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domingo, 30 de diciembre de 2012

IMPACTO

No quiero pecar de insensible. En su día dejé pasar la contundencia de los niños supuestamente desaparecidos en un parque de Córdoba y presuntamente achicharrados por su padre, al parecer como medio de hacer el mayor daño posible a su madre, que no quería ya vivir con él. Ahora es una niña de 16 meses que aparece en el fondo de una charca, dentro de una bolsa de deporte llena de piedras y es el compañero de su madre el que se inculpa. Parece que fue muerta de un golpe en la cabeza y arrojada a la charca para hacerla desaparecer.
Antes de que nadie pueda albergar la más mínima duda declaro con toda claridad que ambas acciones me parecen crímenes abominables y que la justicia es la que tiene que hablar, verificar en toda su amplitud si los culpables son los que parecen y, una vez comprobadas las investigaciones, dictar la sentencia que corresponda y hacer que la ley se cumpla lejos y fuera de los momentos calientes en los que la primera reacción en ambos casos lo que pide es venganza y que los supuestos culpables paguen. La justicia tiene que ser fría y actuar sobre pruebas irrefutables o razonablemente claras. Tenemos bastantes experiencias sobre condenas a inocentes que sí que hay que evitar a cualquier precio. Ahora, sin ir más lejos, hemos conocido un señor condenado a siete años por tráfico de unos gramos de droga, que anda pidiendo amparo tanto él como su familia y amigos y conocidos porque parece que este hombre ya está rehabilitado hace tiempo y en este momento, entre otras cosas se venía dedicando a ser el lazarillo de su padre que se ha quedado ciego y que con la entrada de su hijo en la cárcel, al parecer también sólo.
Una vez clarificada, por tanto, mi reclamación de que la justicia actúe y sentencie lo que proceda no quiero dejar de decir, por ejemplo, que estos crímenes nuestros creo que tienen un cierto paralelismo con los tiroteos frecuentes que asolan EEUU. Ambos me parecen fracasos sociales en su conjunto. Como los llamados de violencia de género. Obedecen en todos los casos al relativo valor que tiene la vida y la dignidad humana y cómo ese cáncer se extiende sin parar y llegan momentos en que alguien, sorprendentemente cualquier vecino, un día cualquiera se salta la línea roja y nos pone en jaque a todos. Curiosamente los comentarios que suele recoger la prensa son del tipo: “ Me resulta inexplicable, no lo puedo comprender, parecía una persona normal. Es verdad que lo veíamos un poco extraño, pero nunca pensábamos que pudiera llegar tan lejos”. Y a partir de ahí, seguimos adelante, con la cara de la culpa lavada y con la conciencia de que siempre son los otros los que alcanzan las barbaridades.
Mañana, hoy mismo, de nuevo los bombardeos en Siria, los desahucios en España, las hambrunas en el Sahel, los atentados en Irak o en Afganistán, el espectáculo vergonzante de la corrupción, los paraísos fiscales o las impresionantes diferencias de riqueza entre los que tienen más y los millones y millones de personas que desde su miseria han de mirar cada día cómo a estas sangrantes injusticias se las bendice y se las protege con la pátina de la normalidad, de la justicia, de la ley y del orden como si las cosas pudieran ser así impunemente. Pero no es posible. Es verdad que las cosas pasan así y ofrecen la imagen de que no pueden ser de otro modo pero esos cánceres sociales están vivos y penetran en el tejido social tergiversando lo que podrían ser valores positivos y haciendo que interioricemos que todo vale, que nada importa y que todos somos iguales. Que cualquiera, si se le presenta la ocasión, es capaz de todo. Alguna vez querremos ver y no mirar para otro lado.

domingo, 23 de diciembre de 2012

TIEMPO

Esta época de fin de año es una de las establecidas en el calendario escolar para vacaciones. Durante veinte días más o menos están los pequeños en casa desde que se levantan hasta que se acuestan. Aparte de lo que el frío propio de la época invite a la intimidad y a encontrar calor en la compañía no podemos olvidar que cada día de un pequeño es una aventura, así como que no todas las personas disponen de su tiempo para dedicárselo a los pequeños como sería de desear.
Muchas familias, en realidad cada día más, se encuentran con situaciones de desestructuración, incluso aunque se dé el caso de que ellas se mantengan unidas. No es raro, por ejemplo, que los niños sean levantados a horas muy tempranas y con el calor de la cama, trasladados a casa de abuelos, tíos o familiares cercanos que se hagan cargo mientras sus padres cumplen con sus horarios de trabajo, en el caso de que ambos lo tengan, cosa que empieza a ser cada día más raro. En el caso de que uno de los dos pueda quedarse en casa, si se trata de una distribución del tiempo de la pareja organizada y asumida, qué bien. Pero tampoco es raro que se deba a que uno de los dos no tenga trabajo con lo que la economía familiar está resentida. No faltan hoy ciertamente lugares donde llevar a los niños a que experimenten situaciones de juego preparadas ex profeso, pero tampoco es raro que la familia no se pueda hacer cargo de los suplementos económicos que estos servicios extraordinarios suponen.
Estamos en una época en donde hemos acumulado multitud de hallazgos, pasatiempos, proyectos válidos casi para cualquier situación que los pequeños puedan vivir, pero una vez que hemos encontrado las posibilidades que serían útiles ahora nos damos cuenta de que todo en esta vida tiene un coste y que ninguno de estos servicios se pueden ofrecer de forma gratuita, lo que quiere decir que el disfrute ha de ir seguido de un sobrecoste que en la situación que llevamos atravesando en los últimos años, muchas de las familias que los necesitan en realidad no se pueden costear. Por eso tenemos que disponer de soluciones alternativas para organizar el tiempo sin que la economía se resienta. Es más, tenemos que aprender a prescindir de una serie de servicios que ahora se conocen y se ofrecen porque ya se han logrado definir y poner en funcionamiento y al alcance de todos pero le estructura económica de cada familia es la que termina imponiéndose y ofreciendo la medida exacta de lo que se puede hacer y de lo que no.
Este tipo de limitaciones que se vienen imponiendo por condicionantes económicos no tendrían por qué ser determinantes si nos damos cuenta de que al final no son esenciales. Lo esencial es disponer del tiempo y si ahora nos encontramos con unos días en que nuestros hijos dependen de nosotros toda la jornada, es el momento de plantear una serie de actividades que se distribuyan a lo largo del día y que permitan a la vez que nosotros podemos atender las necesidades de abastecimiento y mantenimiento del conjunto, que ellos también dispongan de espacios y de tiempos propios que satisfagan su curiosidad y que colmen sus aspiraciones de ejercicio, de modo que cada jornada se convierta, por una parte en aportación compartida en forma de visita a supermercados y similares, lo que tiene mucho de aventura para los pequeños y que nosotros debemos aprovechar como tal, y por otra, en función del clima sobre todo, aprovechamiento de espacios urbanos específicos para los pequeños, que no usaríamos si ellos no estuvieran en casa todo el día. Esto no quita que, en la medida que se pueda, Parques de las Ciencias, espacios de juegos específicos para estas fechas, cines o servicios por el estilo, sean aprovechados como atractivos indiscutibles que complementen lo que la escuela no cubre mientras duran las vacaciones.

domingo, 16 de diciembre de 2012

AISLAMIENTO

Todavía estamos impresionados por el episodio de esa escuela de Connecticut, protagonizado por el joven Adam Lanza, en el que han perdido la vida 20 niños de unos 6 años y ocho adultos, entre ellos el propio Adam y su madre. Es fácil ahora hablar de una persona deshumanizada, de un depredador como se ha dicho en la prensa, de una especie de monstruo… alguien, en definitiva, que no pueda ser comparado con la gente normal para que podamos tener una cierta seguridad de que estas cosas no le pasan a la gente normal y decente. No es verdad.
Podemos recordar con escalofriante lucidez cómo cada vez que pasa una secuencia de esta gravedad, que desdichadamente es una o dos cada año, sólo en EEUU, hay una cosa que suele repetirse en casi todos los casos. Los protagonistas su gente tímida, introvertidos, que se relacionan poco con los demás. Lejos de mí la idea de convertirme en profeta pero no es casual que estas cosas empiecen, como casi todo en nuestra vida, en los primeros años. Conocemos a niños que se aíslan, que se relacionan poco con sus compañeros, que hasta eluden las relaciones y que con frecuencia se convierten en motivo de burla y de acoso por parte de los miembros del grupo más decididos. Se va produciendo en ellos una especie de mundo interior de odio y de recelo hacia los demás, unido a una incapacidad de respuesta porque no tienen fuerza suficiente para contrarrestar los niveles de incomprensión que soportan. Este proceso se va haciendo cada vez más grande y más profundo y puede tener las consecuencias más funestas, bien como el caso de Adam, como suicidio sin más o con el encuentro de alguien providencial que sea capaz de integrar a esa persona a través del amor y le devuelva su confianza perdida en la vida.
Quiero, por tanto, dejar claro que no hay nada de predestinación en lo que digo, que sería también una salida fácil para nosotros. Caben todas las salidas posibles para estos casos y para cualquiera otros porque la libertad está presente en la vida en todo momento. Si Adam Lanza ha protagonizado esta masacre es porque ha querido. En todo momento ha podido no protagonizarla. Lo que sí digo es que hay componentes como la timidez, como el aislamiento social y otros parecidos, que se repiten y que podemos detectarlos en la vida con frecuencia y solemos pasar por encima como si no estuviera pasando nada. Es más fácil salir al paso de alguien extrovertido o hiperactivo que nos molesta a cada momento, que de alguien que se puede pasar los días sin apenas relacionarse con nadie y que, aparentemente, no crea ningún problema cuando su interior puede estar siendo un hervidero de sensaciones que se estén acumulando de manera peligrosa.
El terrible ejemplo de Adam, como el de tantos otros a los que desdichadamente tenemos como ejemplo, lo que nos tiene que enseñar no es que en este mundo hay muchos personas deshumanizadas que en un momento dado se convierten en fieras, sino que cualquiera de nosotros en un momento determinado puede ser capaz de las más altas cotas de heroísmo así como de los comportamientos más desalmados. La reacción en un momento determinado viene precedida de muchos años de elaboración interior y es ahí donde reclamo la atención porque es lo que podemos trabajar para que los picos de comportamientos posibles se mantengan dentro de la normalidad y nadie sienta el vértigo en un momento de ponerse el mundo por montera y hacer que toda la estructura educativa salte en pedazos y, siendo una persona en todo momento como cualquiera de nosotros, asuma comportamientos destructivos del calibre del que acabamos de vivir. No olvidemos por más dramático que nos parezca, que EEUU, a pesar de todo, sigue sin querer oír nada de regular la tenencia y el uso de las armas de fuego.

domingo, 9 de diciembre de 2012

LOS NIÑOS Y LA ALHAMBRA

Como no podía ser de otro modo, si uno trabaja con niños en Granada, La Alhambra se convierte en un referente de primer grado. En nuestra institución no ha faltado nunca la visita a La Alhambra cada curso si bien al tratarse de un monumento tan amplio lo que se ha hecho es como dividirlo en partes. De hecho, cuando hubimos de asesorar en su momento a los monitores que tendrían que encargarse de explicarla a los grupos de niños se acordó dividirla en Fortaleza, Los Palacios y la Naturaleza y así es como hoy se divide la visita, tanto para niños como para mayores.
Al margen de esta división genérica hay aspectos puntuales que también pueden valer en un momento determinado para ampliar el campo de visión desde el que La Alhambra se muestra al mundo. En esta ocasión mi compañero Manuel Ángel se ha servido de una exposición sobre La Alhambra y Sorolla para matar dos pájaros de un tiro. He aquí, por tanto, una hermosa propuesta de trabajo que Manuel Ángel con su grupo planean y llevan a cabo con todo detalle y que les justifican varios meses de trabajo desde el primer día que la idea surge en una asamblea de la mañana hasta que se prepara con todo detalle, se realiza físicamente dentro del ritual de visita anual, centrado este curso en Sorolla, con lo cual se estudia de paso este pintor y su época y se extraen las conclusiones posteriormente anotando cada aspecto nuevo que contribuye a ampliar las vivencias que cada pequeño va acumulando de La Alhambra en las distintas visitas que realizan durante los años que están en la Escuela.
El tiempo pasa y va poniendo cada vez más presente determinadas cosas en nuestra vida o, sencillamente nos va haciendo que pasemos de ellas por irrelevantes. A lo largo de mi vida, por ejemplo, puedo recordar cómo subía cada tarde a estudiar a los Jardines del Partal por los que tenía y tengo una especial debilidad y en este momento eso es impensable si no se saca la entrada con bastante antelación y a tiempo tasado por el cúmulo de visitas que esperan su turno. Lo mismo se puede decir de las visitas con los grupos de niños. Recuerdo cuando antes de que hubiera guías pedagógicos sentábamos a los niños alrededor de las fuentes y les explicábamos lo mejor que sabíamos el contenido del monumento mientras los extranjeros no paraban de tirarnos fotos como si nosotros fuéramos parte de la visita que ellos estaban realizando. Y es posible que lo fuéramos aunque no tuviéramos la conciencia muy clara de que fuera así. Siempre recuerdo con envidia mi visita con un grupo de muchachos al Museo Británico y de cómo el espacio más cercano a los objetos valiosos: momias egipcias, piedra de Rosseta o similares estaba reservado en primerísimo lugar para los escolares. Todavía me da envidia y han pasado 40 años.
De cualquier modo hay monumentos, La Alhambra es uno de ellos sin duda, que por encima del tiempo y de las miserias humanas siguen teniendo un atractivo creciente de modo que siempre se encuentran aditamentos para mostrar a los niños. En este caso ha sido la magnífica exposición de Sorolla dentro del propio recinto la que ha aprovechado Manuel Ángel con su grupo para cubrir la visita de la ciudadela de La Alhambra, que no falta nunca, con el colorido de Sorolla que va relacionando el monumento con otros aspectos culturales, en este caso del siglo XX como en otros casos pueden ser de etapas anteriores a base de grabados que se conservan del siglo XIX o las visitas de Washington Irwing que nos van dejando una idea de universalidad a la hora de pensar en un monumento tan nuestro y tan cercano. Así año tras año sigue manteniéndose como el monumento más visitado de España

domingo, 2 de diciembre de 2012

SALIDAS

En el capítulo anterior dejamos planteado, aunque fuera someramente, el tema de la autoridad, su contenido y sus consecuencias en función de la manera de ejercerla. Quizá convenga aclarar de nuevo que, aunque a todo este conglomerado de factores que damos en llamar padre lo denominemos así, no tiene una relación directa con una figura de persona concreta sino con el conjunto de ese mundo de la seguridad, de la decisión, del conjunto de comportamientos reglados y referenciales que los menores necesitan tanto como comer para crecer interiormente.
Hablamos de la guerra contra el autoritarismo y de cómo esa lucha noble y positiva nos hizo crecer a toda una generación porque en ella encontramos los argumentos imprescindibles para adquirir la madurez y un conjunto de valores alternativos a los derivados de la sumisión que nos engrandecieron y nos hicieron adultos sólidos. Esto dicho con carácter general, a sabiendas de que las excepciones pueden ser muchas y muy diversas. Lo malo fue cuando unos años después nos tocó a nosotros ejercer de padres y nos encontramos sin modelos anteriores y precisados por los pequeños a responder. Algunos nos arriesgamos y, seguramente equivocándonos mucho, asumimos el papel como pudimos, estableciendo algunos mecanismos correctores para no caer de nuevo en el autoritarismo que habíamos combatido unos años antes. La mayor parte se encontró vacía de modelos y de fuerzas y sus hijos crecieron sin padres.
Los años que no perdonan han ido pasando y algunas luces nos van permitiendo ver de modo que es el momento de encontrar cauces de salida a la situación que permanece y permanecerá siempre entre padres e hijos. Quizá lo primero sería plantear que el vacío es el peor de los modelos. Los menores necesitan autoridad y los adultos tenemos que dársela con la misma urgencia que la comida. La autoridad es orientación, solidez, paz interior, referencias de comportamiento…. Un conjunto de cualidades imprescindibles para el crecimiento y para la maduración. Los menores no necesitan nuestra amistad sino el modelo que para ellos significamos. Nosotros somos, lo admitamos o no, como los pontoques que señalan el camino y que permiten a quien circula por él orientarse y no perderse. Si sólo obtienen el vacío de nosotros buscarán fuera lo que no les damos y encontrarán modelos vaya usted a saber de dónde y de quién.
El peor miedo que podemos tener los adultos a la hora de ejercer la autoridad es precisamente el miedo al miedo. Tampoco podemos asumir que cualquier ejercicio de la autoridad sea autoritarismo porque hay formas y formas de ejercer la paternidad. Puede ser ejercida por hombre, por mujer, por abuelo, por abuela, por cualquier familiar a cargo… Eso no es significativo. Lo que sí importa de manera decisiva es que ese menor que cada día se levanta con nosotros necesita de nosotros y nos está mirando a cada momento porque somos nosotros los que tenemos que transmitirle los esquemas de comportamiento básicos para desenvolverse en la vida. Con la formación que la vida hoy nos ofrece tenemos elementos suficientes como para ejercer esa imprescindible autoridad, asumiendo a la vez una capacidad crítica que permita a los menores entrar en diálogo con nosotros y que entiendan que también nos podemos equivocar y que de hecho lo hacemos muchas veces sin que eso merme de ninguna manera nuestra función orientadora sino al contrario, que la haga dialogante y siempre abierta a la crítica, que es exactamente lo que en su día no aceptaba aquel autoritarismo contra el que nos sublevamos en su momento. Nuestra oferta de autoridad, por tanto es siempre en positivo. El vacío y la dejación de funciones es lo peor que podemos ofrecerles a nuestros menores. Necesitan la autoridad nuestra y a la vez que la vivan con posibilidad de dialogar con nosotros para que entiendan que también la autoridad debe estar sometida a crítica si bien nunca al vacío.

domingo, 25 de noviembre de 2012

PADRES

Decir padres puede ser, debe ser y ojalá que sea decir muchas cosas. Por lo pronto es la ley, es el miedo y también la seguridad, es la norma y la referencia, es el motivo suficiente para la sublevación y es a la vez la culpa por el odio a lo querido. Y es todo esto y seguro que muchas cosas más a la vez en secuencias indisolublemente unidas de modo que originan en quien las vive en los primeros años de su vida un cúmulo de sentimientos encontrados en medio de los cuales es muy difícil orientarse. Pero ese es el reto.
Los que ya tenemos unos años a las espaldas vivimos un momento en el que la idea de paternidad se ejercía desde valores absolutos: Los padres siempre llevaban razón, sabían como nadie lo que había que hacer en cada momento, no se equivocaban y la obediencia que se les debía tenía que ser plena e incontestable porque, además, siempre querían nuestro bien. Semejante desarrollo de la paternidad gozaba de una simplicidad tal que el menor sólo tenía que hacer lo que se le mandaba en cada caso y con eso llevaba en su comportamiento todos los beneficios legales imperantes. A la vez el cumplimiento estricto de la obediencia disponía de la comodidad añadida de sentirse libre con la sola idea de haber hecho lo que se le demandaba en cada caso. Así se fraguó una estructura de comportamiento que albergaba a los buenos, que eran los que cumplían las órdenes con puntualidad y precisión y los malos, que eran los que no las cumplían. Esto simplificando mucho para entendernos porque en realidad ni nadie era capaz de obedecer siempre ni nadie ardía en las calderas de Pedro Botero por el hecho de rebelarse.
A partir de las mismas contradicciones de un esquema tan simplista se llegó a imponer la sublevación contra el padre que es lo mismo que decir contra todo ese agobiante conjunto normativo, que llegó a manifestarse inoperante y vacío. A todas luces era una lucha justa que dignificaba a quien se esforzaba en ella. La causa era por una parte la lucha contra la injusticia y la búsqueda de la libertad individual para conseguir que todas las personas nos sintiéramos partícipes de la construcción de la sociedad y participáramos en su funcionamiento. Y a ello dedicamos una serie de años de nuestra juventud con mejor o peor acierto. Pareció que el tiempo nos iba dando la razón porque aquella arcaica idea de la paternidad fue pasando a la historia, al menos de manera mayoritaria y los que participamos en la lucha encarnizada fuimos afianzándonos en la estructura social, nos fuimos haciendo adultos.
Pero el tiempo tampoco se detuvo aquí y esa nueva generación de parricidas nos fuimos haciendo padres a la vez y nos dimos cuenta pronto de que los nuevos hijos necesitaban un padre y lo demandaban de nosotros. Sabíamos mucho mejor lo que no queríamos, todo lo que había significado nuestra encarnizada lucha, que lo que queríamos, un nuevo conjunto de autoridad y de influencia paternal nuevo y más acorde con los nuevos tiempos y con la idea de que todos debemos participar en la estructura social. Algunos nos arriesgamos intentando un nuevo cuerpo de autoridad, asumiendo a la vez todo un bagaje de dudas, de culpa, de inseguridad en definitiva. Otros, creo que los más, sencillamente se sintieron perdidos en la protesta y se mantuvieron en el vacío de autoridad produciendo en los menores a su cargo un enorme desconcierto y un fuerte sentimiento de orfandad. El resultado es el día de hoy en el que conviven algunos resquicios del sistema anterior por un lado, los que han decidido arriesgarse a tantear una nueva estructura por otro y una gran parte que se siente perdida porque dejó lo viejo pero no se atreve a intentar lo nuevo.

domingo, 18 de noviembre de 2012

CIENCIA

Me resisto a ser esclavo, ni siquiera de mí mismo. El año pasado por estas fechas, quizá un poco antes, rompimos el ritmo a propósito de un viaje a Oslo, que nos sirvió para reflexiones sobre la realidad inmediata de esa ciudad. Hoy es la experiencia sobre la obra de Escher de mi compañero Manuel Ángel Puente, que en estos momentos trabaja con niños de 4 y 5 años en la Escuela Infantil Duende de Granada, aprovechando que en El Parque de las Ciencias de nuestra ciudad hay una exposición permanente sobre este autor europeo.
A final Escher no es más que una excusa para hacer lo que se quiere hacer con los niños que desde luego no es precisamente que aprendan que la eme con la a es ma, que también. Pero es que el mundo es muy grande y no siempre sabemos mirarlo con ojos de verlo ni con ojos de sentirnos protagonistas de él ni con ojos de ser capaces de acercarnos a una personalidad tan rompedora y tan potente como la de Maurits Cornelis Escher (1998 – 1972), conocido entre otras muchas cosas por sus grabados en madera, sus figuras imposibles y sus mundos imaginarios. Pues Manuel decide acercarse a Escher como en otra secuencia de otro curso decidió trabajar la muralla de la Alhambra, tan dentro del imaginario colectivo de Granada. Se muestran las obras de Escher y los niños se familiarizan con este artista reciente y polifacético y hablando hablando, sugieren la posibilidad de realizar una maqueta de la Escuela Duende inspirada en ideas parecidas desarrolladas por Escher y que están expuestas en El Parque de las Ciencias.
Pues ya tenemos trabajo para varios meses. Trabajo colectivo se entiende y simultaneado con las tareas cotidianas, pero trabajo que hay que planificar, organizar, distribuir y realizar. Toda la seriedad científica sobre materiales, distancias, proporciones exactamente parecidas a las que los ingenieros de cualquier obra han de realizar para encontrar la mejor estructura, los materiales más adecuados y el camino más idóneo para conseguir el resultado apetecido en las mejores condiciones. No hay ninguna diferencia cualitativa. Cuantitativas sí porque es evidente que no es lo mismo la capacidad y los conocimientos de un menor de 4 años que la de un ingeniero o arquitecto experimentado. Pero la curiosidad y las ganas sí que pueden ser las mismas y eso, aunque no lo parezca, resulta ser lo esencial para desarrollar la Ciencia, el Arte o cualquier obra humana que requiera de grandes dosis de creatividad, de disciplina y de trabajo en común.
Este trabajo que aquí se cuenta y se muestra fue realizado el cuso anterior pero como las grandes obras de cualquier orden, se guardan y forman parte del acerbo común de la humanidad. Pues aquí igual, la maqueta que se realizó de la Escuela Infantil Duende con tanto esfuerzo y entre todos no es un asunto baladí sino que tiene la grandeza de lo que debe guardarse y quedar para ser contemplada y asumida como parte del acerbo histórico común, como parte de la historia colectiva de la escuela. Pues el jueves pasado, día 15, se acordó que, además, se expusiera en el Parque de las Ciencias, junto a la obra de Escher que sirvió de inspiración y junto a otras experiencias realizadas por otra cantidad importante de centros educativos de Andalucía de distintos niveles. Me lo comentó Manuel, con quien tengo el gusto de intercambiar correos y comentarios en el blog y le prometí que me pasaría a compartir con él y su grupo de menores y familias el momento y le pedí permiso también para poder contarlo en este blog que quisiera ser testimonio personal y colectivo de una experiencia educativa muy amplia desarrollada en Granada durante muchos años y de la que tanto Manuel como el que esto escribe formamos parte.

domingo, 11 de noviembre de 2012

SALIDAS

El proceso de maduración y desarrollo, como vamos viendo en cada capítulo, está lleno de implicaciones personales de todos los protagonistas, no sólo los menores, en los que se dan y se toman continuamente elementos muy importantes de cada uno. En el caso de los menores, si todo va normal lo que tenemos son máquinas de deseo, capaces que quererlo todo y en este momento. Por más que a estas alturas de la vida nos extrañe, la realidad es así. Lo quiero todo y lo quiero en este momento.
Esto significa que lo que conocemos como educación no es más que un proceso de ajuste entre lo que son los deseos y la realidad de cada proceso en el que estemos involucrados. Ni debemos permitir que el torrente de deseo se desboque y se convierta en un cúmulo de satisfacciones permanente, lo que podríamos entender como una persona caprichosa que, lejos de madurar, lo que estaríamos logrando para ella es que se convierta en un ser desdichado y desorientado que no entiende de límites y que considera que el mundo y las personas están a su servicio cuándo y cómo quiera en cada caso. Seguro que podemos tener algún ejemplo cerca de nosotros en el que podemos adivinar los malos augurios de un presente ansioso y de un futuro desdichado directamente, siempre en riesgo de que la realidad de la vida le caiga encima y lo aplaste con el peso de los hechos que no puede controlar y que desconoce, sencillamente porque no es capaz de entender otra lógica que la de sus deseos inmediatos.
Y luego está la realidad de la vida con sus normas y sus maneras de evolucionar. Pues entre nuestros deseos y la realidad es entre los que la educación tiene que enseñarnos a tejer una trenza en el que se mezclen ambas posibilidades y permitan que podamos evolucionar a base de frustraciones porque muchas cosas de las que deseamos, sencillamente no son posibles pero algunas sí. De modo que vamos evolucionando con el dolor de lo que no podemos conseguir y pero también con el placer de saber que hay cosas que la vida sí que nos permite y podemos acceder a ellas a través de nuestro esfuerzo y de nuestras ganas de vivir. Y esos vaivenes entre lo que queremos y lo que podemos nos llegan cada día de mil maneras distintas. Los menores tienen que ver que esto es así para que no se hundan en la miseria cada vez que no logran satisfacer un deseo ni tampoco se crean los reyes de la creación cuando la vida les permita un hallazgo de esos que nos levantan la moral y nos llenan de entusiasmo porque hemos logrado una satisfacción largamente buscada.
De modo que la vida se convierte en un rosario interminable de “si, pero” y de “no, pero”. Son fórmulas que creo que dejan a las claras la idea de que a los menores hay que cortarles deseos y muchos, pero que siempre debemos ofrecerles alternativas a cambio para que no vean en nosotros sólo la imagen de verdugos que sin duda lo somos en muchos momentos para ellos cuando se ven frustrados de satisfacer caprichos que desean. Del mismo modo pueden soportar ese nivel de sacrificio que estar junto a nosotros lleva aparejado siempre y cuando puedan constatar que junto a cada frustración también sale de nosotros una propuesta creativa y adaptada a sus necesidades de cada momento y que le sirve para dar rienda suelta a esa serie de retenciones a la que se ha visto obligado. En realidad la vida es suficientemente flexible para que si este gran proceso de toma y daca se va produciendo más o menos armónicamente, tanto los menores como los adultos que andamos cerca de ellos dispongamos de elementos de compensación que permitan valorar la vida como un proceso de enriquecimiento mutuo y beneficioso para ambos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

COMPLEJOS

Los vamos a denominar así porque así se recogen en los manuales y no quisiera yo venir a sembrar complicaciones en esta etapa del desarrollo, ya compleja de por sí. Les llaman complejos y se concretan en el de Edipo para los niños que se sintetiza en querer matar al padre para quedarse con la madre así muy por encima y el de Electra para las niñas que se concreta en querer matar a la madre para quedarse con el padre.
Ya sé que cuando se pretende hablar de aspectos de tipo genérico es posible que ningún caso concreto se sienta identificado con la descripción que aquí se plantea, pero vive dios que el tema existe, que es cierto y que de una u otra forma está presente en cada caso aunque no tenga por qué tener todos los componentes ni la virulencia que se describe. Ya vimos en su momento cómo los niños se sentían atraídos por las madres y las niñas por los padres y viceversa. Esto es un hecho por más variantes que plantee en la práctica y hay que desarrollar esta tendencia o esta potente inclinación en el caso de los niños sobre la madre y en el de las niñas sobre el padre. Como todo esto se produce de puertas adentro y estamos hablando de padres y de hijos, es fácil que los sentimientos que se suscitan no salgan a la luz pero están presentes y todos hemos tenido episodios en los que han quedado manifiestos y los hemos resuelto como hemos sabido o podido en cada momento.
Mi interés está en sacar a la luz todo lo que se pueda de las interioridades y profundidades en las que se fragua la personalidad en estos primeros años para que seamos conscientes que cada cosa que pasa tiene unas causas y que hablar de eso no lo agrava sino al contrario, las alivia y las relativiza porque todos podemos comprobar que estamos viajando en el mismo barco de la duda, de la incertidumbre y en momentos hasta de la desesperación pero que ha de ser a base de afrontar las situaciones como podemos llegar, a aceptarlas en primer lugar sin tener que asustarnos de nada porque todo lo que está pasando forma parte de la normalidad de las personas y a trabajarlas después para que puedan evolucionar a situaciones mejores y más armoniosas que aquellas que se plantean en un principio. Con este talante es como podemos asumir la educación como un proceso de comunicación, que es su fundamento. Y todos estamos afectados e involucrados. O avanzamos intentando mayores cotas de normalización o nos bloqueamos y nos convertimos en compartimentos estancos que se ignoran unos a otros.
Ya sé que es muy dramático asumir que mi hijo quiere matarme para quedarse con su madre o mi hija quiere matarme para quedarse con su padre pero es la verdad. Como es verdad el impresionante complejo de culpa que les entra cuando se dan cuenta de lo que están sintiendo porque esos sentimientos no significan que dejen de querernos sino que el espíritu humano es muy complejo y capaz de las mejores cosas y también de las peores. La secuencia típica es la de meterse en la cama de matrimonio y no parar hasta que el rival o la rival desaparezca y el menor termine con el adulto que desea. Pues bien, de aquí hay que partir y hay que asumir ese fenómeno como normal para darnos cuenta de que lo que está pasando es importante para todos y que, si está claro que los menores no se pueden salir con la suya porque supondría sencillamente una barbaridad sin sentido, tampoco podemos menospreciar sus sentimientos porque son reales y muy profundos . Tiene que ser el diálogo y el tiempo el que se encargue de que los sentimientos evolucionen hacia otros derroteros que ya iremos describiendo sin que nadie se quede en el camino.

domingo, 28 de octubre de 2012

NOVEDADES

Con la entrada del desarrollo de los menores en lo que podríamos denominar segundo círculo, ese que deja atrás el panyoico, el término es mío y pretende definir la primera etapa en la que todo lo que existe es en función de mí y porque soy yo quien le da vida. El segundo admite como hemos dicho dos elementos: uno soy yo y otro es el resto del mundo, lo que podríamos denominar noyo. Pues ahora toca explorar todo ese noyo que me rodea, que me define, que me limita y que a la vez me permite crecer.
Una primera gran división que salta a la vista es la diferenciación sexual. Me doy cuenta de que tengo un sexo y a mi alrededor hay otra serie de personas, unas con el mismo sexo que yo y otras con otro sexo distinto. También me doy cuenta de que lo que nos diferencia a unos y a otros no es sólo la forma física de los sexos, que es distinta, sino que unido a esa diferencia exterior existen también otras diferencias interiores que se van manifestando en comportamientos distintos. En el día a día esto se va plasmando, al menos cuando los niños viven en grupo, en el nosotros y en el ellos que tienen a cada momento en la boca y haciendo ver a quien les rodeen hasta qué punto son conscientes de esta diferenciación como si hubiera dos mundos, uno siempre enfrentado al otro. Es posible que la realidad no esté muy lejos de esta percepción pero tanto si lo está como si no, no se van a privar en ningún momento de ponerlo de manifiesto.
Lo que hasta este momento estaba configurado como un único grupo bajo el epígrafe de infancia, a partir de ahora ya es irremisiblemente doblado en dos mundos casi irreconciliables: los niños y las niñas. No quiere decir que sean separaciones en las que vivan unos al margen de otros, lo que podría llevar a que unos y otros se ignoraran. No. En realidad unos y otros se atraen, se buscan, se curiosean los cuerpos, se tocan para conocerse mejor y para equilibrar las diferencias a la vez que las constatan de manera palmaria. Es como si necesitaran certificar esas diferencias desde todas las formas posibles para dejarlas sin lugar a dudas interiorizadas tanto desde el punto de vista formal como del comportamiento. Por eso, aparte de que la curiosidad entre niños y niñas se va a desarrollar en todos los órdenes del comportamiento, también los vamos a ver diferenciados y agrupados los niños por un lado desarrollando comportamientos específicos: movimiento, juegos de fuerza, brutalidades…. Y las niñas por otro: juegos más pacíficos, mayor desarrollo del lenguaje hablado, juegos de más elaboración…
Todo este juego de diferencias, si todo va normal, a través de los juegos cotidianos se debe ir produciendo y desarrollando sin más traumas de los que la vida lleva aparejados para cualquier edad. Es verdad que cuando, como aquí, se intentan dar unas pinceladas con criterio de generalizar, uno se da cuenta de que por todas partes se cuelan particularidades que podrían hacer interminable la lista de salvedades. No tendremos más remedio que entrar en ellas para completar lo más posible el contenido de esta edad. Pero por ahora lo que me parece más importante es hacer ver que los menores están a cada momento estableciendo diferencias binarias sobre cualquiera de las posibilidades cercanas que la vida les pone a la mano: niños y niñas, mi familia y todas las demás personas, mis amigos y el resto, mi casa y el mundo, hoy y lo que no es hoy sea ayer o sea mañana, que a ellos les da lo mismo. Espero que con este primer trazo grueso pero espero que certero nos quede una primera imagen de lo que significa esta segunda revolución personal, la primera sin duda es el nacimiento, en la que accedemos a constituirnos en miembros activos de una sociedad.

domingo, 21 de octubre de 2012

SOCIAL

La historia de los círculos concéntricos que hace unas semanas desarrollamos a propósito de los sentidos podríamos volverla a manifestar ahora al referirnos a la relación de cada persona con el mundo que lo rodea. Sintetizando mucho a ver si se puede entender de manera simple diremos que en un principio nos consideramos el mundo: nada existe que no seamos nosotros y las cosas tienen vida porque nuestra decisión se la otorga. El ejemplo más claro es que un menor, cuando quiere que algo no exista, sencillamente lo elimina del mapa por el procedimiento de taparse los ojos.
Por la edad que vamos transitando, alrededor de los tres años se interioriza otro de los grandes cambios entre una persona y el mundo que lo rodea. Hemos llegado a ver claro que nosotros no somos el mundo sino que en el mundo hay dos seres: uno es nosotros mismos y el otro todo lo demás. Con este paso abandonamos ese egoísmo que lo abarca todo y entramos en otro entramado de relaciones al que hemos dado en llamar la sociedad. Es, por tanto, el nacimiento de la conciencia de lo social. Nos damos cuenta, por ejemplo de que en este mundo hay niños y niñas, de que hay personas que tienen relación con nosotros y otras que no, de que en el mundo pasan cosas que nosotros queremos y otras que no queremos y que el propio mundo no se mueve porque nosotros lo queramos o lo dirijamos sino que en el movimiento del mundo y de todo lo que hay dentro de él no tenemos mucho que hacer y las cosas pasan obedeciendo a unas normas que no tienen mucho que ver con nosotros.
Todos estos cambios insinuados nos convierten en personas globalmente distintas a las que hemos venido siendo hasta ahora. Hasta ahora nuestro destino fundamental ha estado centrado en el desarrollo sensorial, pero sobre todo de los sentidos más estrechos y cercanos, como si hubiéramos necesitado una cierta capacidad interior que estructuraba nuestro ser personal. Pues bien, hacia los tres años podemos decir que somos una suerte de adultos en los sentidos: somos tan capaces de sentir y de discernir lo que estamos sintiendo como cualquier mayor y hemos adquirido las capacidades para explicarlo y para demostrarlo a los demás. Pues a partir de ahora nuestro desarrollo se va a caracterizar por el perfeccionamiento de todas esas demostraciones de las que somos capaces pero todavía no hemos hecho.
Y esas demostraciones que nos faltan que son casi todas las que somos capaces de demostrar van a ir exteriorizándose a los ojos de los demás. Es decir, nos vamos a ir desarrollando socialmente. Vamos a tomar conciencia de que pertenecemos a un grupo humano concreto, a un espacio geográfico concreto y a una cultura concreta. Todo eso lo vamos a ir interiorizando poco a poco y con la interiorización también vamos a tomar conciencia de nuestras diferencias con los que no son como nosotros. El sentido de tribu, de clan, de grupo como afirmación de nuestras identidades y también de nuestras diferencias frente a los que no son como nosotros. Es difícil en este nivel precisar mucho más porque hay que nombrar lo que se considera esencial pero lo cierto es que la materialización de lo que estamos hablando está abarrotada de detalles y matices que el tiempo y el ejercicio se van a encargar de poner de manifiesto en cada momento. Para sintetizar podemos decir que hacia los tres años de edad entramos en el segundo gran círculo de desarrollo que se continuará con un tercero hacia la adolescencia en el que no solo nos consideraremos diferentes al mundo sino que descubriremos que no somos los únicos sino que hay otros grupos distintos a nosotros que también forman parte de este conjunto y que se completará con el último en el que ya nos veremos ajenos a este mundo y como sobrantes.

domingo, 14 de octubre de 2012

RECURSOS

Cuando vemos a un menor de tres años más o menos, inevitablemente pensamos que es pequeño porque es difícil no verlo desde el componente del tamaño físico. En ese sentido es cierto que es pequeño, pero al mismo tiempo también es una persona que ya ha recorrido una serie de vivencias esenciales en la vida y tiene ya almacenado un bagaje de vivencias muy importante. Una historia a sus espaldas que puede no parecer muy larga pero que sí que ha sido muy intensa. Y es que el tiempo no es solo cronología, que lo es. Hay tiempos que pasan en un suspiro y otros que se estiran hasta parecer eternos.
Hay en este mundo muchas cosas que no entendemos porque nuestra capacidad para comprender es muy limitada pero no hay nada que pase por casualidad. No es casual que al principio de la vida contabilicemos el tiempo por días, por semanas, por meses, por años y luego mejor nos olvidamos de la edad porque quisiéramos que el tiempo no pasara. Eso nos ofrece una primera estampa de la importancia que le damos al tiempo en cada momento. De modo que hacia los tres años una persona tiene una experiencia de vida, puede que no muy larga, pero sí muy intensa. Digamos que las grandes adquisiciones ya se han producido y que la historia nuestra ya tiene una madurez importante porque ha superado los sentidos más intensos y estrechos: tacto, gusto, olfato. La vista o el oído también han sido usados pero todavía su hegemonía no ha llegado. Será a partir de ahora cuando los primeros sentidos pasarán a un segundo lugar y se impondrán en gran medida, tanto el oído como la vista.
No debemos desmerecer, por tanto, la experiencia de los tres primeros años de la vida sino por el contrario tomar conciencia de que con su superación se han fraguando los esquemas fundamentales de conocimiento humano. Es cierto que la capacidad de explicación de lo que pasa es muy limitada, pero no la capacidad de sentir y de reaccionar en función de las percepciones profundas que hemos experimentado. Esto también significa un drama desde el momento en que no podemos más que interiorizar lo que nos llega y es sólo a partir de esa edad de los tres años más o menos cuando vamos siendo capaces de comunicarnos con los demás para transmitirles de una manera común a través del lenguaje hablado que todos compartimos aquello que nos pasa, lo que sentimos, nuestros afectos y nuestros odios. Podemos entendernos a través de las palabras.
Hasta ese momento ha habido multitud de formas de expresión y de comunicación, pero siempre ceñidos a las personas más cercanas que han rodeado a cada pequeño. Esas sí se están enterando desde el principio de cuántas y de cuáles son las claves de comunicación que se están usando en cada caso, pero siempre desde el ámbito cercano, íntimo, incluso particular para cada individuo o para cada momento. A medida que vamos superando los niveles más estrechos del tacto o del gusto, poco a poco los códigos se van universalizando y va siendo más posible que los espacios de comunicación se agranden y se objetiven aunque también van perdiendo intimidad. Y es que el progreso humano como cualquier otro es siempre una relación dialéctica en la que se gana y se pierde. En un principio la intensidad es máxima en la comunicación pero la extensión muy pequeña, sólo conocida por los más cercanos. A medida que se crece vamos perdiendo intimidad pero vamos ganando en extensión y nos vamos incorporando a la estructura objetiva y social que todos compartimos. Quiero por tanto concluir con que hacia los tres años nos encontramos con personas muy desarrolladas sensorialmente hablando en los ámbitos íntimos pero con enormes deseos de asumir todos los códigos sociales establecidos, que son los que tienen menos desarrollados, para incorporarse a la estructura social como miembros de pleno derecho.

domingo, 7 de octubre de 2012

CONFIANZA

En estos momentos y a pesar de que la enseñanza obligatoria no empieza hasta los seis años nos encontramos con la realidad de que a partir de los tres la estructura escolar es capaz de asumir a todos los menores que lo deseen. Esto me parece un avance sin paliativos y considero que es un signo de desarrollo y de beneficio social que no tiene discusión posible. Pero del mismo modo me parecería imperdonable ignorar la realidad en la que estos menores se desenvuelven.
Sé que este tema va a tener que ser abordado en más de un capítulo porque tiene suficiente complejidad como para ser resuelto en uno solo pero quiero empezar por hacer ver que lo que se ha conseguido de que los niños puedan incorporarse a la estructura escolar desde los tres años, que pienso que es un enorme avance, no se ve acompañado con el tipo de vida que desarrollan ni con el tipo de enseñanza que se les propone. Si partiéramos de confiar en lo que significa el desarrollo natural de las personas no habríamos convertido los programas de trabajo de estos niños en copias bastante exactas de los que han de resolver en cursos sucesivos solo que como más relajados, más simplificados pero con una estructura similar en cuanto a materias y a contenidos. De manera que lo que se ha hecho es rebajar todas las materias de cursos superiores y adaptarlas a los tres años.
Inevitablemente y además por voluntad expresa yo quiero empezar diciendo que en este tiempo los niños tienen unas posibilidades de desarrollo intelectual que se fundamentan en que puedan hablar y en que puedan moverse y entonces nosotros, la estructura escolar, los metemos en una clase al uso y les decimos SIÉNTATE Y CALLA y, a partir de ahí, comenzamos pretendiendo construir todo un bagaje de conocimientos como si todo estuviera normal. Pero no es verdad. Precisamente lo que quiero dejar claro es que, tal como están plateadas las cosas el plan de estudios que desarrollan estos niños no está pensado para ellos porque no tiene relación con lo que serían sus tendencias naturales ni sus formas de desarrollo sino que está planteado para sean los pequeños los que de una manera o de otra se integren en el propio desarrollo de los temas planteados y tanto si se adaptan a sus necesidades como si no, vayan poco a poco desenvolviéndose en ese mar de normas y conocimientos.
Y quiero plantear esta especie de contradicción inicial por varias razones. La primera para que nos demos cuenta de que no está plateada la Escuela para los niños, sino los niños para la Escuela y esto significa un planteamiento erróneo de principio y la segunda porque los niños en esta edad disponen de un enorme potencial de capacidades y de curiosidad que la estructura escolar no tiene en cuenta sino que, sencillamente ignora en beneficio de unos supuestos mínimos bajo los que han de cobijarse todos asumiendo el enorme lastre de desenvolverse en una estructura que no los tiene en cuenta, que los ignora y que los hace sentirse extraños en lo que tendría que ser su casa porque es allí donde van a desarrollar las horas más productivas de sus vidas durante esos años. En el momento en que estos servicios empezaron a ponerse en vigor fuimos muchos los que les dimos la bienvenida con la esperanza de que la estructura escolar sería incapaz de ignorar las formas de aprender de los niños y tendría que adaptarse a ellos pero hemos visto con el paso del tiempo que las inercias administrativas han sido más fuertes que las ideas del respeto a los modos de desarrollo intelectual propios de esta edad y lo que hemos conseguido es hacer una Escuela tan fría y tan ajena como todas y fuera y al margen de los intereses de los niños.

domingo, 30 de septiembre de 2012

CONCÉNTRICO

Los primeros tres años de la vida son los que nos aportan la relación sensorial por excelencia. Pero, además, también esta hegemonía de los sentidos está más o menos delimitada de una manera concreta. Es cierto que todos los sentidos entran en la danza de las relaciones, muchas veces sin orden y concierto aparentes. Pero eso no es verdad. En cuanto somos capaces de distanciarnos un poco y mirar con algo de perspectiva nos damos cuenta de que lo que pasa lleva un orden y, sobre todo, una graduación.
La primera hegemonía se la lleva sin ninguna duda el sentido del tacto. Con que el adulto de referencia se pegue al pequeño de manera casi indisoluble, se cubren los objetivos de desarrollo que se esperan para esa primera etapa. Con los animales lo vemos lo mismo de claro. Se trata de que los pequeños vayan tomando conciencia de la vida desde la seguridad que le aportan los mayores a los que se sienten unidos en sentido literal. Es, por tanto, esta unión la que hegemoniza los objetivos a cubrir. Bien entendido que los sentidos interfieren unos con otros de manera que todos van estando presentes en cada momento, pero uno se lleva la palma, se pone por encima de los demás. El tacto es el primero y es el que no puede faltar si de lo que se trata es de conseguir el desarrollo armónico. Seguro que todos son necesarios, pero el tacto en este primer tiempo de la vida es el imprescindible.
El tiempo va pasando y, sin que nos demos mucha cuenta porque los cambios no son algo que suceda de un día para otro el ámbito de relación va evolucionando. Va renunciando a la intensidad y a la estrechez y va cogiendo espacio libre entre el menor y su adulto de referencia. Es como si se tratara de unos círculos concéntricos que nos envuelven y que se van distanciando poco a poco, pero sin una delimitación clara entre unos y otros de modo que no podríamos decir dónde y cuándo empieza uno y acaba otro aunque sí nos damos cuenta con una cierta perspectiva de tiempo de que hemos pasado de uno a otro aunque no podamos precisar en qué momento se produjo ese paso. Es lo que podríamos denominar un desarrollo dialéctico y concéntrico que se va produciendo con el propio ejercicio de vivir que es como se produce la evolución humana.
Sería gráficamente una especie de anillos alrededor de los que las personas nos vamos consolidando en el universo a medida que vamos superando las distintas relaciones sensoriales por este orden: tacto, gusto, olfato, oído y vista, de más estrechos y cercanos a más sueltos y lejanos. Que nadie se engañe. Yo creo que todos son indispensables, pero sin duda que cada uno ocupa un espacio vital ordenado y el orden es el que he descrito. Pues bien, toda esta amalgama de sentidos en funcionamiento han debido actuar de manera determinante si todo se ha producido con normalidad, de modo que hacía los tres años los pequeños se encuentran capacitados para empezar a disfrutar de su autonomía personal, siempre bajo la vigilancia de los adultos de referencia, pero con posibilidades reales de dominar su cuerpo y sus sentimientos sin que los adultos que estén cerca de ellos ejerzan otra labor que la de ir supervisándolos cada vez más superficialmente y a más distancia. La relación sensorial más estrecha se convierte así en la piedra angular, como en los cimientos de todo lo que ha de venir después. Y hay que entender que eso no significa que ninguna relación sensorial se quede al margen en algún momento de la vida. No. Lo que sí indica es que el desarrollo de la configuración de la personalidad está amparado por un cierto orden que se ha de ir produciendo en un espacio y en un tiempo.

domingo, 23 de septiembre de 2012

CUENTOS

Todo el mundo asume con facilidad que comer es indispensable y no suele cuestionarse que proporcionar comida a los pequeños es responsabilidad de los adultos que viven a su alrededor. Y esto es y ha sido así en todas las épocas y en todas las culturas, lo que indica que hay cuestiones que no necesitan de mucho estudio para ser asumidas y practicadas, independientemente del nivel cultural y del área concreta en la que se desarrollen.
No sé si con el mismo nivel de intensidad y de universalidad pero si no es así debería serlo los menores necesitan conocer y vivir la cultura que se desarrolla a su alrededor, las ideas que la rigen, la historia común y las directrices fundamentales que la configuran. Y eso lo necesitan asumir lo más pronto posible. No creo que a nadie se le pase por la cabeza andar explicándoles a los pequeños todos estos contenidos así a palo seco. Pero la vida tiene recursos para todo y ahí están los cuentos, que son capaces de transmitir lo que se necesite a través de contenidos y ejemplos que sí pueden estar al alcance de los más pequeños. Esta de alrededor de los tres años es la edad de los cuentos por excelencia. En todos los tiempos los niños se interesan por las historias que los adultos les cuentan pero en esta época lo hacen con verdadera fruición, casi como si su capacidad de asumir historias no tuviera límite. Es el momento en que nos piden que le contemos una historia y nos damos cuenta de que es una detrás de otra lo que quieren y no se satisfacen nunca al parecer.
Pero somos los adultos los que tenemos que ir poniendo orden dentro de ese nivel de relación, como en cualquier otro para que la relación no se convierta en una tortura y pierda su contenido esencial y positivo. Está muy bien que cada noche al acostarse o en cualquier otro momento que se considere adecuado, les contemos historias a los pequeños. Tenemos que saber que esa secuencia de vida es esencial y enormemente rica para ambos por lo que significa de relación y de transmisión cultural. No hace falta que dispongamos de una cantidad importante de historias para trasmitir. Si las tenemos, pues bien. Pero si no, no importa demasiado. Lo que los niños necesitan en primer lugar es escucharnos, interiorizar lo que somos capaces de decir con nuestro tono de voz, con nuestra actitud física compartir con ellos un rato importante de sus vidas y todo un esquema de lenguaje que les llega de nuestra boca y que les permite aprender todo un esquema de frases y de ideas en medio de las que les llega la cultura que les rodea.
A veces podemos darnos cuenta de que lo que ellos nos demandan no es que les contemos historias, que también, sino que les contemos. Con frecuencia nos demandan que les remitamos una y otra vez alguna historia concreta y parece que no se cansan de escuchar la misma historia una y mil veces. Es más, llega un momento en que podemos contar la historia y usar una palabra distinta a la más frecuente y ellos suelen parar para hacernos ver que así no es que lo que le dice el lobo es exactamente una fórmula que ellos han asumido de tanto escucharla y es la que necesitan para formarse la imagen de esa historia y no otra. Por eso hace falta casi como el comer que hablemos con nuestros pequeños y que escuchen historias de nuestra boca, siempre teniendo en cuenta que de lo que se trata es de relacionarnos con ellos y no de convertirnos en juguetes a su capricho para que terminen haciéndonos odiar esos maravillosos momentos de relación. También nos toca a nosotros, como siempre, poner límites a los tiempos y a las historias para dar paso a otras secuencias de la vida como, por ejemplo, dormir.

domingo, 16 de septiembre de 2012

DIFERENCIA

Hasta los tres años más o menos podemos decir que todos hemos cabido dentro de la categoría de personas, de menores, de criaturas. La ocupación fundamental estaba centrada en desarrollar de la manera más completa posible la capacidad de hablar y de moverse. A estas alturas ya son capaces de comunicarse con palabras, con muchas palabras aunque todavía quede mucho de la media lengua y se han superado los más altos niveles de inseguridad física y tenemos una persona que se mueve con soltura.
Podríamos decir, por tanto, que los aprendizajes esenciales sobre los que se sustenta la supervivencia están logrados. Lo que pasa es que la vida es muy compleja y que verdaderamente nunca dejamos de aprender. Ahora tenemos que dividir los seres humanos según su sexo y aquí nos encontramos con una primera división: unos somos machos y otras son hembras. La primera apreciación es comprobar que tenemos atributos distintos unos de otros. En una escuela que disponga de cuartos de baño comunes esto es muy fácil porque todo el mundo puede mirarse a placer. Y no tocarse y comprobar que el aprendizaje no es sólo de la diferencia formal sino incluso del placer que se experimenta en la visión de esa diferencia y sobre todo en el tacto cuando desplegamos toda la curiosidad del mundo a través de nuestros dedos. Qué gran responsabilidad de los adultos, principales responsables de que esta curiosidad se satisfaga con el respeto debido y en condiciones seguras, sin abusos por parte de nadie.
Admitiendo quienes se crían solos en su casa tenemos que hablar de las ventajas profundas de los que se crían en grupo y son capaces de acceder en cada momento a todos estos niveles de información con sólo abrir los ojos o desplegar las manos. No nos cansaremos por tanto de aconsejar a los padres que busquen para sus hijos grupos de iguales con los que consigan su desarrollo armónico de manera mucho más natural y placentera. De no ser así, es obvio que han de satisfacer su curiosidad con sus progenitores, con lo que andarán inevitablemente queriendo ver y tocar todo aquello que les despierte interés. Y seguro que lo harán tanto si viven en grupo como si no, pero si viven en grupo necesitarán comprobar menos que si todo les resulta nuevo. Desgraciadamente me parece muy difícil que los padres sean capaces de asumir esta necesidad de descubrimientos de los menores con naturalidad. Bañarse o ducharse con los hijos no es mala fórmula para permitir que los cuerpos desnudos se muestren con sencillez y los niños puedan ver y tocar lo que necesiten para satisfacer su curiosidad mientras desarrollan con sus padres una actividad placentera para ambos. Sería posible cualquier otra forma de acceder a los cuerpos desnudos, incluso la de mostrarse expresamente para cumplir esa demanda por parte de los pequeños, pero estoy seguro que sería más forzado para los mayores mientras que en la ducha o el baño acceden a la desnudez sin que parezca forzado ni excesivo para nadie. Nuestro cuerpo puede ser uno de los primeros ámbitos a los que necesitamos ser capaces de acceder, primero nosotros mismos en su momento, pero después nuestros hijos que necesitan saber cuáles y cómo son las igualdades que tenemos unos y otros y cuántas y cuales las diferencias .
De los primeros niveles de información, diferencias formales, texturas distintas, formas y posturas distintas de orinar, …. Van a venir nuevas interrogantes sin duda. En realidad toda la vida estará llena de interrogantes y eso será lo bueno porque permitirá que estemos siempre aprendiendo, pero también significará que va habiendo cosas que vamos superando y que nos permiten acumular un bagaje de conocimientos y de vivencias al que llamamos educación, desarrollo, madurez o cualquier otro sinónimo por el estilo

lunes, 10 de septiembre de 2012

CURIOSIDAD

Ya en su momento hablamos con claridad de que las personas nacemos sexuadas y que eso nos lleva a diferenciar comportamientos, aspiraciones, deseos y prácticas a medida que avanzamos en el desarrollo. En este tiempo por el que vamos transitando, alrededor de los tres años, es el momento en que los menores ya se han dado cuenta de que en el mundo existen niños y niñas, de que son distintos en sus atributos visibles y también en los invisibles y aparecen como papeles diferenciados de comportamiento y deseos de conocer.
De puertas adentro de la casa lo primero que se nota a poco que se quiera ver es la indiscutible predilección por el padre con su hija y de la madre con su hijo. Pese a lo evidente del fenómeno no siempre se reconoce con esa facilidad con que sería lo adecuado. Se ve que por encima de las evidencia funciona la norma y lo que se debe hacer. Como si esa diferenciación fuera mala de por sí y hubiera que esconderla o negarla. Como si las palabras fueran capaces de oscurecer o torcer la realidad de las cosas. Pero la realidad está ahí cada día, machacona, persistente, eficaz y dejando el rastro de que el sexo existe, de que el sexo está también actuando entre padres e hijos porque es universal en las personas y también en los tiempos. Es verdad que en ningún tiempo como en este en el que los pequeños andan confirmando sospechas y verificando sus percepciones y lo que les indican sus sentidos.
Por poner un ejemplo muy evidente el menor llega a apoderarse hasta de la cama. Se introduce como de tapadillo y casi pidiéndolo de limosna pero poco a poco se va haciendo con lo que conquista y al poco tiempo lo vemos en medio de la pareja y definitivamente eliminando al que sobra para apoderarse del objeto de su deseo: si es niña, de su padre y si es niño, de su madre. Y es verdad que hay tensión sexual en eso porque los deseos terminan emparejados de ese modo pero no vale compararlos con los deseos sexuales adultos porque sencillamente sería equivocarse. La satisfacción de los deseos que se manifiestan tienen más que ver con la propiedad y la seguridad que con el placer adulto. Lo que quiere el pequeño es que el adulto elegido sea suyo, de su propiedad particular, para disponer de él o de ella a su antojo y en todo tiempo y lugar. Y eso sobre todo aunque no sea suficiente, es lo fundamental. Lo que yo quiero es que mi papá o mi mamá sea mía. Mía y de nadie más o mía por encima de todo y de todos.
Es cierto que luego también lleva aparejado ese apego tan fuerte y tan persistente un reconocimiento físico. Todo ha de ser manoseado, visto, olido, gustado. Cuando los pequeños viven entre otros de su edad mucha de esta curiosidad se sacia con sus compañeros a través, por ejemplo, de un cuarto de baño común. Allí se pueden ver las diferencias, tocarse en la medida que se les permita y saciar esa mezcla de curiosidad y placer. Eso no elimina la necesidad de hacerlo con los adultos de referencia, normalmente con los padres. De aquí pueden arrancar una serie de perversiones porque nuestras deficiencias en el conocimiento y en el desarrollo de la sexualidad son bastante deficientes y pueden propiciar confusiones. No es fácil que los padres respondan a los pequeños equilibradamente a estas apetencias que pueden llegar a ser mutuas, pero que han de ser rigurosamente diferenciadas por los mayores respondiendo a la curiosidad de los pequeños pero teniendo claro que lo que los pequeños necesitan han de desarrollarlo en el futuro y no precisamente con los padres.