Seguidores

domingo, 26 de diciembre de 2010

EQUILIBRIO







El primer bofetón que la vida nos ofrece al aire libre es probablemente el desgarro más fuerte de todos cuantos vamos a vivir hasta llegar al de la muerte, que seguramente es el segundo y último. Para ninguno de los dos se nos pide permiso. Somos partícipes de algo que, en un momento dado nos hace vivir y en otro nos elimina del mapa.


Pero cada ser que llega está sujeto a un sin fin de deseos que confluyen en él, que lo condicionan y que lo definen. También lo van marcando y hacen que su masa cerebral, a lo larga de los cinco primeros años, más o menos, vayan disponiendo los surcos de una manera determinada. Así será básicamente la persona que ha de vivir alrededor de cien años, casi siempre algo menos, apenas un suspiro de suspiro si miramos el tiempo con una cierta perspectiva.

En esa confluencia indispensable de deseos es donde empiezan nuestras grandes diferencia entre aquellos cuya atención está centrada en la resolución de las necesidades básicas, alimentación, limpieza, higiene y reposo y poco más y aquellos otros que son tratados como verdaderos príncipes, todo el mundo a su alrededor, siempre alerta al menor deseo para resolverlo en el momento y adelantándose y futuras necesidades para ofrecer propuestas de solución de las mismas, incluso antes de que se produzcan:”Poner el parche antes de que salga el gano”. Al final tampoco es que sea mucha la diferencia porque ni unos ni otros pudieron eliminar el trauma de nacer ni el de morir y tanto uno como otro en la más estricta intimidad. Y esto es lo fundamental, que nadie lo olvide.

Pero claro que no es lo mismo el recorrido entre ambos puntos. Ni mucho menos. Aquí podemos hacer las personas enormes diferencias entre unos y otros. Yo no quiero valerme de mi edad ni de mi posible experiencia para tener la arrogancia de ofrecer todo un racimo de indicaciones sobre cómo debe ser eso de la Educación y por qué. No me fiaría mucho de quien se atreviera a hacerlo, la verdad. A lo que sí me inclino es a sugerir que tengamos conciencia, por un lado de la dignidad de los recien nacidos, que no por pequeños dejan de tenerla y de cómo en función de esa dignidad, todas las personas necesitamos apegos, atenciones y agarraderos afectivos que nos impulsen a crecer. Pero del mismo modo necesitamos unos espacios propios que nos permitan movernos con libertad, sentirnos vivos y sentir la necesidad de avanzar por nuestros propios medios, para lo que llegamos a este mundo sobradamente dotados como cada semilla que llega al suelo y que espera la lluvia para germinar y convertirse en una hermosa planta.
Por sintetizar, reclamar un poco de EQUILIBRIO para las personas que nacen que pasará porque los poderes públicos garanticen unos mínimos servicios de calidad para todos y para las familias abarrotadas de deseos para los príncipes de la casa, pues bajarse un poco del burro y ofrecerle al recien llegado unos espacios donde se reconozca como ser capaz de crecer y que pueda hacerlo co las ayudas que necesite, pero sin las atrofias de todos los que querrían vivir por él y que se desenvolviera entre algodones y se convirtiera en un ser despótico y caprichoso que todo se lo merece. Ni tanto ni tan calvo, que dirían en mi pueblo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

SENTIDOS






Para orientarse en los principios de la percepción hay que olvidarse de los razonamientos, de los discursos hilados y de las lógicas razonadas. Hay que ponerse a gatas, o tumbarse directamente, medir el suelo con el cuerpo entero, ronronear a izquierda y derecha y soltar los sonidos, las manos y los pies con ideas de caricia a ver qué encuentras cerca de ti que recoja tu iniciativa y que responda en el mismo idioma. Esa es buena guía, aunque no sea suficiente.



En su momento aprendimos que los sentidos eran vista, oído, olfato, gusto y tacto. Los aprendimos así, por ese orden y ya sabemos, en la vida no hay nada que sea casual. Cuántos años para entender que se trataba de un proceso de acercamiento en sí mismo. De un tratado del apego con un ritmo fiable y seguro. En realidad son cinco círculos concéntricos en el que envolver la comunicación entre las personas de más lejano a más cercano, que va desde el simple vistazo y el primer agrado, o no al que le echas el ojo encima, hasta aquél con quien estas dispuesto a fundirte en un abrazo y penetrarte hasta sentirte uno de tan pegado. Eso con sus correspondientes puntos intermedios que son como escalones que van subiendo o bajando por el camino de la comunicación y que indican, según en el que te encuentres, la intensidad a la que has llegado cualquiera.
Seguramente no son requisitos indispensables ninguno de los sentidos en particular y es posible entrar en relación a partir de cualquiera de ellos según los casos. Pero lo que no cabe duda es que el grado de conformidad para quedar satisfechos del resultado, como si dijéramos el examen final, ha de pasar por todos ellos. No sé si hay más, probablemente. Tampoco me importa demasiado. Con estos cinco me conformo porque ya me producen todo un sistema de conjunto en el que, una vez concluido, me siento completamente entregado y satisfecho si he podido contactar co alguien de manera placentera o en cualquier tramo del camino he podido comprender que la conexión se cortaba y que hasta aquí habíamos llegado y era mejor no continuar alimentando frustraciones que ya quedaban manifiestas.
No puedo decir, porque nunca he creído en las recetas, que la comunicación sensorial sea la única posible. Lo que sí sé es que es indispensable y que, en los primeros tiempos de la vida, se comporta como todo un tratado del acercamiento humano y es garantía de valor y de continuidad.
Por eso siempre me pareció que las personas que se relacionan con recién nacidos o de pocos meses, como no les guste su trabajo, sufren de manera insoportable porque no encuentran escapatoria. Han de pegarse físicamente a los pequeños para que su trabajo sirva de algo y eso comporta un nivel de compromiso tan estrecho que se puede convertir en niveles de satisfacción que rayan la plenitud si son satisfactorios o en niveles de angustia insoportables si no son de nuestro agrado.
La primera orientación en la vida, por tanto, no se diferencia mucho con otros animales: chupar, acariciarnos, identificar y aceptar olores, susurrarnos sonidos que un día serán palabras y mirarnos en cada momento para saber cada uno dónde estamos.

domingo, 12 de diciembre de 2010

LENGUAJES




Salimos a la vida con armas y bagajes suficientes para enfrentarnos a este mundo donde pesamos, tenemos frío, calor, sueño, hambre…, y para satisfacer todas estas necesidades solo es posible a partir de atenciones externas. En el magma intrauterino era lo mismo pero todo venía dado. Era automático. Ni molestarnos siquiera. Con el paso del estrecho túnel todo ha cambiado. Se acabó el país de jauja y hay que ir cogiendo protagonismo y manifestar lo que se quiere y lo que no. Y que alguien lo entienda, que esa es otra.


Alguien tiene que mirarnos atentamente, leer en nuestros gestos, en nuestros movimientos, descifrar nuestros llantos…, inventar un diálogo a base de aproximaciones y establecer el lenguaje hablado como punto de referencia unilateral hasta que poco a poco se vaya estableciendo la comunicabilidad. Pero para llegar a esa cima hay que andar casi un año entre la bruma del conocimiento y encontrar luz a través de parámetros que tenemos albergados en el olvido. Hay que desempolvar la caricia, el susurro, la sonrisa, la dosificación de la luz y de la oscuridad, del ruido y del silencio y recordar que por ahí se encuentran las claves de la vida.
Todo eso ha de llegarnos en forma y tiempo, de modo que nos permita satisfacer las necesidades por una parte y a la vez nos vaya creando espacios de atención para ver y dar forma en el cerebro a todo lo que nos rodea. Todo tenemos que irlo penetrando a través de las atenciones que recibimos y establecer una relación que nos haga sentirnos dentro de lo que vamos descubriendo. Un viaje sensorial como nunca jamás podremos repetir. La capacidad la traíamos empaquetada en esos pocos kilos de cuerpo con que llegamos. Cada facultad ha de desplegarse poco a poco como la flor que nace, activado por los dedos que nos rozan, por la luz que nos rodea o el silencio que nos acoge y el susurro que nos excita. La palabra, que en origen es un idioma completamente extraño, va introduciéndose suave y encontrando significados y tonos que penetran en el cerebro y se establecen, ya para siempre, sin que después seamos capaces de recordar ni el momento ni la situación que los hizo valer del modo en que los conocemos y los usamos a lo largo de la vida.

Nunca somos indefensos. Somos tiempo que pasamos por la vida desempeñando distintos papeles según qué momento. Hay un orden en el que entramos como cualquier otro ser: se nace, se crece, se reproduce y se muere con carácter general. Ese es el esquema inviolable que no se discute. A partir de ese denominador común, todo se empieza a particularizar hasta desembocar después de un largo recorrido en Juan o Elvira, en un lunar junto a la oreja o en la nariz respingona, en el justo tono de voz que la haga inconfundible y en esa cara irrepetible-
Una vez acotadas las medidas personales, una vez que ya sabemos quienes somos, el mundo se nos abre de par en par para que cada uno escriba su libro de la vida y ofrezca al común de los mortales. Ese testimonio particular que hace más grande el acerbo común, suma al fin y al cabo de los millones de particularidades acumuladas, una junto a otra, para componer la panoplia de personas que hemos pasado por aquí.

domingo, 5 de diciembre de 2010

ADAPTACIÓN





Cada ser que llega es el desconocido. Es como una nueva gota que cae en un mar de afectos y de corrientes afectivas que van y vienen, que se mezclan y que forman algún tipo de armonía. Con la llegada del nuevo, todo se mueve. Todo se tiene que mover porque el recién llegado ha de encontrar su espacio, a base de empujar a los que ya están y a base de que los que ya están le cedan parte del lugar que ocupan.
Al nuevo no lo conoce nadie. Sólo si siente el impacto de su presencia. En primer lugar lo recibe quien lo ha llevado dentro y se ha visto condicionada por él durante nueve meses interminables. Los demás, sólo sueños y apriorismos, pero nada concreto. Tendrá que ser ahora, con el recié3n llegado en los brazos o ante los ojos, cuando hay que mirarlo despacio, hablarle, tocar su cuerpo y ofrecerle lo que cada uno esté dispuesto. Esos serán los materiales con los que el recién llegado ha de sentir la vida y habrá de barajar para crecer.
Seguro que el recién legado trae elementos genéticos con los que viene definido en parte, pero nadie sabe ni cuántos ni cuáles. Poco a poco los irá poniendo de manifiesto, pero ya no podremos discernir si son los que traía porque estarán contaminados con los roces que va cogiendo de las personas que le rodean. A eso lo llamamos cultura por llamarlo de alguna manera. En realidad el comportamiento de cada ser que empieza es una mezcla de lo que traía de sus ancestros junto a l que se leva pegando de lo que le rodea, pero no hay manera humana de saber qué pertenece a los ancestros y qué a los roces que va teniendo. Tampoco sé si eso importa mucho. Lo dejo dicho sólo por un poco de rigor. Para que quede claro.
Tiene derecho a su espacio, pero no puede decirlo. Lo hace ver a base de gritos y movimientos y de captar la atención continuamente, en parte por sus cualidades diferenciales con relación a los demás y también por la necesidad de los demás de asumir al nuevo que llega como un elemento más que nos hace más amplios, más fuertes, más autosuficientes. Que nos agranda el yo y lo convierte en nosotros, una especie de yo que incluye a los míos. Ya soy más, ya somos más. Ya el mundo se divide en nosotros y ellos, en nosotros y el resto del mundo.
Eso no lo ve el que llega. No puede todavía. Por ahora todo lo que le rodea es suyo. No hay más mundo para él que lo que ve y lo que ve existe porque él lo mira. Es dueño de vidas y haciendas. Todo le es permitido. El mundo existe porque él lo ve y cuando quiere que desaparezca no tiene más que taparse los ojos y el mundo deja de existir. Eso cree él. Por ahora no da más de sí. Es su derecho y debe vivirlo así hasta que la propia vida y su roce con ella le vaya ofreciendo otras aristas de la realidad que en los primeros momentos no están a su alcance.
Acoplar al nuevo es un esfuerzo y cada uno, para ganar un miembro más de ese nosotros, ha de renunciar a un poco del espacio del que ya gozaba. Por eso el nuevo no sólo gana su derecho a estar presente sino que ha de experimentar en su cuerpo las primeras puyas de la envidia, de los celos y de la humillación de aquellos que lo aman, pero que también le dejan claro que le ceden un poco de espacio no sin dolor y con sentido de pérdida. Y la vida sigue.

domingo, 28 de noviembre de 2010

APEGOS






Me dan terror los perros vagabundos. Siempre están pendientes del más mínimo detalle. Basta con que vean que los miras y ya los tienes colgados hasta sabe dios cuando. Ya ves. Una simple mirada. Lo que puede el afecto, por mínimo que sea.
Las personas, igual. Si no hay quien nos manosee, ni nos hable, ni nos eche la vista encima siquiera, pues podemos morirnos de tanta nada sobre nosotros. Aplastados por la nada. Sin llanto ni risa. Sin una mano amiga, ni una palabra al oído, ni unos ojos en los que vernos reflejados. Para qué vivir sin calor de nadie.
Después le pones el nombre que quieras: amor, cariño, afecto, madre, familia, hogar…..Me da lo mismo. Tú encárgate de que no me falte una mirada, una mano cerca, un beso, una caricia. Lo que necesito para segur viviendo es eso. Luego le pones el nombre que te guste.
Sé que lo que digo son palabras. No tengo otra cosa. Ni cabe en este medio. Le buscaré una imagen y un sonido por si puedo adornarlo de alguna manera. Pero, en el fondo, es un mensaje que por sí sólo se queda corto. Necesita ser creído para que desarrolle su valor. Si yo lo digo y no hay quien lo escuche y lo crea y lo quiera no hemos hecho nada. Sin la comunicación no hay modo de que viva la vida.
Recuerdo la caída de la U.R.S.S., no hace tanto. Cuando accedían a los orfelinatos la impresión era que los niños te miraban fijamente, pero no reían, ni lloraban. Fue noticia de primera, lo recuerdo. Era extraño comprobar algo que ya se sabía pero que no se había comprobado. Estaban allí, delante, mirando fijamente a los visitantes sin esperar nada de ellos. No les hacían ni frío ni calor. Eran niños y llevaban a sus espaldas experiencias suficientes como para haber perdido la fe en la vida a base de indiferencia.
El apego no es una receta, ni nadie tiene una varita mágica para sacarlo a la luz. El apego es cercanía, confianza, calor, interés del que decide proteger por el que necesita ser protegido. Lo mismo me da que sea una persona que una maceta, que un perro desaliñado. Basta que exista esa corriente entre dos elementos vivos. Basta que quien lo necesita confíe en que tiene ese punto de conexión con alguien y surgirá la vida, el deseo, las ganas de aprender, la visión de futuro, la confianza en el mañana.

Es verdad que el apego no resuelve los miles de problemas que la vida nos plantea. Cada época tiene los suyos. Casi todos estúpidos, banales, innecesarios, es cierto. Todo eso son pequeñeces que tenemos que aprender a afrontar con espíritu amplio y saber que también el valor de cada cosa tiene su medida y que resolver los problemas de cada día no es más que dedicarse a vivir y que podemos resolver los de hoy pero vendrá mañana con los suyos y debemos guardar fuerza para encararlos. No, el apego no soluciona. Porque el apego está delante. Es como la puerta que nos abre la vida de par en par. Sin apegos estamos fuera y sin deseo siquiera. Necesitamos los apegos más que comer. Luego le llamas amor o como quieras, pero que no le falte a nadie que nace porque sin apegos ni podrá ni querrá crecer. La vida se proyecta en función de los apegos, a través de los apegos, como si los apegos fueran los hilos conductores.

domingo, 21 de noviembre de 2010

DESGARROS






Surge la vida y se esconde con los dos desgarros esenciales. Para ninguno de los dos se nos pidió permiso. Amanecimos a la vida en el magma del vientre materno y un día nos introducen a través del túnel. ¡Ahí te las apañes!
Otro, sin venir a cuento, usando el mismo procedimiento de los hechos consumados alguien dicta que ya está bien y nos obliga a cerrar la página para volver al no ser interminable. Son los dos desgarros esenciales. Del uno al otro se nos permite escribir una historia particular, íntima, inconfundible. Podemos hasta aprender a través de pequeños desgarros que se nos reservan: destete, frío, sueño, cada día y cada noche…. Miles de renuncias a las que tenemos que andar haciendo frente a cada instante.

A la manera de encajar esos desgarros y mantener las ganas de vivir le hemos dado en llamar Educación. Hay quien tira la toalla en algún momento porque no se siente con fuerzas o porque no le gusta sencillamente. Es su derecho. Los que pululamos por aquí no la hemos tirado, por ahora. Igual esperamos entretenidos haciendo gracias por aquí y por allá y en un momento se nos dice que hasta aquí hemos llegado y que ya hemos cumplido. Es la otra forma de poner el punto y final. Cada uno va eligiendo lo que le conviene en cada momento.
Los desgarros son crisis de crecimiento que, si tenemos fuerza porque nos sintamos queridos, nos sirven para hacernos más personas, para madurar, para hacernos mayores de la cabeza adentro. Si andamos faltos de afectos, que son los puntos de apoyo indispensables, nos veremos desnudos, en medio del desierto, del frío, de la soledad y seguramente cada desgarro será una herida que no podrá curar y que nos bamboleará como un muñeco al capricho del viento que pasa y cruza.
Los desgarros son hitos en la vida. Parecen de dolor porque se desconocen. Lo que importa no es evitarlos, empeño imposible. Lo que importa es andar bien afincado de afectos a la tierra para que las sacudidas que nos produzcan podamos hacerles frente y dispongamos de agarraderas suficientes como para no perdernos entre tantos avatares. Las cicatrices, una vez resueltos los voluntos, nos irán dibujando como seres individuales, con experiencias personales y con una historia señalada en el cuerpo, producto de sus vivencias acumuladas.

El proceso se muere de simple: Cuando llegamos nos creemos los amos del mundo. El camino es ir aprendiendo a prescindir de cada cosa y, en un momento determinado, llegar a prescindir hasta de la propia vida, con lo que se vendrá a cerrar el ciclo. Podemos llorarlo o reirlo. En cada cultura se entiende de una manera y seguro que todas son respetables. Lo cierto es que en medio del océano del tiempo, apenas somos unos mota de polvo sideral. Y no es polco. Es todo. Entre el principio y el final tenemos el tiempo suficiente para saber quiénes somos y para guardar la cara y no sentirnos ridículos ante fuerzas tan poderosas. Nuestro tiempo es nuestro y en él si podemos quedar dibujados a través de nuestras decisiones.

domingo, 14 de noviembre de 2010

MADRE




Mi madre no necesita carnet de identidad. Ni tiene nombre, ni una determinada cara, ni su voz ha de ser canela fina, ni su caricia un pétalo de rosa. Puede tener diez o doce años y llevarme colgando de sus hombros dentro de un trapo y cargar conmigo pegado a su cuerpo, o la cara llena de arrugas y criarme a base de gruñidos de lo harta que está de la vida. Puede ser un abuelo que me trae y me lleva cada día al cole y al que le cuento todo lo que le tengo que contar. Unas veces me entiende, se lo veo escrito en su cara, y otras comprendo que ya es mayor y le interesa poco lo que le digo. Para ser mi madre vale cualquiera. No necesita preñarse, ni parir, ni ser mujer. Necesita poco.
Sólo estar conmigo, despertarme por la mañana, llamarme como quiera, ser la figura que yo conozco de memoria de tanto mirarla, hablar con ella y saber que me escucha, conocer mis necesidades y estar dispuesta para mí, unas veces porque lo necesito y otras por puro gusto, que yo pueda coger su mano, mirarle la cara y que me salga espontánea la sonrisa del cuerpo. Que me permita dormir cuando me canso, con la seguridad de que está a mi lado por si la llamo o por si tengo miedo.
En los primeros meses necesité leche de una teta pero la teta no estaba marcada para mí, sólo tenía que estar sana y querer que yo mamara. Su alimento me bastó para sobrevivir y con eso mi madre, fuera quien fuera, cumplió su función. Con el paso del tiempo mis necesidades se complicaron y necesité otras atenciones de alguien que me quisiera más que a nadie. Las tuve y ése fue mi madre. Años después pude andar sólo, vivir sólo, decidir mi vida y en un momento determinado, mi madre se convirtió en mi hijo, al que tuve que cuidar hasta su muerte.
Ya he sido madre con quien me ha correspondido y voy camino de ser hijo de mis propios hijos. Ese es el ciclo de la vida. A veces quiero llorar porque no me gusta la vida y me da pena que sea de esa manera, otras me río a mandíbula batiente. Los días nacen y mueren lo mismo. Me voy sintiendo cada vez un poco más hijo y menos madre, tanto si llueve como si hace sol, y lo mismo si es de día que de noche.
La aventura de vivir es excitante para todos. Hay quien goza y hay quien sufre, casi siempre por voluntad propia aunque todos buscamos la manera de encontrar culpables fuera de nosotros. Cuando he sido hijo era fácil. Allí estaba mi madre que siempre cargaba con la responsabilidad y asumía mis culpas como si fueran suyas. Sin protestas. Después fui madre y cargué con el peso de ser adulta. Nadie vino a librarme de mi responsabilidad. Ahora voy de nuevo encontrando al hijo que abandoné hace años y vuelvo de nuevo a soñar con la teta que ha de llegarme cuando la necesite y que terminará por ofrecerme el último aliento de vida.
Me miro en el espejo y siempre me veo la misma: Yo. El ser hijo, ser madre o volver de nuevo al hijo antes de concluir, son puras ficciones, como capítulos de una sola historia que transcurre entre nacer y morir. En cada momento se representa un papel, ninguno más importante que otro y todos concluyen del mismo modo. Acepto entregar mis atributos de persona a la vida, que fue quien me los dio sin que yo los pidiera. Nada tenía y con nada me quedo.

domingo, 7 de noviembre de 2010

DESEO




Si te descuidas siempre hay un hilo que no llega, una palabra que no se dice, una mirada, una caricia, un punto en fin que no concuerda y eso basta para que el ser que pudo ser se quede en proyecto, en suspiro, en entelequia pura. ¡Cuántos millones no habrán pasado de ese potencial sin alcanzar la carne!.
Pero es verdad que algunos hemos llegado y aquí estamos para contarlo. 6000 millones. Quizá unos pocos más. Pero qué es eso con relación a las ingentes cantidades de proyectos y de posibilidades que no lograron cuajar. No hay más que mirar un árbol, plagado de semillas. Un tilo, por ejemplo. Con esas maravillosas formas de helicóptero para que el viento se encargue de repartirlas por el espacio infinito buscando dónde agarrar y echar raíces.
Un nuevo ser son muchas coincidencias, casi un milagro. Pero también un conjunto de deseos. Cada uno de los que intervienen en el invento echa sus redes en una dirección: padre, madre, abuelos, hermanos, familiares, conocidos, extraños…. Todos intervienen en alguna medida en el nuevo proyecto. Quieren cosas, sueñan cosas, tienen ideas que van a empujar al que nace en una dirección o en otra. Y el nuevo inquilino, que parece indefenso y completamente dependiente de lo que quieran hacer con él tampoco es manco. Hay cosas con las que llega: chupar, chillar, mirar, dormir…capacidades que, al chocar con los condicionantes que el contexto le facilita, darán como resultado un intrincado laberinto de nudos que formarán una extensa red que le va a permitir la novato sujetarse a la vida andar en una dirección y no en otra, reir y llorar en unos momentos y no en otros y hasta embelesarse mirando el paisaje o buscar las acciones con las que se va a construir su personalidad.
Nada es casual en este mar de coincidencias. Es verdad que sabemos tan poco de las causas y de los efectos que casi todo nos parece increible. De hecho nos pasamos la vida sintiendo como increible casi todo lo que nos pasa, pero ni un solo pelo de la cabeza nace por casualidad, ni se mueve por casualidad, ni se cae por casualidad. Muchos lo llaman Dios, la providencia divina o la obra de Dios en la tierra. Otros, que un día pensamos lo mismo, en este momento pasamos de divinidades y preferimos coger el toro de la vida por los cuernos, sentirnos protagonistas de lo que nos pasa, y ahí estamos bregando como sabemos y como podemos para explicarnos y para explicar el mundo que nos envuelve. Casi siempre a base de calamonazos, que tenemos la cabeza repleta de chichones, nos vamos orientando, mucho más a partir de lo que no queremos que de lo que queremos, sabiendo de antemano que nuestro único destino no es otro que la muerte, pero sin renunciar por eso a vivir con dignidad.
Cada nuevo ser que nace es un cruce de miles de deseos y proyectos, concentrados en unos kilos de carne. De su evolución y de su crecimiento respondemos todos porque cada uno de los implicados tenemos una cierta responsabilidad en el proyecto y porque cada proyecto, ya se llame Juan, Lola o como se llame, es en cierto modo hijo de todos y necesita de todos los brazos para ser arropado y protegido, acompañado en su crecimiento porque en cada nuevo ser va la síntesis de la especie y de su suerte depende en cierto modo la de todos.

domingo, 31 de octubre de 2010

LECHE MATERNA







Cada vez que salía la conversación era la misma cantinela:
- Es que tú, mamá, tienes muy mala leche, porque la tienes rehuntá.
Nunca quedó claro, a pesar de las risas, cómo le afectaba. Era la Chacha, sobre todo, la que no se cansaba de contarlo, probablemente por destacar su protagonismo. Que cuando la niña había nacido la echaron con los trapos sucios sin darse cuenta, que a los 27 días su madre murió y que ella la recogió y cada día la llevaba de puerta en puerta de las paridas:
- Dale una chupaíca a mi niña, que a lo mejor un día es tu nuera.
La leche materna era una bendición y, sobre todo, gratis.
Luego hubo unos años, los 70, quizá, y algunos más, en que cayó en desuso. El que no tenía posibles solo podía tragar por uvas pero los más pudientes glorificaban la leche en polvo y llegaban a argumentar la conveniencia de mantener las tetas maternas lejos de los tirones de los hijos para lucir tipo algunos años más. Como si la Historia no hubiera tenido sobrados ejemplos de que las madres de lustre tenían que mantener sus mimos corporales. ¡Así se criaban después los niños! ¡Sin vínculos! . ¡Para amamantar a sus hijos ya estaban las amas de cría¡.
Hoy no se discuten los beneficios de la leche materna. Los niños se criarán como puedan, porque hoy también hay de todo, pero el argumento se ha impuesto. Se habla, incluso, de los beneficios para la madre, de poder transmitir sus fluidos haciendo que su cuerpo mantenga sus canales naturales en buen estado. Para los niños, no digamos. La leche materna es el mejor salvoconducto de salud. Una joya, vamos. Y seguramente lo es. Yo también estoy de acuerdo.
Pero es que nos cuesta encontrar términos medios en casi todo. No basta con defender ese criterio, no. Ahora existe la LIGA DE LA LECHE que mantiene que leche materna libre en tiempo y en espacio. Vamos que las madres deben ir poco menos que detrás de los hijos cuando vayan de juerga por si en un descuido se les ocurre pedir una chupada. Recuerdo el drama de los destetes. Terrible. Se pintaban los pezones de negro, se echaban picante, las veías esconderse de los hijos. Probablemente el destete se mantenía siempre presente como tantos otros dramas de la vida. Las cosas se pueden promediar para que esa joya de alimento ejerza su función y, al mismo tiempo, huir de situaciones de dependencia inevitables. Se puede amamantar los primeros meses, ir mezclando sólido poco a poco y eliminar el pezón alrededor del año, más o menos.
Se está hablando de BANCOS DE LECHE MATERNA con un criterio similar al del resto de donaciones: sangre, órganos…. o sea públicos y gratuitos. Le alabo el gusto a quien haya tenido la idea. Un especie de GRAN CHACHA que vaya por el mundo recogiendo excedentes para ser almacenados en frío y aplicados después a quien los necesite. Seguro que no faltará. Si por casualidad faltaran destinatarios se podría escapar una chupaíca para cada uno. ¡No caerá esa breva!. ¡Ya quisiéramos!.

domingo, 24 de octubre de 2010

PASADO



A dónde quieres ir sin saber cómo has llegado hasta aquí. Sobre qué suelo caminar que no sea el conocimiento de lo vivido. Es verdad que el recuerdo es una forma de sueño pero tu cuerpo está en medio como testigo vivo. Cada gota de tu sangre está repleta de vida, de subidas y bajadas, de amores y dolores, de caricias y desprecios. Desconocer esa verdad es caminar sobre algodones, sobre nubes y sueños ignorar la carne que llevas encima y que te ha definido brizna a brizna y te desplaza cada instante depositándote con ternura en las vivencias que con esfuerzo hablan de ti, dicen quien eres.
Cabe viajar por la vida sin memoria. Ignorar lo que has sido, suponer que no es preciso conocer el sabor de la experiencia, la dimensión de la experiencia, la textura y la fuerza con que se adhiere al cuerpo y el lugar que ocupa en cada sentimiento que te embarga. Somos tanto y tan poco que no tenemos más que la conciencia para valorarnos, para sentir nuestro peso en cada cosa, el conocimiento que nos lleva a calibrar la fuerza que tenemos o que no para asumir nuestra parte de vida.
Sales de tu casa cada día, diriges tus pasos a la vida, a los deseos, a emocionantes experiencias. Todas te van a remitir a un ayer del que maman, pasan en el momento en que las viven por un presente soberano y van dirigidas a un futuro hipotético que, con las mejores intenciones te enfrentas para justificar tu esfuerzo. No hay proceso distinto por más que intentes disfrazarlo con los más variopintos trajes .
En cada mota de tu cuerpo vas a encontrar espinas, canciones, arboledas que te hablan de ti mismo, de rincones que te cobijaron que vas a tener presentes hasta tu último día, de olores que llevas atados a tu nariz y que te van a condicionar el gusto sin que te des ni cuenta, de atardeceres que siempre te van a salir a la luz cada vez que pienses en el lugar y la persona con quien se produjeron. No podrás modificar esa estructura de recuerdo ni el resultado del recuerdo que siempre asomará su cara en tu memoria como un testigo fiel que te dice quién eres.
Es el pasado la fuente. Nunca sabrás si el armazón sobre el que vas edificando tu vida y tus ideas lo traías desde el vientre y los ancestros o se pegó a tu cuerpo en algún recodo del camino: una palabra, una imagen que te llegó de golpe, un color deslumbrante, una caricia afectuosa, cualquiera de estas fuentes puede ser materia suficiente como para que tu cabeza grabe a fuego la enseñanza y para que, en adelante no puedas dar un paso por la vida sin encontrar la referencia permanente a ese lugar y al momento mismo en que viste la luz de cada conocimiento.
El pasado es como un manto que te cobija, que te engulle, que te protege y te arropa. Que se adapta a tu figura, que mansamente adopta tu figura y te confunde hasta el punto de que al preguntar quién eres y de dónde has salido, la respuesta es confusa, envuelta en neblina, mezcla de la carne hereditaria con todo el armazón de vivencias acumuladas a lo largo del tiempo.
No vas a encontrar historia sin Historia ni estampa de ti mismo que no lleve mezclados los sucesos que te han envuelto y dibujado a lo largo del tiempo, todos con la figura de ti mismo, que sobresale y se proyecta hacia el futuro.

lunes, 18 de octubre de 2010

SEXO




En Educación y en la vida eterno tema inconcluso, siempre necesitado de explicación pero nadie ha sido capaz de meterle mano en serio. Algunos conatos de tratamiento han sido enérgicamente cortados de raíz con el cuento del escándalo. Y eso que se trataba sólo de hablar del asunto. No digamos de propuestas prácticas. Quien se atreviera ardería como un ziquitraque. Sin embargo ahí está el tema, siempre pendiente, siempre necesario y siempre eludido de uno o de otro modo.
No hay comportamiento en la vida que no esté impregnado de sexo. Desde el nacimiento y hasta la muerte misma. No es el único componente de la vida como se ha dicho, pero ahí está a cada momento. Con mil manifestaciones con millones de caras diferenciadas y moviéndose como los topos. Bajo tierra, sin luz del día y yendo y viniendo a tontas y a locas porque no puede hacerse visible. No soportamos su presencia a la vista.
Preferimos abusos y violaciones domésticas tradicionalmente masivas y silenciadas a cal y canto, iniciaciones aberrantes en inmundos rincones a escondidas, experiencias que dejan marcas indelebles en el cuerpo y, sobre todo, en la mente, antes que hablar del asunto con calma y antes que asumir el cuerpo como protagonista de sí mismo como agente de placer para uno mismo y para los demás. A nada se aprende por ciencia infusa. Apenas sabemos chupar cuando nacemos. Lo demás hay que aprenderlo.
¿Quién nos enseña nuestra dimensión de personas sexuales? ¿Con qué cuestionario? ¿Bajo qué ejemplos? Nada. Siempre oscuro. Cuatro palabras sueltas por aquí y por allá, chismes parciales y baratos de una prensa superficial que lo primero que tiene que hacer es vender y sistemáticamente la angustia, la incertidumbre y el descubrimiento de cada uno por sí mismo como si cada uno fuéramos Cristóbal Colón que tenemos que descubrir un nuevo mundo que ni es nuevo, ni está en otro lugar que no sea en nosotros mismos ni tiene nada que descubrir que no sea producto de la ocultación sistemática y empecinada.
¿ Cuánta frustración se ha producido en este mundo por una primera experiencia sexual desdichada? ¿Quién paga eso? ¿Con qué derecho podemos destrozar nuestras vidas por la memez de no asumir que somos quienes somos y que si hay que enseñar a comer o a escribir hay que enseñar a conocerse y desarrollarse sexualmente? ¿Cual es el problema que tiene hacer ver que cada padre se va a enamorar de su hija y viceversa y lo mismo cada madre con su hijo y que eso no es malo ni bueno pero que hay que saberlo para actuar en consecuencia? ¿Cuántas personas habrán tenido el privilegio de tener la primera experiencia sexual en su propia cama? ¿Cuántas han pasado su vida entera sin experimentar el consuelo de la masturbación? ¿Y cómo nos atrevemos a silenciar aspectos tan básicos de nuestro conocimiento y de nuestro desarrollo?
Uno de mis delirios tradicionales, ha habido bastantes, era que los poderes públicos habilitaran “folladeros municipales” para que las personas dispusieran de habitáculos y condiciones adecuadas para poder desarrollar una de las capacidades más básicas: el conocimiento y desarrollo de la sexualidad. Por supuesto se reducía a comentarios que muchas veces resultabas escandalosos, según a quien tuviera enfrente. Hoy lo saco a la luz en esta forma tan inofensiva sólo para no morirme con él en el cuerpo y a sabiendas de que puede producir efectos parecidos relacionados con el escándalo cuando siempre salió de mi boca ligado al respeto, a la ternura y al goce.
Pues no. Son preferibles “botellones” donde la gente se envenene y donde terminen cada uno por su sitio, buscándose la vida como puedan y desarrollando las mismas capacidades pero o completamente borrachos o escondidos hasta de uno mismo o en plan cínico buscando salidas fáciles al margen de la ternura, del placer y, sobre todo, del respeto a uno mismo y a la persona con quien compartes la vivencia.
Que sí. Que no nací ayer. Que ya sé que no todo es así y que hay también mucha gente que evoluciona con cierta normalidad y que hasta puede considerarse dichosa. No digo que no. Lo admito. Lo asumo. Lo respeto y lo valoro. Me alegro por ellos. Es posible que, en bastante medida, yo me encuentre entre ellos. Pero ¿podríamos levantar los ojos, llevarlos un par de palmos más allá de nuestras narices y dar un vistazo por este mundo cada vez más global y fabricarnos una incipiente idea de lo que puede pasar en general? ¿Tendríamos un poco de vergüenza flamenca para asumir lo que estamos hablando?
Si no, tampoco importa mucho. A seguir funcionando como los avestruces, con la cabeza bajo tierra y a esperar. O a mirar para otro lado y a seguir hablando de la mar y de los barcos a ver si mientras escampa o nos morimos y ya no tenemos problema. ¡Que lo afronten otros si quieren!.

lunes, 11 de octubre de 2010

LA MADRE




Uno muere de cúmulo de olvidos,
de mirarse la manos con recelo,
de que los ojos huyan como locos
porque no reconocen cuanto miran,
de que los propios huesos,
tan recatados siempre y tan discretos,
manifiesten abiertas discrepancias.

Yo no sé si olvidar es una estrella,
si la vida se oculta porque brilla
o el relámpago es luz porque nos mata.

Presiento vagamente que comprendo
este amasijo informe y traicionero
de pensamiento, carne y esperanza,
esta cadena indefinida que sujeta,
que pesa, que limita, que distancia.

Lo mismo no se trata de misterio
y el propio recordar es el camino.
¡Quién nos dice si sólo los que fuimos,
si todo lo que fuimos, nos sirve de armadura
para hacer frente al cronómetro asesino!.

¡Quizá no hay más escuela que la vida
ni lamento sin deudas iniciales!.
¡Quizá la flor del gozo tan esquiva
se fraguó en unos labios que hoy son tierra!.
¡Quizá no hay otra madre que la tierra:
única fuente y destino insoslayable!


domingo, 3 de octubre de 2010

AMANECE



Amanece cantando,
viejo suspiro y aroma repetido.
Se anuncia el sol.
Tiembla el viento a lo lejos,
mientras el ojo penetra en la distancia.
Cumbre y sueño se diluyen.

Cada jornada derrama nueva historia
que se hace carne, figura, movimiento,
pesar y gozo entrelazados.
Un impulso infinito se desplaza
y multiplica su fuerza por millones
hasta poner la escena al descubierto.

Los personajes toman posiciones,
Es bullicio, hervidero, celebración de fuente,
constancia del camino.
El espacio emite su reclamo,
quiere ser ocupado y grita al viento
para que cada pieza logre su presencia.

Se instala el movimiento,
caja de música,
a través de los cuerpos a millones
que justifican su vida desplazándose,
pequeñas piezas que giran al compás
de esta oculta armonía silenciosa
que se llama vivir.

Hay conciencia de topo en la negrura de la noche.
Siendo escala imprescindible del concierto,
se cubre con sordina, oculta su figura,
sólo pendiente de miradas hacia dentro.
Como un pudor, como un rubor de imagen,
cubre entero todo el ciclo de sombra.


El contrapunto alterno con la luz,
a lo lejos,
se percibe incipiente, equívoco, diverso.
Son instantes sin rostro, legañas de la tierra.


Rompe el alba vigorosa, marcando vida propia.
Es el acorde más agudo, el torrente más sonoro.
Se yergue en pleno centro, inconfundible,
radiante luz que fabrica el camino.

Todo en orden de nuevo, como cada mañana.
El viento ruge, llama.
Ilusionado, le responde el día.


domingo, 26 de septiembre de 2010

ASOMBRO




No es la muerte lo que asombra.

Detrás de cada mano que se niega,
junto a cada silencio,
decorando el grito,
surge, como del agua,
la estampa en flor de lo desconocido.

Como si el ojo ignorara lo que canta su pupila,
como si en medio de la nada se instalara una fuerza
con las piernas cerradas a la vida que empuja.
Como si nuevos soles pretendieran
cambiar los puntos cardinales :
convertir la mañana en insolente,
en azul la medianoche,
en piedra el mar
y el fuego en frío.

No saber estremece.
Se niegan las imágenes para tapar la angustia,
pero la muerte es fiel y compañera,
ni respira ni aparece más que a un sólo reclamo :
manifestar su inmenso poderío.

Lo que asombra es navegar en su estela,
saber que va contigo, que estructura tu carne
que reserva un espacio junto a cada latido.

Lo que importa es el tiempo a cuyos lomos te desplazas,
plataforma sin rumbo,
incertidumbre
de ser un extranjero
en una tierra a la que llamas tuya.

domingo, 19 de septiembre de 2010

NO ES CUESTIÓN DE ESTATURA




¡Olvido mi estatura si pienso exactamente
de qué lugar, por qué razón y cuándo,
surge como un volcán incontenible,
se desborda la palabra, universal, como un emblema,
y precisa, definiendo distancias y horizontes!.

Yo pudiera ser pulga, ¡es lo de menos!,
o elefante o ballena, o espiga o torbellino.
La palabra seguiría siendo la fuente.
Cada objeto que define desgarra la cortina,
ese velo que oculta lo que ignoro,
como si el sol se compusiera de música celeste.

Ejemplo: digo VIDA y de la misma lengua, al punto,
me empiezan a surgir atardeceres,
ardillas, nubarrones, robledales.
Mi regocijo, entonces, se agiganta, se transforma.
De suspiro impreciso, florece en ruiseñores.

No sé de dónde nace la magia sorpresiva
que esconden tras los dientes los sonidos.
De qué lugar del cuerpo me nace el fundamento,
la certeza, de que el silencio es muerte.
Que es preciso nombrar para prender la vida
y que vivir se reduce a la palabra.

¡Ni una estela! ¡Ni un punto! ¡Cerrada noche oscura!
¡Sometido, indefenso, me entrego a su grandeza!
¡Para qué necesito explicaciones, ni excusas,
como si hablar, decir, nombrar, fuera una culpa,
una condena que se arrastra, un lastre misterioso
que se purga en infiernos degradados!.

Desnudo, diminuto, pero más vivo que nunca,
aparto los temores con un sencillo gesto.
¡Qué extraña dimensión me ofrece la palabra!
¡Libre al fin!. ¡Insaciable tiburón,
que destripa cuanto late, poniéndole sonido!.
¡Ardiente sinfonía de caricia y de muerte,
compromiso sin límite, desvelo sustantivo!.







domingo, 12 de septiembre de 2010

INDEFENSO




Te extiendes implacable sobre mí,
inundándome de sombra cada miembro,
dibujando de noche este cuerpo que habito
hasta elevarlo a nada.
Tu presión persistente no descansa, ni afloja, ni desciende;
quiere llegar, a toda costa,
hasta la punta del aniquilamiento.

Mi defensa de otoño - lo comprendo -, es poca cosa,
los pálidos acordes del bullicio
o este empeño que no ceja en combatirte
- lo comprendo -,
pueden poco frente al plomo de tu cuerpo
que sólo sabe a suelo y a cadenas.

¡Quizá si exhalo un grito,
si derramo por las calles mi impulso enloquecido,
si ausculto minucioso cada esquina
por si un muro perdido, alguna acera,
pueda toparme un drama, una angustia, un sufrimiento
y, con ellos, anule -¡tiempo amigo!- tu presencia.

Pero es vano el intento.
¿Qué le pasa a mi deseo? ¿Se apaga en las tinieblas,
o es tu cómplice y se duerme cuando más lo necesito?
No veo salida alguna. La espita está cerrada a cal y canto.
Sólo escucho silencio.

Tan adentro has llegado que hasta el sueño me habitas.
Te vas constituyendo en mi propia familia.
Puedo tocar tu gusto de amargura
y me voy acostumbrando a sentirlo cercano.
Quizá, sin darme cuenta,
mañana encuentre amable tu odiosa vestimenta,
o el ritmo monocorde de tu voz envenenada.
Quizá tus ojos fríos, posados como frenos en mi aliento,
consigan reducir mi palabra incipiente.
Quizá también tus manos, sobre todo tus manos
- como garras de acero -,
logren aprisionarme a tu cuerpo metálico.

No habrá entonces para mí ningún escape.
Ni mirada, ni voz, ni lengua, ni caricia,
que permitan a este empeño desvalido
eludir tu contacto de hielo, de cuchillo,
que hoy extiende su poder sobre cada molécula
de mi ser que, a todas luces, no te acepta.

No vislumbro otra defensa que hilar, desde la misma angustia,
un modesto ramillete de palabras,
miserables y ahogados exabruptos,
que, sin ser suficientes ni de lejos,
para contrarrestar tu pesada artillería,
puedan, sí, dejar constancia,
de que existe un enemigo de tu miedo, de tu sombra,
y que no se te rinde por completo.
Que océano, tu cuerpo, no está incólume,
que se siente tocado en la refriega
y se aprecian en sus lomos leves signos de lucha,
marcas leves, levísimos destellos, vida al fin
que, obstinada, vende cara su derrota.

Terminarás venciendo - estoy seguro -, en esta guerra,
pero no como quisieras. Y, entonces, no te basta.
Yo sé que no te basta.
Sé que un simple suspiro de protesta es suficiente
para empañar de duda tu victoria.
Sé que el mínimo fracaso del éxito rotundo
puede hacer que se desplome, como un naipe,
tu potente montaña de arrogancia,
monstruo despiadado,
tu inapelable orgullo de tirano.





domingo, 5 de septiembre de 2010

FANTASMA




He pasado mucho tiempo en el tranco de la puerta
contemplando miedoso la forma de la casa,
midiendo con el deseo sus dependencias
pero sabiéndome lejano al calor de sus paredes.

En este momento he dicho: "¡Basta!.
Este es mi hogar, he nacido aquí,
formo parte de él como sus muebles.
Hasta el día de hoy he vivido en la calle
porque la calle era la casa de todos
y porque los compartimentos interiores
mantuvieran impecable la cualidad de disponibles,
pero he aquí que en este punto me siento un extranjero,
viviendo en un pais que no reconozco como propio,
en un espacio que no se parece al que me ha visto crecer,
y me doy cuenta que el lugar que he ocupado hasta el momento
no permite que me sienta vivo.

Necesito, por tanto, decir: ¡Basta!
por expresa voluntad de desplazar el cuerpo hacia otros ámbitos,
en este caso, interiores.
Quiero conocer los mármoles del suelo con los que tanto he soñado,
mirar de arriba abajo las paredes,
identificarme en cada una de las habitaciones,
saludar el aire de primera mano palpando sus moléculas,
escuchar los fantasmas con sus formas y sus voces diferenciadas
haciéndoles que vivan sin contar con ellos
y gozando su miedo en el vacío.

Quiero sentirme mío por primera vez.
Sé que la casa está compuesta de ladrillos, de pintura, de mármol y escaleras,
pero esos elementos los siento cotidianos,
los comprendo y no los siento extraños.
Me preocupan, en cambio,
los sueños que se pueden haber instalado en los rincones
los múltiples deseos que se han ido aposentando
con el paso del tiempo
sin que los haya podido descifrar de antemano
y ahora pretendan salir a la luz como si fueran ruidos que el calor dilata
y me lleguen en formas cuyo lenguaje no comprenda,
ocupando cavidades de misterio que he guardado intactas pensando en el mañana.
No puedo consentirlo.

Tengo que abrir los ojos por completo,
sentir en mis pupilas el pálpito del aire nuevo,
identificar cada uno de sus ámbitos
y tocar con mis dedos sus ausencias
para sentirlas fundidas con mi cuerpo.

Una vez dentro, cerrar la puerta con sigilo
para evitar que se distraiga
toda la intimidad que penetró conmigo.

domingo, 29 de agosto de 2010

HOGAR




En el cuello, violetas anudadas,
el semblante sereno,
el paso decidido.
Dirección horizonte.

Por la mañana lumbre,
acorde con los rayos primerizos.
Cada paso de tiempo, lejanía.
Hasta la muerte te define.

La niebla, presidenta de la tarde,
atempera la voz con que te llamo
sin que puedas oírme
No importa. Tu reino sigue en pie,
al alcance, tan solo, de tus pasos.

Nocturno de silencio y agonía :
el mismo plano de la luz que muere
y el sagrado sepulcro de tu boca.

Las ondas de tu cuerpo se acomodan
bajo el calor de hogar de las estrellas.

domingo, 22 de agosto de 2010

IMPACTO




¡El impacto me deja de una pieza!.
Nadie acude en mi auxilio. Estoy tendido.
Me siento apenas vivo pero no tengo memoria.
El acontecimiento sólo encierra
destellos, resplandores, vacíos, añoranzas.

¡Por dónde despertar, qué ver por la mañana!.
¡Tánto sueño de caballo que relincha
convertido en madera en un instante, perlada de oropeles,
para batir delirios de escarcha y de granito!.

Como un sonámbulo, extasiado, sin moverme,
protagonizo espantos que siento desde lejos:
ilumino oscuros tramos de miseria,
abro la tienda del horror y de la muerte,
ofrecezco telarañas como dádivas selectas,
dispongo escaparates a base de machetes,
cabezas degolladas y barcos del olvido...

¡Qué significa este idílico paisaje
que se cruza y pretende confundirme
con nieve transparente en las montañas
y arroyos cristalinos que ruedan presurosos,
si el fondo es el abismo de un mundo sin destino
y los matices francotiradores
que disparan desde cajas de zapatos!.
¡La atención se me nubla con el rojo de la sangre!.
¡No me cabe en el cuerpo el emblemático mensaje
ni la prístina lección edificante!.

Vuelvo grupas de nuevo y encaro otro principio.
¡De nuevo el mismo sol, la misma luna inmaculada,
la misma incógnita esencial
y otra vez la quijada abriendo brecha
cuando ya nada puede ser lo mismo!.


domingo, 15 de agosto de 2010

ENCUENTRO




Apuntaba primavera
Iban juntas las cinco de la tarde
Y la mitad de Europa trasluciendo
Miserables sonidos, que llegaban de lejos,
Desde el acordeón hasta mi expectativa.

Esperaban mis ojos cercados por la duda
Abiertos tantas veces y vencidos por sistema
Pero nunca cerrados a la vida.
Fijos siempre en la luz de cada día
Y dispuestos otra vez a la sorpresa.

Mi palabra no bajó del infinito
Seguramente el arma más brillante,
Compañera más fiel, siempre dispuesta
Para abrir los recodos de ignorados caminos
Sacando luces nuevas, alumbrando penumbras
Con su dardo certero e implacable.

Hay sonidos que encienden una tarde,
Efluvios penetrantes que te buscan
Hasta encontrar con ansia tus raíces
Y hacer que se levante tu espíritu maltrecho
Como si tu alimento fuera el aire.

Te encontré. Nos hablamos
Y partimos sin saber hacia dónde
¡con tanta desazón a las espaldas¡
¡con tanto fuego retenido tras los pliegues!.
Mirábamos sin ver, huíamos del silencio
Y alcanzamos nuestros cuerpos
Como si de un destino se tratara:
Un hogar, una patria, un continente
En el que hemos vivido desde entonces.

domingo, 8 de agosto de 2010

PROPUESTA DENEGADA




Estudié con detalle la oferta de tu nombre :
calibré sus dimensiones,
me hundí en sus fundamentos
y terminé perdido en añoranzas.

Para evitar las culpas posteriores
me revestí de escarcha los ojos y el cerebro
no fuera a traicionarme, bien el fuego de tus ojos
o la nomenclatura incompleta de tu cuerpo.

Duramente acorazado, puro filo de cuchillo,
metal puro, diseccioné con rigor los argumentos,
fabricando columnas de gozos y de llantos
a cada lado del papel escrito.
En el centro, flotando, tus palabras
cada vez más lejanas, perdiendo su soporte.
Me queda en la memoria el rictus de tu boca,
una imagen ambigua, pugnando inútilmente
por mantener algún flanco de defensa.

Pero no fue posible. El juicio equidistante,
cayó como una losa entre nosotros, rompiendo cualquier duda,
mientras enarbolaba con firmeza la sentencia.
Su implacable balanza no admitió otro lenguaje
que el delirio de los datos, sumando, dividiendo,
totalizando resultados y ofreciendo las cifras, limpiamente,
siempre en la parte superior derecha.

domingo, 1 de agosto de 2010

REGRESO






Regreso de tus manos ondulado.
Un plácido delirio terciopelo
me circunda como el agua de la vida,
mitad ola, mitad canción de cuna.

El gozo de tu carne disloca mis sentidos.
Golpea la rigidez de mi amargura
que quiebra en tu caricia
y funde indisoluble
con pálidos anhelos disecados de tiempo.

De su agridulce mezcla
y el concurso indispensable de tus dedos
nazco de nueva luz.

Germina en mis entrañas tu celo codicioso
en forma de horizonte.
Recompuesto, de una pieza,
me someto a la dicha
como a la muerte misma, cada noche, para alcanzar el sueño.

Has hendido mi carne hasta la médula
incrustando en sus células
insólito fervor, no sé qué de caracola,
de recuerdo cercano que al momento identifico.

Es una nueva puerta ante mis ojos:
contigo de la mano, un nuevo reto.
Es el tiempo desdoblado
pidiendo nuevamente paso.

domingo, 25 de julio de 2010

SIGNOS




Flagrante punto y coma,
estela de paréntesis soñando con linderos,
paisajes congelados en forma de cuadrícula,
filamentos de pluma como restos impolutos,
sin alma interrogante.

¡Cada letra, cada signo
como una espesa muerte entre comillas!.

¿Quién montaña, quién roble, quién aroma
que justifique la materia putrefacta
para este falso lago pestilente?.

Un palmo más arriba, otra linea que amenaza:
el punto impenitente enarbolando
su fuerza incontenible,
amasijo de silencio, mensaje sin futuro,
desde una mezcla inútil de mecanografía.

Si quiere demostrar, que surja, exclamativa,
la figura hierática del sueño,
que se exponga a la luz y al calendario,
que publique sus reglas
y desvele lo que oculta en las tinieblas.

¡Para qué tanto alarde sumergido,
tánto gasto de vida entre las sombras:
suponiendo, deformando, confundiendo,
cuando al fondo se percibe la tristeza
y un puñado de anhelos solitarios!.

domingo, 18 de julio de 2010

VIVIR - II





Pero cómo dejarme llevar por espejismos, por hermosos que sean,
cómo no darme cuenta de los días que pasan,
de la huella del tiempo clavada en cada poro de mi cuerpo,
de que el río persiste, pero es otra a cada instante, el agua que circula,
cómo no ver la misma dimensión de la mirada, que está viendo las cosas,
y que lentamente me va haciendo lejano, ajeno, extraño,
de manera que lo que un día me correspondió como propiedad particular indiscutible,
hoy es apenas un lujo el simple suceso de su contemplación.

Es verdad que la peripecia humana se ciñe a cada instante,
de manera que fácilmente niega lo que ignora,
que ni siquiera afronta lo ignorado como parte de lo presente,
que fuerza la realidad hasta el punto de que sólo ve lo que domina, lo que alcanza, lo que toca,
pero una cosa es hacerse el loco y usar las muletas que la propia vida te va ofreciendo como soporte para que te apoyes
y otra bien distinta creerte que es el día el alumbrado urbano que te ilumina, mientras todos los animales se encuentran ya durmiendo según es su mandato.

Apenas nos está permitido decir adios a cada cosa que hemos visto,
a cada persona con la que nos hemos rozado,
por amor o por odio, casi da lo mismo.
Somos espectadores en este viaje de urgencia que son los cuatro días que la Tierra nos mantiene enhiestos sobre su superficie
antes de poseer nuestro definitivo estado en el que nos encontrábamos antes de venir y al que volveremos definitivamente una vez que termine el entreacto este artificial y pasajero, ¡a qué ritmo!, en el que nos encontramos.
A poco que nos decuidemos no nos enteramos ni siquiera de que hemos pasado y nos vamos con los dedos agarrotados y encogidos como queriendo atrapar no sé que cúmulo de promesas en las que no se nos ha ocurrido pensar hasta el mismo instante de la despedida.
Ni un fugaz beso de amor ni un exabrupto de odio nos es dado, se nos congela en los labios y nos convertimos en estatua de sal sin tiempo siquiera de mirar atrás porque ya no estamos.
Como rastro imperceptible, ese engaño en el que nos ahogamos, compuesto de deseos, de gozos y miserias, de risas y dolores, convertido en recuerdo.

En el estrecho margen en el que nos movemos, esa incipiente sensación de fuerza de apenas una llama,
cedemos con cualquier excusa nuestra soberanía a cambio de cualquier prebenda, por pequeña que sea,
tal vez por miedo a la posesión del tiempo que nos toca,
por simple ignorancia de nuestra pobre, pero cierta, vida,
o por expreso deseo de no renunciar al imposible infinito,
siempre delante de nuestros ojos y de nuestras manos
pero siempre inmaculado e inaccesible a nuestras posibilidades.

domingo, 11 de julio de 2010

VIVIR - I




Vivir es aprender a perder.

DULCE MARIA LOYNAZ

No tengo más que echar el pie adelante,
basta sólo un incipiente balanceo,
para alcanzar el árbol, la esquina, el verdor del camino.
Levanto la mirada y es lo justo
para que el horizonte se humille a mis neuronas.
A través del olfato soy capaz de apropiarme
la efímera y sutil exhalación de la celinda.
El calor de mis manos discrimina sabiamente:
absorbe con fruición el rostro amado,
con la misma claridad con que rechaza
el hostil rozamiento de apretones traidores
o se entrega transido, voluptuoso,
al gozo inmenso, madre, de la mar.
Desde la misma boca identifico las palabras
de las que brotan universos, vivencias, sensaciones,
posibles cantos de dicha o de miseria.

¡Borracho de poder me duermo cada noche!.
No hay fábrica de sueños,
ni añoranza posible de lo desconocido,
ni mundo que esté fuera de mi alcance.
Siento la fuerza entera corriendo por mis venas
y no hay dios que me frene, ni tiempo, ni distancia
que me lleve más allá de mi propia materia.
Cada espuma, cada pétalo, o lamento
forman parte de mi cuerpo, que es la vida.
Un sólo instante, salido de mis manos,
adquiere eternidad por su mismo rozamiento.
Si decido, por ejemplo, helar las horas,
como témpanos se quedan sin tardanza,
sirviendo de testigos, sucesos con figura.
Es, en fin, mi palabra quien define los ámbitos,
quien ordena y somete y pone formas
al torrente de gracia que me envuelve.

Me levanto la piel, abarco el mundo,
estirando los límites por cubrir lo que ansío.
Ni una brizna, ni un abrazo, ni un color son extraños
y, juntos, participan de la orgía infinita
que se está celebrando del pellejo hacia dentro.

Este mundo, me digo pretencioso,
se doblega,
agacha su cerviz a mis deseos.
Y es cierto que la vida se me ofrece,
que me permite explorar sus escondrijos,
que me autoriza que juegue, que florezca,
sobre su piel endurecida y cargada de milenios.