nuestras y, sobre todo, de las que arrastramos como frustraciones o como deseos insatisfechos para lograr en el cuerpo de los que están creciendo esa serie der aspiraciones que somos conscientes que no hemos logrado en nuestro propio cuerpo.


Veo que así, explicado, resulta demasiado cruel, injusto y hasta despiadado, pero la vida no se produce de esa manera. La realidad de los acontecimientos siempre va embadurnada de acontecimientos cotidianos, unos conectados con otros, de manera que unas decisiones se encadenan con las siguientes y todo va suceciendo con una pátina de bálsamo a través del cual podemos perfectamente no darnos cuenta de lo que está pasando o lo que es peor, podemos ir argumentando en cada caso nuestras razones para terminar creyendo que lo que hacemos tiene que ser como lo hacemos y no puede ser de otra manera.
Este es, en el fondo, el argumento que me lleva a poner de manifiesto lo que podríamos denominar perversiones de la educación. No pretendo con eso más que llamar la atención. No tenemos que echarnos las manos a la cabeza. Estas cosas se están produciendo cada día con toda normalidad y sólo conocemos alguna que se sale de lo común. Lo normal es que no nos demos cuenta de esto casi nunca, pero es importante que sepamos que muchas de las decisiones que tomamos con los pequeños y que determinan su vida, no están motivadas por ellos sino por nosotros mismos y por el intento desesperado e imposible de compensar nuestras propias deficiencias.

domingo, 18 de marzo de 2012

CONSTELACIONES

Seguramente tendremos que volver sobre las constelaciones en algún otro momento por la amplitud del tema y por la diversidad de influencias que ejercen sobre los pequeños, pero apuntemos aquí una primera noción para definir el tema y ofrecer un primer apunte de su contenido.


Cada una de las personas que tienen contacto con los menores albergan una historia, unos deseos y unos condicionamientos que, inevitablemente, van a traspasar al recien llegado. No es posible que sea de otro modo porque niguno somos cuerpos ni espítitus puros o lo que es lo mismo, no hay pureza posible que no vaya ligada a nuestros legados adheridos. No somos nada sin nuestras influencias. Es más, lo que somos es sencillamente un imposible. Pues bien, con ese armamento de influencias tan variadas es como nos acercamos a los que llegan y desde ahí y desde nuestro papel: de padre, de madre, de abuelo, de abuela, de vecino de confianza, de tía que no lo ve apenas, sea desde el papel que sea, así es como iremos inoculando en la vida del menor nuestra visión del mundo y nuestra particular forma de explicarlo.


Poco a poco, cada constelación de cada miembro de la familia, entendiendo familia no por la carnalidad sino por la influencia que ejerce sobre el menor, aporta su propia visión del mundo que entra inevitablemente en relación con las visiones de los demás miembros que se van relacionando con él y cada uno con más o menos peso en función del nivel de influencia que tiene con el menor, no con el grado de consanguinidad mayor o menor. De manera que es posible que sea una abuela la que aporte la mayor influencia si es ella la que más tiempo está con el pequeño, o una vecina o una escuela si es que el pequeño se encuentra escolarizado desde los primeros meses. Así se va configurando la personalidad del pequeño de una manera similar a como vemos cualquier astro en el universo, o sea, a partir de una serie de astros que giran a su alrededor, unos más cerca que otros y todos definiendo una constelación propia y específica del nuevo ser, que lo define y que lo diferencia de los demás.


Ya lo hemos dicho de alguna manera y me temo que será necesario que volvamos a decirlo de muchas más para ser medianamente comoprendidos. Aun así, no es fácil. Somos una pare que es nuestra, de nacimiento, que nos llega porque estuvo presente en los genes que un día nos configuraron como ser único y diferenciado. No hay duda que esto es así y a lo largo de toda la vida tenemos pruebas fehacientes en muchos momentos que lo confirman. Pero del mismo modo que esto es cierto, también lo es que nadie, hasta el momento, ha podido ser capaz de aislar este tipo de influencias, digamos orgánicas, y diferenciarlas de todo el conjunto de astros que giran a su alrededor y que son también influencias que lo definen con mayor o menor peso según la cercanía que mantienen con su nucleo central pero que no hay modo de separar del conjuunto y es el propio conjunto, o sea la mezcla de lo orgánico y lo asociado, lo que entendemos como ser de cada uno.
Somos un conjunto y ese conjunto es lo que forma nuestra propia constelación que interactúa con otras constelaciones más o menos cercanas y tiene de hecho algunos elementos comunes con ellas. Juntos formamos un universo que se parece wsibn duda al que conocemos cuando cada noche miramos hacia arriba y logramos ver todo ese conjunto de puntos entre los que estamos incluídos y de los que formamos parte indisoluble.

domingo, 11 de marzo de 2012

LOLITAS

No sé quién decide que en un momento determinado se hable de unas cosas y no de otras. Sí sé que no es casual y esta semana he podido ver un amplio reportaje en la cadena DIVINITY sobre concursos de belleza infantiles y también una noticia de la tele en la que decía que Francia se está planteando prohibir los concursos de belleza infantiles. Lo he unido con que este tema me tiene negro desde hace ya muchos años y le sumo algún programa autonómico de máxima audiencia con los niños como protagonistas así como una nota de prensa en la que una niña americana manifestaba que iba a dejar de presentarse a más concursos porque, a sus siete años estaba pensando en escribir su biografía. Todo esto mezclado hace que deje el hilo más o menos ordenado en cuanto a tiempo y tome este toro por los cuernos para lanzar una andanada más sobre esta vergüenza de la que, de una manera o de otra, todos participamos.


Este asunto de la explotación infantil es evidente que ha estado presente en todos los momentos históricos, no hay más que pensar en los hermanos Mozart o en los hermanos Schumman, llevados de acá para allá por sus progenitores y mostrados como monstruos de circo para deleite de los poderosos y para alimentar el bolsillo de sus padres. Podríamos poner ejemplos mucho más actuales que todos podemos conocer, sobre todo en el deporte, alguno de cuyos casos hemos podido hasta presenciar sus consecuencias dramáticas en forma de ruptura inmisericorde de la familia directa. En fin, creo que no vale la pena insistir para no alimentar el morbo que estos asuntos tan dramáticos llevan aparejado. Quizá sí convenga dejar claro que el principal motivo del drama estriba en que las víctimas son niños, sobre todo niñas, a las que se les roba la infancia porque han de estar sometidas a juegos de intereses que tienen poco que ver con sus aficiones propias de la edad.


Pero para mi el problema fundamental de estas explotaciones estriba en que son sus familiares directos en la mayor parte de los casos los que las producen y, casi siempre, los que se lucran con ellas. Somos capaces de andar preocupados sobre la explotación infantil en los paises pobres, bien por la extrema miseria en la que sobreviven en muchos casos o bien porque encontramos niños trabajando desde muy pequeños, cinco o seis años, para buscarse la vida. Nos parece dramático y seguramente lo es. Es cierto que esos niños tienen derecho a estar en la escuela educándose y gozar de la vida en los primeros años y acumular experiencias más o menos gozosas que puedan gratificarlos con el mundo que les toca vivir. Pero quién se ocupa de estos seres explotados por sus propias familias sin ninguna razón aparente, desde luego sin ninguna razón de supervivencia, sino por puro afán de notoriedad de sus padres. Por intentar que sus hijos destaquen hasta niveles que ellos no fueron capaces de lograr en su momento y esa frustración los ha mantenido insatisfechos durante años. Incluso hasta peor porque en la mayor parte de los casos nos encontramos con que los hijos, debídamente explotados y forzados sin piedad, pueden llegar a convertirse en los salvadores de los padres y con su sacrificio personal, hacer que el conjunto familiar se convierta en toda una industria floreciente desde el punto de vista económico.


Tanto si es sólo por alcanzar una notoriedad que los padres no tuvieron en su día como por ser la salvación económica de la familia son razones suficientemente crueles y despiadadas para que este humilde maestro siga alzando su voz para que a los niños se les deje ser niños y disfrutar de su vida de niños.

domingo, 4 de marzo de 2012

MÁS ESPEJO

Adentrarse en el insondable mundo del espejo es siempre un riesgo . Junto a la propia ignorancia estamos, asimismo, en contacto con la inseguridad, con un mundo del que no es posible esconderse porque todo lo muestra y porque pone de manifiesto las posibilidades y los límites de cada uno como si se tratara de una absoluta transparencia. Seguramente podemos recordar todo el mundo del espejo que se inventó el señor Carroll con el asunto de Alicia para esconder su verdadera condición de pederastra, que es lo que verdaderamente era y que en esta época, en vez der ser un genio universal sería, sencillamente un preso exhibicionista, que tenía en su casa fotos y fotos de niñas medio desnudas, exactamente de once años que, al parecer, eran las que le ponían de verdad. Pero no entraremos más adentro por estos laberintos y dejaremos sólo las insinuaciones.


En nuestras aulas nunca falta una hermosa luna de cristalina de seis milímetros, casi irrompible, para que los pequeños se miraran cuanto quisieran. Se conocen, se analizan y son capaces de encontrar sus propias posibilidades, aparte de los datos que los adultos les ofrecemos sobre cualquier asunto. No puedo olvidar cuando Alba, por ejemplo, se acercaba por las mañanas a la espera del consabido piropo: ¡Qué guapa estás!. Algo perfectamente simple que en condiciones normales hubiera bastado de por sí para que ella se fuera satisfecha con nuestro beneplácito, pero que en la situación en la que vivía cada día no podía terminar la secuencia sin pasarse antes por el espejo para mirarse un rato antes de irse con sus amigos y concluir la secuencia con una afirmación propia: ¡Sí!¡Estoy guapa!. Como si no pudiera asumir nuestro mensaje inicial sin que ella misma lo pudiera corroborar frente al espejo.


En cierto sentido, cuando hablamos de espejo estamos hablando de imagen, de nuestra propia imagen, del dominio sobre nosotros mismos y eso se llama poder. Es tan simple que parece hasta ridículo tenerlo que aclarar, pero es rigurosamente así. El espejo nos transmite nuestra propia imagen y nos permite tener una noción de nosotros mismos ajustada. Es verdad que, como Narciso, es posible quedarse embelesados en nuestra propia imagen y no ser capaz de salir de la simple contemplación. Es que en la vida no hay nada que no tenga su riesgo. Pero no es menos cierto que no es posible tener una correcta noción de nosotros mismos sin disponer de un amplio conocimiento de nuestra propia imagen y para eso el espejo es un elemento indispensable que nos equilibra y que nos permite profundizar en el conocimiento de nuestras particularidades. Averiguamos quienes somos, cómo somos y cómo podemos evolucionar a partir de nuestras propias posibilidades.


Para sintetizar un poco lo que llevamos hablado en este texto y en el anterior, podemos afirmar que cada pequeño tiene derecho a disponer de su propia imagen, tener acceso a ella y poder evolucionar a partir de su propio conocimiento. No sólo en cada clase debiera haber un espejo grande al alcance de los niños sino en la propia casa. Es posible que desde un elemento semejante al alcance de nuestros hijos, muchos de nosotros fuéramos capaces de encontrar deficiencias esenciales de nuestra vida que un día se anclaron en algún punto de nuestro pasado y que a través de un simple espejo nos pueden ofrecer el punto desde el que podemos asociar nuestras frustraciones y darnos cuenta de por dónde se proyecta nuestro futuro desde ese punto en adelante. No sé si seré capaz de ahondar un poco más en el mundo del espejo, pero creo y espero haber dejado interrogantes suficientes como para que nos demos cuenta de que estamos hablando de un elemento sustancial.